20-07-2020
La arrabalización en Verón-Punta Cana escondida detrás del todo incluido
Marta Salvador & Giselle Cedeño | Alba SudEl Distrito Municipal Turístico Verón-Punta Cana se caracteriza por una realidad dual: lujosos resorts turísticos frente a la arrabalización urbana de la población local, quien vive en una situación vulnerable que se ha intensificado por la pandemia de la COVID-19.
Crédito Fotografía: Barrio Nuevo, Verón. Fuente: Ernest Cañada.
El Caribe es una de las zonas más turísticas del mundo, con un total de 31,5 millones de turistas en 2019, según la Organización del Caribe para el Turismo. Esto implica que los países de la región, entre ellos República Dominicana, sean fuertemente dependientes de este sector económico. Los centros turísticos masivos del Caribe han comportado un cambio en los paisajes, sobre todo en las áreas frente el mar con la presencia de complejos hoteleros, en las actividades económicas y en las sociedades implicadas. Así pues, en algunos destinos de Sol y Playa que han alcanzado un alto nivel de desarrollo turístico se ha producido una progresión de la urbanización de la pobreza y un aumento de la brecha social.
La estructura territorial resultante de la urbanización turística tiene rasgos comunes en la mayoría de los enclaves del Caribe, con notables diferencias en el caso cubano, cuyo desarrollo urbanístico presenta otras particularidades y problemáticas. Lo más destacado es el modelo de crecimiento de la ciudad dual: por un lado, hay la franja modificada por hoteles de gran altura y condominios residenciales y, por otro lado, el interior turístico compuesto por los nuevos desarrollos residenciales donde los asentamientos aparecen "espontáneamente", regulados o no, y planificados o sin planificación aparente (González-Pérez et al., 2016). Este último fenómeno, llamado arrabalización, ha sido observado en el Distrito Municipal Turístico Verón-Punta Cana, en República Dominicana. Este artículo pretende analizar las dinámicas pasadas y presentes en esta área turística que han llevado a una urbanización informal de la población, además de mostrar cómo se ha visto y se verá afectada la zona y su población con la crisis de la COVID-19.
¿Cómo llegó el turismo a Verón-Punta Cana?
La República Dominicana es un país visitado principalmente por el mercado estadounidense y canadiense, muy conocido por sus playas, sus paisajes y su biodiversidad. Además, es uno de los destinos con mayor aumento de turistas en los últimos ocho años (2012-2019), con una tasa de crecimiento promedio anual de 5.0%, lo cual la posiciona como líder turístico del Caribe y entre los pioneros de América Latina. Los inicios del turismo en República Dominicana se remontan a 1970, aunque el impulso definitivo fue en la década de 1990 con el inicio de la implantación frenética de las corporaciones hoteleras transnacionales (Isa, 2011). Como resultado, los espacios turísticos de Sol y Playa atrajeron nuevos e intensos movimientos migratorios, construyendo ciudades a lo largo de grandes regiones urbanas donde antes solo había comunidades rurales o áreas no urbanizadas (González-Pérez et al., 2016).
Mapa del Distrito Municipal Turístico Verón-Punta Cana. Fuente: Google Maps.
Verón, que pertenece a la ciudad de Higüey, provincia La Altagracia, situada al este de República Dominicana, es un ejemplo de este desarrollo turístico y uno de los lugares más visitados de la isla y del Caribe hoy en día. Más concretamente, el desarrollo de la zona de Verón empezó el año 1971 con la inauguración de un pequeño hotel conocido como Punta Cana Club, con apenas capacidad para 40 personas. Este establecimiento estaba bajo la dirección del dominicano Frank R. Rainieri y del Norteamericano Theodore W. Kheel, de la Compañía de Desarrollo Turístico, Residencial e Industrial, S.A. (CODDETREISA) que hoy en día es el Grupo Puntacana S.A. En 1978, siete años más tarde, el Club Mediterrané de París construyó el primer hotel de 350 habitaciones. En 1982, el Grupo Puntacana S.A. obtuvo autorización para construir el primer Aeropuerto Internacional comercial construido y operado por una empresa privada. Tras su inauguración en 1984, empezaron a operar vuelos internacionales que hicieron que la zona se continuara expandiendo hacia el paraje de Bávaro con inversiones de compañías mayoritariamente españolas, con cadenas como Barceló, Meliá, Riu, Iberostar y Princess, que desarrollaron el modelo turístico del todo incluido. Así pues, des del 1997 se agregaron casi 20.000 nuevas habitaciones hasta las 32.000 en 2012 (González-Pérez et al., 2016), que han llegado a las 37.800 en 2019.
Actualmente, la zona concentra más de la mitad de las habitaciones hoteleras del país y había expectativas de crecer hasta llegar a las 45.000 durante el 2020, antes de la pandemia de la COVID-19, según declaraciones de Ernesto Veloz, presidente de la Asociación de Hoteles y Proyectos Turísticos del Este (ASOLESTE). Gracias a este desarrollo, Verón pasó a ser el primer Distrito Municipal Turístico de República Dominicana en 2006. Así pues, no solo aumentó demográficamente para alcanzar la titulación de Distrito, sino que el turismo fue la razón de este crecimiento. Además, se encuentra ubicado en el centro del polo turístico Macao-Punta Cana, el más importante del país, donde, de acuerdo con la Oficina Nacional de Estadística (ONE), en enero y febrero del 2020 el 47% de turistas que llegó al República Dominicana visitó esta zona.
¿Cómo es el fenómeno de la arrabalización en Verón-Punta Cana?
A la vez que crecían las infraestructuras hoteleras, centenares de personas de otras zonas del país se empezaron a desplazar en busca de empleo, lo que dio lugar a una fuerte inmigración interna. Aun así, la mayoría de trabajadores provenían de Haití (Blázquez et al., 2011) y, aunque llegaron de manera temporal para trabajar en la construcción de las infraestructuras hoteleras, se quedaron de forma permanente. El resultado de estos procesos demográficos y de urbanización vinculados al turismo fue la construcción de una ciudad desigual, polarizada y segregada donde, junto a espacios elitistas, hoy en día existen territorios altamente empobrecidos. En estas ciudades socialmente y urbanísticamente fragmentadas prevalece la exclusión como una forma de organización social y espacial. Así, se construyen espacios de pobreza con formas urbanas de complejidad variable, casi siempre basadas en la informalidad (González-Pérez et al., 2016). Ramón, que vive en Verón desde hace tres años, cuenta que “la gente piensa que vivir aquí es lo último, lo mejor. Mi familia siempre me comenta tú ganas en dólares, pero aquí se vive peor y con alquileres carísimos. La vida es mucho más cara”.
Fotografía aérea de Hoyo de Friusa. Fuente: Ernest Cañada.
Según afirman González-Pérez et al., (2016), a diferencia de las estrategias más o menos planificadas para el desarrollo turístico y el uso de la tierra por parte de los centros turísticos, bajo los auspicios de los gobiernos nacionales o las corporaciones multinacionales extranjeras, no existen políticas de planificación urbana para las ciudades que deben proporcionar alojamiento y servicios a los trabajadores de la zona. Así lo argumenta Rojas (1989), expresando que la mejora de la integración espacial de los diferentes tipos de asentamientos humanos exige políticas que favorezcan la inversión pública en infraestructura de transporte y comunicaciones y la promoción de servicios eficientes de transporte público. A pesar de ello, las autoridades políticas y la comunidad empresarial turística, al menos en el caso dominicano, son conscientes de la segregación y la arrabalización, así como de los problemas que causan, pero no existe un plan de ordenamiento territorial y tampoco el Ministerio de Turismo (MITUR) se ha pronunciado al respecto.Esta es una visión altamente idealizada que supone la existencia de una realidad geográfica que opera como un conjunto de piezas desconectadas, como si el éxito económico de los centros turísticos emergentes no tuviera nada que ver con la situación laboral de la población que trabaja allí y que reside en los asentamientos informales (González-Pérez et al., 2016).
Según la Oficina Nacional de Estadística, con un último censo realizado en 2010, el Distrito Municipal Turístico Verón-Punta Cana cuenta con un población de 54.218 personas, aunque actualmente esos números pueden ser mayores debido al tiempo transcurrido. Así lo expresa Ramón Ramírez, actual director del municipio, quien afirma que la población ha aumentado en un 100%, hasta un total de 150.000 habitantes en 2020. Los asentamientos humanos experimentan cambios rápidos como resultado del crecimiento de la población, la mayor complejidad de la economía y la transformación de las estructuras de distribución de la tierra (Rojas, 1989). Además, la funcionalización turística de algunos territorios de El Caribe y Centroamérica ha supuesto la gentrificación del espacio, donde los usuarios ricos tienen cierto privilegio y pueden acceder a la propiedad, al uso del suelo y de los recursos naturales con una marginación de la población local (Blázquez, Cañada y Murray, 2011).
Este es el caso del Distrito Municipal Turístico Verón-Punta Cana, que cuenta con zonas altamente arrabalizadas donde los habitantes viven en condiciones muy precarias: las calles están en muy mal estado y sin asfaltar, no disponen de servicio de recogida de basura y tienen que usar vertederos improvisados, no cuentan con ningún acueducto ni alcantarillado, y tampoco pueden satisfacer sus necesidades básicas en infraestructuras acondicionadas. Además, la ausencia de un hospital (el más cercano está a una hora y media) y el hecho de no poder pagarse los servicios en una clínica, aumenta aún más las enfermedades y la mortalidad. Otro de los problemas a los que se enfrenta la población de Verón-Punta Cana es la contaminación del agua, ya que un 80% de los pozos están contaminados por bacterias fecales. Seferino, quien lleva 18 años viviendo en el Barrio Samaritano 2do, siendo originario de Sousa (Puerto Plata), al norte de República Dominicana, al preguntarle qué ha cambiado en la comunidad en todo este tiempo, dice que solo ha variado en número: “Hay mucho más personas y casas que antes, pero no muchas mejorías. Por ejemplo, las calles siguen igual sin asfaltar, no tienen aceras o contenedores, ni siquiera parques tenemos”. Luisa, integrante también de la comunidad de Verón, expresa que les hace falta una escuela, ya que viven muchas familias que no pueden pagar un colegio privado. Es así como los residentes de los asentamientos informales tienden a ser marginados de los procesos de desarrollo 'formales' de las ciudades, lo que les dificulta el acceso a todo tipo de oportunidades, perpetuando el ciclo de pobreza y precariedad (Sandoval y Sarmiento, 2019).
Cuarterío en Hoyo de Friusa. Fuente: Ernest Cañada.
En el barrio Hoyo de Fruisa, de Bávaro, uno de los parajes de Verón-Punta Cana, donde en sus inicios se asentaron los obreros de la construcción, esta situación se agudiza aún más. En esta zona existe la más alta migración de personas de origen haitiano, los cuales viven en un espacio de pobreza que ha llevado al aumento de la economía informal, pero también de la delincuencia, del consumo de drogas y del ejercicio de la prostitución como medios para sobrevivir. Evidentemente, la riqueza que producen los negocios turísticos no se ve reflejada en estos barrios donde se vive una situación bastante preocupante. Por lo tanto, el crecimiento y la especialización turística no se han traducido en una mejora del bienestar de la población, atraída hacia empleos precarios y vulnerables por los enclaves turísticos, los cuales recrean un espacio irreal de espectáculo y consumismo, a gran distancia de los estándares comunes en la comunidad local, sino también de la realidad cotidiana de los turistas (Blázquez, Cañada y Murray, 2011). Los habitantes locales, como Ramón, creen que los barrios no reciben los beneficios del turismo porque en las zonas arrabalizadas no hay oferta para el turista: “Yo, cuando ofrezco el servicio de transporte y los voy a buscar a los hoteles siempre los llevo a otros pueblos como Higüey o La Romana, ya que aquí no hay una plaza comercial o algún sitio donde ellos puedan consumir”.
¿Cómo ha afectado y puede afectar la crisis de la COVID-19?
La llegada de la COVID-19 ha agudizado esta situación tan frágil en la que se encuentran los locales, en una comunidad desigual y con grandes necesidades. La evolución del virus hizo que a finales de febrero se prohibieran los vuelos procedentes de Italia para evitar su propagación y, posteriormente, de Europa, China, Corea del Sur e Irán. Finalmente, el 19 de marzo del 2020 República Dominicana se declaró en Estado de Emergencia Nacional, impidiendo el paso a todas las fronteras, lo que trajo como resultado la paralización de la actividad turística de todo el país. En Verón-Punta Cana los hoteles cerraron sus puertas como consecuencia de las medidas de distanciamiento impuestas por el gobierno y el cese de la llegada de turistas por el bloqueo de las vías aéreas, terrestres y marítimas. Así pues, miles de personas empleadas en el sector turístico perdieron su trabajo de forma permanente, aunque no existen datos oficiales de estos números. A parte de los empleos en los alojamientos hoteleros, en Verón-Punta Cana se desarrollan trabajos formales e informales, los cuales también se han visto afectados por la COVID-19. Entre ellos se encuentran las personas que trabajan en tiendas de souvenirs, guías turísticos, vendedores ambulantes de fruta, de artesanías, etc. Este es el caso de Seferino, quien trabajaba en una tienda de souvenirs que cerró en febrero y cuenta que “todo este tiempo he estado sin trabajo…, si no es por la ayuda de amigos y de las donaciones no sé qué hubiese pasado”.
Con la llegada de la COVID-19 las familias que viven en las zonas arrabalizadas han sido las más afectadas y las que han tenido mayores necesidades. Los bajos salarios de los trabajadores hoteleros no les permiten tener capacidad de ahorro y la mayoría de personas viven el día a día. Los residentes de los barrios como Villa Plywood, Villa Esperanza, Haití Chiquito, El Hoyo de Fruisa, Macao, y Uvero Alto, entre otros, han podido sobrellevar estos meses a través programas de ayuda del gobierno y de donaciones diarias, de lunes a sábado, de 30.000 raciones de alimentos hasta el 29 de junio por parte del Cuerpo Especializado de Seguridad Turística (CESTUR), en coordinación con los hoteleros de Bávaro-Punta Cana, en el Distrito del Municipio Turístico de Verón. También a través del Grupo Puntacana S.A. que envió 300 compras de alimentos crudos para repartir a las comunidades. Cabe mencionar a los trabajadores del sector de la construcción, mayoritariamente inmigrantes haitianos, los cuales reciben un salario por las horas diarias trabajadas. Debido al estatus ilegal y a la informalidad de su trabajo no han tenido acceso a la ayuda que ha implementado el gobierno dominicano para las familias más vulnerables.
Comida entregada durante la pandemia de COVID-19 en el barrio Samaritano 2do en Verón. Fuente: Luisa Yan.
Luisa, expresidenta de la Junta de Vecinos y presidenta de la Asociación Comunitaria Adrián, asociación conformada por 32 mujeres de la comunidad que canalizan ayuda para los más necesitados, explica que la situación es difícil y, aunque la asociación ha seguido trabajando durante la pandemia, han llegado personas de nacionalidad haitiana en busca de ayuda, a las cuales han podido ayudar con lo poco que tenían. Por otro lado, Luis, que trabajaba en una empresa de deportes acuáticos y perdió su trabajo por la COVID-19, comenta al respeto: “He recibido comida cocinada de CESTUR que, con ayuda de algunos dirigentes comunitarios, iban casa por casa a llevar los alimentos”.
La recuperación de la actividad turística de la zona se hará de manera progresiva y, tal como explica Elisabeth Guerrero en Alba Sud, hay una apuesta por el turismo local y en un futuro próximo el mercado internacional, principalmente de Estados Unidos y Canadá. Ante la crisis, la estrategia de promoción del sector utilizada por República Dominicana está basada en las aerolíneas, los tour operadores y la promoción de la seguridad de los destinos turísticos, con prioridad para retomar los vuelos chárter, siendo los tour operadores los mejores aliados. Así pues, los puestos de trabajo se irán conformando a medida que lleguen turistas al Distrito Municipal Turístico Verón-Punta Cana, aunque la incertidumbre sobre la recuperación del sector y, consecuentemente del empleo generado, sigue latente. Esta situación empeora para las personas que puedan haberse desplazado a Verón-Punta Cana en busca de trabajo y se encuentren con una realidad dura y con condiciones precarias. A la vez, existen varios escenarios de lo que podría pasar: ¿Los migrantes regresarán a su lugar de origen?, ¿qué ocurrirá con quienes no pueden plantearse esta opción?
Para Seferino la situación se ha agravado, ya que expresa que no puede regresar a su pueblo sin nada: “Llegar y decirles a mis hijas aquí estoy con las manos vacías no es una opción para mí. Yo estoy dispuesto a hacer lo que sea para poder comer, incluso trabajar como pintor, aunque no me paguen mucho porque no soy experto en el oficio, pero al menos me dan para el trasporte, la comida y 400 pesos que me ayudan en algo”. Por otro lado, Luis comenta que “debido a esta pandemia, he visto muchas personas regresar a sus pueblos ya que no pueden pagar el alquiler. La ayuda no ha llegado a todos y hay quienes no tienen un sustento diario, poco o mucho las raciones de alimentos cocido nos ayudaban, pero eso ya ha parado¨.
Un hecho claro es que la brecha social en un futuro post COVID-19 seguirá en aumento, tanto para los locales que no pueden cubrir sus necesidades básicas como para aquellos que no encuentren empleo. Por otro lado, esta podría ser una oportunidad para aprovechar la desaceleración de la actividad turística de la zona, donde el gobierno local pudiera poner en marcha un plan de acción para una gestión adecuada de Verón-Punta Cana, donde la prioridad sea el bienestar de las comunidades locales. Así pues, se podrían establecer mecanismos de protección social que garanticen unas condiciones laborales dignas, con salarios y prestaciones para poder vivir adecuadamente; que proporcionen unas áreas habitables en condiciones, de tal manera que las zonas arrabalizadas sean substituidas por barrios decentes; y, finalmente, que presten mayor atención a la calidad de vida de las comunidades y no al crecimiento económico de los destinos turísticos, el cual se queda en manos de muy pocos.
Reflexiones finales
La dependencia y la especialización funcional en el turismo en muchos de los países de El Caribe son fenómenos actuales. Desde el punto de vista social y político, el turismo excluye y aumenta la segregación y la precariedad en los territorios, como ocurre en el Distrito Municipal Turístico Verón-Punta Cana, en República Dominicana. Tal como afirman González-Pérez et al., (2016), es un proceso de acumulación por desposesión en el que los agentes de la industria turística se apoderan violentamente de los recursos de una población excluida y sin acceso a los ingresos generados. Como resultado, el crecimiento demográfico y de urbanización producido por la inmigración se ha canalizado en forma de asentamientos irregulares, lo que ha dado paso al desarrollo de una gran economía informal.
Los contrastes entre el área turística y el espacio urbano que sirve de alojamiento para la población inmigrante corresponden al modelo de ciudad turística dual. Por un lado, existe una franja de arena modificada por los complejos hoteleros y los condominios residenciales, un alto nivel de instalaciones y mucha exclusividad social. Por otro lado, está la ciudad en rápido crecimiento, sin infraestructuras y con alta polarización social, donde se alojan los trabajadores. No obstante, estas transformaciones pueden explicarse por el hecho que, aunque los salarios percibidos en el sector turístico son precarios y comparativamente muy bajos, son mayores que los obtenidos de otros sectores en los territorios locales.
Viviendas en Barrio Nuevo, Verón. Fuente: Ernest Cañada.
Hasta hoy, el nivel de diversificación dentro del turismo dominicano es bajo, centrado fundamentalmente en el turismo de Sol y Playa y con una alta dependencia en los resorts todo incluido. Tal como muestra el caso de Verón-Punta Cana, los hoteles de cinco estrellas se encuentran en frontera con la pobreza y la desigualdad social, un tema que debe sobrepasar los pequeños intereses y la política. El territorio aún no cuenta con un Plan Nacional de Ordenamiento Territorial ni tampoco con el apoyo de los servicios públicos. Así pues, esta podría ser una oportunidad para formar las alianzas precisas para proporcionar las infraestructuras necesarias y que permitan a los visitantes salir de los complejos turísticos para explorar las comunidades locales y reforzar su economía.
Además, ante la llegada de la pandemia de la COVID-19, las comunidades locales de zonas excluidas son las que más se han visto afectadas y han empeorado su situación con la pérdida de empleos y el aumento de necesidades. Los locales, altamente dependientes del trabajo turístico, se encuentran ante la incertidumbre de la evolución del sector y de las consecuencias de la crisis. Es por eso que, tal como mencionábamos, este momento debería ser la puerta hacia un futuro con trabajos de mayor calidad, sistemas de protección para los empleados y una mejora de las condiciones de vida para todas las personas establecidas en las áreas arrabalizadas.
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