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24-02-2025

Bajo los paseos marítimos, las dunas: entrevista a José María Romero

Raül Valls | Alba Sud

José María Romero es arquitecto y profesor en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Granada y una persona comprometida en la lucha por una transición ecológica. Con él hablamos de desconstrucción y decrecimiento en el contexto de una turistificada Costa del Sol en Andalucía. 


Crédito Fotografía: José María Romero.

José María Romero se licenció como arquitecto en la Universidad Politécnica de Madrid. Es profesor del Área de Proyectos Arquitectónicos en la Escuela Superior de Arquitectura de la Universidad de Granada, miembro del Grupo de Investigación HUM958, está dedicado a la investigación en generación de territorios, Premio Europan III (Bélgica, 1993), yPremio Málaga de Arquitectura por Obra Nueva (1993 y 2003) y Urbanismo (2005). Ha publicado trabajos de investigación, libros y coordinado workshops de arquitectura, territorio, sostenibilidad y procesos colaborativos con movimientos sociales y grupos ecologistas.

 

José María, tú eres docente universitario. Explícanos cómo abordáis desde la academia un debate tan provocador y sugerente como es la desconstrucción en zonas litorales profundamente turistificadas.

Soy profesor de proyectos en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Granada. En ella partimos de una formación muy convencional, enseñamos a nuestros estudiantes a construir edificios, escuelas, centros de salud, etc. La idea de desconstrucción queda fuera del programa académico. La enseñanza sigue anclada en el mismo paradigma desarrollista que gobierna la arquitectura desde hace décadas. Estas cuestiones las he planteado en asignaturas optativas y en artículos de divulgación donde tratamos de demostrar que la desconstrucción más que un fracaso puede ser una oportunidad para el decrecimiento. Los que hablamos de estas cuestiones somos una “rara avis”, aunque cada vez más estudiantes se toman en serio nuestras reflexiones.

¿De qué fuentes externas a la Escuela de Arquitectura os habéis nutrido?

Las aportaciones críticas de las que hemos bebido nos han venido sobre todo de nuestra relación con el Grup d’Investigació de Sostenibilitat i Territori de la Universitat de les Illes Balears, con Macià Blazquez, Ivan Murray, etc. A partir de esta relación hemos ido introduciendo en la arquitectura las ideas decrecentistas o, si se quiere ver de otra manera, introducimos la arquitectura en el decrecimiento. En este sentido se da la paradoja que hay algunos compañeros de la Escuela de Arquitectura que directamente me dicen que ya no soy arquitecto. Este comentario nos muestra la inercia que todavía existe en esta profesión donde lo fundamental es construir y hacerlo sin atender demasiado a la crisis en la que estamos inmersos.

Nos hemos rodeado de un grupo amplio e interdisciplinar que reflexiona y debate desde diferentes posiciones. Por ejemplo, hemos incorporado a Teresa Vicente y su grupo de defensa del Mar Menor (Murcia), que están reflexionando desde el ámbito de las ciencias jurídicas y planteando una idea absolutamente revolucionaria como es la reivindicación de los derechos de la naturaleza (Vicente, 2023).

Y sobre todo os habéis centrado en el litoral turístico de la Costa del Sol.

Sí, ha sido nuestro ámbito de reflexión y propuesta principal. Desde una mirada decrecentista, estos litorales son lugares donde se han superado todos los límites ecológicos y planteamos seriamente la necesidad de desconstruir determinadas infraestructuras que han transformado radicalmente el territorio y que han alterado el funcionamiento de sus ecosistemas (Romero y Abarca-Alvárez, 2024).

Decías que habéis trabajado desde una cierta “soledad”.

Ciertamente, y por desgracia, los que hacemos estos planteamientos estamos un poco solos en la academia, pero me gusta pensar en positivo y creer que los que sí están aislados, en este caso de la realidad, son aquellos que siguen pensando desde paradigmas y prejuicios más propios del periodo del desarrollismo. En cambio, es revelador y también esperanzador que los estudiantes, cuando les planteas estas cuestiones de índole ecosocial, lo entienden perfectamente a los cinco minutos. Se percibe por debajo un cambio de mentalidad que nos hace ser optimistas y pensar que los nuevos profesionales de la arquitectura van a tratar de romper con esas lógicas desarrollistas.

La arquitectura tiene un lado artístico y que se reivindica muchas veces desde lo meramente estético y no necesariamente funcional. Para vosotros, en cambio, la arquitectura parte de un compromiso social y político. Como dijo el poeta y filósofo José María Valverde, “no hay estética sin ética” o no debería haberla...

Efectivamente, hemos de recuperar el carácter ético-político y no solo estético cuando llevamos a cabo proyectos arquitectónicos. Ante la policrisis que vivimos, no podemos inhibirnos del conflicto y escudarnos en una suerte “arte por el arte”, es necesario un compromiso social potente e inequívoco en el momento crucial que vivimos de la historia humana. Lo bello no debe estar reñido con lo socialmente útil y con lo ecológicamente adecuado, pero no puede ser la única prioridad de los proyectos arquitectónicos.

¿Os relacionáis activamente con los movimientos ecologistas?

Desde hace años tenemos fuertes relaciones con los movimientos sociales y grupos ecologistas, sobre todo aquellos que han planteado luchas de resistencia frente a los macroproyectos. Hemos colaborado con ellos desde el ámbito técnico, haciendo informes para apoyar sus posiciones y también cuando han abierto procesos legales y contenciosos administrativos. Lo entendemos como una transferencia de conocimiento, con un fuerte carácter de utilidad social. Que nuestras investigaciones sirvan a los movimientos sociales es muy gratificante y las plataformas nos consideran muchas veces como “unosde los suyos”. Generalmente, son grupos más o menos informales que se concentran en detener proyectos concretos que van contra cualquier criterio de sostenibilidad y que afectan a sus territorios. Sin inmiscuirnos directamente en sus dinámicas de funcionamiento tenemos una relación intensa que también se traduce en colaboraciones bidireccionales. Nosotros les aportamos conocimiento técnico y ellos nos enriquecen con sus aprendizajes y experiencias sociales. Recurrentemente, los invitamos a participar en nuestros seminarios académicos. Es muy importante que esos conocimientos salgan de la academia y sean agitados en contextos donde se abordan debates sobre cómo queremos desarrollar nuestros territorios.

Desconstruir es una idea provocativa y sugerente. ¿Cómo se ha recibido en la Costa del Sol?

Nosotros hemos tomado un lema que acuñó el Colectivo de arquitectura n`UNDO y que dice: no hacer, rehacer y deshacer. Nos parece una idea sugerente y que va más allá del simple desconstruir. Lo que queremos que se entienda es que el objetivo es recuperar la funcionalidad natural y saludable de los ecosistemas, funcionamiento que las construcciones y urbanizaciones en esos espacios litorales habían alterado gravemente. Estos han provocado efectos indeseables no solo en el medio natural, sino también impactos negativos y riesgos para las poblaciones de los territorios costeros. La DANA de Valencia nos da un ejemplo dramático, pero claro de lo que queremos transmitir. Más allá del calentamiento global, que está extremando la violencia de los fenómenos atmosféricos, la catástrofe ha venido determinada por, durante los últimos cuarenta años, haber ocupado e intervenido en un territorio proclive a las avenidas repentinas y donde no debía haberse construido de la manera que se ha hecho.

¿En términos más ideológicos por dónde lleváis vuestra reflexión?

Defendemos que hay que transitar claramente del planteamiento antropocéntrico a uno ecocéntrico. La centralidad debe estar en la naturaleza y no exclusivamente dependiente de los intereses humanos. Formamos parte de la biosfera y su deterioro acaba siendo el nuestro. En lo que concierne a nuestro trabajo científico, sobre todo nos centramos en que esa transición ecosocial tenga consecuencias en la planificación del territorio. No han de ser los criterios basados en los intereses mercantiles los que decidan dónde y cómo construimos. Como insiste Teresa Vicente, hemos de introducir en la ecuación a los ecosistemas como sujetos de derechos a defender y respetar. Reconfigurar y rehacer la funcionalidad ecológica de los territorios.

Y también hay otro elemento muy importante: construir ciertas infraestructuras que alteran ese funcionamiento suele acarrear costes económicos de mantenimiento que van a acabar recayendo en los erarios públicos y, por tanto, en los bolsillos de la ciudadanía. Solo hemos de ver el coste económico de mantener playas y paseos marítimos, que tienen funcionalidades exclusivamente turísticas, pero que recurrentemente los temporales las destruyen. No solo estamos hablando de cuestiones ecológicas, también de un coste económico y de recursos materiales cada vez más inasumibles para la sociedad. Pero por desgracia todavía cuesta entender y las administraciones, y gran parte de la población, ven necesario mantener esas construcciones y su presencia irreversible. Un ejemplo sangrante es el caso de las urbanizaciones en disperso en zonas forestales y de montaña, donde las calles sin asfaltar sufren deterioro constante y donde cualquier servicio es muy costoso para unos pequeños pueblos que no tienen capacidad económica y humana para atenderlas. En este caso los arquitectos y las administraciones han actuado con nulo sentido común y perspectiva de futuro, ya que la dispersión urbana tiene unos costes y externalidades a largo plazo que no se contabilizan en el momento en que se proyecta una urbanización. Creo que un buen ecologista no puede dejar de ser un buen economista crítico, si queremos demostrar que la insostenibilidad ecológica también implica a la larga la económica.

¿Cómo estáis viviendo este debate en Andalucía en términos políticos?

Por desgracia, en la esfera política, y no solo en la derecha, también a buena parte de la izquierda, le cuesta introducir la cuestión decrecentista en sus propuestas programáticas. Todavía están presos por lógicas muy productivistas y se saluda cómo un éxito el crecimiento de la economía. El término decrecimiento parece maldito. Es por eso que necesitamos una política que rompa con las visiones basadas en la lógica de competencia y de dominación y se rijan, como defiende Amador Fernández-Savater, (Fernández-Savater y Etxebarria, 2023) por las del cuidado y la cooperación. Eso es fundamental para entender la necesidad del cambio de paradigma que implica pasar a imaginarios ecocéntricos y que de forma natural impliquen acciones de desconstrucción, o como decíamos antes de no hacer, deshacer y rehacer.

En Alba Sud estamos reflexionando desde hace años sobre esas transiciones postcapitalistas que nos permitan repensar el turismo bajo parámetros no mercantilizados: tiempo libre, salud, descanso, proximidad, cultura... Dar centralidad a las necesidades humanas por encima de la acumulación de capital. En este sentido, la desconstrucción nos parece una idea rupturista y que nos permite no solo pensar en prácticas turísticas diferentes sino también en lugares renaturalizados para ese posible turismo postcapitalista que defendemos. ¿Cómo lo enfocáis, sobre todo teniendo en cuenta el peso del turismo en la economía andaluza y española en general?

La propuesta de Alba Sud, en concreto la que trata el turismo de proximidad, la veo muy útil como una etapa intermedia y necesaria que hay que abordar en ese tránsito hacia una sociedad ecológicamente transformada. Yo tal vez pienso en una perspectiva de más largo plazo y me cuesta un poco imaginar soluciones para el presente y el futuro inmediato, teniendo en cuenta, como bien dices, el peso actual del turismo en nuestra economía. La desconstruccióncomo debate es importante porque sacude y reconfigura el imaginario social.

Por ejemplo, poner en cuestión y plantearnos la demolición del Hotel El Algarrobico en la costa de Almeríapone en cuestión ese imaginario de crecimiento salvaje e irracional que el modelo capitalista impone. Esa demolición puede empezar a resquebrajar esos imaginarios. Por otro lado, tampoco podemos idealizar la desconstrucciónpor sí sola, ya que en un contexto capitalista no deja de ser una obra que genera nuevo negocio y aumentos del PIB.

Por otra parte, una costa renaturalizada también es una oportunidad para procesos de gentrificación y eso que ahora llaman eufemísticamente “turismo de calidad”. Por tanto, la desconstrucción es, primero, un debate que es útil para romper unos imaginarios productivistas, pero realmente es dentro de un contexto decrecentista y postcapitalista donde puede tener auténtico sentido transformador. En un contexto capitalista se produce lo que se llama la paradoja de Jevonsy entonces cualquier proceso de desconstrucciónpuede retroalimentar y abrir una nueva frontera de mercantilización. Ahora vendiendo unas costas más “auténticas” a un turista de rentas altas que va a apreciar ese espació renaturalizado. Por tanto, la desconstrucción es una condición necesaria, pero no suficiente para una transición ecosocial que revierta la policrisis en la que estamos inmersos.

En ese sentido, el esfuerzo de Alba Sud por repensar las prácticas turísticas da continuidad y alternativas a esas rupturas que provocan debates como la demolición de un hotel que, por otra parte, jamás debería haberse construido. La idea de la proximidad en el turismo me parece potente y con futuro y puede dar respuesta y alternativa a unos modelos aún hoy hegemónicos, pero que en realidad están agotados y ya no dan más de sí.

La dificultad que veo y el reto que se abre es cómo las zonas turísticas actuales y desarrolladas durante más de medio siglo, son transformables hacia otra realidad. Creo que un elemento transversal desde donde podemos unir la desconstruccióncon unas prácticas turísticas acordes en la transición ecosocial es pasar de la ideas clásicas de proteger y conservar los valores naturales, a ampliarlas como están reflexionando Bram Bucher y Robert Fletcher (Bucher y Fletcher, 2023), y a tratar a los ecosistemas como sujetos autónomos de derechos y con agencia propia, con los que nos relacionamos desde el respeto y el cuidado, y, por tanto, plantear qué límites vamos a autoimponernos cuando entramos en ellos, también en nuestras actividades de ocio y descanso. Creo que también es interesante leer a Bruno Latour cuando habla del “parlamento de las cosas” (Latour, B. 2007) y, por tanto, dialogar, escuchar y no subordinar sistemáticamente a esas “realidades extrahumanas” que merecen su autonomía y cuidado. También debemos estar atentos a las propuestas de turismo alternativo que van surgiendo y ponen en valor lo local, lo cercano, lo cultural, lo pequeño, lo cotidiano... y que se están llevando a cabo aunque seanen formatos muy modestos. Puede que hoy parezcan marginales, pero nos dan la esperanza de que esa transformación de los imaginarios está en marcha y nos muestran ejemplos palpables de cómo debería ser un ocio futuro tras una transición ecosocial justa.

Debajo del cemento de los paseos marítimos hay arena de playa y dunas donde son posibles unas prácticas turísticas menos antropocéntricas, más equilibradas, saludables y más vinculadas a una naturaleza de la que formamos parte inseparable.

 

Referencias:
Bucher, B. y Fletcher, R. (2023). La revolución conservacionista. Propuestas radicales para salvar la naturaleza después del Antropoceno. Icaria.
Fernández-Savater, A. y Etxeberría, O. (Coords) (2023). El eclipse de la atención. NED.
Latour, B. (2007). Nunca fuimos modernos. Ensayo de antropología simétrica. Siglo XXI Editores.
Romero Martínez, J. M. y Abarca Alvárez, F. J. (2024). El litoral de Granada. Oportunidades para el decrecimiento. Proyecto y ciudad. Revista de temas de arquitectura mediterránea, 15, 113–126.
Vicente, T. (2023). Justicia ecológica y derechos de la naturaleza. Tirant Humanidades.

 

 

LÍMITES ECOLÓGICOS DEL TURISMO

El blog de Raül Valls

Sobre la búsqueda de alternativas en los límites ecológicos de las actividades recreativas

Licenciado en Filosofía por la UAB, miembro de Alba Sud, del Centro para la Sostenibilidad Territorial y activista en defensa del territorio, sindicalista de CCOO y lector incansable de las diversas tradiciones de emancipación de la humanidad. En este espacio pretendo crear un espacio de reflexión, duda y conocimiento para entender la crisis actual y buscar alternativas posibles que pongan en cuestión la idea de progreso imperante. Acercar los viejos y los nuevos movimientos sociales difundiendo propuestas que los fortalezcan y que faciliten una nueva hegemonía social. Trabajar por una transición hacia un vida colectivista y una manera diferente de entender y entendernos con nuestro entorno natural.

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