07-06-2022
Islas Azores, nueva frontera de la masificación turística
Raül Valls | Alba SudBajo la inofensiva etiqueta de "turismo de naturaleza", las islas Azores se enfrentan a un proceso de turistificación masiva que puede replicar las experiencias negativas de otros archipiélagos donde la valorización mercantil del paisaje y la cultura pueden acabar siendo un regalo envenenado para las poblaciones locales.
Crédito Fotografía: Blanca Martín-Calero
En el año 2015 se produjo una decisión histórica para las Islas Azores. Este archipiélago en medio del Atlántico, hasta aquel momento excluido de la legislación liberalizadora del espacio aéreo que opera en la Unión Europea, se abría al mundo. El gobierno de Portugal tomaba una decisión que multiplicaba las posibilidades de las islas de convertirse en un codiciado destino turístico, dentro de la lógica de la "permanente búsqueda del lugar nuevo, original y desconocido" que caracteriza la ideología hegemónica en la industria turística. Ryanair y Easy Jet vieron, nunca mejor dicho, el cielo abierto y empezaron a ofrecer vuelos baratos para hacer accesible esta nueva frontera natural y todavía turísticamente poco desarrollada.
Un pequeño "paraíso natural" en medio del Atlántico
Las Azores son un archipiélago de origen volcánico situado a 1.360 kilómetros de la costa portuguesa. Originalmente estaban deshabitadas hasta que fueron colonizadas el 1439 por el Imperio portugués. A la actualidad las nueve islas tienen una población de 236.657 personas (2021) que forman parte de la región llamada Macaronesia, junto con las Islas Canarias y Cabo Verde. Son miembros de la Unión Europea dentro de un estatuto especial denominado "regiones ultraperiféricas" y reguladas por el artículo 299.2 del Tratado de la Unión. Estas islas lejanas, conocidas meteorológicamente por dar nombre a un anticiclón que condiciona el clima del sur de Europa y del norte de África, entraron en los rankings más codiciados de los destinos turísticos "de naturaleza". Principalmente gracias a un paisaje exuberante y a un clima lluvioso, templado y muy regular durante todo el año. La singularidad y belleza del paisaje han sido uno de los reclamos que lo han convertido en un nuevo y atractivo destino bajo la amable denominación de "turismo de naturaleza".
Durante gran parte del siglo XX, las Azores fueron unas islas remotas de uno de los países más pobres de Europa. Entre 1950 y 1990, la mitad de la población había emigrado buscando una vida mejor, pero con la entrada de Portugal en la Unión Europea en 1986, los Fondos Estructurales de la UE fueron un revulsivo. Así, las lejanas islas empezaron a revertir esta situación, el flujo de emigrantes se detuvo y se produjo una tímida recuperación demográfica. Como otros lugares del sur de Europa, las islas dejaron de ser un territorio que expulsaba población para convertirse en receptoras. Ya en el siglo XXI el PIB isleño se acercaba al continental y a la sombra de la inyección de recursos provenientes de Europa se construyeron sobre todo infraestructuras de movilidad: nuevas carreteras, puertos, aeropuertos y la red de internet se extendió por todo el territorio. El sentimiento de aislamiento secular también desaparecería. Aun así, y como pasará en muchos lugares del sur de Europa, estos cambios no impidieron que se detuviera la decadencia de la economía tradicional basada en la pesca y la agricultura. En este contexto, la especialización turística se convertirá en el mantra político oficial con el previsible horizonte de que el “grifo europeo” se cerrara. La apertura liberalizadora del espacio aéreo supuso la culminación de un proceso que conducía a las islas a convertirse en un destino turístico emergente.
Fuente: Blanca Martín-Calero.
Si los datos en el flujo de visitantes se mantuvieron estables del 2004 al 2014, oscilando de los 300 a los 400 mil anuales, el 2015, coincidiendo con la mencionada liberalización, subió a 506 mil y a partir de aquel momento la progresión fue imparable, 626 mil el 2016, 768 mil el 2017, 840 mil el 2018 y 972 mil el 2019. La pandemia de la COVID-19 el 2020 detuvo esta carrera enloquecida con solo 293 mil visitantes. El 2021, a pesar de la situación sanitaria, la recuperación fue rápida con 613 mil visitantes.
Açores com Tarelo o con cabeza
Estamos ante un proceso rápido e intenso de turistificación que, como nos explica la Blanca Martín-Calero, una vallisoletana que vive y trabaja desde hace 19 años en estas islas, está cambiando de forma acelerada el panorama. La apertura del espacio aéreo fue el pistoletazo de salida de la nueva realidad. Este cambio repentino y la irrupción de las compañías de vuelo de bajo coste se produjo para Blanca Martín-Calero "sin ninguna planificación estratégica ni orientación previa". De golpe aparecieron proyectos de nuevos hoteles con una fiebre que quería aprovechar rápidamente los beneficios de este flujo turístico. Al mismo tiempo, "esta avalancha, a pesar de preocupar a la población local, no ha tenido de momento una reacción lo suficientemente amplía y contundente de una sociedad donde desgraciadamente las lógicas clientelistas condicionan todavía en exceso las respuestas cívicas", apunta Martín. A pesar de las dificultades consiguieron constituir un pequeño grupo informal, Açores com Tarelo (ACT-Azores), que viene a significar en castellano “Azores con cabeza”, para "detectar aquello que no está bien, informar a la población de las razones de por qué no lo está y proponer alternativas factibles", explica Martín.
El 2017 el Gobierno regional redactó el POTRAA, un programa que tenía como objetivo ordenar el sector turístico en las Islas Azores. Un extenso y complejo documento que para sus detractores sociales y políticos no respondía a las necesidades de formular un modelo de turismo sostenible y contenido, sino que legitimaba los rápidos crecimientos de visitas de los últimos años y que a largo plazo llevaría a una mayor intensificación.
Los procesos participativos alrededor del POTRAA, afirma Blanca, tampoco están siendo útiles, porque “los documentos que se han puesto a exposición pública son largos y poco entendibles, el mecanismo discrecional para aceptar las alegaciones [pareceres] es oscuro y arbitrario y solo acaba sirviendo como instrumento para legitimar los proyectos proclamando que se han hecho con la participación y acuerdo de las entidades". Todo ello, para Martín, es un sistema que "no sirve para clarificar entre la población local los planes que se quieren impulsar y se acaba poniendo al servicio de legitimar los proyectos turísticos ya previamente decididos".
Fuente: Blanca Martín-Calero.
El documento del programa, que se basa en datos del 2017, no ha sido revisado ni tiene en cuenta el crecimiento exponencial de las visitas de los últimos años, ni las consecuencias de la pandemia y se quiere llevar a la Asamblea tal como en aquel momento se concibió. Para la Blanca este documento "no plantea establecer límites ni ordenar los flujos turísticos y acabará siendo una mera justificación de un proceso que tal como está concebido solo puede llevar a la masificación". En el ámbito político, los partidos que se han ido sucediendo en el poder, Partido Socialista Portugués (centroizquierda) y Partido Social-Demócrata (derecha) no han tenido entre ellos diferencias sustanciales respecto al proyecto y con el último cambio de gobierno ha habido total continuidad. La oposición la podemos encontrar en organizaciones como lo Bloco de Esquerda (izquierda), desde posiciones ecologistas y de crítica de un modelo de desarrollo basado en un crecimiento infinito, y también en Iniciativa Liberal (centroderecha) que a pesar de no oponerse al modelo turístico propuesto, discrepa respecto a las desmesuradas inversiones públicas que se quieren destinar y defiende que sea el mismo mercado quien de manera autónoma lo promueva. Aun así, y como nos reconoce Blanca, "políticos locales de diferente signo manifiestan su preocupación por la tendencia a la masificación que se está produciendo".
Paradójicamente, como explica la misma Blanca Martin-Calero, la posibilidad en el crecimiento de las camas del POTRAA no tiene un límite de capacidad establecido, sino que puede aumentar directamente en función de la demanda en las pernoctaciones. Según cuenta Antonio Lima político del Bloco de Esquerda, poniendo un ejemplo cómico, es como si el límite legal de velocidad en las carreteras aumentara en función de la libre voluntad de los conductores de presionar el pedal del coche. En este caso, y poniendo el lobo a guardar los corderos, se deja en manos de los intereses de las compañías de vuelo low cost y del mismo sector turístico el volumen de los flujos de visitantes.
La masificación parece pues el destino fatal e inevitable de todo el proceso. Para Blanca Martín-Calero es contradictorio que la propuesta institucional "hable de turismo de naturaleza mientras promueve proyectos urbanísticos, grandes hoteles y abre la puerta sin límites a la plataforma Airbnb". Como otros muchos destinos, la posibilidad del alquiler turístico vinculado a plataformas, facilita el consenso social de parte de la población autóctona al hacerlos participar de un modelo que permite la masificación y dificulta el acceso a la vivienda de la población local.
Por otro lado, estos procesos de crecimiento del turismo, que se suelen presentar como solución para todos los problemas, no parecen haber sido un freno para una nueva fase de despoblación de las islas. Entre 2011 y 2021, al mismo tiempo que crecía de forma imparable el número de visitantes, las islas perdían 10.115 habitantes, un 4,1% de su población. Por sectores de ocupación, y a pesar de que no difiere de las tendencias generales, tanto el sector primario como secundario han sufrido constantes bajadas mientras el sector servicios crecía de manera imparable. Especialmente, el sector primario que tras unos años de cierta estabilidad (2000-2015) manifiesta una rápida caída paralela a los años de más expansión del número de visitantes (2015-2020). Cómo ha sucedido en otros destinos, los crecimientos urbanísticos que suelen acompañar a los procesos de implantación turística suelen ser la derivada perversa de estos proyectos. Así pues, el cambio de usos del suelo y la pérdida de espacios agrarios está servida.
Fuente: Blanca Martín-Calero.
Las Azores se han convertido en los últimos siete años en una nueva frontera salvaje de la burbuja turística y de los intereses especulativos de su industria, donde vuelve a mostrarse el peor rostro de un modelo de desarrollo que la crisis climática y energética demuestran totalmente obsoleto, contraproducente y destructivo. Es preocupante que las instituciones y los partidos políticos mayoritarios todavía repliquen el viejo y gastado discurso de las potencialidades progresivas de un turismo masivo y sin límites, y sobre todo cuando se encuentra condicionado por las largas distancias, las inversiones públicas y los vuelos con queroseno subvencionado. Por otro lado, la pandemia de la COVID-19 ha dejado clara la fuerte vulnerabilidad de las economías donde hay una gran dependencia del turismo y qué tipo y condiciones de trabajo acaba ofreciendo a las poblaciones de las zonas turísticas.
En territorios insulares, donde los límites están muy claros, sería más razonable limitar el crecimiento turístico, diversificar su economía y encontrar modelos de desarrollo turístico alternativos y respetuosos con el entorno y con la gente que vive en ellos. Cuando es el sector empresarial privado el que lo gobierna se hace inevitable la deriva hacia procesos de crecimiento depredador, sin límites y dónde prima el beneficio económico de las grandes empresas por encima de las necesidades de la población autóctona y de los pequeños negocios locales. En este caso, como dice la gente de Azores preocupada y que se está organizando, es necesario un fuerte liderazgo público y democrático y una participación real y efectiva de las comunidades locales para definir qué modelo de turismo y qué estructura económica quieren para sus islas.
¿Cambio de escenario?
Finalmente, el 18 de mayo de 2022 el Gobierno de la Región Autónoma de Las Azores decidió retirar el POTRAA. Los desacuerdos y equilibrios políticos y las críticas de entidades sociales han estado capitales en esta decisión. El “documento de cancelación” reconoce que el programa, redactado el 2017, tal como advertían las críticas, ha quedado caduco a causa del impacto de la pandemia, la situación del tráfico aéreo internacional, la crisis sísmica y volcánica de la isla de Sao Jorge y, más recientemente, la guerra en Ucrania. También la “cancelación” manifiesta la voluntad de abrir la puerta a que sean los ayuntamientos, a partir de unas orientaciones generales, los que regulen dentro de su territorio. Desde el respeto al principio de la autonomía municipal hay que tener presente también los peligros que puede suponer que cada ayuntamiento pueda regular de forma autónoma su desarrollo turístico. Los municipios no tienen generalmente suficiente fuerza ante la capacidad e influencia de los grandes grupos empresariales, que pueden generar una competencia salvaje entre ayuntamientos con el objetivo de captar inversiones. Hace falta por lo tanto ser muy cuidadosos a la hora de establecer las competencias y los límites de cada cual en esta cuestión. Las reglas de juego tienen que estar muy claras si se quiere evitar una guerra de todos contra todos.
Fuente: Blanca Martín-Calero.
Esta retirada es por lo tanto una gran oportunidad para abrir un nuevo debate social sobre como debe ser el modelo turístico y económico para unas islas con unos entornos naturales de gran valor pero también de una gran vulnerabilidad ecológica. A grupos sociales organizados, como Açores com Tarelo, se les abre posibilidad de introducir en la agenda política discusiones sobre los límites, las regulaciones, las líneas rojas y las características que ha de tener un modelo de turismo que sea sensible a las condiciones de insularidad, lejanía y valor ecológico que caracterizan este territorio. Es importante, por lo tanto, abrir un diálogo donde se tengan en cuenta y se puedan aportar los conocimientos y las experiencias pasadas en otras islas similares y evitar así los errores y dinámicas de turistificación masiva e impactos ambientales y sociales, desgraciadamente ya muy conocidos y estudiados. La redacción del nuevo POTRAA en las Islas Azores es una gran oportunidad para definir un modelo de turismo respetuoso y adecuado para los territorios insulares. Ahora habrá que aprovecharla.
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