19-11-2021
Retos para una transformación del turismo de proximidad con perspectiva de justicia global
Ernest Cañada | Alba Sud¿Hasta qué punto los referentes de la sostenibilidad, la responsabilidad o la inclusión son útiles todavía para transformar el turismo y hacer frente a retos globales que se agravan por múltiples crisis sistémicas? Reproducimos la conferencia inicial de la jornada organizada por la asociación Aethnic el pasado 11 de noviembre en el Palau Macaya de Barcelona.
Crédito Fotografía: Stay Grounded. Sarah Heuzeroth. Bajo licencia Creative Commons.
Quisiera empezar mi intervención agradeciendo al equipo de Aethnic por contar conmigo y con Alba Sud en la apertura de esta jornada, y también por plantear este debate en un momento de complejidad, marcado por la pandemia y la interrupción del turismo internacional y, en consecuencia, por los interrogantes sobre cómo afrontar qué podría ocurrir con el turismo, y hacerlo comprometidos con la sostenibilidad, la equidad de género y el respeto de los derechos humanos. Es importante también remarcar el esfuerzo realizado por Aethnic por juntar personas de diferentes ámbitos y responsabilidades, y ponerlas a debatir juntas.
Para abordar esta situación es clave interpretar correctamente la actual crisis. La podemos leer como un simple accidente, grave, pero coyuntural y, por tanto, lo que tocaría sería reactivar la dinámica turística previa a la crisis, sin prever mayores cambios. O bien podemos entenderla como parte de un encadenamiento de múltiples crisis sistémicas (sanitarias, climáticas, de minerales, de combustibles fósiles y sociales) que nos abocan a tiempos de incertidumbre, y que afectarán muy especialmente al turismo internacional (Murray y Cañada, 2021). Dependiendo de las acciones que políticamente y socialmente emprendamos acentuaremos la vulnerabilidad y el impacto de las siguientes crisis, que nos encontrarán cada vez más debilitados para garantizar políticas de protección social, o bien, si todavía estamos a tiempo, podríamos ayudar a enderezar la situación o, cuanto menos, reducir sus impactos más graves.
A partir de estas premisas, y de la posición clara que tenemos en Alba Sud que no podemos volver a la antigua normalidad, es que voy a formular mi exposición en esta jornada.
Sostenibilidad: ¿sigue siendo útil?
¿Qué puede aportar hoy hablar de turismo sostenible? ¿Hasta qué punto es un referente útil para abordar el debate sobre la transformación del turismo frente a los retos actuales? Probablemente, su principal problema sea su sobreuso, convertido básicamente en un instrumento de marketing. Un adjetivo más que a menudo se utiliza sin que quiera decir casi nada, un recurso vacío. Por otra parte, también se ha transformado en un instrumento técnico extremadamente complejo que difícilmente se traduce en cambios tangibles en aquellos contextos donde es empleado.
Esto ha hecho que, a menudo, cuando se oye hablar de sostenibilidad haya gente que se ponga en alerta. Debemos asumir que cada vez más el concepto “turismo sostenible” genere recelo y provoque la misma reacción que lo que la joven activista Greta Thumberg dijo, con razón, en los días previos de la Cumbre de Glasgow sobre Cambio Climático, la COP26, a propósito de los debates que allí se iban a dar: bla, bla, bla.
Imagen de Streetsblog Denver bajo licencia creative commons.
Si queremos que la sostenibilidad sea una idea útil, debemos abordar con claridad el debate sobre cuestiones fundamentales en el funcionamiento del turismo y todo lo que comporta bajo el capitalismo y, por tanto, no utilizarla como forma de impedir que se hable de los aspectos más controvertidos de estas actividades. Por otra parte, la discusión va mucho más allá que intentar hacer bien las cosas en una parcela limitada de actividad, en productos concretos o en ciertos territorios acotados, cuando el contexto en el que se desarrolla el turismo es globalmente insostenible, vulnera derechos humanos y provoca desigualdades y discriminaciones en múltiples formas. Es necesario poner en discusión el marco global donde se realiza el turismo y cómo lo hace.
Críticas pioneras
El primer reconocimiento que debería hacerse para abordar este debate de forma intelectualmente honesta es entender que los cuestionamientos al turismo no son cosa de hace dos días, ni mucho menos producto de lo que algunos interesadamente se inventaron, la turismofobia, desde las agencias de comunicación al servicio de las grandes empresas turísticas para intentar deslegitimar las críticas y luchas sociales que se producían en un contexto de creciente turistificación. Al menos, desde los años 70, sectores de la academia, con mucho menos peso, apoyos y reconocimiento, que aquellos que estaban afines a los intereses empresariales, han documentado y denunciado los impactos del turismo como vía de modernización y desarrollo.
Autores como Louis Turner y John Ash en The golden horders (1976) analizaron cómo el turismo había reproducido las dinámicas de dependencia centro-periferia. Emanuel de Kadt en Tourism, passaport to development? (1979) cuestionó si el turismo era realmente una vía al desarrollo, o más bien acentuaba una inserción subordinada en la economía global capitalista. Por su parte, en España, un país que bajo un régimen dictatorial había apostado por el turismo desde una posición periférica y que empezaba a sufrir sus primeros efectos, durante los años 70 también se generó el mismo tipo de estudios. Mario Gaviria en España en Go-Go. Turismo charter y neocolonialismo del espacio (1974) analizó los mecanismos de supeditación a los touroperadores internacionales en el proceso de creación de los nuevos destinos turísticos españoles. Antonio Mandly, acompañado de dos trabajadores y una trabajadora del sector hotelero, en Costa del Sol. Retrato de unos colonizados (1978), estudió el funcionamiento de la organización del trabajo en los hoteles y las condiciones de explotación laboral que en ellos se producían. Y Francisco Jurdao en España en venta. Compra de suelos por extranjeros y colonización de campesinos en la Costa del Sol (1979) diseccionaba las dinámicas especulativas que se generaban con el suelo en el contexto de una urbanización desmedida del litoral mediterráneo (Cañada y Murray, 2019).
Impactos
Todo esto ha hecho que en estos momentos sepamos sobradamente los impactos que puede tener el turismo. Hablamos de cuestiones como: los niveles insostenibles de consumo de recursos y contaminación, incluidas las emisiones de gases de efecto invernadero, uno de los causantes de la crisis climática; los problemas sociales y el malestar provocados por la gentrificación y la saturación turística; la dependencia económica del sector en destinos saturados; la explotación de los trabajadores y trabajadoras en trabajos precarios con salarios bajos; las dinámicas de subordinación, cosificación, discriminación y desigualdad que sufren las mujeres en una actividad en la que son mayoría (Fletcher et al., 2021; Abellan et al., 2021).
Intervención de Ernest Cañada en el Palau Macaya. Imagen de Aethnic.
Por otra parte, si bien se han elaborado nuevas agendas de desarrollo, como los ODS, cuando se aborda la cuestión turística las contradicciones son flagrantes. Así, por ejemplo, el ODS 8, que es uno de los que expresamente menciona esta actividad, si bien en su formulación genérica hace referencia al trabajo decente, en sus metas e indicadores no hay nada que nos permita saber cómo se pretende evaluar su calidad, y sólo se tiene en cuenta la creación de puestos de trabajo, que pueden esconder una enorme precariedad (Bianchi y de Man, 2020; Cañada, 2019). En este sentido, no queda tan lejos la broma de mal gusto de la OMT cuando en un documento oficial afirmaba que gracias a las formas flexibles de contratacción que se daban en el turismo las mujeres podían acceder a un puesto de trabajo remunerado sin tener que desatender sus responsabilidades domésticas (OMT, 2014: 17). Si queremos hablar en serio de sostenibilidad y del trabajo de las mujeres en el turismo en nuestro contexto hay una medida muy clara que habría que tomar: derogar la reforma laboral de 2012 y acabar con la externalización de tareas estructurales que, por ejemplo, ha tenido un impacto traumático en el trabajo y la salud de miles de camareras de piso en toda España (Cañada, 2016). Mientras esto no sea un hecho, todo suena a retórica.
Vías para orientarse hacia la sostenibilidad
Ante las contradicciones y limitaciones para avanzar en serio hacia la sostenibilidad, y a medida que este concepto se desgastaba, aparecieron otros términos, como el de Turismo Responsable. Éste se concibió como un instrumento para avanzar hacia la sostenibilidad. Pero ha habido demasiada confusión y multiplicidad de sentidos que han cristalizado, al menos, en tres tipos de estrategias que no siempre han caminado en la misma dirección: como nicho de mercado, como conjunto de buenas prácticas voluntarias y, por último, como movimiento social que asume el conflicto. El paso del tiempo, y cierta percepción de su insuficiente traducción práctica, ha hecho que estos referentes se fueran abandonando para dar lugar a nuevos conceptos y planteamientos que supuestamente buscarían también mayor sostenibilidad en el turismo.
Así, cada vez se hace más referencia al turismo inclusivo, e incluso al crecimiento turístico inclusivo, como ha hecho la OMT en la última celebración del Día Mundial del Turismo, el pasado 27 de septiembre. Este organismo probablemente ha elegido la peor versión de las que pudo utilizar, cuando disponían de marcos conceptuales mucho más complejos e integradores de las necesidades de los sectores más desfavorecidos, como el que plantearon Regina Scheyvens y Robin Biddulph (2018). Cuando la OMT habla de crecimiento turístico inclusivo inevitablemente todo recuerda a los discursos neoliberales que uno creía ya superados, según los cuales si crece la economía esto beneficiará también a los más pobres y, por tanto, lo que debería hacerse es sencillamente estimular esta conexión con los sectores más dinámicos de la economía. Pero el problema es que ya sabemos cómo terminan estas historias que ahora nos quiere vender la OMT. Y es que el desarrollo del turismo bajo el capitalismo va acompañado también de exclusión. Y si no sólo hay que observar con un mínimo de detenimiento territorios fuertemente turistificados como Punta Cana - Bávaro en República Dominicana, que a escasos cientos de metros de distancia uno puede encontrar resortes de lujo y, al mismo tiempo, suburbios insalubres donde viven parte de sus trabajadores y trabajadoras. No es una coincidencia casual, al contrario, se trata de espacios fuertemente interrelacionados con una relación causal de producción y reproducción.
La cuestión es que más que proponer un nuevo ideal de cómo debería ser el turismo, y a partir de éste abrir un nuevo ciclo de propuestas técnicas cada vez más sofisticadas, en lo que deberíamos fijarnos es en la tensión entre exclusión e inclusión que permanentemente reproduce el turismo. El tema clave es que no podemos pretender un turismo sostenible sin poner en cuestión la lógica de crecimiento que le empuja, a partir de las necesidades de reproducción y ampliación del capital. No se puede aspirar a resolver los problemas provocados por el crecimiento con mayor crecimiento (Fletcher et al., 2021). Lejos de ser un problema que se pueda resolver simplemente en términos de gestión y con avances tecnológicos, la lógica del crecimiento y los impactos que se derivan sólo puede abordarse políticamente, transformando la forma de organizar las cosas y las relaciones sociales.
Cambio de perspectiva
A estas alturas, y con la urgencia que supone la simultaneidad de las crisis sistémicas antes mencionadas, cada vez parece más evidente que necesitamos un cambio de perspectiva. Esto implica poner en el centro del debate sobre el futuro del turismo las necesidades de la gran mayoría de la población y los derechos humanos, no las lógicas impuestas por la reproducción del capital.
Las posiciones críticas han hecho hincapié sobre todo en la denuncia, y suerte hemos tenido de su papel y de lo que han hecho los movimientos sociales (sindicales, urbanos, ecologistas, comunitarios). Sin estas resistencias las dinámicas de desposesión, explotación y destrucción habrían sido mucho peores (Cañada y Murray, 2019). Pero hay que dar un paso más y cambiar las preguntas, mirando hacia abajo. La cuestión no es cómo el crecimiento turístico puede ser sostenible, que implícitamente da por bueno tanto el crecimiento como el turismo, sino qué necesita el ser humano en términos de recreo, ocio y turismo para su desarrollo como persona y para poder mejorar su vida.
Llegamos así al debate fundamental: ¿cómo transformamos el turismo para que verdaderamente pueda estar al servicio de las necesidades y derechos de la mayoría de la población? Transformar el turismo implica, en primer lugar, asumir que se trata de una actividad maleable, que puede transformarse en múltiples direcciones en función de cuáles sean los objetivos que se priorizan. Y, por tanto, supone apostar por un turismo que no se base en las necesidades de la reproducción del capital, sino que tenga como objetivo prioritario las necesidades y derechos de la mayoría de la población. Es decir, también tenemos algo que ganar socialmente con el turismo, y esto no es algo que tan a menudo reivindicamos.
Imagen de Ignacio Brosa en Unspash bajo licencia creative commons.
Asimismo, en segundo lugar, nos vemos obligados a repensar las escalas geográficas de dónde y cómo se puede llevar a cabo el turismo. Necesariamente, implicará una caída del peso de la movilidad internacional y su readequación en términos territoriales. La huella ecológica de la movilidad internacional no soporta un modelo turístico como el actual. Además, varios factores pueden paralizar este tipo de movilidad de forma más o menos intermitente. Probablemente, se puedan realizar menos viajes y estos deberían tender a ser más largos, al tiempo que sería recomendable que pudieran estar vinculados a la participación en la vida cotidiana de los lugares visitados. Pero al mismo tiempo, las necesidades de desarrollo personal que podemos asociar al turismo deban replantearse desde una mayor proximidad geográfica (Cañada e Izcara, 2021). La solución no puede ser la reducción y elitización del turismo para unos y las plataformas de streaming, videojuegos y centros comerciales para otros. Repensar las escalas geográficas del turismo supone también abordar el debate sobre la desigualdad.
En tercer lugar, esta reorganización de la actividad turística debería incidir en las políticas públicas en turismo desde perspectivas distintas a las que han dominado el escenario hasta ahora. Por ejemplo, debería politizarse el debate sobre el turismo social abordando las necesidades de amplias franjas de población, así como la calidad de este tipo de intervención. Pero también supone plantear cuestiones que habitualmente no han tenido suficiente protagonismo, como la cantidad y calidad de las áreas verdes en espacios urbanos, las formas de acceso a las áreas naturales protegidas, el tipo de infraestructuras y transporte que facilita poder llegar a estos lugares (Cañada e Izcara, 2021). O en relación con la cooperación internacional al desarrollo, que es el objeto principal de esta jornada, ayudando a abordar las transiciones socioecológicas necesarias en muchos países a los que se ha empujado previamente a especializarse turísticamente.
En cuarto lugar, también es necesario avanzar hacia formas de organización postcapitalista de la actividad turística. Esto implica reconocer la importancia de formas desmercatilizadas de organizarla, o que funcionen sobre lógicas distintas a las de la reproducción del capital, como, por ejemplo, la economía social y solidaria. Pero también supone reconocer la importancia estratégica de la presencia sindical en las empresas capitalistas y las posibilidades de ampliar sus capacidades de control y de imponer límites a los propósitos de sus propietarios. Del mismo modo que puede hacerlo desde fuera el movimiento vecinal o ecologista.
El horizonte está claro: transformar el turismo para ponerlo al servicio de las necesidades de amplias mayorías sin rehuir la complejidad de las crisis sistémicas a las que nos ha llevado la aceleración capitalista. El camino no es sencillo, pero la apuesta vale la pena, porque es mucho lo que tenemos que ganar y, por otra parte, no realizar un cambio de rumbo resulta suicida.
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