08-07-2020
Turismos de proximidad, un plural en disputa
Ernest Cañada | Alba SudLos turismos de proximidad no son por sí mismos una alternativa. Constituyen más bien una apuesta en un debate más amplio sobre la transformación del turismo en el marco de una transición socio-ecológica cada vez más urgente.
Crédito Fotografía: SESC Bertioga. Archivo fotográfico del SESC Bertioga.
La pandemia del COVID-19 ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad del sistema turístico, en especial en territorios altamente turistificados que dependen del mercado internacional, cuando la amenaza latente de una caída de llegadas se ha producido de forma intensa y repentina. Esta crisis ha provocado una doble reacción. Por un lado, a medida que la alerta sanitaria se relaja y se pueden realizar de nuevo ciertas actividades suspendidas durante el estado de alarma, aumenta la presión para hacer frente a la situación con medidas de garantía, seguridad y reactivación del sector turístico. Desde esta perspectiva no hay ningún cuestionamiento del modelo hegemónico previo. Al contrario, la emergencia económica se convierte en recurso para exigir la reducción de algunos de los mecanismos de regulación y control sobre la actividad turística existente, como la ampliación de las terrazas de bares y restaurantes en Barcelona hasta como mínimo 2021, o impulsar una nueva vuelta de tuerca en los procesos de privatización en la gestión de áreas públicas, como la aprobación este mes de julio en Catalunya del anteproyecto de ley de las áreas de promoción económica urbana (APEU), inspirados en los Business Improvement Districts (BIDs). Por otra parte, hay un interés creciente por los turismos de proximidad, en la medida que a corto plazo es la única vía para compensar parte de la pérdida del mercado internacional.
Hablamos de turismos de proximidad en plural, porque las formas que puede tomar un turismo articulado sobre los mercados locales y nacionales pueden ser múltiples, y hay diversos intereses en juego que pugnan por consolidarse en este escenario, hasta ahora prácticamente menospreciado. En base a mercados nacionales pueden reproducirse también dinámicas de desposesión y explotación que hemos observado tradicionalmente en los mercados internacionales. Pero no se trata de una tendencia de futuro, sino que ya es presente. Dos ejemplos de nuestro entorno más cercano lo evidencian. Las casas de turismo rural en las comarcas de Girona tienen prácticamente todo reservado para este verano e incluso prevén alargar la temporada. Asimismo, las ventas de piscinas portátiles en España se han disparado, y algunas cadenas comercializadoras hablan de incrementos de hasta el 350%, haciendo patente la tendencia en épocas de crisis a hacer vacaciones desde casa, conocida como staycation, que ya habíamos podido observar en otros momentos y contextos.
¿Pero como entender esta apuesta por los turismos de proximidad? Una opción es, sencillamente, concebirlo como la posibilidad de negocio que se puede llevar a cabo en estos momentos y que, por tanto, hay que facilitar las condiciones para que la actividad sea posible. Una segunda posición, en la que nos ubicamos en Alba Sud, es considerar que, a pesar de todas las dificultades, puede ser una oportunidad para repensar socialmente el turismo y presionar a favor de su transformación y la de las políticas turísticas, en el marco de una transición socio-ecológica más amplia en la que el turismo también debería tener un papel.
Escenario contradictorio
Pensar la transformación del turismo con la perspectiva de una transición socio-ecológica supone abrir un debate complejo en un contexto contradictorio, y que necesariamente hay que tener en cuenta. Por un lado, nos encontramos una situación de emergencia climática en la que urge bajar radicalmente la contaminación atmosférica, y reducir por tanto el transporte internacional, vía aérea y marítima, a larga distancia y a gran escala, uno de los grandes contribuidores globales a la emisión de gases de efecto invernadero. Los turismos de proximidad contribuyen a relocalizar la actividad turística y rebajar la presión climática. Por tanto, las políticas públicas que intentan hacer frente a la emergencia climática deberían encontrar en ellos una alianza potencial.
Al mismo tiempo, la crisis económica puede ser muy dura, mucho peor que la iniciada en 2008, con una aceleración de tendencias hacia un mayor empobrecimiento y precarización, de forma paralela a un incremento de las desigualdades. En el ámbito del empleo turístico en España, a finales de junio de 2020 la pérdida de puestos de trabajo asciende a 1,2 millones, 840.000 afectados aún por ERTEs y 350.000 menos de afiliación a la Seguridad Social en comparación en el mes de junio del año anterior. La prolongación de la incertidumbre sanitaria, con rebrotes importantes recurrentes, podría acentuar la debacle económica y agudizar sus efectos desastrosos en el tejido productivo existente, con una destrucción significativa de pequeñas y medianas empresas, y un fortalecimiento de las dinámicas financiarización global del sector, así como la consolidación de dinámicas monopolísticas de las economías de plataforma cada vez más presentes en el turismo. Por otra parte, prescindir a corto plazo del turismo no parece sencillo, sobre todo con actividades que generen un volumen de trabajo que pueda acercarse a los 2,6 millones de personas ocupadas en España en actividades turísticas en el año 2019, un 13,4 % del empleo total, y que en determinadas zonas del país su contribución es mucho más elevada. A corto y medio plazo habrá que pensar en formas de transición que deben tener en cuenta el turismo, con voluntad de transformación de su funcionamiento, de su encaje socio-territorial y de las dinámicas de retorno social. Y además habrá que contar con las numerosas personas que, como asalariadas o autónomas, trabajan en el turismo, y que deben ser parte de las alianzas sociales que acompañen y sostengan este proceso de transición. Los turismos de proximidad aparecen también como oportunidad de generación de actividad económica sin reproducir necesariamente el modelo anterior y establecer puentes que puedan facilitar un proceso que, en cualquier caso, sería conflictivo.
Imagen de Edu Bayer, bajo licencia creative commons.
El diálogo entre actores diversos potencialmente interesados en una transformación del turismo no siempre es fluido, ni se sostienen alianzas amplias con capacidad de integrar las múltiples formas de vinculación con el turismo. Desde posiciones críticas o alternativas no se está acostumbrado a pensar de forma concreta cómo avanzar en la transformación del turismo en un sentido más equitativo, sostenible e inclusivo desde los ámbitos de la política pública y de la acción social. De forma difusa se naturaliza que el turismo hegemónico, con todas sus implicaciones, es el único posible. Ciertas posiciones en el ámbito del activismo social se ubican en el simple deseo de su desaparición, en respuesta a los procesos de explotación, exclusión y despojo generados a través del turismo. Cuando se hace el esfuerzo de pensar cómo debería funcionar las referencias son muy idealizadas y poco concretas, y sobre todo tienen unas dimensiones mucho menores a los retos existentes. Además, hay poca complicidad y articulación estable entre los activismos sociales, vecinales y ecologistas, que están en la primera línea de choque ante los efectos de los procesos de turistificación, y las organizaciones sindicales y algunas asociaciones de trabajadoras precarizadas, o asociaciones de carácter profesional, como guías turísticos, que son los espacios de defensa de las condiciones laborales de quienes trabajan en el turismo. Por otra parte, las organizaciones sindicales mayoritarias tampoco priorizan las alianzas con el tejido asociativo más crítico con los efectos del turismo.
Desde otra perspectiva, las iniciativas empresariales, tradicionales o vinculadas a la Economía Social y Solidaria (ESS), que hacen una apuesta por llevar a cabo iniciativas turísticas no convencionales, que pueden funcionar bien en términos de democracia interna, trabajo decente, inclusión o respeto ambiental, dependiendo del lugar donde se ubican pueden ser contradictorias con las necesidades y derechos de las personas que viven en ese territorio de descongestionar la presión turística y diversificar su economía. Esto puede dificultar también el entendimiento con otros actores sociales. Todo ello dificulta la capacidad de articular socialmente un discurso crítico, con voluntad de incidencia política concreta y, al mismo tiempo, capacidad de transformación. Hipotéticamente, la apuesta por unos turismos de proximidad, en un contexto de caída global de la actividad turística, podría favorecer un espacio de entendimiento y trabajo conjunto.
Criterios para incidir en los turismos de proximidad
A pesar de las dificultades y contradicciones, necesitamos plantear el debate sobre los turismos de proximidad en el marco de una propuesta de transición socio-ecológica amplia, no únicamente turística. Esto supone pensar en procesos de diversificación económica que no pueden estar desligados del debate turístico. Implica también incidir en el turismo a diferentes niveles, no sólo con propuestas alternativas, como pueden ser las vinculadas a la ESS, y asumir que tendremos que actuar sobre la situación existente, no la que uno quisiera, bajo presiones renovadas del capital turístico, inmobiliario y del transporte.
¿Qué criterios podrían ayudarnos a pensar esta transición turística, en el marco de una transición socio-ecológica más amplia, en la que los turismos de proximidad tengan un papel privilegiado?Proponemos actuar en cinco ejes con perspectiva de clase y de género para incidir en una revalorización de los turismos de proximidad que ayuden a un proceso de transformación del turismo con perspectiva de transición socio-ecológica:
a) Incidir en la producción turística convencional.
Todo proceso de transformación de la actividad turística debe comenzar por querer y poder incidir en la estructura de poder existente. Esto supone poner límites en la producción del turismo internacional para reducir su huella ecológica, tanto en el transporte como en las infraestructuras de aeropuertos y puertos que lo sostienen, así como en la oferta de alojamiento. Inevitablemente implica revertir la dinámica de crecimiento sin freno acumulado en las últimas décadas. Asimismo, es necesaria una mayor voluntad de legislar y regular frente dinámicas de explotación y despojo que se producen a través del turismo con un compromiso estricto en la defensa de los derechos humanos en una dimensión amplia.
En momentos de crisis como los actuales, además hay que fortalecer la condicionalidad de las ayudas públicas a un incremento del retorno social por la presencia de la actividad, vía fiscalidad, en condiciones de empleo y trabajo y sobre efectos sobre el territorio. No puede ser que de forma recurrente socialicemos pérdidas de la actividad turística, sin contrapartidas de retorno y control social. Por otra parte, no podremos cambiar aspectos centrales en el funcionamiento del turismo sin mayor poder sindical dentro de las empresas y sin políticas activas de defensa de los derechos laborales.
A su vez, los mecanismos de protección social impulsados, fundamentales en estos momentos, deben incorporar también a aquellos sectores cada vez más precarizados, que son parte ya del funcionamiento estructural de la industria turística. Así instrumentos de protección del trabajo como los ERTE, a pesar de su relevancia, han dejado fuera a quienes estaba en peores condiciones, con contratos temporales y externalizados, agravando la segmentación y diferenciación de las clases trabajadoras.
En función de la profundidad de la crisis, la oleada de pérdida de empleos en el turismo puede abocar a situaciones dramáticas, de extrema pobreza, en especial en municipios altamente turistificados que, como es el caso de Lloret de Mar, uno de los principales destinos turísticos de sol y playa de Catalunya, pueden enfrentarse a situaciones de emergencia social. En este municipio, por ejemplo, se han doblado las demandas de ayuda alimentaria, en particular entre personas que antes trabajaban en el turismo, según declaraciones de una sus voluntarias a Alba Sud. ¿Qué políticas se pondrán en marcha para acompañar a estos trabajadores y trabajadoras? ¿Qué ocurrirá con los caídos de la crisis turística? Esta situación, dada su extensión en algunos territorios, obligará a repensar las políticas sociales y de ocupación, de reconversión productiva. ¿El destino de miles de personas que durante años se dedicaron al turismo se limitará a depender de ayudas públicas?
b) Revisar y redirigir las políticas de gestión turística.
Hay que tener una propuesta coherente de política turística a la altura de los retos actuales. Desde una perspectiva emancipatoria, ésta no puede ser simple facilitación de las demandas del capital turístico e intentar, más o menos tímidamente, compensar algunos de los efectos más negativos, o incluso tratar de pacificar el conflicto social. Necesitamos política turística propia, sin complejos, en defensa de los intereses y derechos de amplias mayorías sociales también en el turismo, en sus tres principales dimensiones: como residentes, como trabajadores y como turistas.
Esto implica diluir las fronteras entre el ocio, la recreación y el turismo para poder desarrollar de forma transversal una política compartida. Supone también apostar por un turismo diferente a la simple satisfacción hedonista de necesidades creadas a través del mercado, que pueda ser organizado en un sentido emancipador, es decir con el propósito moral de eliminar cualquier forma de opresión o dominación y, a su vez, favorecer una expansión de las capacidades humanas, en el sentido propuesto por Denis Goulet en Ética del Desarrollo (Iepala, 1999), que contribuya a una vida digna en una sociedad justa en paz con el planeta. Tenemos hilos de donde poder estirar, como las políticas de turismo social iniciadas desde los años 30 y 40 del siglo pasado, que han llegado a la actualidad con iniciativas admirables, como el SESC Sao Paulo, entre otras experiencias latinoamericanas.
Los turismos de proximidad, a los que hay que dar un peso estructural, no sólo coyuntural, ante la situación de crisis de llegadas internacionales en un determinado momento, pueden convertirse en un escenario desde el que replantear las políticas turísticas. Desde el terreno de la política turística habría que dirigir la atención a fortalecer propuestas arraigadas en el territorio y en especial vinculadas a l’ESS, reorientar y rediseñar las políticas de turismo social, y reconocer, revalorizar y apoyar los procesos de auto-organización del ocio popular. Esbozamos algunas líneas maestras de cada una de estas orientaciones a continuación.
c) Fortalecer las propuestas turísticas arraigadas en el territorio y vinculadas a la ESS.
Los turismos de proximidad pueden actuar como dinamizadores de actividad socioeconómica en muchos territorios que tradicionalmente han tenido baja intensidad turística. Se pueden potenciar dinámicas territoriales que favorezcan la interrelación entre diferentes actividades, buscando como incrementar su diversificación y multifuncionalidad. Determinadas modalidades turísticas que centran su interés en el territorio y sus actividades productivas, como el agroturismo, el turismo gastronómico, así como ciertas formas de turismo rural o de camping, tienen una particular capacidad de generar sinergias positivas con su entorno. Del mismo modo, determinadas concepciones del turismo, como el slowtourism, pueden ayudar en este proceso de relocalización territorial de la actividad.
SESC Bertioga. Archivo fotográfico del SESC Bertioga.
En este contexto, caracterizado por la baja intensidad turística previa, es donde se deberían potenciar especialmente las ayudas públicas a iniciativas empresariales de carácter local, arraigadas en el territorio, y mejor aún si es con formas de producción que buscan transformar las relaciones capitalistas hegemónicas, como las iniciativas de la ESS. Pero esta apuesta por los turismos de proximidad se debe llevar a cabo con políticas de control sobre la huella ecológica de las diferentes actividades presentes en el territorio, estableciendo también límites a su crecimiento, que permitan un reequilibrio entre diferentes actividades. No hacerlo supondría repetir cíclicamente los problemas de masificación y sobre frecuentación del territorio.
d) Reorientar y rediseñar las políticas de turismo social.
Ante la perspectiva de que el mercado sea la única vía para proveer servicios turísticos, habría que ampliar y fortalecer el turismo social como política pública que garantice el acceso a turismos de proximidad a amplios sectores sociales, y no sólo a determinadas franjas de edad como hace el principal programa de turismo social en España, el IMSERSO. Como política pública hay que poner las necesidades de las personas de los sectores más desfavorecidos en el centro, en la medida que el turismo no sólo puede ser concebido desde una perspectiva mercantil y hedonista sino que, siguiendo los postulados más progresistas del turismo social, puede estar también al servicio del desarrollo de las capacidades humanas, de la salud y el bienestar, como bien ha señalado la investigadora argentina Érica Schenkel. Y esto implica que tampoco debería ser considerado como una forma de subvención indirecta a la industria turística para paliar los efectos de la estacionalidad, como ocurre actualmente con el IMSERSO.
Las políticas de turismo social deberían ser un eje central de la disputa de la política social y, en cambio, ocupan un lugar marginal en el debate público, únicamente centrado en quien se lleva los contratos para su gestión, como ocurrió en el último proceso de adjudicación. A su vez, el turismo social se encuentra en una disputa por formas contrapuestas de entenderlo, lo cual hace que según qué prácticas puedan ser difícilmente reconocibles desde perspectivas emancipatorias. Profundizar en una política pública de turismo social requerirá también aclarar qué expresiones concretas debemos defender.
e) Reconocer, revalorizar y apoyar los procesos de auto-organización del ocio popular.
Las necesidades de ocio y recreación al aire libre de amplios sectores populares no pueden sostenerse sólo a través del mercado o la protección social del Estado. Se organizan también por propia iniciativa, de forma desmercantilizada y sin ayuda de nadie, como los traslados temporales para "ir al pueblo", quien aún mantiene vínculos con sus lugares de origen, o por la apropiación de determinados espacios para su disfrute cotidiano. Parques y plazas constituyen elementos centrales en permanente disputa entre actores diversos. Para amplias mayorías es central poder acceder y hacer suyos estos espacios donde hacer actividades al aire libre y poder socializar.
Imagen de Edu Bayer, bajo licencia creative commons.
Desde el ámbito de la política pública hay que defender el derecho a todo este tipo de prácticas sociales y, además de reconocer su legitimidad, dar facilidades para el uso de estos espacios ante las dinámicas privatizadoras y excluyentes, o la masificación turística que los expulsa y excluye, de tal modo que puedan ser utilizados de forma segura e higiénica. Según los contextos, implica también posibilitar y proteger su uso para beneficio común por encima de otros intereses.
Alternativas deseables, viables y factibles
El escenario post pandemia es complejo y muy preocupante. Los riesgos sociales en el ámbito específico del turismo se acumulan: incremento de la pobreza y la desigualdad; mayor peso del capital financiero y las dinámicas monopolísticas en la industria turística, y en consecuencia, una pérdida de control local sobre su funcionamiento y más desregulación y endurecimiento de las relaciones laborales; mayor elitización del consumo turístico; un incremento del distanciamiento, o incluso el enfrentamiento y ruptura entre diferentes actores sociales por cómo incidir ante la crisis del turismo.
En este contexto, necesitamos propuestas que lleven al terreno concreto de las políticas públicas y de la acción social un horizonte de transformación del turismo en el marco de una transición socio-ecológica más amplia. En el terreno de las políticas turísticas haría falta poder formular propuestas alternativas deseables, viables y factibles, en el sentido formulado por el sociólogo marxista norteamericano Erik Olin Wright en Construyendo Utopías reales (Akal, 2014). El problema está en el capitalismo, el turismo puede ser organizado de formas diversas. Haríamos bien de no confundirlo.
Los contextos en los que materializar una agenda política de transformación del turismo y transición socio-ecológica son diversos, y ello obligará a un esfuerzo de concreción particular. No sirven las mismas propuestas para distintos lugares, porque las realidades son variables. El cualquier caso, implica esfuerzo de comprensión particular, convergencia social y construcción de agenda de prioridades para no dejar a nadie atrás.
Los turismos de proximidad no son, en definitiva, una alternativa, son fundamentalmente una apuesta en disputa en un debate más amplio sobre la transformación del turismo en el marco de una transición socio-ecológica urgente. Una oportunidad que no deberíamos desaprovechar.
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