02-02-2022
Museos en tiempo de pandemia: ¿una oportunidad para el público local?
Ernest Cañada & Carla Izcara | Alba SudLa disminución del turismo internacional por la pandemia de la COVID-19 ha incidido fuertemente en los museos. A través de las experiencias de la Fundación Miró, el Museo Picasso, el MUHBA y el VINSEUM intentamos recoger la complejidad del momento y las transformaciones que pueden entreverse asociadas a un creciente interés por el visitante de proximidad.
Crédito Fotografía: Imagen de Vinseum.
Las restricciones a la movilidad y los cierres temporales de múltiples espacios a consecuencia de la COVID-19 han provocado una fuerte bajada en el número de visitantes de muchas equipaciones culturales en todo el mundo. Los museos han sido uno de los sectores más afectados por esta circunstancia. Según el Consejo Internacional de los Museos (ICOM), durante el primer año de pandemia, la mayoría de los grandes museos del mundo perdieron entre un 70% y un 90% de sus visitantes extranjeros. Dada la fuerte dependencia de este público, la caída de ingresos que se ha producido podría dificultar la continuidad de una parte de ellos y alterar su funcionamiento. Esto probablemente implique pérdidas de puestos de trabajo, o un incremento todavía mayor de la precariedad laboral de una parte de su personal, así como la disminución de grandes exposiciones, especialmente costosas, y la priorización de muestras más modestas o de interés fundamentalmente local.
En Barcelona y su entorno la problemática es muy parecida. Según la encuesta sobre visitantes a los museos de Barcelona realizada por el Gabinete de Estudios Sociales y Opinión Pública (GESOP) para el Instituto de Cultura (ICUB) del Ayuntamiento de Barcelona a partir de una muestra de 30.231 entrevistas a 15 museos de la ciudad, durante el año 2019 el 68,8% de los visitantes era de origen extranjero (el 52,4% de Europa). El público local de Barcelona ciudad representaba un 16,4%, el del resto de Cataluña un 7,9% y el del resto de España un 4,6%, y de un 2,3% no constaba su procedencia. Con esta composición, inevitablemente la caída del turismo internacional por la pandemia tenía que suponer un fuerte impacto. El Observatorio del Turismo en Barcelona en el Informe de l’Activitat Turística a Barcelona 2020 identificó que los equipamientos culturales sufrieron caídas en el número de visitantes de un 80% aproximadamente durante el primer año de pandemia, y que los 10 espacios culturales más visitados del Destino Barcelona perdieron 14 millones de visitantes en un año, una caída del 77,2%.
Durante el año 2021 se ha ido recuperando parte del público, aunque no con los mismos volúmenes y composición de antes de la pandemia, según se puede ver al gráfico 1.
Gráfico 1. Comparativa semanal de visitantes, 2019 vs. 2021
Fuente: ICUB.
Asimismo, se ha producido progresivamente cierta recuperación del público extranjero (gráfico 2).
Gráfico 2. Procedencia de los visitantes. Evolución semanal 2021 en %
Fuente: ICUB.
Para conocer mejor como se ha vivido esta incidencia en el turismo internacional y si se han producido cambios significativos en las estrategias para incrementar la visitación del público local, y en qué sentido, nos acercamos a cuatro museos de Barcelona y su entorno. A través de las experiencias de la Fundación Miró, el Museo Picasso, el Museo de Historia de Barcelona y el Museo de las Culturas del Vino de Cataluña intentamos coger la complejidad del momento que viven los museos en casa nuestra, y las transformaciones que pueden entreverse asociadas a un creciente interés para dar más peso al visitante de proximidad.
Fundación Joan Miró
La FundaciónJoan Miró, ubicada la montaña de Montjuïc, en Barcelona, es uno de los museos que más ha sufrido la bajada de visitantes extranjeros a causa de la pandemia. El año 2019, según datos de la encuesta de la ICUB antes mencionada, el público extranjero representaba un 80,8% del total. Mercè Sabartes, su responsable de gestión de público, se lamenta de las bajas cifras de visitantes del resto de España que tenían antes del año 2020, que solo supone un 1,5% según aquella encuesta, y por eso considera que era tan importante el público francés y de los Estados Unidos, así como el que provenía de Asia. "Estábamos haciendo una estrategia de captación de público asiático que se nos quedó absolutamente parada por la pandemia. Estaba funcionando muy bien, venían bastantes coreanos y chinos, pero ahora se ha acabado. Nosotros calculamos que hasta el 2023 no tendremos normalidad", considera.
Es por este motivo que durante el periodo de confinamiento, en el cual permanecieron cerrados al público, reorientaron su estrategia para atraer más en el público local. Inicialmente, se apostó por fortalecer y mejorar la oferta a través de Internet. "Estuvimos cerrados tiempo y esto nos obligó a movernos muy rápidamente para no dejar de estar en el imaginario de la gente –explica Mercè–. Como prácticamente todos los museos, tuvimos que ponernos con la estrategia digital, proponiendo a las familias cosas para hacer desde casa para conocer mejor la Fundación Miró. Aprovechando los recursos digitales que ya teníamos, y que quizás no habíamos potenciado bastante, como YouTube, y creamos un programa La Miró a mà, que todavía se puede consultar en la Web de la Fundación".
Paralelamente, en previsión de la apertura de sus instalaciones, que no se produjo hasta el mes de junio de 2020, hicieron una encuesta entre las personas usuarias con quienes tenían una relación más estrecha para evaluar qué querían hacer cuando se acabara el confinamiento. En total se obtuvieron respuestas de 414 personas, divididas en los tres grupos a los cuales se dirigieron: "Amigos de la Fundación", personas con carné para familias y las que tenían el pase anual. Esta consulta reveló, según se afirma en su documento de presentación, que “el público local es prudente y saldrá poco para quedarse mayoritariamente en su población de residencia o para hacer turismo de proximidad". A partir de las preferencias detectadas se decidió potenciar, además de la oferta en línea, las actividades al aire libre, por lo cual se quiso aprovechar el entorno de la Fundación, las exposiciones sobre Joan Miró y arte contemporáneo, y abrir inicialmente solo de viernes a domingo, por la imposibilidad de hacerlo toda la semana, como antes, a causa de la situación económica del Museo.
Fundació Joan Miró. Imagen de Carla Izcara.
La respuesta a esta reorientación fue bastante favorable, según relata Mercè. "El público local se portó muy bien con nosotros. Realmente redescubrieron la Fundación. Fue una alegría muy grande ver que los barceloneses, paseando por Montjuïc, se lo hicieron muy suyo durante este periodo, aprovechaban para entrar a la Fundación y redescubrirla. Cuando acabaron los confinamientos perimetrales bajó bastante el visitante barcelonés, y los franceses han vuelto a incrementarse y ya son de nuevo los primeros en nuestras visitas, excepto en jornadas como la del 16 y 17 de octubre, «Viu Montjuïc», que tuvimos una subida de público local impresionante, o en días como La Mercè. Las puertas abiertas siempre son muy aprovechadas por el público local."
Aun así, esta apuesta para el público local no deja de ser complicada. Una de las razones que lo explica es el coste de las entradas, a pesar de haber descuentos relativamente fáciles de obtener, como la presentación del carné de usuario de bibliotecas públicas de Barcelona. Su relevancia queda de manifiesto con la elevada visitación que, en contraste, se da los días de entrada gratuita. A pesar de todo, para Mercè también intervienen otros factores. "La respuesta de la mayoría de gente es que ya ha estado, y quizás vino con la escuela, y lo que no siempre entiende la gente es que la exposición, a pesar de que nosotros le llamamos permanente no es en realidad permanente, que las cosas cambian y siempre hay una excusa para pasearte por la Fundación. Pero a todos nos pasa un poco el mismo, quiero decir, que si te desplazas a otra ciudad, sabes que tienes unos deberes a hacer, entre ellos visitar no sé cuántos museos, y en tu ciudad, como están siempre, piensas que ya irás”.
Esto ha hecho que haya una especial preocupación para revisar cómo ve la Fundación el potencial visitante local y que se le puede ofrecer. "En cuanto a público local, no nos cansaremos de trabajar para ofrecerle lo que haga falta para que se anime a venir –expone Mercè–. Estamos cambiando un poco la estrategia de publicidad, que no solo sea publicidad de la exposición temporal, que sobre todo está pensada para que el público local tenga una excusa para volver, sino que la gente sepa que en la Fundación también hay un café, y que también pueden venir a hacer otras muchas cosas. Lo que queremos es que la Fundación sea un lugar de encuentro, que no haga falta que vayas a ver una exposición sino que cualquier día puedes entrar y estar un rato mirando libros o lo que sea. Nuestra estrategia va hacia aquí, que el barcelonés se la haga suya, y un día vendrá a ver las vistas o tomar un café, y aprovechará para ver la temporal o para volver a visitar la colección".
Museo Picasso
El Museu Picasso ha sido también uno de los equipamientos culturales afectados por la bajada del público extranjero. Según Vanesa Rojas, que trabaja en el departamento de Programas Públicos, como apoyo técnico de educación, la caída del público mayoritario ha hecho que institucionalmente hubiera “un replanteamiento sobre qué ofrecíamos al público local”. Esto ha supuesto, continúa explicando Vanesa, “ampliar los contenidos y las propuestas que hacíamos para reforzar esta atención, y también abrir más el museo hacia fuera”.
Durante los meses más duros de la pandemia se mejoraron los contenidos digitales del Museo, creando unas cápsulas en catalán, castellano e inglés que permiten compartir más información. Al mismo tiempo, se puso un mayor énfasis para intentar consolidar la línea de actividades educativas, tanto escuelas como con otras entidades, que ayudaran a establecer vínculos más estrechos con la población local. Una de las dificultades que Vanesa identifica para consolidar la relación con el público local es la necesidad de generar propuestas que hagan que la gente vuelva al Museo con más regularidad, y por eso “ahora se están reforzando programas más continuados”. Así, lo que se pretende es tener una programación con múltiples actividades e iniciativas que faciliten que, por un motivo o por otro, el público local se sienta atraído a volver al museo más a menudo.
Imagen de Joan Monfort. Proyecto "El Museu s'Apropa".
Del mismo modo, se han multiplicado esfuerzos para consolidar y ampliar la oferta cultural del museo fuera de sus instalaciones. Así, estuvieron participando en un proyecto piloto del Ayuntamiento de Barcelona para acercar las ofertas culturales de cuatro museos a las residencias de personas grandes que se realizó durante el periodo de confinamiento. “Fuimos a cuatro residencias municipales e hicimos unas ocho o diez sesiones, dependiendo de la residencia, y Picasso era el hilo conductor para crear conversaciones con la gente mayor. La idea era cómo el museo podía llegar a gente que no puede venir”. Posteriormente, este proyecto tuvo continuidad dentro de la plataforma Apropa Cultura, con la que se intenta que diferentes colectivos en riesgo de exclusión social puedan acceder a una oferta cultural amplia.
Así mismo, como las escuelas no podían hacer excursiones, desde los servicios educativos del Museo, explica Vanesa, “ofrecimos la posibilidad de ir nosotros a las escuelas”. A pesar de que por el miedo al contagio de la COVID fueron pocos los centros educativos que participaron en la iniciativa, desde el Museo se ha valorado positivamente la experiencia.
Estas diferentes propuestas entroncan con una de las principales preocupaciones que actualmente se debaten en muchos museos, que, según el parecer de Vanesa, “es que se tienen que replantear cuál es su papel dentro de la ciudad. La idea de estar más integrados dentro de la comunidad, y no tanto que el público sea un simple consumidor, está calando poco a poco. De alguna manera la pandemia ha servido para ayudarlos a abordar este debate, ha acelerado la discusión”.
Museo de Historia de Barcelona
El Museo de Historia de Barcelona (MUHBA) tiene la singularidad de tener quince sedes distintas repartidas por Barcelona, que funcionan dentro de una misma propuesta para explicar su evolución histórica. Esto permite, según cuenta Mònica Blasco, su jefa de programas públicos, generar conocimiento utilizando los diferentes espacios disponibles, y “aparte del patrimonio arquitectónico y arqueológico, también tratamos el patrimonio inmaterial”. Así, por ejemplo, en el MUHBA Vila Joana, en Vallvidrera, es donde se llevan a cabo buena parte de las actividades relacionadas con el patrimonio literario de la ciudad. “La idea es fortalecer estas otras salas del museo que no están en la Plaza del Rey, a partir de visitas comentadas y de itinerarios”, afirma Mònica.
El principal objetivo del museo es enseñar a entender la ciudad. Para Teresa Macià, jefa de actividades y educación, esto supone “hacer entender por qué las calles son cómo son y que cuando te mueves por la ciudad el que ves es fruto de unas decisiones que se tomaron en determinados momentos. Los museos de historia de las ciudades te dan el contexto, por qué tienen esta forma y por qué la gente es de una determinada manera”.
El año 2019 el MUHBA recibió alrededor de un millón de personas, de las cuales un 85% aproximadamente eran turistas, mayoritariamente extranjeros. Como el resto de museos de la ciudad la pandemia ha tenido un fuerte impacto. Durante los tres meses que tuvieron que estar cerrados, trabajaron especialmente para fortalecer la producción de contenidos disponibles a través de Internet: itinerarios urbanos grabados, conferencias, conciertos y otros recursos puestos a disposición a través del canal del museo en YouTube. La apertura presencial fue progresiva, con cada vez un mayor porcentaje de aforo permitido. Pero aun así el peso de la actividad virtual se ha mantenido y, además, su difusión ha experimentado un fuerte crecimiento gracias al uso de las redes sociales. Según Mònica Blasco ahora quieren producir más itinerarios filmados explicados: “hemos hecho de la época romana, del Turó de la Rovira, del Refugio 307, y pronto también empezaremos a hacer de la época medieval. La idea, a largo plazo, es también subtitular todos estos itinerarios y que uno, desde casa, en todo el mundo, pueda asistir a un itinerario guiado por un historiador. Trabajamos con esta versión audiovisual de los itinerarios para poner el gusanillo de la curiosidad para venir algún día a conocer este patrimonio”.
Mapa de las sedes del MUHBA. Captura de su página Web.
En el actual contexto, una de las prioridades es también fortalecer los vínculos con los centros educativos. De hecho, este es un público destacado entre los visitantes locales del Museo. El año 2019 recibieron unos cuarenta y cinco mil estudiantes. Y como recuerda Mònica Blasco, "en Barcelona casi todo el mundo pasa de pequeño por el Museo de Historia de la Ciudad”. Después cuesta más mantener el vínculo, continúa la misma Mònica, “quizás vienen en familia y más tarde deben hacer una visita muy de vez en cuando. Y por eso, desplegamos toda una serie de actividades dirigidas al público local que renuevan el interés por el museo, desde itinerarios, que hacemos muchísimos, hasta exposiciones temporales".
Pero en cualquier caso el público estudiantil es muy relevante para el MUHBA y, por eso, aprovechando la actual coyuntura, han empezado a hacer cambios para mejorar la interacción. Por ejemplo, han estado trabajando en el proyecto educativo del Museo. Así, “la parte de trabajo pre visita y virtual ha sido mucho más potenciada –sostiene Mònica–. De este modo intentamos que la visita al museo no sea solo aquella mañana durante dos horas, que vengan con conceptos ya trabajados, y que pueda ser una cosa mucho más significativa. Vaya, que no sea una clase de historia de pie, porque esto es muy incómodo, sino que cuando vengan puedan participar más. Y que después, cuando vuelvan al aula, puedan continuar estirando el hilo”.
Este cambio de concepto en las visitas escolares implica también que los centros educativos puedan instalarse en el Museo y que utilicen sus recursos como si fueran propios. Según Teresa, todo esto supone un esfuerzo porque “tendemos a borrar las líneas que separan el mundo cultural y el mundo educativo, los museos y las escuelas. Lo que queremos es una mayor compenetración. Cada vez más queremos que el museo sea un espacio de cocreación, invitando a las escuelas a usar los espacios del museo como si fueran los de su escuela”.
Museo de les Culturas del Vino de Cataluña
En el caso del VINSEUM, ubicado en Vilafranca del Penedès, la orientación hacia el público local ya estaba presente antes de la pandemia. Tradicionalmente, un 75% de las personas que los visitaban eran de Cataluña, y de este un 40% provenían de la comarca del Penedès y el otro del resto de Cataluña. Según Cecília Jané, técnica de comunicación y turismo del Museo, estos porcentajes muestran fundamentalmente un determinado compromiso con el territorio donde se encuentran y su gente, quien sostiene que “una cosa que no podemos perder de vista es que nos debemos a la ciudadanía”. Para ella, “el patrimonio que conservamos no es nuestro, es de todo el mundo, es una cosa que es para todo el mundo. Y el trabajo que hacemos no es para nosotros, es para todo el mundo. Por eso hacemos un programa de actividades que sobre todo se dirige a la gente más próxima. No estamos haciendo actividades para los turistas que vienen en Barcelona en crucero, ni siquiera por los que vienen a pasar una semana a una casa rural cerca. El grosor de las actividades culturales es para el público de proximidad”.
Este planteamiento se ha traducido en la voluntad que la ciudadanía se pudiera hacer suyo el Museo, ya fuera por una política de precios que lo hace razonablemente accesible como por una programación de actividades muy amplia y diversa que puede atraer personas con diferentes intereses. “Tenemos el museo, pero después tenemos una cantidad de programación cultural, con actividades a parte, que a veces es inabarcable”, declara Cecília. Entre ellas destaca un programa de exposiciones temporales y la organización de dos grandes acontecimientos anuales: MOST, Festival Internacional de Cine del Vino, donde llegan producciones de todo el mundo, y Vila Pensa, un festival de filosofía. Aparte, se realizan una gran diversidad de actividades: “Montamos catas, salidas y caminatas, visitas guiadas, no solo en el museo sino en otros lugares, presentaciones de libros... hacemos muchas cosas”.
Imagen de Vinseum.
Así mismo, el Museo ha puesto en marcha un programa educativo, “Escuela Amiga”, donde los centros educativos son los que proponen qué les interesaría hacer. “La idea es que en lugar de que el Museo ofrezca unas actividades y las escuelas tengan el catálogo y elijan, nosotros preguntamos a la escuela que necesita. Este curso, por ejemplo, hay un instituto que vendrá y harán ellos una exposición. Esto implica hablar con el conservador, venir a ver las reservas del museo..., que entiendan que hacemos, y que entiendan cómo montamos una exposición, que lo hagan y exista. Y hacemos también una presentación pública de trabajos de investigación de bachillerato. Se trata de esto, que entiendan que el Museo no solo es una exposición, sino que es un recurso que se puede utilizar de mil maneras y puede servir para mil cosas, no solo para hacer un taller o ver una exposición”.
La orientación hacia un público local ha hecho que esta etapa marcada por la pandemia, aunque fuera dura, la notaran menos que otros museos más dependientes del turismo extranjero. Y esto refuerza la idea que los museos tendrían que ser concebidos fundamentalmente como equipamientos culturales. “Un museo no es un recurso turístico, es un recurso cultural –concluye Cecília–. ¿Qué una parte de su público pueden ser turistas? Si, y siempre serán bienvenidos. Ahora bien, un museo no tendría que plantearse como un producto turístico. La pandemia nos ha arreciado en esta orientación”.
¿Una apuesta a la proximidad?
La caída en la visitación del público internacional a consecuencia de la pandemia ha puesto en evidencia la vulnerabilidad de muchos museos, que dependían excesivamente del turismo extranjero. Durante el año 2021 se ha producido cierta recuperación en el número de visitantes, pero todavía está lejos de la situación anterior. La incertidumbre en la evolución de la pandemia y otros factores de crisis sistémicas que pueden afectar la movilidad internacional (razones climáticas, precio de combustibles fósiles, disponibilidad de minerales extraños o inestabilidad geopolítica, entre otros factores) planean sobre el turismo, y los museos son especialmente sensibles. A través de los cuatro museos consultados se identifican algunas pautas que pueden ayudar a situar algunos de los elementos clave en el debate sobre el futuro de estos equipamientos culturales y el peso que podría tener un público de proximidad, así como diferentes estrategias para consolidar esta relación.
Un primer elemento ampliamente compartido por la mayoría de museos es que durante los momentos más duros del confinamiento se ha hecho un notable esfuerzo para incrementar los contenidos digitales y las capacidades para comunicarse a través de Internet. La apuesta para crear entornos virtuales mucho más potentes no parece que tenga que disminuir, y aunque no todas las estrategias hayan tenido el mismo éxito, es muy probable que este ámbito gane peso dentro de los museos, como lo muestra, por ejemplo, el reconocimiento a la tarea realizada por el Museo del Prado en Madrid en el uso de las redes sociales, como Instagram o Tik Tok, para atraer al público más joven.
En segundo lugar, se identifica un claro interés por incrementar la presencia del público local. Existe potencial para hacer crecer la visita de proximidad, pero al mismo tiempo esto implica nuevos retos. Entre los factores que ayudan a entender las dificultades para hacer crecer el volumen de la visitación local se percibe que uno de los problemas identificados es el precio y el otro crear una oferta que pueda generar suficiente interés para consolidar una relación continuada. Por último, el hecho que Barcelona sea una ciudad tan turistificada y, en consecuencia, muchos de estos equipamientos culturales estén habitualmente masificados, desincentiva también las visitas de la población local. Esta consecuencia la sufren sobre todo museos ubicados a barrios como el Gótico, el Born o la Barceloneta.
Incidir en el precio parece que es una estrategia consistente cuando se ve el éxito que tiene entre el público local las diferentes iniciativas de los museos para facilitar una entrada gratuita o a precio reducido. A menudo, en estas ocasiones se hacen enormes colas para poder entrar. Es decir que hay interés. A parte de incidir en los precios para facilitar el acceso a un mayor número de personas, habría que abordar otros aspectos que encarecen las visitas y que, al parecer no se están teniendo bastante en cuenta. Por ejemplo, facilitar espacios para comer donde haya la posibilidad de calentar y consumir lo que las personas visitantes lleven de sus casas, como se hace en museos de otros países europeos, y esto podría reducir los costes de este tipo de actividad, en especial para las familias.
MACBA. Imagen de Carla Izcara.
Por otra parte, el otro gran reto para consolidar la relación con el público local es generar un interés continuamente renovado para atraer un visitante recurrente. La mayoría de museos consultados están trabajando en esta dirección. Una de las formas habituales han sido las exposiciones temporales, pero más allá de estas fórmulas la tendencia parece ir en la dirección de ampliar los usos de los museos que permitan una mayor apropiación por parte del visitante. La vinculación con el mundo educativo parece ser una de las vías más exitosas. Asimismo, otra estrategia ha sido ampliar las fronteras del museo realizando actividades en otros equipamientos culturales o puntos de la ciudad. Algunas de estas iniciativas han sido motivadas por el contexto de pandemia, en el que sigue siendo más favorable estar en espacios al aire libre o muy ventilados, pero otras actividades ya llevan años consolidadas, como por ejemplo los festivales que organizan desde el VINSEUM.
Este tipo de estrategias implican fundamentalmente concebir los museos como equipamientos culturales integrados en la comunidad donde se ubican más que como recursos turísticos. Por lo tanto, como dinamizadores del territorio y herramientas de desarrollo local, como plantea en Jordi Abella, director del Ecomuseu de les Valls de Àneu, en el Pallars Sobirà.
Finalmente, revertir las dinámicas derivadas de la turistificación de la ciudad, que provoca el malestar y rechazo de parte de la población local para compartir espacios y actividades, va mucho más allá de las competencias de los museos. Aun así, dejar de concebir los museos como recursos turísticos y pensarlo más como equipamientos culturales destinados fundamentalmente a la población local, que implica repensar precios y cómo se concibe la agenda de actividades, podría ayudar a generar cambios de dinámicas. Y este cambio de mirada tiene que ver también con las políticas públicas y culturales que se hacen en la ciudad.
El tiempo dirá si la crisis económica y de rol que están viviendo muchos museos los adentra hacia nuevos caminos en los cuales su vínculo con su entorno próximo sea mucho más relevante. De momento, hay señales que se avanza en esta dirección. Pero todavía parece demasiado pronto para saber si esta apuesta se consolida y qué implicaciones tiene.
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