13-11-2020
Retos de la sostenibilidad en destinos turísticos de surf
Valentina Robledo | Alba SudAntes de la pandemia de la COVID-19, el turismo de surf era visto como una oportunidad para numerosas comunidades en países empobrecidos. Sin embargo, sus impactos negativos y los retos de una gestión adecuada también están presentes. La paralización de la actividad debería servir para revisar y poner en discusión este modelo.
Crédito Fotografía: Andrés Soliño, bajo licencia Creative Commons.
En los últimos años los destinos turísticos costeros en países empobrecidos han encontrado en sus olas un atractivo turístico para mejorar su posición en la industria. De hecho, los estudios realizados en el campo revelan que el sector turístico de surf ha mostrado una creciente expansión (Tantamjarik, 2004; Buckley, 2017). Aunque no hay un dato preciso, las investigaciones estiman que hay más de 35 millones de surfistas en el mundo y que su número va en aumento (O’Brien, 2013). Por ese motivo, los estudios reiteran que se debe repensar cómo operar y gestionar el turismo de surf en las comunidades receptoras (O’Brien, 2013).
Según Buckley (2002), el turismo de surf ocurre cuando una persona ha viajado más de 40 km desde su casa, pasa la noche en el destino y dedica su tiempo de ocio principalmente al surf. Los turistas de surf buscan lugares vírgenes, exóticos, alejados de las grandes urbes para encontrar la mejor calidad de olas (Towner, 2016). Una vez estos lugares son reconocidos entre los surfistas, rápidamente se hacen famosos entre otros tipos de turistas, como familiares, acompañantes y periodistas, lo que provoca el crecimiento del destino (Tantamjarik, 2004).
El surf ha creado una subcultura con identidad propia. En términos generales, se configura a partir de elementos como la masculinidad, la etnia blanca, el nivel de habilidad en el deporte, la vestimenta y su propio dialecto. El turista de surf prefiere destinos exóticos y sin multitudes (Krause, 2012; Ponting, 2014; Machado, 2017) y su principal motivación en el viaje es la calidad del agua para surfear (Martin, 2014; Ponting, 2014; Lopes, 2016). En el destino, el surfista puede generar conflictos socioculturales con comportamientos como el consumo de alcohol, drogas o prostitución (Krause, 2012). Sin embargo, también pueden contribuir en la conservación y sostenibilidad del destino a través del uso responsable de los recursos y de la participación en proyectos sociales para mejorar la calidad de vida de las personas locales (Martin, 2014).
El turismo de surf como estrategia de desarrollo turístico ofrece beneficios que, sin embargo, no se pueden disociar de una serie de riesgos que también conlleva. A simple vista el surf puede parecer una actividad que no afecta el entorno, pero vender las olas como producto turístico puede traer consecuencias ambientales, económicas y socioculturales en las comunidades anfitrionas.
Impactos medioambientales
La actividad turística de surf en sí misma no genera impactos positivos en el medioambiente, más bien depende de cómo se organice. La mala gestión de los recursos de surf puede provocar impactos negativos en las áreas de surf como la congestión, basura, contaminación del agua, erosión, daños en los arrecifes, degradación del medioambiente y contaminación por transporte de turistas y de productos de consumo. En este sentido, se debe tener en cuenta que, como el número de surfistas va en aumento, mientras que los recursos de surf permanecen constantes, la capacidad de carga de las comunidades anfitrionas se puede ver comprometida. De hecho, esto se puede observar en las comunidades de países empobrecidos porque suelen tener sistemas de gestión de agua precarios, insuficientes para abastecer el consumo de agua de los turistas de surf. Esta insuficiencia del recurso hídrico ha llevado a algunas localidades a tener que hacer una mezcla con agua salada para satisfacer las necesidades de la población (Buckley, 2002).
Sin embargo, los estudios académicos indican que los turoperadores del turismo de surf también pueden desarrollar paquetes que minimicen la congestión, la generación de residuos y los impactos en la naturaleza y el océano (Tantamjarik, 2004). Por otro lado, el desarrollo del turismo de surf puede mejorar la gestión de los recursos marinos en las comunidades costeras (Towner, 2013). Un ejemplo positivo
Papúa Nueva Guinea, además de ser uno de los lugares de clase mundial en el surf, es uno de los pocos destinos que han hecho esfuerzos por gestionar de manera sostenible los recursos de surf en sus costas. A través de la Asociación de Surf de Papua New Guinea (SAPNG, por sus siglas en inglés), la actividad turística de surf se gestiona en conjunto entre guías turísticos de surf de la asociación, organizaciones sin ánimo de lucro, operadores turísticos y la comunidad local. Todos y cada uno de los grupos de interés del turismo de surf, trabajan y operan bajo el Plan de Gestión de Surf (SMP, por sus siglas en inglés). Según la página web de la SAPGN, la gran mayoría de la propiedad de la tierra en Papúa Nueva Guinea está bajo clanes tradicionales. Para las comunidades costeras, esto se extiende a los derechos tradicionales y de custodia de los arrecifes fronterizos. El Plan de Gestión del Surf es esencialmente un acuerdo de acceso que incluye límites de cuotas sostenibles a cambio del pago de tarifas a través de concursos.
No obstante, se debe prestar atención a esta forma de gestionar ya que, como menciona Buckley (2017), puede causar conflictos políticos en el destino cuando los interesados participan en concursos que otorgan derechos de acceso al recurso de surf. Pero, por otro lado, cuando no hay restricción de acceso a los recursos de surf se terminan beneficiando empresas turísticas que no están especializadas en el surf, lo que lleva al neoliberalismo (Ponting, 2014).
Impactos económicos
Además de los impactos sobre el medioambiente, el turismo de surf también puede tener consecuencias económicas en diversos sentidos. Por un lado, puede ayudar a combatir la estacionalidad en aquellos destinos que gocen de una climatología que permite surfear y atraer turistas de surf durante todo el año, como en el caso de Madeira, Portugal (Lopes, 2016). Así mismo, la economía de las comunidades receptoras de este tipo de turismo cuenta con la generación de empleo tanto en el propio sector, como en otros sectores. Por esta razón es importante que la población local se desarrolle en el deporte, y, así, pueda colocarse en una posición de empoderamiento, pueda trabajar en el sector y emprender negocios en esta industria o en otras relacionadas.
Fuente: Matthew Dillon, bajo licencia Creative Commons.
Pero, por otro lado, las consecuencias económicas negativas para las comunidades locales igualmente se deben tomar en consideración. Una de ellas es la tensión que causa el desarrollo del turismo de surf entre locales y turoperadores extranjeros. Esto se genera porque al trabajar para estas empresas, los locales pueden llegar a sentirse como ciudadanos de segunda clase en su país (Buckley, 2002) y por el hecho que los turoperadores de surf suelen querer el control sobre los accesos a los sitios de surf para maximizar sus beneficios (Buckley, 2017). También cabe mencionar que la mayoría del dinero generado por los paquetes “todo-incluido” de las experiencias turísticas de surf va destinado a las empresas extranjeras y, algunos estudios realizados al respecto, consideran que no beneficia a las comunidades locales (Ponting, 2015; Towner 2013, 2016, 2018; Machado, 2017). Otro impacto negativo que se ha identificado en algunas comunidades, como Nicaragua o las Islas Mentawai, es que sí provoque estacionalidad, lo que causa que la población empleada en la actividad pierda su trabajo en temporada baja.
Impactos socioculturales
Respecto a los efectos del turismo de surf en el ámbito sociocultural, esta actividad también puede afectar positivamente a la comunidad receptora. Por ejemplo, en los países empobrecidos, donde el turismo de surf está en crecimiento, las comunidades locales se pueden beneficiar a través de esta tipología turística para reducir el riesgo que se extienda la vinculación a pandillas, en especial entre jóvenes, facilitar la participación en la gestión de la actividad (Ponting; 2014), y ofrecer un estilo de vida más saludable (O’Brien, 2013). Esto puede darse a través de la creación de alianzas que el deporte incentiva entre gobiernos, organizaciones sin ánimo de lucro, empresas turísticas, comunidades y surfistas. Además, el crecimiento de la industria de surf genera desarrollo de infraestructura en las áreas donde se practica este deporte (Tantamjarik, 2004; Lemarié, 2019).
Así pues, el surf como estrategia turística puede ser beneficioso para una población, pero también existen retos socioculturales a los que cualquier destino que apueste por esta tipología turística debe prestar atención. En países como Costa Rica, Islas Mentawai e Islas Indo Pacíficas, el crecimiento de la industria de surf junto con el desarrollo de las zonas costeras ha aumentado la migración de población hacia las playas, especialmente de población extranjera que puede pagar altos precios de inmuebles. Esta migración, a largo plazo, da como resultado el desplazamiento de locales hacia las periferias por no poder pagar los precios de viviendas en sus costas.
La llegada de extranjeros también provoca choques culturales con la cultura anfitriona. Estas tensiones se dan por diferencias de estatus económico y por falta de respeto a las creencias y tradiciones locales por parte de los turistas (Ponting, 2014; Towner, 2018; Mach, 2018). El problema es que el turista de surf lleva su cultura a los destinos, y aunque no es en todos los casos, suele ignorar la cultura anfitriona (Usher, 2015).
Además de estos retos socioculturales, el turismo de surf puede ocasionar el fenómeno de localismo en el destino. Los surfistas locales acostumbran a tener un fuerte sentido de propiedad del territorio. Esto causa que los locales excluyan a los surfistas visitantes de las zonas de surf con el objetivo de acaparar las olas y marcar territorio. Para lograrlo, los locales recurren a la definición de límites territoriales y la regulación del comportamiento dentro de las zonas de surf. Este fenómeno puede llegar a implicar violencia verbal y física entre surfistas locales y visitantes (Usher, 2016).
A lo anterior se debe dar importancia puesto que es probable que en los países anfitriones del turismo de surf tengan una población multiétnica, exista cultura machista y tengan altos índices de criminalidad y violencia. Por lo tanto, quienes gestionan el turismo de surf, como una actividad turística sostenible y responsable, deben enfocarse en solucionar las problemáticas sociales existentes primero y después formular estrategias turísticas que prevengan la incidencia de dichas problemáticas.
Aspectos a tener en cuenta en la gestión del turismo de surf
El turismo de surf suele surgir en la fase exploratoria de un nuevo destino dentro del Ciclo de Vida de un Área Turística de Richard Butler (Krause, 2012; Usher, 2014). Esto ocurre porque el surfista busca destinos exóticos y sin multitudes. Cuando el destino es reconocido entre los surfistas a través de su red “boca a boca” (Tantamjarik, 2004), llama la atención de otros tipos de turistas y el destino crece rápidamente. Por esta razón, los estudios advierten sobre la necesidad de planificar la gestión turística del surf desde la fase exploratoria, así como también advierten sobre profundizar en el análisis del comportamiento de los turistas de surf y las comunidades receptoras, haciendo uso de la etnografía, para minimizar los impactos negativos en la comunidad.
Uno de los principales impactos negativos del turismo de surf que ha descrito la literatura académica es la congestión, tanto para el medioambiente como para el carácter sociocultural de las comunidades. Al respecto, estudios realizados en Costa Rica (Tantamjarik, 2004), en las Islas Mentawai (Towner, 2013) y en Italia (Fadda, 2019), revelan que una forma de combatir la congestión en este tipo de destinos es a través de la diversificación de productos turísticos. En el aspecto sociocultural, esta estrategia sirve para involucrar a la población local en actividades artesanales, gastronómicas y culturales que puedan mejorar la experiencia del turista, invitándoles a conocer los aspectos de su cultura y al mismo tiempo descentralizando la atención en el surf. Esta estrategia también sirve para desarrollar otras áreas turísticas de los destinos.
El turismo de surf puede comportar tanto beneficios como retos en las dimensiones medioambientales, económicas y socioculturales de territorios especializados en este tipo de actividad. Es responsabilidad de los gestores turísticos tomar las precauciones y acciones concretas que exija el contexto de cada país para que las propuestas sean sostenibles. De un modo especial, debe combatirse la congestión a partir de una política turística basada en la sostenibilidad, que ponga límites al crecimiento y respete la capacidad de carga de las comunidades costeras. De lo contrario, los recursos de surf pueden deteriorarse a tal punto que las playas dejan de ser atractivas para los surfistas, quienes terminarían optando por otros destinos, además de generar entornos en los que se multipliquen los problemas.
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