12-11-2020
Espacios turísticos, mitos y clase obrera
Rafael Borràs | Alba SudEn los relatos sobre el origen y desarrollo de los espacios turísticos es hegemónica la práctica inexistencia de la clase obrera. Pero, ¿se puede explicar esta construcción histórica sin tener en cuenta a sus trabajadores y trabajadoras? ¿Dónde y cómo empezaron viviendo? ¿Cómo es su vida cotidiana? ¿Puede entenderse el funcionamiento de estos espacios sin tomar en cuenta a la clase obrera?
Crédito Fotografía: Rafael Borràs.
En los relatos sobre el origen y desarrollo de los espacios turísticos es hegemónica la práctica inexistencia de la clase obrera. Es una construcción de la historia hecha de forma que, consciente o inconscientemente resulta del agrado de las élites, y coincidente con la percepción y cultura mainstream de cierto progresismo. Un progresismo que, por cierto, ha dejado de tener discurso sobre el papel jugado por el factor trabajo en la construcción de estos espacios, y ha abrazado la cultura de la desideologización y despolitización de la ocupación. El caso es que, sin tomar en consideración y analizar la impronta de las clases subalternas en la construcción de estos espacios que, además de turísticos, han sido y son espacios de convivencia, reproducción, salarización (generadores de plusvalía), y acumulación de capital, estas realidades espaciales turísticas no hubieran existido nunca, y, por lo tanto, no tendrían ni historia, ni presente, ni futuro.
¿Se puede explicar la construcción histórica de un espacio turístico en cualquier lugar del mundo sin tener en cuenta dónde y cómo empezaron, continuaron, y continúan viviendo los trabajadores y trabajadoras que hicieron que en un espacio yermo surgiera, se consolidara, y se mantenga la industria turística? ¿Son interpretables estas construcciones sociales sin analizar –desde sus inicios hasta la actualidad- las dinámicas de los hogares, los modelos de familia, y los procesos de migración/inmigración de los obreros y obreras? Verdaderamente, sin esto es imposible ir más allá de descripciones, digamos que costumbristas, de realidades sociales poliédricas en las cuales la cara de la clase obrera se ha despreciado.
Estas consideraciones son aplicables a casi toda la literatura sobre el asunto que nos ocupa. Pero ahora vienen al caso de un hecho concreto y de ámbito local como es la publicación del libro titulado Magaluf, más allá del mito, cuyos autores son Tomeu Canyelles y Gabriel Vives. La obra es un muy cuidado relato de la evolución –desde los años 60 del siglo pasado a nuestros días- de esta "fábrica fordista turística" conocida como Magaluf, en la que, siguiendo la pauta hegemónica, desde el inicio del relato se produce una especie de "gentrificación simbólica" de la clase obrera.
En las más de doscientas páginas del libro, los trabajadores y las trabajadoras casi no aparecen. Sólo lo hacen en una media docena de referencias, que son generalmente marginales del meollo del relato. Constituyen pura narrativa de anécdotas (la agresión a los camareros de un pub por parte de unos "hooligans", los trabajadores de hoteles que recibían instrucciones de la dirección a fin de impedir la entrada de profesionales de la información en las instalaciones hoteleras para que no tuvieran fácil hacer reportajes que abundaran en "la mala imagen de Magaluf"...). Pero, en esta exigua media docena de referencias se cuela un tótem de la historiografía de los espacios turísticos españoles, y, hasta donde conozco, bastante generalizado en todo el mundo. El tótem en cuestión no es otro que la falta de educación básica de la gente trabajadora que, en el caso español, se sitúa temporalmente en los orígenes del boom de estas zonas turísticas.
Por ejemplo, en el texto que comento se puede leer: "El desarrollo turístico condujo a importantes paradojas. A pesar de ser el municipio más próspero de Mallorca, y uno de los que mayores ingresos acumulaba en todo el Estado, Calvià [municipio al cual pertenece Magaluf] constituía uno de los mayores focos de analfabetismo" (pág. 31) ¿No resulta más paradójica la brutal desigualdad que se produjo en este –como en tantos otros- desarrollo turístico? Y, aun así, la existencia de elevadas tasas de analfabetismo -una de las grandes herencias de la dictadura franquista- se presenta como "explicación" (pág. 32) a las prácticas empresariales de sobreexplotación en aquellos inicios de la gran industria turística que hoy se ha convertido en parte esencial del capitalismo global ¿Seguro que estas prácticas empresariales no son más imputables a un sesgo autoritario, y un anti sindicalismo de reminiscencias franquistas, de un empresariado que no conocía esto de la "responsabilidad social empresarial" ni siquiera como elemento de marketing?
En cualquier caso, quede claro que esta ausencia de la clase trabajadora –excepto anécdotas o como algo muy subalterno a los protagonistas principales (empresarios pioneros, medios de comunicación, turoperadores, multinacionales, políticos, instituciones...)- de los relatos de los espacios turísticos no es, ni mucho menos, sólo imputable al libro "Magaluf, más allá del mito" que, por otro lado, es un texto de muy recomendable lectura. Estamos en presencia de una tendencia muy generalizada a considerar que los conflictos de clases, las luchas sindicales, las vidas de las familias proletarias y/o proletarizadas existen -¡faltaría más!- en las zonas turísticas, pero no son conflictos de la zona turística como tal, ni, según esta literatura, inciden en su configuración. Estos temas de los conflictos sociales se tratan, en el mejor de los casos, en otra literatura: la que en las librerías ocupa los estantes prácticamente vacíos de volúmenes dedicados al sindicalismo en el turismo.
Obviamente, discrepo de esta tendencia discursiva. Considero que este es, posiblemente, el mayor mito referido a Magaluf (y, con toda seguridad, a muchas más zonas turísticas del mundo). Por ejemplo: el relato sobre la "guerra de precios a la baja" que provocó que Magaluf deviniera en un destino turístico "low cost", sin relacionarlo con la repercusión que esto tenía en la fijación de salarios en la negociación de los Convenios Colectivos, es un relato mitológico, pero poco real. O, reducir el episodio del celebérrimo caso del "mamading" a una anécdota que se hizo viral –y que, según Tomeu Canyelles y Gabriel Vives, forma parte del mito de la “mala imagen de Magaluf”, orquestada por una suerte de conspiración cósmica-, es muy discutible, pero, para lo que aquí me interesa, es ignorar el mundo de precariedades sociolaborales y vitales, en torno a las excursiones etílicas -"pub crawling"- que, no se olvide, son un complemento necesario al exceso de turismo más que al denominado "turismo de excesos".
Con todo, estoy convencido que la "identidad" de los espacios turísticos que nos presenta el pensamiento mainstream se trasformaría en alteridad si en el relato se incluyeran las temáticas sociales vinculados al trabajo, como por ejemplo la problemática de la precariedad, la informalidad y la desocupación; los aprendizajes profesionales, sindicales y vitales acumulados de las clases subalternas; la calidad de vida y el imperfecto funcionamiento de los ascensores sociales; los "techos de cristal", y los "suelos pegajosos"; las "primeras malas experiencias" juveniles de incorporación al mundo del trabajo remunerado, las sobrequalificacions, el fracaso y el abandono escolar temprano; las discriminaciones que sufre la población inmigrante y migrante, etc.
Reivindicar un relato parecido al de Selina Todd en El pueblo. Auge y declive de la clase obrera (1910-2010) en relación con la clase obrera de la industria turística es, con toda seguridad, pedir mucho. ¡Aunque algo habría que hacer desde el pensamiento crítico con el modelo turístico hegemónico! De momento, me limito a recordar que, en el posfacio de esta obra, Todd escribe: "“Merece la pena explorar el abismo entre estos mitos [1] y lo que realmente ocurrió en el pasado, para demostrar el mayor mito de todos: que el capitalismo puede funcionar siquiera en interés de todos nosotros”.
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