28-09-2022
Ernest Cañada: "Cuando se apuesta por sectores de proximidad, el turismo se convierte en un aliciente para la venta de la propia producción"
En el marco del XIV Congreso de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE), realizado en Mallorca del 25 al 27 de abril de 2022, Sara Serrano Latorre entrevistó a Ernest Cañada para la Revista Agroecológica de Divulgación.
Crédito Fotografía: Fuente: Web Apadrina un Olivo.
Sara Serrano Latorre (SSL): ¿Cómo describirías el contexto actual del turismo tras el parón de la pandemia?
Ernest Cañada (EC): El momento actual del turismo está marcado por una fuerte reactivación pospandemia. Después de dos años de fuertes restricciones a la movilidad y las aglomeraciones, y a pesar del incremento de precios y las perspectivas de crisis que se avecinan, las actividades turísticas están experimentando un crecimiento en la mayoría de sus expresiones. Aumenta tanto el turismo internacional como el doméstico y el de proximidad, e igualmente en espacios urbanos y rurales. Las autoridades políticas han apostado claramente por esta reactivación, aunque con una clara preferencia por atraer a sectores de mayor poder adquisitivo, lo cual se presenta bajo el eufemismo de turismo de calidad.
Sin embargo, lo que no está tan claro es la solidez sobre la que se asienta esta recuperación. Hay múltiples factores que señalan tanto su incertidumbre como la vulnerabilidad de los territorios que más dependen del turismo. A corto plazo, los efectos de la crisis, con un fuerte crecimiento de la inflación, auguran un otoño incierto. Pero a medio plazo coinciden otros aspectos que amenazan estas actividades y que no van a desaparecer: efectos de la crisis climática que comportan la acentuación de fenómenos naturales extremos y, en algún momento, esperemos, políticas de restricción a la movilidad en transporte aéreo y marítimo a largar distancia, uno de los fuertes responsables de emisiones de gases de efecto invernadero; incremento de los costes del transporte y de múltiples suministros por el encarecimiento de los combustibles fósiles, cada vez más costosos de extraer; escasez de minerales extraños, que son la base de la apuesta por la digitalización del sector; conflictos geopolíticos que acentúan la inseguridad, entre muchos otros.
Por tanto, no parece tan evidente que el turismo pueda seguir creciendo de un modo parecido al de antes de la pandemia, como si el mundo y sus recursos fueran infinitos. Y, sin embargo, no vemos que las distintas autoridades políticas estén pensando en términos de cómo revertir la vulnerabilidad que genera la especialización y dependencia del turismo.
SSL: ¿Es el turismo una oportunidad real para los territorios rurales?
EC: La relación entre el turismo y los territorios rurales ha sido siempre ambivalente, con experiencias enormemente contradictorias. Habitualmente aparece en escena como actividad no tradicional ante las múltiples crisis provocadas en las actividades agropecuarias. Pero los resultados de las políticas que buscan este crecimiento en términos de sustitución de actividades productivas no han dado los resultados esperados, al contrario, agudizan los procesos de desposesión y desplazamiento de las poblaciones rurales. Cuando se plantea en términos de estimular la producción agrícola para dar respuesta a las demandas del turismo, en realidad, tampoco ha funcionado. El motivo principal es que las familias productoras han debido adaptarse a unas exigencias del mercado que han provocado nuevas dependencias. Al final, el modelo de turismo rural que más se ha impuesto ha sido el de inversiones procedentes de otros espacios, desvinculadas de la ruralidad y de una integración en las dinámicas socioterritoriales de su gente.
SSL: ¿Qué nos contarías del "slow tourism"?
EC: Ha sido una apuesta por poner en valor la cultura alimentaria y todo lo que conlleva su producción. Ha sido algo interesante, pero a su vez, el intento en numerosos lugares de vinculación con un turista de alto poder adquisitivo ha comportado diversas contradicciones. Por ejemplo, que se promoviera como slow tourism lo que se hace estrictamente en aquel entorno, sin tomar en cuenta que a lo mejor aquel turista ha recorrido diez mil kilómetros para llegar hasta ahí. Esto en términos ecológicos no tiene ningún sentido. Además, la apuesta por un turismo de ricos implica mayores costos de recursos, como agua o energía, y es difícil que pueda fortalecer alianzas comerciales perdurables y de largo alcance. Y ese es el principal problema de los procesos de elitización turística: si muchos territorios hacen el mismo intento, se encontrarán que un mercado de este tipo es, por definición, limitado, porque precisamente está basado en la desigualdad. No digo, por supuesto, que todo el slow tourism haya sido esto, pero la tentación de la elitización ha estado muy presente y es algo que deberíamos analizar más críticamente.
SSL: ¿En qué aspectos del agroturismo radica su fuerza o, por el contrario, su vulnerabilidad? ¿Y cómo enfocarlo hacia la sostenibilidad con base agroecológica?
EC: Precisamente, el agroturismo ofrece la oportunidad de replantear la relación entre turismo y agricultura con otros posibles resultados, más positivos que los convencionales. En el agroturismo la actividad productiva está en el centro, y el turista se desplaza y se interesa justo por lo que ocurre ahí, algo que no le puede ofrecer cualquier otro tipo de inversión en forma de turismo rural. La base del agroturismo es la actividad que genera un mundo rural vivo, cultura material e inmaterial creada a partir de unas determinadas prácticas productivas. Y esto permite que el turismo pueda funcionar como un complemento económico que no sustituye, porque si todo es ficción se acaba el atractivo turístico. Además, cuando la apuesta es por sectores de proximidad, el turismo se convierte en un aliciente para la venta de la propia producción, e incluso para favorecer vínculos comerciales más estables. Me parece que esta es la dirección más interesante en la relación entre turismo y agricultura.
SSL: Por último, ¿destacarías alguna buena práctica?
EC: A mí me parece que, por citar una, la experiencia de Apadrina un olivo en Oliete, Teruel, que descubrí por Jordi Gascón, que ha escrito cosas muy interesantes sobre esta iniciativa, muestra el potencial del vínculo entre turismo y agricultura basado en el protagonismo de sectores populares autorganizados. Gracias al retorno recurrente a sus casas de origen, o de sus familias, han logrado mantener vivas zonas rurales amenazadas de despoblamiento y depauperización. Además, pudieron mantener la producción de aceite y fortalecer mercados. El turismo, de sus protagonistas y de quienes les visitan, hace posible un tipo de actividad que queda fuera del radar de grandes inversiones y dinámicas de acaparamiento privado. Me encantaría que pudiéramos citar muchas más experiencias de este tipo, porque realmente hay una oportunidad enorme en las economías populares que integran y controlan la propia actividad turística.
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