08-03-2023
El feminismo del 99% aplicado a los estudios turísticos
Carla Izcara & Gema Martínez-Gayo | Alba SudEn motivo del 8M compartimos unas reflexiones a partir de la lectura del Manifiesto de un feminismo para el 99% de Cinzia Arruzza, Tithi Battacharya y Nancy Fraser. Un movimiento que busca incluir otras luchas de base con un objetivo común: terminar con el sistema capitalista
Crédito Fotografía: Argentina, 2022. Imagen de Stella Giordano en Pixabay.
Aunque el análisis de las desigualdades de género en los estudios turísticos tiene cada vez más importancia, lo cierto es que su enfoque se ha centrado en un número limitado de temas: las barreras de ascenso profesional de las mujeres a los puestos de poder dentro de las organizaciones empresariales o las implicaciones del turismo para las mujeres en los contextos rurales, entre otros. No obstante, la producción científica en el ámbito del movimiento feminista y, en especial, desde perspectivas anticapitalistas es aún reducida. Esto conlleva que los debates que se desarrollan en el movimiento feminista todavía no han llegado al ámbito turístico, lo que muestra una imagen parcial y limita la comprensión de la sociedad y sus problemáticas. Surge, por tanto, la necesidad de ampliar la mirada sobre qué investigamos desde el feminismo cuando nos referimos al turismo. En Alba Sud nos hemos planteado estas cuestiones y para ello hemos tomado como primera referencia el Manifiesto de un feminismo para el 99% de Cinzia Arruzza, Tithi Battacharya yNancy Fraser.
Un feminismo del 99%
En apenas cien páginas, estas tres autoras consiguen transmitir un claro mensaje: el movimiento feminista no puede desvincularse de las luchas contra el capitalismo ni puede estar desligada de otros movimientos,ecologistas, antirracistas, antimperialistas, LGBTIQ+, sindicales y de otros tipos de asociaciones de trabajadoras y trabajadores y de quienes reivindican la necesidad de un cambio en la relación entre producción y reproducción. Para sostener esta afirmación, dividen el manifiesto en once tesis donde se abordan las distintas crisis del sistema capitalista desde una perspectiva de género y también tienen en cuenta otros ejes de opresión que, desde su punto de vista, la crisis actual del capitalismo los junta y refuerza.
De este modo, si planteamos la discusión en estos términos, tenemos que abordar en primer lugar, la división del movimiento feminista descrita al inicio del manifiesto. Por un lado, se identifica el feminismo liberal, que centra su atención en un problema de subrepresentación de las mujeres como grupo. Esto implica que su visión,focalizada en la igualdad dentro del mercado, es limitante y excluyente, ya que no se preocupa por la situación de la mayoría de las mujeres y suele ceñirsea cuestiones como “el techo de cristal”. Así, cuando el capital exige que estas mujeres se dediquen principalmente a la acumulación, tienen que descargar los cuidados en las menos privilegiadas, mujeres migrantes y/o racializadas, generandoen consecuencia las “cadenas globales de cuidados” (Hochschild, 2014). En este proceso, una importante parte de mujeres migrantes y racializadas se emplean en tareas domésticas con unas condiciones precarias, separadas muchas veces de sus propias familias y obligadas a derivar los cuidados de su descendencia a la familia en el país de origenpara poder sobrevivir.
"Si nos quieren criadas y precarias nos encontrarán combativas y organizadas", Barcelona. Imagen de Carla Izcara.
Frente a esta perspectiva de “lucha por una mayor representatividad de unas pocas”, surge un feminismo anticapitalista, que busca una transformación social profunda, que va más allá de ocupar espacios y rompe con las estructuras de opresión del capitalismo abrazando otras luchas. Un movimientoque “defiende las necesidades y derechos de muchas: de las mujeres pobres, trabajadoras, racializadas, migrantes, queer, trans y discapacitadas” (Arruzza et al., 2019:31) en un contexto de policrisis (Tooze, 2022).
El segundo mensaje clave del texto gira alrededor de qué papel le asigna el capitalismo a la reproducción social. Esta cuestión aborda cómo el capitalismo institucionaliza la división del trabajo productivo y reproductivo. Según la teoría de reproducción social, por un lado, hay la producción de beneficios, tradicionalmente ubicada fuera del hogar y valorada. Por otro, habría el trabajo reproductivo, aquél que produce personas, más allá de la biología, e incluye también el tejido social, los servicios sanitarios, el acceso a zonas verdes, a agua potable, a un techo, una cama… En definitiva, todos aquellos cuidados necesarios para la reproducción de la vida y que, por tanto, de son también seres productivos para el capital. En este proceso de separación, la reproducción de personas, se subordina a la esfera productiva y su responsabilidad se asigna en función del género (en un sistema tradicional binario de sexo-género), así como se desvaloriza e invisibiliza.
Esto hace que cuando las mujeres acceden a la esfera productiva, en muchas ocasiones, lo hagan en desventaja, ya que se presupone que tendrán que responder a unas obligaciones domésticas y de cuidados, o porqué su trabajo se percibe como una extensión del trabajo doméstico dentro de la esfera productiva. Además, las autoras añaden el factor que la organización de la reproducción social no sólo se basa en los roles tradicionales de género, sino que, además, las sociedades capitalistas, se han construido bajo una división racial del trabajo reproductivo. A pesar de que el sistema capitalista necesita de esta función, ni la valora ni reconoce y esto es una de las contradicciones que genera.
Las crisis del capitalismo
Las crisis son recurrentes e inevitables en el sistema capitalista y podríamos afirmar que, en las últimas décadas, se ha acelerado una crisis sistémica a todos los niveles: social, político, humanitario y ambiental. ¿Pero hasta qué punto podemos hablar de períodos de crisis si son inherentes al sistema? ¿Qué entienden por crisis, por ejemplo, aquellas trabajadoras turísticas que desde la Reforma Laboral de 2012 sufren las externalizaciones y su trabajo es cada vez más precario? Pensamos que no podemos entender el concepto de crisis solo basándonos en indicadores socioeconómicos, por ello proponemos aproximarnos al sistema capitalista de forma holística y ver de forma articulada todas aquellas crisis que le atraviesan desde su fundamento.
"Contra el patriarcado y el capital", Costa Rica. Imagen de Arturo Silva.
Este sistema capitalista se basa en una estructura de poder jerárquica que ejerce violencias, una de ellas es por razones de género, tanto en la esfera privada como en la social. Esta violencia basada en el género es también una herramienta para conseguir disciplina laboral, bajo la eterna amenaza de la facilidad de sustitución. Casos como este son descritos por las trabajadoras turísticas, camareras de piso, limpiadoras, etcétera. También debemos considerar la tendencia a limitar cada vez más las prestaciones sociales hace que las mujeres tengan que asumir mayores cargas en cuanto a las tareas de cuidado en el hogar. Una violencia, definida por las autoras como inherente al propio sistema capitalista y con raíces estructurales en el orden social. Por ello, las respuestas “carcelarias” o las “soluciones de mercado” no serían ni suficientes ni adecuadas, sino que requieren una perspectiva de transformación más amplia.
Este sistema de poder entrecruza el género con la raza y la clase. Así, el racismo e imperialismo como otras formas de violencia también serían inherentes en la organización social. De hecho, el capitalismo no solo expropia y explota cuerpos, sino que también lo hace con los recursos naturales, afectando particularmente a mujeres como defensoras de la tierra. Así, no podemos separar la justicia social del bienestar de las comunidades humanas y la sostenibilidad de la naturaleza no humana.
En relación a la sexualidad, se exponen dos posiciones dominantes. Por un lado, un reaccionarismo sexual en contra de los derechos de las personas no binarias o fuera de la heteronormatividad. Por otro, el liberalismo sexual, que normalizaría prácticas o expresiones consideradas tabús bajo una forma favorable para el capital. Esta cuestión permea claramente en el turismo, ya que, bajo la lógica de buscar distintos mecanismos de reproducción del capital, la sexualidad es otra frontera donde generar nuevos mercados y distintas formas de acumulación. Las autoras anuncian como “el sexo vende en la sociedad capitalista y el neoliberalismo lo comercializa en diferentes sabores” (Arruzza et al., 2019: 56). Así, podríamos concluir que, para asegurar una verdadera liberación sexual, la meta tiene que ser crear una nueva forma de sociedad no capitalista, ya que la lucha contra la opresión por razones de género u orientación sexual no puede plantearse solo como un problema de subrepresentación de determinados colectivos, sino como un problema de opresión en conjunto. A pesar de ello, pasos como la despenalización del aborto en más de 50 países o la legalización del matrimonio homosexual en 30 países es una victoria de los movimientos sociales y un paso más hacia una deseada liberación sexual.
"Liberación queer no capitalismo arcoiris". Imagen de Delia Giandeini en Unsplash.
En conclusión, el Manifiesto describe como la “crisis estructural es parte integral de una crisis general más amplia del capitalismo contemporáneo” (Arruzza et al., 2019: 101). Esto lo sustentan mostrando cómo la división entre producir beneficios y personas ha generado una tensión de base en la sociedad capitalista. Más allá de la plusvalía que genera el trabajo asalariado, la institución capitalista es posible gracias también a la reproducción social. Por ello, no es de extrañar que el conjunto de reivindicaciones sea por “una reorganización masiva de la relación entre producción y reproducción” (Arruzza et al., 2019: 101).
Hacia una nueva agenda de investigación feminista en turismo
En ocasiones, los estudios turísticos que han abordado la cuestión del género se han quedado en la superficie, priorizando mayoritariamente temas vinculados a una agenda liberal feminista. De este modo, proponemos que este manifiesto se considere como posible punto de partida para establecer una agenda renovada de investigación en turismo que priorice a las trabajadoras de abajo, teniendo en cuenta una dimensión de clase y de raza, lo cual supone abordar las distintas estructuras de opresión que les afectan. Por ello, a continuación, sugerimos posibles temas de investigación para ampliar la mirada de los estudios turísticos.
En primer lugar, “un enfoqueexclusivo sobre la explotación del trabajo asalariado no puede emancipar a quien trabaja, independientemente de su género” (Arruzza et al., 2019: 102). Por ello, se debe tener en cuenta también el trabajo reproductivo y apuntar a la instrumentalización y explotación que hace el capital de este trabajo no asalariado, esencial dentro de la sociedad capitalista.
En relación con el turismo, proponemos priorizar el acompañamiento en términos de investigación en torno a las preocupaciones de las trabajadoras que ocupan los empleos más precarios dentro del sector. La extensión de la precariedad en los empleos turísticos ha supuesto que cada vez más personas soportenpeores condiciones laborales, por lo tanto, fijarse en sus problemas es tener en cuenta a una amplia base de trabajadoras y trabajadores sobre los que se asientan las actividades turísticas. Elevados ritmos de trabajo, escasos tiempos de descanso, trabajos por temporadas, falta de reconocimiento de las horas realmente trabajadas, incertidumbre respecto a la continuidad en el puesto de trabajo, son algunas de las características de muchos de los empleos turísticos. Todo ello demanda profundizar en los impactos en la salud física y mental y la falta de reconocimiento de enfermedades profesionales, así como en la violencia en el trabajo en sus diversas formas. Asimismo, en las consecuencias de la externalización y la digitalización en la calidad del empleo. Todo esto, tomando en cuenta que la concentración en unos pocos puestos de trabajo y la falta de oportunidades, afectan especialmente a las trabajadoras que se ven ancladas por los estereotipos de género existentes en el sector, situación agravada también por el origen, la situación administrativa o la edad de la fuerza laboral. Esta perspectiva debería incluir también aquellas actividades que se desarrollan dentro de la economía informal, esenciales para el desarrollo de la actividad, pero sin protección social ni reconocimiento. Estos trabajos recaen frecuentemente en manos de mujeres y de personas migrantes en situación administrativa irregular, por lo que se puede decir que son varios factores los que debemos abordar para solucionar la problemática.
Imagen de Daniela Martínez en Unsplash
Por otra parte, es necesario abordar qué implicaciones pueden tener ciertas prácticas de consumo turístico desde la perspectiva de las necesidades de las mujeres en relación a los procesos de reproducción social. Así, creemos que un impulso del turismo social y una política pública en turismo pensada para la población local es necesario en este contexto de múltiples crisis y creciente desigualdad global. Esta propuesta puede ser la herramienta que garantice el acceso a personas en riesgo de exclusión social a un ocio donde se promueva el desarrollo personal, el arte, el contacto con la naturaleza, el deporte, etc. No debemos olvidar la necesidad de prestar atención a los efectos que las actividades turísticas tienen en el entorno y el medio ambiente, se debe profundizar en el análisis y las consecuencias del modelo turístico actual y proponer alternativas.
Por otro lado, como alertan las autoras, el liberalismo sexual y la voluntad del capitalismo de generar nuevos nichos de mercado y extender sus posibilidades de reproducción puede ser una nueva fuente de peligros para las mujeres y disidencias de género y sexuales. Por ejemplo, en base a exaltar y sacar provecho de las diferencias, el turismo LGBTIQ+, podría organizarse bajo las demandas del capital y contemplarse como una frontera más donde generar mercado en lugar de generar debatey ayudar a romper las opresiones que sufre un colectivo tan diverso.
Finalmente, hay que recalcar que el rechazo a la forma de organización social capitalista implica luchar contra la opresión por razones de género, además de muchos otros aspectos mencionados con anterioridad. La visibilidad de la diversidad de intereses y problemáticas de las mujeres, que son múltiples y resultan comunes a muchas otras personas, incrementa el reconocimiento mutuo y sienta las bases para una “solidaridad de clase”, tal y como explican las autoras. Así, el feminismo para el 99%, lejos de dividir la clase trabajadora, que ya hemos comprobado que no es exclusivamente blanca, masculina ni obrera, tiene como “objetivo unir movimientos existentes y futuros en una insurrección global de base amplia” (Arruza et al., 2019: 78). Ese feminismo anticapitalista permitirá visibilizar aquellos problemas estructurales que han permanecido ocultos y luchar contra las estructuras de opresión que afectan principalmente a las mujeres, aunque no sólo a ellas. Tan sólo esa unión será la que permitirá “ver más allá” y lograr un cambio real en la sociedad.
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