11-10-2021
La precariedad del trabajo en el alojamiento intensificada por la pandemia
Gema Martínez-Gayo | Alba SudLa extensión de la COVID-19 ha supuesto un fuerte impacto en las actividades hoteleras, pero ¿son realmente nuevos los problemas a los que se enfrentan o más bien se trata de viejos conocidos que actúan con renovadas fuerzas?
Crédito Fotografía: Eveline de Bruin en Pixabay.
Con anterioridad a la llegada de la pandemia, las actividades de alojamiento y restauración suponían uno de los mayores empleadores del sector turístico y de la economía a nivel mundial. Una parte importante de estos empleos eran ocupados por mujeres, jóvenes y personas migrantes, que suelen presentar una elevada vulnerabilidad en el mercado laboral. En el año 2019 en España, según los datos del Anuario de la Hostelería de España 2020, las actividades hosteleras experimentaron un incremento en número de establecimientos, trabajadores ocupadoss y beneficios generados. Los servicios de alojamiento suponían un 1,5% del Producto Interior Bruto y empleaban a más de 400.000 personas, con una elevada presencia femenina.
Estos datos podrían llevar a extraer una conclusión totalmente positiva, pero lo cierto es que existían ya signos de precariedad laboral en estas actividades.
Incertidumbre y externalización
Las actividades de alojamiento, al igual que ocurre con otras áreas turísticas, presentan un elevado índice de rotación de personal (Marrero Rodríguez et al., 2016) que genera incertidumbre respecto a la duración de sus contratos, aumenta la vulnerabilidad (International Labour Organization, 2016) y limita la posibilidad de organizar sus gastos a medio y largo plazo.
La externalización de ciertas actividades beneficia tanto el movimiento de trabajadores como el aumento de la precariedad laboral en todas sus dimensiones. Tal y como explica Ernest Cañada (2016), la externalización supone la contratación o subcontratación de los servicios a una empresa que se encarga de la realización de una determinada obra o servicio, con su propia plantilla de trabajadores y los medios para realizarla. Además de la reducción de costes para la empresa principal, favorece la flexibilidad laboral, al no tener que respetar los convenios colectivos sectoriales de cada territorio. Esto hace que las trabajadoras y los trabajadores de estas empresas sean objeto de una mayor inestabilidad e intensificación de su trabajo, una disminución de los salarios y de las posibilidades de negociación, así como una fragmentación de la fuerza laboral al llegar a encontrarse situaciones con contratos de trabajo que generan diferentes derechos dentro del mismo establecimiento (Godino y Molina, 2019; Cañada, 2016).
La temporalidad y la contratación a tiempo parcial han aumentado en los últimos años en las actividades de restauración y alojamiento españolas (Martínez-Gayo, 2019). Esto afecta a la remuneración obtenida y al acceso a prestaciones por desempleo o pensiones de jubilación (Carrasco, 1997). Estos puestos de trabajo a tiempo parcial, al igual que los temporales, dificultan el ascenso profesional y generan menores derechos dentro de la organización y reconocimiento. Estas asalariadas y asalariados deben tener gran capacidad para adaptarse a la variación de jornadas, labores desempeñadas o incluso centros de trabajo (Lindón, 2003). Esto limita las posibilidades de llevar a cabo sus proyectos familiares y personales (Santamaría López, 2009) y puede generar insatisfacción laboral.
Elevada carga de trabajo y las dificultades de promoción
Otros aspectos de precariedad son la elevada carga de trabajo, los ritmos intensos, la alta exposición al trato con la clientela, los reducidos descansos y el trabajo en períodos vacacionales, o festivos, sin obtención de reconocimiento por el trabajo realizado (Martínez-Gayo, 2019). Las posibilidades de ascenso también se ven limitadas en muchas ocupaciones hoteleras, especialmente en el caso de las trabajadoras, las cuales se concentran en un número menor de actividades y se ven muchas veces destinadas a ocupar puestos de trabajo considerados “de mujeres” (Martínez-Gayo y Martínez-Quintana, 2020). Estos reproducen los estereotipos de género, son menos valorados y perciben menores retribuciones. Ejemplos de ello son la atención al cliente o los puestos de limpieza (Alcañiz, 2015).
Un ejemplo paradigmático sería el de las camareras de piso de los hoteles, las cuales se encargan de la limpieza y acondicionamiento de las habitaciones. Este departamento hotelero está prácticamente feminizado al 100% y sus trabajadoras se ven afectadas por la desvalorización e invisibilidad de su trabajo, derivado de la conexión de este con las tareas domésticas. Realmente el problema no radica en esas similitudes, sino en el valor social que tiene asignado el trabajo realizado en el hogar (Moreno y Cañada, 2018). Estas trabajadoras tienen posibilidades muy limitadas de ascender dentro del establecimiento, no sólo por la escasez de puestos de gobernanta o supervisora, sino también por otros requisitos como la elevada disponibilidad horaria. Además, el cambiar de departamento también resulta difícil, aunque posean la cualificación para hacerlo. Su vinculación con un trabajo desprestigiado como suele ser el de limpieza, resulta en ocasiones clave para entender este hecho (Martínez-Gayo, 2020).
Foto de Karolina Grabowskaen Pexels.
Las dificultades de promoción también las encontramos en el paso de los puestos intermedios a los directivos, existiendo una subrepresentación femenina en los cargos de toma de decisiones en las actividades hoteleras. Estas directoras han permanecido durante más tiempo que sus compañeros en puestos de subdirección y su presencia es menor a medida que se asciende en la jerarquía ocupacional (Sigüenza et al., 2013).También debe destacarse la situación de los trabajadores familiares, especialmente mujeres, situados en una posición informal que les impide contar con la protección adecuada y perpetúa los estereotipos de segregación ocupacional (European Institute for Gender Equality, 2016).
Bajas remuneraciones y violencia en el trabajo
La hostelería se caracteriza por sus bajos salarios los cuales contrastan con la elevada exigencia que presentan gran parte de sus ocupaciones. La ganancia media de la hostelería, que engloba a la restauración y el alojamiento, se encuentra por debajo de la media de todas las actividades en España en los últimos años (Martínez-Gayo, 2019). El peso de los contratos temporales y a tiempo parcial junto con la extensión de la externalización de algunos departamentos, suponen que sus salarios sean bajos e inestables, limita su independencia económica y aumenta la vulnerabilidad de su fuerza laboral.
Por otro lado, nos encontramos con casos de violencia en el trabajo. Este es un problema estructural presente especialmente dentro de las organizaciones de trabajo con una elevada feminización, donde las mujeres desempeñan tareas cuyo valor asignado es reducido (Kensbock et al., 2015), lo que resulta frecuente en las actividades hoteleras.
Un estudio desarrollado en Finlandia mostró que profesiones como camareras o limpiadoras de hotel, eran muy vulnerables a sufrir acoso sexual, especialmente aquellas con contratos no fijos. Esa desventaja de muchas tareas, mayormente desempeñadas por mujeres, ejerce influencia sobre el trato recibido por clientes, compañeros y superiores (Ram, 2015). Algunas de sus ocupaciones, como las camareras de piso, realizan sus tareas en un contexto de intimidad, en habitaciones relativamente aisladas (Kensbock et al., 2015). A menudo, se conciben estas conductas como inevitables dentro del centro de trabajo y, por tanto, se asume que el saber enfrentarse a ellas es una de las habilidades requeridas para el desempeño laboral, lo que no permite que sean consideradas como verdaderas víctimas (Kensbock et al., 2015; Hoel y Einarsen, 2003).
La llegada de la pandemia
La aparición y rápida extensión de la COVID-19 produjo una caída de más del 70% de las llegadas de turistas internacionales a nivel mundial en los diez primeros meses de 2020. Esto hizo que la Organización Mundial del Turismo estimase que pueden llegar a necesitarse entre dos años y medio y cuatro años para recuperar las cifras turísticas del año 2019. En el caso español, el período comprendido entre enero y septiembre de 2020, se saldó con importantes pérdidas de negocio, tanto para la restauración como para el alojamiento, siendo especialmente acusadas en este último.
Imagen de Markus Distelrath en Pixabay.
Esas fuertes caídas de actividad económica, provocaron que muchos trabajadores del alojamiento se enfrentasen a drásticas consecuencias en su empleo. Tal y como afirmaba la Organización Internacional del Trabajo, un número importante de los primeros despidos se concentraron en este sector, algunos vieron reducido su tiempo de trabajo o surgieron amenazas a las condiciones laborales que tenían. Profesiones como las camareras de piso y las limpiadoras, las cuales en muchas ocasiones en situaciones se caracterizan por su precariedad, han sido nichos de empleo muy afectados llegando en casos a no poder afrontar sus gastos más básicos (European Institute for Gender Equality, 2016). Además, como se ha visto con la extensión de la Covid-19, ha sido esta fuerza laboral con empleos temporales y externalizados la más vulnerable y fácilmente prescindible. Una parte de esta ha visto finalizados sus contratos, antes de la entrada en vigor de las medidas implementadas por el Gobierno español para paliar los efectos de la pandemia en el empleo.
Es también importante señalar el incremento en la carga de trabajo de aquellas personas que han mantenido su puesto durante la pandemia. Ejemplo de ello han sido las camareras de piso, que ya presentaban con anterioridad largas jornadas e intensificación del ritmo de trabajo. La extensión de la pandemia ha supuesto nuevas demandas de higienización y limpieza que han repercutido directamente en el incremento del volumen de tareas soportado por estas trabajadoras, fruto de la aplicación de las medidas protocolarias. Esto ha cuestionado el cumplimiento de los horarios, descansos o días libres que les corresponden, llevando a un endurecimiento de las ya precarias condiciones laborales, afectando a su salud presente y futura, tal y como apuntan desde el sindicato Comisiones Obreras.
Además, el miedo al desempleo puede influir en aquellas personas que han conservado su puesto de trabajo. Este les puede hacer que acepten peores condiciones laborales y limitar, o eliminar, sus reivindicaciones. El contexto económico desfavorable puede suponer un endurecimiento de la disciplina de trabajo y la pérdida de la negociación colectiva (Cañada, 2021). Esto puede afectar a la merma de los salarios, al incremento de los ritmos de trabajo y el aumento de la jornada, lo que deriva en un empeoramiento de las condiciones de salud (Recio, 2011).
Cambios necesarios
Existen numerosos aspectos que deberían mejorarse para evitar la precariedad en las actividades de alojamiento, entre ellas podrían destacarse las siguientes:
- La eliminación del uso de la externalización de los servicios esenciales.Las camareras de piso son un ejemplo de los efectos que esta puede tener. Incrementa la temporalidad y la inestabilidad en la contratación, favorece los contratos a tiempo parcial, reduce los salarios respecto a los convenios colectivos, favorece los despidos y disminuye el poder negociador de las plantillas
- Proteger los derechos de las trabajadoras y los trabajadores a través de nueva normativa y derogar, en el caso español, los aspectos que todavía persisten de la Reforma Laboral. Esto incluiría la comprobación de la efectividad de las medidas implementadas para evitar el fraude en cuanto a incumplimientos de los horarios de trabajo, una mayor vigilancia de la salud, el reconocimiento de las enfermedades profesionales y la posibilidad de implementar una jubilación anticipada en aquellas profesiones especialmente duras psicológica y físicamente.
- Un fortalecimiento de la intervención de las inspecciones de trabajo.Que aseguren el respeto de la normativa en los centros de trabajo y se compruebe que la fuerza laboral dispone de los medios y condiciones adecuadas para su trabajo.
- Realizar estudios y estimaciones del tiempo medionecesario para desempeñar las tareas y, también, que se tenga en cuenta la opinión de las plantillas a la hora de realizar cambios en los hoteles para que sean más fáciles de acondicionar.
- Implementar medidas para revalorizar los puestos de trabajo que se vinculan con el ámbito doméstico y que son desempeñados primordialmente por mujeres. La situación actual les hace recaer frecuentemente en puestos muy estereotipados, con bajos salarios, menor reconocimiento y dificultades de ascenso. Estos puestos deben empezar a reconocerse como lo que realmente son, un elemento indispensable en el éxito del establecimiento hotelero.
- Evitar que el contexto de crisis suponga nuevamente una excusa para empeorar aún más las condiciones de trabajo. No abandonar la defensa de sus derechos como excusa de un contexto desfavorable y tampoco obviar la perspectiva de género. Esta última puede generar problemas a largo plazo, especialmente en este caso donde ha afectado a actividades muy feminizadas.
- Luchar contra la informalidad de los trabajadores, y especialmente las trabajadoras familiares, ya que fomenta la segregación ocupacional y las dejan sin derechos e indefensas ante por ejemplo los accidentes de trabajo.
Gran parte de las problemáticas a las que hoy se enfrentan las actividades de alojamiento, y el sector turístico en general, son de carácter estructural y se han visto agravadas con la llegada de la pandemia. Si se quiere construir unas actividades hoteleras resilientes debe comenzarse por eliminar la precariedad laboral existente, dado que en su fuerza laboral reside gran parte de su éxito.
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