25-05-2021
Cómo no volver a la normalidad después de la COVID-19: planificar el desarrollo postneoliberal
Giuseppe Feola, Bram Büscher, Andrew Fischer, Martijn KosterLa COVID-19 ha tenido un impacto tan fuerte debido al modelo de desarrollo económico neoliberal hegemónico de los últimos 40 años. Buscar sociedades más sostenibles, justas, saludables, solidarias y resilientes para el futuro implica no pretender volver a la normalidad.
Crédito Fotografía: Imagen tomada de Eadi Blog.
La COVID-19 ha sacudido al mundo. Las primeras respuestas a la emergencia provocaron cambios drásticos en las trayectorias de desarrollo, tanto locales como globales, en un periodo de tiempo muy corto, desde la inseguridad alimentaria, la escolarización y la desigualdad de género, hasta las crisis de deuda y empleo en gran parte del Sur Global, entre otros cambios. Un año después, y a pesar del despliegue de las vacunas en muchos países, aún está por ver si la pandemia se disipará; entre otras cosas, por la marcada desigualdad en la distribución de las vacunas dentro de los países y entre ellos, lo cual es éticamente reprobable y epidemiológicamente insostenible. Dada esta profunda ruptura con la situación anterior a la COVID-19 y los severos ajustes que se siguen haciendo, está claro que no vamos a "volver a la normalidad" en ningún momento, si es que alguna vez lo hacemos. Ni tampoco deberíamos hacerlo. Pero, ¿cómo no volver a la normalidad?
Está claro que ninguno de nosotros sabe cómo se concretarán todos estos cambios en los próximos meses y años. Lo que sí sabemos es que dependerán de las fuerzas socioeconómicas históricas subyacentes que deben ser centrales en nuestra comprensión de –y en los planes para– un mundo más allá de la COVID-19. Al fin y al cabo, el hecho de que la COVID-19 haya tenido un impacto tan importante se debe al modelo de desarrollo económico neoliberal que ha sido dominante a nivel mundial durante los últimos cuarenta años. Este modelo exige una circulación cada vez mayor de bienes y personas, a pesar de los innumerables problemas socioecológicos y las crecientes desigualdades que genera. La crisis de la COVID-19 ha puesto dolorosamente de manifiesto las debilidades de esta máquina de crecimiento neoliberal.
El momento actual nos obliga a prever cómo esta situación podría conducir a formas de desarrollo más sostenibles, justas, saludables, solidarias y resilientes en el futuro. Pero si bien está claro que el cultivo de un modelo pluriversal de postdesarrollo debe guiar el camino a seguir, sigue estando abierto dónde encontrar la dirección y el propósito hacia el que ir a través de esta pluriversalidad. Son posibles múltiples respuestas, pero todas ellas deberían compartir una misma perspectiva: deben basarse en formas de desarrollo que no vuelvan a la normalidad.
Cinco pilares para el desarrollo posneoliberal
La idea actual de lo "normal" en el desarrollo es, básicamente, la de un desarrollo neoliberal capitalista. Esto significa centrarse en el crecimiento económico, la acumulación de capital y el aumento del consumo de bienes, servicios y viajes, todo ello dentro de un marco económico caracterizado por los derechos de propiedad privada, el dominio de los mercados y las lógicas de mercado, así como la mercantilización de la vida humana y no humana. Ir más allá significa desafiar explícitamente este modelo neoliberal.
Las siguientes prioridades para el desarrollo posneoliberal pretenden precisamente esto, y así lograr una transformación sostenible y equitativa.
En primer lugar, se requiere urgentemente una reorientación de las prioridades que se aleje del crecimiento económico generalizado. La búsqueda ciega del crecimiento económico se basa en la violencia, la destrucción y la apropiación de las ecologías, los cuerpos humanos y las culturas. Es importante subrayar aquí que el crecimiento económico no se traduce necesariamente en bienestar. Es necesario repensar la noción de progreso económico para todos los sectores de la sociedad y la economía, en función de su contribución al bienestar dentro de los límites ecológicos y climáticos (por ejemplo, los sectores públicos críticos como la energía, la educación o la sanidad), y también sectores que deben decrecer radicalmente debido a su insostenibilidad o a su papel en el impulso del consumo innecesario (por ejemplo, el sector privado del petróleo, el gas y la publicidad).
En segundo lugar, para lograr un cambio sostenible del crecimiento se requiere un aumento masivo de la redistribución, a nivel local y global, respetando los principios de autonomía y autodeterminación. Esto debería empezar por poner fin a la redistribución regresiva de la riqueza hacia los ricos, como por ejemplo a través de la hemorragia masiva de riqueza de las zonas más pobres del mundo mediante la elusión y la evasión de impuestos por parte de algunas de las empresas más ricas del mundo. Las alternativas incluyen, por ejemplo, el establecimiento de políticas sociales verdaderamente universalistas en todo el mundo, de manera que se desmercantilicen los servicios públicos esenciales, como la sanidad y la educación, y se proporcione una protección social generosa e igualitaria, con la renta básica universal como una forma de conseguirlo. Esto debería financiarse mediante una fuerte imposición progresiva de los ingresos, los beneficios y la riqueza.
En tercer lugar, es urgente y necesaria una transformación hacia la agricultura regenerativa y la conservación convivencial. La agricultura capitalista contribuye a las crisis de desarrollo socioambiental más amplias y a la crisis pandémica específica a la que nos enfrentamos actualmente. Una agricultura sana requiere métodos y visiones para la alimentación y la agricultura que no sean simplemente circulares, sino activamente regenerativas, fundadas en el cuidado de las personas, los animales, los suelos y el medio ambiente. Esto implica modelos para la alimentación y la agricultura que permitan medios de vida agrarios, condiciones de empleo agrícola justas y que superen la separación de las esferas pública y privada; que impliquen la producción y el consumo de dietas mayoritariamente locales, con dietas basadas en vegetales, que tengan en cuenta las condiciones climáticas y culturales locales; y que se basen en formas convivenciales de conservación que superen los dualismos naturaleza-sociedad para situar la justicia socioecológica en el centro del desarrollo.
En cuarto lugar, a la luz de las sólidas pruebas sobre el desproporcionado impacto medioambiental del consumo y los viajes de lujo y despilfarro, necesitamos un cambio drástico hacia un consumo y unos viajes básicos, necesarios, sostenibles y satisfactorios: un consumo y unos viajes que se centren en la calidad de la vida individual y colectiva y no en la satisfacción de necesidades y deseos creados artificialmente y continuamente reinventados por las empresas de publicidad para impulsar el crecimiento económico. Esto no conduce a sociedades cerradas y encerradas en sí mismas, sino que reconoce los costes medioambientales y sociales de nuestros patrones de consumo y viajes e insta a superarlos.
En quinto lugar, la cancelación de la deuda es esencial, en combinación con la redistribución, especialmente para las clases trabajadoras y el pequeño empresariado, así como para los países del Sur Global. La deuda insostenible crea una enorme presión sobre los países y las empresas para que sigan siendo solventes y les empuja a realizar actividades insostenibles. Además, las condicionalidades asociadas a muchos tipos de deuda socavan formas significativas de desarrollo al imponer una subordinación punitiva a través del (neo)colonialismo financiero.
Garantizar el espacio para la diversidad
Estas cinco prioridades desafían y superan explícitamente el modelo neoliberal capitalista y la larga trayectoria de desarrollo en la que se inserta, al tiempo que apuntan a su sustitución por principios y prioridades que sitúan el cuidado de los demás y del planeta en el centro de las relaciones locales y globales. Al mismo tiempo, estos principios y prioridades van más allá del modelo de desarrollo neoliberal hegemónico y pretenden desafiar la idea de que "un modelo sirve para todo". Las diferentes prioridades concretas de desarrollo, como las mencionadas, no deben considerarse como un nuevo modelo de desarrollo para todos, sino como estrategias para pensar en nuevas posibilidades y para dar dirección y propósito a través de la diferencia y la diversidad. Las cinco prioridades se enmarcan explícitamente en el reconocimiento de alternativas ya existentes en todo el mundo: alternativas que ya están rehaciendo las economías y las políticas de manera que respeten los límites ecológicos, que se centren en la justicia social y que se aparten de un modelo de visión singular hegemónico hacia un modelo pluriversal.
Esta visión puede ser la base de sociedades más sostenibles e igualitarias, que puedan prevenir y afrontar mejor las crisis y pandemias venideras
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