24-05-2022
El crecimiento de la ocupación turística tiene límites
Rafael Borràs | Alba SudLa reactivación turística topa con los límites que también tienen los mercados de trabajo. La sucesión de noticias en los medios de comunicación alerta desde hace días de que algo nuevo está ocurriendo en el ámbito laboral.
Crédito Fotografía: Rafael Borràs.
El tiempo postpandémico –de la pandemia de la covid-19, claro, porque “¡vade retro, Satanas!” pensar en las que puedan acechar a la humanidad en un inmediato futuro– ha coincidido con el 50 aniversario de la publicación de “Los límites del crecimiento”. ¿Cómo conmemoran las élites locales este acontecimiento en las Islas Baleares? ¿Reflexionando sobre el imprescindible decrecimiento del modelo de “todo turismo”? Pues no. Más bien, al contrario. Parece que han decretado el fin de la emergencia climática. Lo han hecho a la chita callando, sin los aspavientos que rodearon a la declaración.
El mundo político institucional continúa dándole vueltas a un sin sentido: perpetuar la vía turística de acumulación (ahora envuelta de greenwashing, y con la deslegitimación clasista de los excesos, que no sean el exceso del lujo). Lo hace en el marco del debate de la modificación de la Ley Balear de Turismo, de cuyos contenidos se han publicado varios artículos en este espacio. Más allá de las disputas en torno a estos contenidos concretos –a los que no hay que restar importancia–, el reto sobre el turismo balear del futuro inmediato es qué hacer ante la evidencia de que “nadie querrá viajar cuando todo sea un desierto”.
Y, mientras tanto, la turistificación por tierra, mar y aire se adueña, con faldas y a lo loco, de la realidad social isleña. Lo hace poniendo de manifiesto las contradicciones, el juego de intereses, la negación de los límites biofísicos, las limitaciones sistémicas de derechos humanos, como, por ejemplo, el de no enfermar a consecuencia del trabajo, el de tener una vivienda digna, o el de poder ejercer el derecho de ciudad. El mantra es: ¡Reactivación económica! Concretado en, parafraseando el título en castellano de una magnífica película, “turismo, turismo, malditos” [1].
Y, sin embargo, algo nuevo pasa en el ámbito laboral.
La sucesión de noticias de prensa nos da una idea de la magnitud y naturaleza del fenómeno: “La escasez de trabajadores en Baleares dificulta la reapertura turística”. “Més enllà de l’habitatge, els perquès de l’escassetat de treballadors turístics”. “A la caza de trabajadores en el turismo: «Hay una guerra para contratar”. “Trae a un amigo a la banda y gana 200 euros". “Los hoteleros de Ibiza vuelven a proponer 'el sexto día' laboral ante la falta de personal esta temporada”. “La falta de vivienda y la precariedad azuzan la escasez de trabajadores del sector turístico en Baleares”. “El sector turístico balear ya concentra más trabajadores que en prepandemia”. Etc.
No es una “gran dimisión”, al estilo de la acontecida en los EE. UU., no es un problema de intermediación laboral, ni mucho menos de formación y/o habilidades ocupacionales, tampoco es algo que se soluciona con un “Pay Your Workers Habite” y menos precariedad. Lo que sucede, digámoslo sin tapujos, es que, también los llamados mercados de trabajo turísticos tienen límites.
Después de muchos años de “importar” ingentes stocks de mano de obra para que la gigantesca industria turística funcionara, de toneladas de retórica mainstream (de las élites y no élites) sobre la generación de ocupación, mientras enmudecía el relato sobre beneficios, plusvalía y desigualdad, y de haber construido una “experiencia turística” falsa, según la cual el fin empresarial primordial es “la creación de puestos de trabajo” y no las retribuciones de los accionistas y las ganancias empresariales, todo sugiere que emergen los límites de esta dinámica.
La religión del crecimiento [2] continúa hablando neciamente de “pleno empleo” como gran horizonte sociopolítico en el marco del “no hay alternativa” al todo turismo. Oculta a sabiendas al menos dos cosas:
Primera: Que Michal Kalecki, en su famosísimo artículo de 1942 titulado "Aspectos políticos del pleno empleo", ya advertía que “está claro que el aumento del producto y la ocupación no beneficia solo a los trabajadores, sino también a los empresarios, porque sus ganancias aumentan”, y, en el contexto bélico de la época, escribió: “El hecho de que el armamento constituya la columna vertebral de la política del pleno empleo fascista tiene una influencia profunda sobre su carácter económico. Los armamentos en gran escala son inseparables de la expansión de las fuerzas armadas y la preparación de planes para una guerra de conquista. También inducen al rearme competitivo de otros países. Esto hace que el objetivo principal del gasto se desplace gradualmente del pleno empleo a la obtención del máximo efecto del rearme. En consecuencia, la ocupación se vuelve «más que plena»; no solo queda abolida la desocupación, sino que prevalece una aguda escasez de mano de obra”. A la actual ola armamentista, y de espiral de gasto militar, añádanle el turismo como industria global, y todo arreglado para que “ellos” sigan con el bla, bla, bla del pleno empleo.
La segunda cuestión que ocultan es de cajón. Cuando los limites biofísicos y de espacio se superan con creces, como es el caso de las Islas Baleares, los “mercados de trabajo” manifiestan sus límites. En este sentido, parece obvio que el desajuste entre demanda y oferta de ocupación del monocultivo turístico balear es un clarísimo síntoma de aproximación al colapso.
Son, pues, tiempos de decrecimiento no solo de plazas turísticas. Es la hora de poner en marcha un proceso decrecionista de la turistificación que domina la economía, las relaciones sociales, políticas y culturales. Para hacerlo de manera justa hacen falta políticas (pre)distributivas, entre ellas las relacionadas con el tiempo (y, por lo tanto, la reducción del tiempo de jornada laboral sin mengua de salario), y las de calidad de vida o de buen vivir. A pesar de que los autores de “Los límites del crecimiento” 50 años atrás no lo mencionaran, el crecimiento de la ocupación turística tiene límites.
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