Contacto Boletín

Reportaje | Turismo Responsable | Guatemala

22-02-2020

Derechos territoriales y comunidades rurales

Javier Tejera | Alba Sud

La Reserva de la Biosfera Maya en Guatemala cumple 30 años en la incertidumbre de la renovación de las concesiones de gestión forestal comunitaria. La continuación del modelo forestal comunitario de Petén, liderado por ACOFOP, es fundamental.


Crédito Fotografía: Vista del Parque Nacional de Tikal y del bosque en la RBM. Imagen de Javier Tejera.

Con 2,2 millones de hectáreas, la Reserva de Biosfera Maya (RBM) es un ejemplo de estudio en la conservación y gestión sostenible de los bosques en áreas protegidas de toda Mesoamérica. Creada en 1990, recientemente ha cumplido su 30 aniversario con el mismo objetivo latente con el que nació: proteger la superficie de bosque tropical más grande de la región. Un área de vital importancia, que forma parte del Corredor Biológico Centroamericano, indispensable para el balance climático de este vasto territorio y para la mitigación de la crisis climática.

Si Guatemala, con siete biomas, 14 zonas de vida y más de 300 microclimas, es uno de los puntos calientes de biodiversidad del planeta, la RBM es uno de sus máximos estandartes. Con un 31% de superficie regulada por alguna figura de protección en el país, la RBM es el área protegida más grande. Supone el 10% del territorio nacional y el 35% del bosque remanente que queda en Guatemala.

La RBM tiene una alta concentración de flora y fauna, con muchas especies endémicas. Una biodiversidad única con más de 700 especies de vertebrados y cerca de 3.000 plantas vasculares.  Más allá de todo esto, se trata del único lugar de Guatemala en donde existen poblaciones estables de especies singulares de fauna como el jaguar, el puma, el tapir o el pecarí de labio blanco. También alberga la última colonia de guacamaya roja que queda en el país.

Existe, además, una amplia variedad de ecosistemas, desde bosques altos semicaducifolios, hasta zonas boscosas bajas, sabanas o bosques pantanosos, además de numerosos humedales, que sirven para mucha fauna migratoria, fundamentalmente aves. La riqueza en biodiversidad y las posibilidades en este sentido son amplias. Dentro del área se conocen más de 3.000 especies de plantas vasculares, 327 especies de reptiles y anfibios, así como 220 especies de peces de agua dulce.

Esta impresionante riqueza en biodiversidad se complementa con otra característica sobresaliente. En la RBM se tiene constancia de la presencia de más de 180 sitios arqueológicos mayas registrados por el Instituto de Antropología e Historia (IDAEH), algunos de ellos de notable importancia cultural, histórica, astronómica o arquitectónica y con gran potencial turístico. Destacan Tikal, El Mirador, Nakbé, Uaxactún, Río Azul, Piedras Negras, Yaxhá o San Bartolo, entre otros. A pesar de esta riqueza, la gran mayoría de estos sitios se encuentran en estado precario de conservación y puesta en valor.

Un territorio de grandes recursos, que fue ganando peso histórico

Por su ubicación al norte de Guatemala, rodeada por las fronteras con México y Belice, la reserva está expuesta a actividades ligadas al tráfico de drogas, la tala ilegal, los monocultivos, la ganadería extensiva y los incendios forestales. Por esta razón, el manejo de los bosques a cargo de las comunidades es indispensable para salvaguardar la reserva.

De hecho, si hubiese que buscar referencias internacionales de éxito en modelos de gestión comunitaria y de custodia del territorio, probablemente las concesiones forestales de la Reserva de la Biosfera Maya (RBM) en Guatemala entrarían en cualquier terna. No sólo por salvaguardar los recursos naturales de incalculable valor ecológico de este ecosistema único. También por los beneficios socioeconómicos para la población campesina residente, derivados de las actividades maderables y no maderables vinculadas. En este último caso, fundamentalmente de la extracción de chicle o de las hojas del xate, una palma decorativa.

Tal y como apuntan los investigadores Silvel Elías e Iliana Monterroso en su informe “La lucha por los derechos territoriales para las comunidades rurales: La experiencia de ACOFOP en la Reserva de la Biósfera Maya, Petén”, se pueden destacar tres momentos clave en la evolución de los derechos de tenencia sobre los bosques en la RBM.

A finales del siglo XIX, se percibía Petén como un “espacio vacío”, sin importancia aparente. Una cuestión que cambia sustancialmente a partir del “descubrimiento de su potencial forestal vinculado a la caoba y al chicle”. En este período surgen algunas comunidades como Carmelita, Uaxactún y Cruce a La Colorada, formadas por trabajadores forestales. A mediados del siglo XX, los hallazgos de sitios maya como Tikal y la revelación del potencial arqueológico del área acabó por poner definitivamente a la región en el mapa.

Vista de uno de los templos maya en el Parque Nacional de Yaxhá, RBM. Imagen de Javier Tejera. 

A partir de 1957 da comienzo el segundo periodo histórico reseñable, momento en el que “el Estado asume el control de la región como parte de la colonización agropecuaria”. Se conoce como “válvula de escape” a la estrategia para dar respuesta a la “grave problemática agraria de por aquel entonces”, tras no funcionar un programa de Reforma Agraria implementado entre 1952 y 1954. El origen de la reserva forestal que dará lugar más tarde a la actual RBM viene de esta época, en un contexto marcado por la aparición de cooperativas campesinas y de un reparto anárquico de derechos de uso y gestión de “tierras de nadie”. Un momento histórico caracterizado por el descontrolado “avance de la frontera agropecuaria, la depredación forestal y la represión militar contra las organizaciones campesinas”.

Ya en los años 90 llega el tercer momento. Tras casi 40 años de conflicto armado interno, en el marco de la Guerra Fría, los Acuerdos de Paz de 1996 abrieron una nueva coyuntura. Un contexto histórico que no difiere mucho de otros países limítrofes y que causó un gran impacto en el país, en términos económicos y políticos, agudizando la polarización de la sociedad guatemalteca entre las élites político-financieras y la población campesina e indígena.

La importancia de la gestión forestal comunitaria

Como parte de esos acuerdos se contempló la cesión legal, por parte del Estado, del derecho de uso racional a las organizaciones comunitarias de los recursos naturales y servicios dentro de la Zona de Usos Múltiples (ZuM), una de las tres categorías de manejo del territorio en la RBM. Un mecanismo administrativo, con una vigencia de 25 años, cuyo objetivo de partida fue generar oportunidades para las comunidades campesinas que habitaban las zonas con mayor incidencia del conflicto. Las concesiones forestales fueron establecidas legalmente con base a la Ley Nacional de Áreas Protegidas y bajo el acuerdo estatal de ser otorgadas a comunitarios que ya hacían uso de los recursos en el área.

La Zona de Usos Múltiples (ZuM), que abarca el 38% de la reserva, tiene por tanto una importancia crucial, ya que conecta a todos los parques nacionales y biotopos de la Zonas Núcleo, “reservadas exclusivamente para la preservación del ambiente natural, conservación de la diversidad biológica y de los sitios arqueológicos, investigaciones científicas, educación conservacionista y turismo ecológico y cultural”, según se desprende del Reglamento de la Ley de Áreas Protegidas y el Plan Maestro de la RBM

Manejo de las hojas de xate en la comunidad de Uaxactún. Imagen de Javier Tejera. 

El manejo forestal sostenible de las concesiones comunitarias cumple, al hilo de esto, una doble misión. Protege y fortalece la estricta dimensión conservacionista de las Zonas Núcleo y, al mismo tiempo, ejerce de tapón ante los avances de la frontera agrícola-ganadera que, en la actualidad, supone la mayor parte de la franja de quince kilómetros de ancho de la Zona de Amortiguamiento (ZAM), al sur de la reserva.

Aunque la teoría dice que aquí las actividades productivas deben ser compatibles con la conservación, la realidad es bien distinta, con la deforestación y la narcoganadería caminando de la mano, buscando establecer nuevas rutas de la droga en este denso territorio selvático. En todo caso, en 2019, por primera vez desde que se dispone de datos, la Reserva de la Biosfera Maya registró una ganancia neta de bosque. De las 88.000 hectáreas de bosque recuperadas, el 34% se encontró en cinco concesiones forestales comunitarias.

En este sentido, la gestión de los pobladores ha permitido mantener una tasa de deforestación del 0,01 por ciento por año. Mientras, en las áreas no concesionadas, se presenta un 2,2 por ciento anual, logrando así las condiciones ideales para la conservación del bosque tropical y su biodiversidad. Una muestra más del buen manejo forestal en el área concesionadas a las comunidades.

La nueva Administración del presidente Alejandro Giammattei será la que deba procesar las solicitudes de prórroga de contrato de las concesiones forestales que están próximas a vencer. El primer avance en la continuación del modelo forestal comunitario de Petén, liderado por la Asociación de Comunidades Forestales de Petén (ACOFOP), se dio con la prórroga del contrato de concesión de la comunidad de Carmelita, en diciembre de 2019. Sin embargo, la incertidumbre legal de otras ocho concesiones continúa, las cuales vencerán en los próximos siete años. Todo ello en un contexto creciente de intereses externos que mueven ficha por el control de este preciado territorio y sus apetecibles recursos naturales.

 

Este artículo se publica en el marco del proyecto «Campaña internacional de visibilización de las vulneraciones de derechos humanos para la inversión turística en América Central» desarrollado por Alba Sud con el apoyo de la Dirección de Relaciones Internacionales de la Diputación de Barcelona (convocatoria Derechos Humanos 2017).