28-04-2018
Las kellys y su reunión con Rajoy: algunas reflexiones
Rafael Borràs | Alba SudLa reunión de las asociaciones Las Kellys y Kellys Confederadas con el presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, el pasado 5 de abril, suscita una serie de cuestiones sobre la importancia de este encuentro y la lucha de las camareras de pisos.
Crédito Fotografía: Agencias.
El pasado 5 de abril una representación de las dos asociaciones de “kellys” (Kellys Confederadas y Las Kellys) fue recibida por el presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy. La noticia, puesto que no tenía ni idea de que el encuentro se estuviera preparando, me pilló totalmente “fuera de juego”. Además, la conocí al llegar de un viaje de unas semanas. en las que estuve más bien desconectado de las noticias españolas. En este contexto, mi primera reacción fue de sorpresa, y de cierta desaprobación ¿Cómo se prestan las kellys a hacerse esta propagandística foto con Rajoy? Pensé, sin duda, precipitadamente. De hecho, al girar la página del periódico en el que acaba de tener noticia de la reunión en La Moncloa caí en la cuenta de que el asunto se merecía una reflexión más sosegada. Vamos a ella:
La reunión constituye, sin duda, un grandioso éxito de visibilización del capitalismo turístico canalla que, desde sus orígenes, el movimiento de las kellys ha perseguido [1]. No es ésta una cuestión baladí. En el contexto de unas condiciones laborales y salariales manifiestamente mejorables para todas las categorías laborales de la hostelería española –y, en gran medida, internacional–, a buen seguro el caso de las camareras de pisos tiene mucho que ver con la feminización del colectivo. En las kellys se concretan todos los aspectos de unas relaciones laborales estructuralmente asimétricas (externalizaciones, enfermedades laborales no reconocidas, trabajo a tiempo parcial no deseado, cargas y sistemas de trabajo que no resisten el más mínimo control ergonómico, etc.), es decir, son una categoría profesional que sufre una extrema precariedad laboral, que, con frecuencia, se traduce, como señala Santiago Álvarez Cantalapiedra, en “precariedad existencial y social” [2]. Al ser el departamento de pisos relativamente numeroso en cuanto al número de su plantilla, la estrategia empresarial de crecimiento de beneficios a costa del poliédrico empobrecimiento laboral es especialmente descarnada [3].
En este sentido, hay que valorar como un muy meritorio triunfo la visualización lograda por las kellys porque, entre otras cosas, para las personas no ricas es suicida olvidar que el capitalismo extractivo de derechos y recursos naturales desposee, todo lo que puede, a la ciudadanía del derecho a hacer visibles las injusticias sociales y las luchas que en su contra somos capaces de impulsar. La coincidencia del triunfo del neoliberalismo, y la consiguiente bancarización de la mayoría de medios de comunicación, con la desaparición de las secciones de “laboral” no es casual. Los grandes medios de comunicación cada vez limitan más la información laboral a las “anómalas” movilizaciones (en el contexto de “la paz social neoliberal”) y a algunas declaraciones de líderes sindicales. Los sufrimientos de la cotidianidad, provocados por la precariedad laboral y vital, quedan casi limitados a los medios de comunicación alternativos al establishment mediático, y a las redes sociales.
La reunión de las asociaciones de kellys con el Presidente Rajoy puede haber sido fruto de las perversas intenciones de los spin doctors de La Moncloa para conseguir una “foto electoralista”. Pero tengo la convicción que, si así ha sido, por poco bien que se hagan las cosas, se les volverá en contra. Al pan, pan y al vino, vino: Si las kellys pisaron la moqueta de La Moncloa, fue para explicar su tabla reivindicativa, y con el bagaje de meses de rebeldía cotidiana.
Una rebeldía que, dígase con toda claridad, preocupa a los poderosos. Así lo puso de manifiesto el lobby turístico Exceltur que, en la reciente presentación de un presunto Estudio del empleo en el sector turístico español, se ve obligado a referirse a las kellys, y a la externalización como factores de impacto negativo “en la imagen del empleo turístico” (sic). Esta preocupación ya la había observado hace un tiempo, en vivo y en directo, en Mallorca en una jornada sobre turismo en la que participaba la anterior presidenta de la Federación Empresarial Hotelera de Mallorca, Inmaculada de Benito, quien se refirió a la “mala imagen” que algunos “grupitos con proyección mediática” provocaban, mientras los hoteleros/as insulares mantenían, según ella, unas excelentes relaciones con los sindicatos.
Permítanme un paréntesis en el hilo argumental de estas líneas: me he referido al documento de Exceltur, como “presunto estudio” porque verdaderamente no es otra cosas que un manual sobre cómo implantar la “moderna esclavitud laboral” que obedece a “la idea de que un 'exceso de igualdad perjudica a la economía' –o, más explícitamente, de que 'una buena dosis de desigualdad es buena para el crecimiento'- …” [4].
Cerrado el paréntesis retomemos el hilo argumental: el asunto clave es saber ¿Qué hará ahora Rajoy? ¿Seguirá ignorando que la derogación –formal o de facto- de su Reforma Laboral (la de 2012) es una cuestión medular en las reivindicaciones de las kellys? Sin ello no se desactiva el campo minado para precarización total que significan las externalizaciones [5]. El Gobierno de España ya no puede retrasar más algunas cuestiones que son simples decisiones administrativas, como, por ejemplo, la inclusión de enfermedades derivadas de problemas músculo-esqueléticos en el catálogo oficial de enfermedades profesionales. Menos se puede esperar el reconocimiento del derecho de las camareras de pisos a la jubilación anticipada. Ambos asuntos no son, en mi opinión, materias para la dinámica de mesas de negociación interminables, ni, mucho menos, para dilatados procesos de concertación entre instituciones y agentes sociales y económicos. ¡Hay prisa! Y no es una prisa caprichosa. Obedece a la necesidad de acabar urgentemente con un sufrimiento evitable. Un sufrimiento consecuencia de las cargas de trabajo y tareas repetitivas a lo largo de la vida laboral, medido en medicalización y deterioro físico, al que las kellys han puesto rostro humano, donde otros únicamente ponían datos estadísticos.
Estaba en esta reflexión, que, evidentemente, corregía mi primera reacción ante la noticia de la reunión de las kellys con el presidente M. Rajoy, cuando leí el comunicado de los sindicatos CCOO y UGT sobre tal reunión. “El presidente del Gobierno instrumentaliza con fines políticos la precariedad laboral de las camareras de piso” era el título. A botepronto temí que fuera cierto aquello de que “las buenas noticias en casa del pobre duran poco” –la aparición y trayectoria de las kellys ha sido una excelentísima noticia-, y estuviéramos ante una ruptura de la pacífica y colaborativa –aunque no exenta de ciertas tensiones– relación entre las asociaciones de kellys y los grandes sindicatos.
Parece que estaba equivocado, pero, en mi opinión, sobraba el comunicado sindical. Y, en cualquier caso, si se hacía, hubiera sido mucho más inteligente otro relato con una narrativa en la que se explicitara la satisfacción de CCOO y UGT por el simbólico reconocimiento de la problemática laboral y social de las que limpian los hoteles que significa la reunión que comentamos. En la interlocución y la transacción, el papel de los sindicados es, formal y legalmente, privilegiado, pero la estrategia sindical en este asunto de las kellys -y en algunos otros concernientes a colectivos laborales especialmente precarizados- sería errónea si se anclara en el inmovilismo, pensando que cualquier pasado, desde el “monopolio de los mundos de protesta”, fue mejor.
La actual situación de precarización laboral, social y vital es tan grave que no nos podemos permitir mirar hacia atrás. Más bien, todo lo contrario. En palabras de Jorge Sola e Inés Campillo, “hace falta un ejercicio de imaginación y determinación política que haga visible un nuevo modelo de relaciones laborales, y permita movilizar a la sociedad -tejiendo alianzas entre el movimiento obrero, la ola de cambio heredera del 15M y otros movimientos sociales” [6]. Pero, para ello, se tendría que definir si lo que se quiere es cogobernar la precariedad [7], o, por el contrario, si el movimiento sindical clásico, y los movimientos sociales de nuevo cuño (kellys, movimientos que cuestionan la turistización neoliberal, que están a favor de la garantía de derechos frente al capitalismo expropiador, etc.) queremos recuperar conjuntamente lo que Hilary Wainwright llama “poder trasformativo”, es decir, si queremos trasformar la sociedad, y, por tanto, las relaciones de poder que se dan en las relaciones laborales. Si optamos por lo segundo, tengamos por seguro que, como señala Ernest Cañada: “… cómo actuar en un mundo laboral altamente fragmentado es la clave del debate. Cómo reconstruir la unidad de acción de las diferentes expresiones de organización de los trabajadores y las trabajadoras el reto principal. Qué alianzas múltiples y a distintas escalas es necesario activar constituye un debate central” [8].
Mientras tanto, por lo que se refiere a las kellys, habrá que recordar al gran Albert Camus: "Me rebelo, luego existo".
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