16-09-2021
Espacios naturales saturados: colisión de derechos
Carla Izcara & Ernest Cañada | Alba SudEn la Garrotxa, como en otros entornos naturales, a raíz de la pandemia de la COVID-19 y el aumento del turismo de proximidad, se han producido situaciones de masificación que han provocado alarma social y han abierto el debate sobre cómo garantizar la protección de estos espacios y, al mismo tiempo, el derecho al acceso a la naturaleza.
Crédito Fotografía: Parque de Pedra Tosca. Imagen de Carla Izcara.
A partir de la pandemia de la COVID-19 se ha hecho aún más evidente el desequilibrio entre la necesidad de acceder a la naturaleza y la falta de espacios verdes, sobre todo cerca de los núcleos urbanos. De hecho, esta necesidad está contemplada como un derecho en el artículo 45 de la Constitución Española, puesto que influye en la salud mental y física de la población, además de ser clave en la mitigación del cambio climático. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las ciudades deberían tener de 10 a 15 metros cuadrados de área verde urbana por habitante y como mínimo un árbol por cada tres habitantes. Aun así, algunos de los municipios más poblados de Cataluña, como Hospitalet de Llobregat o Santa Coloma de Gramenet, no llegan a estos mínimos. Tampoco lo hace Barcelona, aun contando con la zona del litoral, el Parque Natural de Collserola y unos ochenta parques y jardines urbanos. Además, hay un claro sesgo de clase, por el cual las ciudades con población de mayor poder adquisitivo tienen menos densidad y mayor acceso a zonas verdes que otras donde viven personas con mayoritariamente menos recursos. Vaya, que no ha sido lo mismo confinarse en el Hospitalet que en Sant Cugat.
Esta carencia de espacios verdes ha hecho que la población los busque en otros lugares del territorio. Esto, sumado a las restricciones de movilidad y el incremento del turismo de proximidad, que durante meses no pudieron desplazarse a otros lugares, ha provocado escenas de hiperfrecuentación puntuales que han puesto en riesgo la conservación de estos espacios naturales, a la vez que ha generado malestar entre la población local, y entre las mismas personas que hacían turismo. Los medios de comunicación han recogido diferentes episodios de tensión por la masificación de varios espacios naturales, motivados, por ejemplo, por el exceso de vehículos y caravanas en el Delta del Ebro, el Montseny, el Pantano de Sau, Montserrat, por parte de gente que practica alta montaña o escalada o hasta zonas convertidas en áreas de baño como la Riera de Merlès. La controversia ha quedado recogida en un programa de televisión de máxima audiencia en TV3, la Televisión de Cataluña, bajo el título de "La gran evasió", un reportaje sobre masificación de los espacios naturales en Cataluña emitido en "30 minuts" el pasado 12 de setiembre.
Volcán del Croscat. Imagen de Carla Izcara
Uno de los territorios que a menudo ha aparecido en este tipo de discusión es la comarca catalana de la Garrotxa, con lugares emblemáticos como los volcanes del Croscat y Santa Margarita o la Fageda d’en Jordà, donde frente situaciones de colapso durante los fines de semana de otoño, se ha propuesto la necesidad de regular el acceso con un sistema de cita previa para evitar aglomeraciones, como ha pedido el Ayuntamiento de Santa Pau. Para entender los términos en los que se plantea esta colisión entre diferentes derechos sobre los espacios naturales y cómo se debería resolver, hablamos con dos miembros de TOSCA, serveis ambientals, d’educació i turisme, empresa encargada de atender las personas que visitan el Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa, y una del Centre per a la Sostenibilitat Territorial (CST), entidad que promueve la sostenibilidad territorial con sede en Sant Privat d’en Bas, también en la comarca de la Garrotxa.
Clasificación de los espacios naturales
La Ley 42/2007, del 13 de diciembre, del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad del Gobierno de España clasifica los espacios naturales en cinco grupos. En primer lugar, los parques, que tienen valores ecológicos, estéticos, educativos y científicos relevantes. En segundo lugar, las reservas naturales, que se crean para proteger ecosistemas, comunidades o elementos biológicos frágiles y únicos. Por otro lado, están las áreas marinas protegidas, las cuales merecen una protección especial por su singularidad. En cuarto lugar, los monumentos naturales, que son elementos o espacios naturales únicos y, por último, los paisajes protegidos, que los deciden las administraciones competentes de acuerdo con el Convenio Europeo del Paisaje.
En el caso concreto de Cataluña se aprobó la Ley 12/1985, del 13 de junio, de Espacios Naturales en la que se establecen cuatro categorías de Espacios Naturales de Protección Especial (ENPE) similares: parque nacional, parque natural, reserva natural y parajes naturales de interés nacional. A parte, cuenta con el Pan de Espacios de Interés Natural (PEIN), que crea una red de 114 espacios con valores naturales de interés general que merecen una conservación concreta. Además, con la entrada de España en la Unión Europea, muchos de estos espacios se incluyeron en la Red Natura 2000, que es un conjunto de áreas de conservación de la biodiversidad a nivel europeo.
En el año 1982, en la comarca de la Garrotxa, se declaró el Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa, con cuarenta conos volcánicos y más de veinte coladas de lava que se extienden en unas 15 mil hectáreas, y en 1985, con la modificación de la legislación, se amplió su protección (Planagumà y Martí, 2018).
Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa
La Zona Volcánica de la Garrotxa tiene la particularidad de estar atravesada por diferentes núcleos urbanos, entre ellos la ciudad de Olot. Además, es una comarca industrial desde el siglo XVII, lo cual le suma complejidad a su conservación. Por este motivo, la etiqueta de Parque Natural, según Octavi Bonet, gerente de TOSCA, “es la más adecuada, ya que busca hacer compatibles los valores naturales con el desarrollo económico de la zona”.
Laura Fernández y Octavi Bonetde TOSCA.
Desde 1994 se intenta gestionar la relación del Parque con el turismo. Una de las primeras acciones fue la creación de tres centros de información: Casal dels Volcans, Can Serra y Can Passavent. Así como el diseño de itinerarios con la participación de ayuntamientos y del mismo vecindario.
A partir de entonces hay dos grandes momentos a destacar dentro del fuerte crecimiento del número de visitas que el Parque ya experimentaba. En primer lugar, “en 2009, cuando se abre Bracons”, afirma Laura Fernández, coordinadora de los centros de información del Parque por parte de TOSCA. Esta gran obra, conocida como “los túneles de Bracons”, muy polémica por su impacto ambiental y paisajístico, y que dio pie a una fuerte movilización social, unió la comarca de Osona con la Garrotxa por carretera. A partir de entonces, la distancia se acortó y aumentaron las visitas. El segundo momento a destacar ha sido el de la pandemia de la COVID-19 y las restricciones de movilidad por motivos sanitarios, porque la población ha redescubierto el territorio y sus áreas naturales, y esto ha provocado también una mayor afluencia de turistas muy concentrada en determinados momentos.
El perfil principal de visitante es de "familias del área metropolitana de Barcelona", y acostumbran a ser visitas de un solo día, "solo un pequeño tanto por ciento pernocta en la comarca", explica Laura Fernández, a diferencia de lo que pasaba mayoritariamente antes de la construcción de aquella infraestructura. Las zonas más visitadas son la “Fageda d’en Jordà” con unos cien mil visitantes en 2019, el Volcán de Santa Margarida con unos sesenta y cinco mil, y el Volcán Croscat con unos cincuenta mil, según datos registrados por los contadores del Parque Natural. Aún así, a pesar de que las épocas con mayor afluencia son otoño, Semana Santa y el mes de agosto, Laura Fernández comenta que se está trabajando para desestacionalizar el turismo mediante la Mesa de Turismo y la Carta Europea de Turismo Sostenible (CETS). Para reducir la carga de visitantes, Llorenç Planagumà, geólogo del CST, aclara que en 1994 "se diseñó un aparcamiento con pocas plazas para vehículos a pesar de la oposición de una parte del sector turístico".
En cuanto al público extranjero siempre ha sido minoritario. La mayor parte es francés, “porque están a muy poca distancia”, apunta Laura Fernández, y también de procedencia inglesa y holandesa, que acostumbran a visitarles desde la Costa Brava, uno de los espacios turísticos más importantes del territorio catalán. Así pues, se podría afirmar que más del 80% del público de la Zona Volcánica es de proximidad, geográficamente hablando.
Pandemia e hiperfrecuentación de los espacios naturales
En el debate público, la masificación del Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa se ha atribuido fundamentalmente a la presencia de personas procedentes de Barcelona y su área metropolitana. Pero las necesidades de salir de casa y estar en espacios naturales es compartida por mucha más gente, “no solo de Barcelona, también de Olot”, advierte en Llorenç Planagumà, coordinador del CST. Él mismo explica que “en la zona del Alta Garrotxa, cuando había el confinamiento comarcal, estaba lleno de gente de la comarca haciendo senderismo”. Por lo tanto, el geólogo del CST reclama que “cuando hablamos de ámbito urbano debemos incluir todos los de Cataluña”, haciendo así una alerta ante lecturas demasiado simplistas de este fenómeno.
Volcán del Croscat. Imagen de Carla Izcara.
A medida que se ha recuperado la posibilidad de desplazarse, Laura Fernández señala un primer cambio que se ha producido en el turismo a raíz de la pandemia: el aumento de visitas de personas de toda España, sobre todo “de Madrid, Andalucía y el País Vasco”, que “en vez de irse fuera hacen turismo interno”. El segundo cambio que destaca es “que viene mucha gente con caravana, camper y furgoneta”, y además “no es un perfil que haya viajado siempre de este modo”, a lo que hay que sumar que “no haya repercusión económica en el territorio”. Esta nueva tendencia en la forma de viajar ha comportado varios problemas de movilidad y malestar entre la población local, puesto que los aparcamientos de la zona central del Parque estaban ocupados por estos vehículos. La solución a este problema ha sido establecer un “sistema de barreras y reserva previa”, aclara.
El tercer cambio destacado es un crecimiento de visitas durante el mes de julio. “Antes julio era relativamente tranquilo” y ahora hay “unos veranos más estresantes para el territorio que antes”, según Octavi Bonet. Este aumento de visitas ha comportado problemas de saturación en las pozas. Laura Fernández explica que “el año pasado se saturó la zona de Les Planes, Sant Privat d’en Bas, Sadernes y Santa Pau”. La solución en este caso también ha sido regular la entrada de vehículos a los aparcamientos. El peligro que destaca Llorenç Planagumà de estas medidas de control es que se “desvíe el problema hacia otro lugar, hacia zonas con menos capacidad de gestión”, y cree que “esto se tiene poco en cuenta”, como se ha detectado en diferentes pozas y aguas interiores de Girona.
Las tres personas entrevistadas tienen claros los riesgos que afrontamos si no se resuelve el problema. En primer lugar, destacan las molestias en la población local, seguido de la afectación al medio natural. Hay “una serie de plantas que no soporta este estrés provocado por las continuas pisadas de los visitantes y tiende a desaparecer”, alerta Octavi Bonet. Y este hecho también tiene consecuencias en la fauna. Así mismo, temen que la desprotección de estos espacios haga que pierdan su valor natural.
Propuestas para superar el dilema
Ante las situaciones de masificación de los espacios naturales, la principal reacción ha sido intentar restringir el acceso, en especial de vehículos, y poner en marcha medidas que redujeran el uso del vehículo privado. A pesar de la necesidad de hacer este tipo de intervención, las dimensiones del problema han hecho que estas medidas fueran insuficientes y se plantearan otras opciones. Así, en el debate también se plantea la posibilidad de limitar el acceso haciendo pagar para poder entrar. El riesgo de una nueva dinámica de mercantilización y elitización de los recursos naturales aparece así en el horizonte.
Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa. Imagen de Ernest Cañada
Desde esta primera línea de atención, información y educación ambiental a las personas que visitan el Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa, en el caso de TOSCA, y desde el día a día de repensar y hacer propuestas para mejorar la sostenibilidad del territorio, en lo que respecta al CST, ambas instituciones han vivido con preocupación la situación que se ha producido en los últimos tiempos. Un debate que reconocen que no es fácil de resolver porque, si bien existe desazón por los impactos ambientales de este crecimiento turístico, también reconocen la necesidad y el derecho de la población a disfrutar de los espacios naturales. Octavi Bonet advierte que desde la COVID-19 llegan personas que “simplemente necesitan salir de un entorno que los está agrediendo como personas”, refiriéndose a la falta de espacios verdes y las condiciones de vivienda poco dignas en las grandes ciudades. “Todo el mundo tiene que poder acceder al medio natural”, asegura.
Pero, ¿qué propuestas en concreto se identifican desde TOSCA y el CST para hacer frente a esta situación? En primer lugar se valora la necesidad de fortalecer la sensibilización y educación ambiental. Octavi Bonet recalca la importancia de explicar desde los centros de información “cuál es la capacidad de carga que puede asumir cada espacio, más allá de si hay lugar o no para estacionar”. En línea con esto, Llorenç Planagumà apunta que “se habla mucho de regulación y prohibición, cuando se tendría que hablar de sensibilización del visitante de este espacio natural”, esto sí, “siempre acompañado de regulación y normas”.
De hecho, esta función de educación en el medio natural ya es el objetivo principal de una empresa como TOSCA. Al inicio solo ofrecían servicios de guía, y no es hasta 1996 que “se transforma y coge la dimensión actual, una empresa de educación ambiental”, explica Octavi Bonet. Este proceso de transformación acaba en 2000, cuando el equipo se marca como objetivo principal “(in)formar a la persona visitante”, es decir, “jugar con las dos vertientes, informar y capacitar”. Actualmente TOSCA tiene tres líneas de trabajo principales, todas ellas con un trasfondo pedagógico: la gestión de los centros de información, que serían las herramientas de educación ambiental del Parque, el acompañamiento de grupos escolares y familiares en el medio natural y los programas de formación de guías y educadores. Paralelamente están sumergidos en otros proyectos como, por ejemplo, la renovación de la Carta Europea de Turismo Sostenible, proceso del cual Laura Fernández forma parte.
Foto 5. Centro de información del Volcán del Croscat. Imagen de Ernest Cañada
Además, consideran que hace falta más capacidad y recursos para mejorar la gestión de los espacios naturales. Llorenç Planagumà alerta de los riesgos de la simplificación, y que para poder gestionar bien es necesario “conocimiento y datos, que son la base de la gestión”. Y el problema, continúa, es que “vayamos atrasados porque no se han destinado recursos”. Critica que en lugar de concertar tanta inversión en obras de infraestructura, en muchos casos sobredimensionadas, no se haya tenido más en cuenta las necesidades de gestión y regulación sobre el territorio, y que por eso hacen falta recursos. Por lo tanto, reclama la urgencia de mejorar las condiciones que permitan a la administración local y a otras entidades intervenir desde la gestión, “del mismo modo que hay líneas de ayudas que los ayuntamientos pueden acceder para hacer pabellones, centros cívicos o para asfaltar carreteras”.
Así mismo, piensan que, aparte de la carencia de recursos destinados a la gestión de espacios naturales, hace falta trabajar en la desfrecuentación y la desestacionalización de las visitas a partir del establecmiento de nuevos periodos de vacaciones. Para Llorenç Planagumà el problema es que “hay una mala planificación de las vacaciones”. Y esto hace que “todo el mundo salga al mismo tiempo”, apunta. Por su parte, Octavi Bonet explica que, por mucho que regulen y hagan pagar, el problema seguirá existiendo siempre que las visitas se sigan “concentrando en Semana Santa, otoño y agosto”.
Reflexiones finales
La pandemia y el incremento de los turismos de proximidad nos ha llevado a una situación de tensión entre las necesidades de protección y conservación del medio natural, en un contexto en el que los recursos, desde la crisis de 2008, son insuficientes o se priorizan otros temas antes que la conservación del medio natural, y la necesidad y derecho de la población de poder acceder a estos entornos. Existe el riesgo que la respuesta sea incrementar las dinámicas de mercantilización y elitización del acceso a la naturaleza. Ante esta amenaza, que aparece a menudo enmascarada en campañas de estigmatización de los sectores populares, la respuesta tiene que partir de la afirmación del derecho a acceder a la naturaleza.
A partir de aquí hay que abrir y profundizar el debate, todavía demasiado limitado, y destinar recursos para mejorar el conocimiento y la gestión que facilite hacer compatibles estos dos derechos: el de la naturaleza y el de los seres humanos de acceder a ella. La mejora del acceso a los espacios naturales en un escenario de crecimiento del turismo de proximidad implica, entre otras medidas, un esfuerzo por rediseñar nuestros entornos urbanos, con un incremento de zonas verdes dentro de las áreas metropolitanas; mejorar la red de transporte público que permita depender menos del vehículo privado; dotar los territorios de puntos de alquiler de bicicletas; apostar por la sensibilización y la educación ambiental; mejorar los recursos y capacidades locales de gestión de problemas de su territorio; rediseñar los mecanismos de acceso a determinadas áreas cuando haya que restringirlas con fórmulas que no reproduzcan las dinámicas de elitización, como podrían ser diversas fórmulas de sorteo para entrar. Probablemente habrá que apostar por alternativas que puedan ser pensadas en términos post-capitalistas que ayuden a replantear las reglas del juego y la resolución de problemas concretos que mejoren la vida cotidiana de la mayoría de la población.
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