12-06-2020
Una mirada feminista a los impactos de la crisis de la COVID-19 y el turismo
Núria Abellan, Carla Izcara, Marta Salvador | Alba SudEl turismo está en el punto de mira por los impactos provocados por la pandemia y la incertidumbre futura. Consecuentemente, es necesario aplicar una mirada de género que estudie la realidad de forma transversal.
Crédito Fotografía: Cocinera en un restaurante durante la pandemia. Fuente: Kurtwolf303, bajo licencia creative commons.
La crisis de la COVID-19 se observa desde distintos puntos de vista y teniendo en cuenta sus implicaciones en ámbitos tan variados como la economía, la sanidad, el mercado laboral o cualquier otro aspecto de la sociedad. Aun así, y como siempre, es necesario ampliar las miradas hacia el género, tanto por los impactos diferenciados de esta crisis como por las aportaciones que pueden hacer distintas corrientes feministas. Esto permite analizar las consecuencias de la COVID-19 teniendo en cuenta las intersecciones del género, la raza, la edad, la clase social o lo que puede implicar formar parte del colectivo LGTBIQ, entre otros. Durante la pandemia, uno de los aspectos cruciales ha sido la diferencia de género en la vivencia de la situación de confinamiento, momento en que las casas se han convertido en un espacio político, mostrando las desigualdades de poder que las configuran. También existe una preocupación creciente por las mujeres que se han visto encerradas en casa con su agresor, que usa la violencia y abusa de ellas cuando hay menos posibilidades de interponer denuncias y activar protocolos. Además, los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres también se han visto afectados durante la pandemia.
Es necesario tener en cuenta la sobrecarga general para las mujeres a partir del cierre de escuelas, de los cuidados a familiares enfermos o dependientes y del incremento del trabajo doméstico global, haciendo necesario que el sector de cuidados sea considerado esencial. Esta situación se agrava en el caso de las familias monomarentales o las madres con la custodia de sus hijos e hijas. A su vez, se le añade el teletrabajo, una de las propuestas que se ha materializado para continuar con las tareas productivas y evitar despidos. Habitualmente, las mujeres dedican más del doble de horas que los hombres a las tareas domésticas, hecho que se agrava con la sobrecarga actual en el contexto de la pandemia, momento donde se reorganizan las logísticas familiares de manera que se prevé una pérdida salarial o una mayor probabilidad de que las madres trabajadoras pierdan su empleo. A su vez, hay testimonios que afirman que esta crisis puede generar ciertos cambios en los roles de género tradicionales a largo plazo, pero en el contexto actual resulta muy complicado hacer investigaciones, especialmente a nivel de trabajo de campo. Por lo tanto, los resultados empíricos de cuestiones e impactos generados a causa de esta pandemia tardaran más a salir a la luz.
La feminización de los cuidados también se traslada al mercado laboral y afecta a profesionales como trabajadoras del hogar, mayoritariamente mujeres migrantes; trabajadoras en los ámbitos de limpieza e higienización; personal de atención en los supermercados; trabajadoras sociales; y personal sanitario, siendo un 70% del personal de enfermería mujeres. Estos trabajos suelen ser precarios; contemplan salarios bajos y contrataciones atípicas (a tiempo parcial, temporales o externalizaciones) que incrementan la inseguridad económica, laboral y social de las mujeres. Es decir, se trata de una crisis donde las mujeres tienen la mayor carga sanitaria y de cuidados pero no la misma posibilidad de tomar decisiones, ya que las directivas de las instituciones se encuentran altamente masculinizadas. Otra consecuencia de la pandemia son los graves efectos en la economía mundial, dado que el virus ha obligado a frenar toda producción considerada no-básica. Por esta razón, se han tomado diversas decisiones en todo el mundo para paliar la crisis de la COVID-19, algunas de las cuales excluyen un gran número de trabajadoras de las protecciones sociales previstas, como por ejemplo las 740 millones de trabajadoras en el mundo que se sitúan en la economía informal.
¿Cuáles han sido los impactos sobre las trabajadoras del sector turístico?
El sector turístico se ha visto gravemente afectado por las limitaciones en la movilidad internacional y las medidas de distanciamiento social. El cierre de establecimientos turísticos, restaurantes y equipamientos culturales ha provocado una oleada de despidos masivos definitivos y otros temporales en forma de ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo). Este sector destaca por una elevada feminización de los puestos de trabajo y por ello la disminución de la ocupación tiene una clara repercusión en función del género. Por esta razón, es preciso analizar los impactos con una perspectiva de género.
En primer lugar, subrayar que en los últimos años ha aumentado de forma generalizada la precariedad en el mercado laboral, en especial la del sector turístico. El trabajo turístico se caracteriza por las duras condiciones de trabajo, la informalidad, los bajos salarios y la externalización de departamentos enteros, afectando especialmente a trabajadoras. Se constata también un aumento de contrataciones temporales o nuevas modalidades de trabajo como los trabajadores por cuenta propia, incrementado de esta manera la inestabilidad de los empleados y empleadas del sector, reduciendo su capacidad de ahorro y acceso a ayudas, dificultando así su posibilidad de superar el actual choque económico. Por consiguiente, la crisis provocada por la COVID-19 ha hecho aún más evidentes la precariedad y vulnerabilidad del sector, así como las desigualdades de género existentes. El contexto en el que nos encontramos, posiciona a muchas mujeres, en concreto a las mujeres jóvenes, con baja cualificación, migrantes o afrodescendientes, en una situación de máxima vulnerabilidad.
Azafata de vuelo desinfectando. Fuente: Delta News Hub, bajo licencia creative commons.
Un caso evidente es el de las camareras de piso, muchas de las cuales han quedado desprotegidas frente a los despidos masivos, ya que se trata de un departamento donde predomina una elevada externalización. Frente al cierre de hoteles y la frenada de la actividad laboral, todas las empresas multiservicios que se habían beneficiado de los procesos de externalización favorecidos por la reforma laboral de 2012 en España, han extinguido sus contratos, la mayoría de ellos temporales. Esto ha dejado a las trabajadoras sin acceso a las medidas del Gobierno para paliar los impactos económicos, como los ERTE, que se han concentrado en el personal fijo y, como mucho, en el fijo-discontinuo contratado directamente por los hoteles. Durante esta pandemia se ha podido comprobar la importancia de una buena limpieza y desinfección, funciones tradicionalmente menospreciadas e invisibilidades, a pesar de los esfuerzos de colectivos de kellys que siguen luchando hoy día por tener un espacio propio y estar presentes en el debate político español. Aun con el reconocimiento público de su trabajo y la revalorización de las tareas de limpieza, siguen siendo uno de los colectivos más afectados y desprotegidos en esta crisis. Es más, cuando estas trabajadoras se reincorporen a sus puestos de trabajo, estarán altamente expuestas al contagio mientras desarrollan una función clave como es higienizar los espacios. En este proceso, reclaman que se les faciliten medidas de protección y también el tiempo suficiente para realizar su trabajo de forma segura y correcta ya que los protocolos de higiene y desinfección serán aún más exigentes y de vital importancia para mantener la seguridad, tanto del personal como de los turistas. Sin embargo, el escenario más probable es el de otorgar mayores cargas de trabajo a una plantilla formada por menos personas, con la clara voluntad de reducir costos. De esta manera, las trabajadoras pueden sufrir una disminución de poder de negociación con las empresas y un aumento de la inseguridad laboral.
Entre otros colectivos que están sufriendo las consecuencias de la paralización del turismo se encuentran, por ejemplo, las azafatas, muy afectadas tanto por la lenta recuperación de los congresos y eventos, como por la contratación eventual a las que se ven sometidas y las deja fuera de las medidas de protección previstas. Por otro lado, debido a la suspensión de vuelos comerciales, las azafatas de vuelo también han visto afectada su actividad laboral. Otro colectivo a menudo olvidado y menospreciado dentro de la industria turística, a pesar de su importante volumen, son las personas que trabajan en el ocio nocturno, como artistas, bailarinas o animadoras, entre otros. El sector cultural, estrechamente vinculado con el turismo, puede sufrir las consecuencias de la caída de visitantes y la limitación del aforo en espacios como los equipamientos culturales, los festivales temáticos, etc., afectando a personal de atención al visitante, guías turísticas, programadoras culturales, personal de limpieza e higienización de los edificios y el personal de restauración. Finalmente, otras trabajadoras del sector turístico, como el personal de restauración o las recepcionistas de hotel que conserven sus lugares de trabajo, estarán en contacto con otras personas, exponiéndose a la posibilidad de contraer el virus.
De todos modos, hay que tener en cuenta la influencia del desarrollo tecnológico sobre las funciones de las recepcionistas, que puede garantizar mejores condiciones de trabajo o provocar la pérdida de puestos de trabajo. Al mismo tiempo, el incremento del uso de la tecnología en el turismo, juntamente con la reducción de la movilidad, puede poner en riesgo el papel de las agentes de viaje y por consiguiente, el trabajo de muchas mujeres las cuales deberán encontrar una especialización dentro de este mercado tan competitivo y en detrimento de la atención presencial. En este nuevo contexto, las tecnologías ganan aún más peso en las experiencias turísticas y por lo tanto, en el mercado laboral. Tradicionalmente, los trabajos relacionados con la tecnología se encuentran masculinizados, hecho que puede comportar mayores dificultades para las mujeres al inserirse en este mercado, lo que también se conoce por tercera brecha digital de género.
Por otro lado, muchas familias dependían de los puestos de trabajo estacionales y, actualmente, sin una previsión de cómo será la temporada de verano desconocen como sobrevivirán, agravándose la situación en los pequeños negocios turísticos. Por ello, la elevada pérdida de puestos de trabajo ocupados por mujeres hará que aumente su dependencia económica en sus padres, hermanos o parejas, generando así una relación aún más desigual.
Por último, los impactos de la “nueva normalidad” afectaran a todas aquellas mujeres que trabajan en negocios familiares del sector turístico, las cuales ya sufrían una sobrecarga de trabajo por tener que atender a turistas mientras se responsabilizan de los cuidados. Con los nuevos requisitos de limpieza, desinfección y distanciamiento social, verán aumentada su carga de trabajo, ya que debido al actual contexto no cuentan con las redes de soporte anteriores. A este factor, se le suma la peligrosidad de exponer su núcleo familiar a posibles contagios a causa del estrecho contacto con los turistas, preocupación que puede repercutir negativamente en su salud mental.
Teletrabajo con niños y niñas. Fuente: Jesús Albarrán Ordás, bajo licencia creative commons.
El teletrabajo y las tareas de cuidado ¿Cómo se combinan?
Aunque la opción del teletrabajo, incluyendo las complicaciones que conlleva, ha sido bien acogida por un gran número de colectivos, en el caso del sector servicios y, en concreto del turismo, esta opción solo ha sido viable para algunas posiciones ya que hay un gran número de trabajos que no se pueden realizar si no es de forma presencial. Entre las posibilidades de hacer teletrabajo se incluyen las funciones desarrolladas en agencias de viajes, gestionando reservas y cancelaciones de viajes; los touroperadores, regulando paquetes turísticos que mayoritariamente se habrán parado; las empresas organizadoras de eventos, buscando nuevas fechas y alternativas para llevar a cabo los eventos; los departamentos de marketing y los community managers, diseñando y lanzando campañas para atraer futuros turistas o seguir fidelizándolos durante el estado de alarma; y las empresas tecnológicas, ofreciendo soporte a través de programas informáticos. Aun no teniendo datos concretos del género de las personas que realizan estas funciones, teniendo en cuenta la alta feminización del turismo, las mujeres se ven más afectadas por la presencia del teletrabajo y su combinación con las tareas domésticas. Un ejemplo es de las investigadoras que, aun pudiendo continuar con su trabajo des de casa, debido a la sobrecarga del trabajo han reducido el número de artículos y aportaciones científicas hechas.
¿Cuáles pueden ser las aportaciones del enfoque de género al nuevo escenario turístico?
En el contexto actual de movilidades reducidas y recesión económica, se recuperan y revalorizan distintos turismos de proximidad, como el turismo de segunda residencia, el social, el de interior, el slow tourism o las staycations. Esta última corriente, según su definición más estricta, se basa en no irse de vacaciones y quedarse en casa disfrutando de actividades recreativas en lugares cercanos sin llegar a pernoctar fuera del hogar. Aun estableciéndose como una forma de turismo alternativa en este escenario de movilidad limitada, es importante tener en cuenta que el hecho de quedarse en la residencia habitual durante las vacaciones, podría suponer una sobrecarga de trabajo para las mujeres, comportando mayor cansancio a partir de no estar durante el día en casa y tener que realizar todos estos trabajos en menos horas de lo habitual.
La misma problemática puede aparecer en otras formas de turismo, que también pueden surgir con más fuerza en un escenario donde previsiblemente quien viaje tendrá que reducir los costes. En primer lugar, está la opción de las autocaravanas, los bungalows y las caravanas en los campings, los apartamentos en vez de hoteles, hostales u otras fórmulas similares, donde las personas que utilizan estos servicios tienen que encargarse de aspectos como la comida y la limpieza, tareas que asumen mayormente las mujeres. En segundo lugar, existen iniciativas como el intercambio de casas entre dos familias que viajan o el housesitting, donde quien viaja reside en la casa de los propietarios de forma gratuita a cambio de mantenerla, hecho que puede perpetuar los roles de género tradicionales. Finalmente, otras formas de viajar que comportan una mayor carga de trabajo para las mujeres son las excursiones a la montaña, en las que se duerme en refugios o rutas en bicicleta o a pie, como por ejemplo en el Camino de Santiago. En estos casos, la sobrecarga de trabajo puede venir dada por todas aquellas tareas invisibles como viene a ser la planificación de rutas, actividades y pausas; la preparación del material para el viaje; la consideración de los deseos de todos los integrantes del grupo; la supervisión durante el trayecto, entre otras. Todas estas cargas mentales derivadas de los cuidados se pueden aplicar a los ejemplos mencionados anteriormente.
En este escenario donde el acceso al turismo y el ocio se convierten, aún más, en un privilegio y un factor generador de desigualdades y estratificación social, es fundamental poner sobre la mesa alternativas turísticas más equitativas, hasta ahora menospreciadas, como es el turismo social. El turismo social surge como una alternativa más inclusiva, solidaria y equitativa, que garantiza el acceso al turismo de toda la población y una mejor distribución de los beneficios, todo ello promoviendo el turismo de interior y redistribuyendo los flujos turísticos a zonas menos masificadas. Dentro de esta alternativa turística, el lucro no es el objetivo principal, sino que se vincula a objetivos pedagógicos, de desarrollo personal o de formación, entre otros. Un ejemplo de posibles beneficiarios de esta iniciativa pueden ser las familias monoparentales que por naturaleza ya cuentan con un sueldo menos. Por consiguiente, puede que se ven obligadas a descartar las vacaciones con la finalidad de reducir costes, ya que aparentemente será muy difícil garantizar los campamentos de verano. Por lo tanto, hay que tener en cuenta que modalidades de turismo se pueden adaptar a las necesidades actuales y leer de forma critica a quién dan acceso y a quién excluyen, ya que a partir de esta pandemia se ha podido comprobar la fragilidad absoluta del modelo turístico tradicional vinculado a una lógica de consumo y altamente dependiente del turismo internacional.
Familia en autocaravana. Fuente: Craig Kirkwood, bajo licencia creative commons.
Reflexiones finales
Pensando en la recuperación de la sociedad es imprescindible poner la igualdad de género en el centro de la cuestión y dar importancia al empoderamiento femenino, que puede crear comunidades más sanas, resilientes y cohesionadas en tiempos de crisis. A partir de esta idea se piden modelos de desarrollo alternativos, como el ecofeminismo, que se centra en las personas y el planeta y defiende los derechos humanos, la soberanía alimenticia, la justicia climática y el agua. Este último recurso natural tiene una relación directa con el turismo y el género, ya que especialmente en los países del Sur Global, las dificultades para acceder al agua afectan más a las mujeres en términos de salud y tareas de abastecimiento (Cole et al., 2020)
Resulta evidente que, durante esta pandemia y el enfoque hacia posibles soluciones, la perspectiva de género ha sido un aspecto que se ha descuidado en la mayoría de casos. Las consecuencias de dejar de lado las aportaciones de distintas corrientes feministas pueden derivar en ampliar las desigualdades de género, reforzar los estereotipos de género tradicionales o endurecer las barreras estructurales que provocan desigualdades sistémicas, por lo cual cabe cuestionar las lógicas neoliberales y de beneficio que se imponen actualmente. Por ello, desde el turismo es el momento de centrarse en la sostenibilidad y apostar por nuevas formas de turismo que nos permitan empezar a trabajar para garantizar los derechos laborales, la inclusión de personas con contratos irregulares o de economía informal dentro de las políticas y los programas de protección social, la flexibilización de los contratos laborales con la finalidad de compaginar las tareas de cuidados sin reforzar la precariedad y la valorización social y la visibilización de los procesos de empoderamiento de las trabajadoras que desarrollan una función esencial. En este marco de análisis de los impactos de la crisis de la COVID-19 y el turismo, tenemos la oportunidad de reducir el impacto medioambiental y disminuir los impactos negativos del turismo sobre la población local, estableciendo relaciones horizontales entre el empresario, las comunidades locales y las entidades públicas, etc. En definitiva, es el momento de aplicar la perspectiva de género al sector turístico presente y futuro.
MÁS ALLÁ DE HACER TURISMO
El blog de Marta Salvador
Sobre dinámicas de poder y oportunidades de cambio
Graduada en Turismo por la Universidad CETT-UB, centro adscrito a la Universidad de Barcelona. Colabora como investigadora en Alba Sud. Sus investigaciones estan centradas en el ámbito del turismo y el desarrollo, como el turismo de voluntariado o el slum tourism, así como un interés por las dimensiones éticas de las prácticas turísticas que tienen lugar tanto en el Norte como en el Sur Global.
En este blog se abordarán los aspectos más antropológicos del turismo, desde una perspectiva social y de género. De esta manera se pretenden hacer visibles las injusticias y opresiones existentes en todo el mundo que están vinculadas de una manera u otra al turismo. Además, identificar las transformaciones sociales, los impactos y las oportunidades que tienen lugar en este fenómeno y están vinculados a los derechos humanos. Así pues, este blog se presenta como un espacio de análisis crítico de las dinámicas generadas en la industria turística para poder leer los fenómenos actuales en clave de futuro y reflexionar sobre ellos.