16-05-2023
Estragos de la COVID-19 en algunos Pueblos Mágicos de México
Erick García | Alba SudCuando se habla de la crisis por la COVID-19 en el turismo, se suele poner énfasis en las pérdidas económicas y la baja del número de visitantes, pero ¿cómo fue la experiencia de la población residente en algunos municipios fuertemente turistificados como algunos Pueblos Mágicos de México?
Crédito Fotografía: Mocorito. Imagen de Edgardo Avilés bajo licencia creative commons.
El SARS-CoV-2, causante de la pandemia de la COVID-19, sigue generando estragos de diversa índole hasta el día de hoy. Por su presencia global, el turismo no fue exento de sufrir modificaciones en su dinámica. El cierre de fronteras y la cancelación de vuelos internacionales para tratar de disminuir (o en la medida de lo posible controlar) la propagación del virus provocó una baja mundial de desplazamientos en por lo menos un 58% para 2019. Esto representó una hecatombe económica para los distintos sectores que se benefician del fenómeno del turismo, acostumbrados a superar las cifras de dinero y de visitantes cada año (WTO, 2020). Para el caso específico de la República mexicana, en 2020 la pandemia significó una baja del 46% del turismo internacional y una disminución en materia de divisas por turismo de 55.1 puntos, pasando de una captación de 24 573 a 11 025 millones de dólares con respecto al año anterior (SECTUR, 2021).
Si bien los datos anteriores reflejan el impacto que ha significado la pandemia para el turismo, tanto a nivel internacional como para el caso de México, esto solo permite ver “la punta del iceberg”. Por su complejidad, este fenómeno trastoca diversos elementos que deben considerarse y analizarse. Una lectura simplista—como mero agente económico—, fomenta la repetición de los mismos errores en su gestión. Al menos para el caso de contextos turísticos mexicanos, actualmente se habla de reactivar el turismo mediante la movilidad nacional e internacional, poniendo como recomendación primordial la visita a alguno de los 132 Pueblos Mágicos del país, como si todo lo acontecido durante la crisis sanitaria ya hubiese sido superado.
Las vivencias de la población residente son hechos de los cuáles se podría aprender para entender qué otros efectos ha tenido la pandemia en los destinos turísticos; pero lastimosamente, no han sido tomados muy en cuenta. Esta ha sufrido en carne propia la pandemia: su trabajo, calidad psico-social y fuentes de ingresos se vieron aún más amenazados (por la propia dependencia económica que guarda su localidad).
Más trabajo, menos paga
Margarita [1] trabajó en un centro ecoturístico del Pueblo Mágico de Zozocolco de Hidalgo, Veracruz, durante la pandemia. El establecimiento, que cuenta con un salón de eventos, restaurante y servicio de hospedaje en cabañas, solía estar lleno los fines de semana. Ella trabajaba habitualmente en el área de recepción; sin embargo, la situación cambió con el inicio de la pandemia. De ser inicialmente seis personas para atender el complejo, había días en donde una sola debía estar pendiente de la llegada de huéspedes y de atenderles en lo que fuera necesario. La pandemia también les causó incertidumbre laboral a Margarita y a sus compañeras de trabajo, “había días que teníamos que esperar para ver si ir o no a trabajar; si no había nada de reservaciones, el dueño decidía cerrar”, asegura.
Crédito de fotografía: Zozocolco. Imagen de Sari Dennise bajo licencia creative commons.
Además de implicar una mayor carga laboral, esta situación también significó ladisminución de sus ingresos. Su horario establecía la entrada a las diez de la mañana y la salida a las siete de la noche, pero “si llegaba alguien tenía que atenderlos” y, en consecuencia, no siempre se cumplía el horario establecido. Asimismo, Margarita mencionó que “aunque trabajaba más, le pagaban un 30% menos”, sumado a que “casi no sacaba de propinas, por lo que tres compañeras prefirieron renunciar, ya que para ellas no tenía caso arriesgarse a ser contagiadas”, concluyó.
Tensiones psicológicas ante la búsqueda de alternativas
Iraís, habitante del Pueblo Mágico de Mocorito, en Sinaloa, trabaja hasta la fecha en el área administrativa de un restaurante ubicado en el centro de la localidad que permaneció cerrado por aproximadamente seis meses ante las medidas de salubridad impuestas por las autoridades. Ella, al igual que muchas personas que temporalmente no podían desempeñarse en el sector turístico, buscó alternativas para poder solventar sus gastos. Comenzó a vender ropa mediante el uso de redes sociales y el negocio prosperó a tal grado que actualmente lo sigue gestionando. No obstante, el vender ropa representaba un riesgo para ella, pues cuenta que “uno no sabía bien qué podía causar la enfermedad. Cuando yo empezaba, aunque me iba bien, me daba mucho miedo. Aunque los viera en tal lugar y fuera con cubre bocas, mi gran miedo era contagiar a mis seres queridos”.
Por supuesto que su caso no es aislado, ya que sus compañeros del restaurante tuvieron que buscar, al menos temporalmente, otro oficio. La única ayuda que pudieron recibir por parte de la gerencia del restaurante fueron tres mil pesos mexicanos (cerca de 165 USD), por lo que “muchos decidieron trabajar en el supermercado”. Sin embargo, tenían el conflicto emocional de “sentir que te juegas la vida cada vez que sales a trabajar, lo que implica decidir si te quedas encerrado en casa, pero sin dinero, o salir por dinero, pero arriesgar la salud”.
El sector de entretenimiento
Ulises, músico de profesión en Chignahuapan, Puebla, cuenta que la situación fue aún más difícil para la gente que se dedica al sector de entretenimiento. Las políticas impuestas por las autoridades municipales le impedían trabajar en áreas públicas, y como los restaurantes y bares permanecían cerrados, tenía pocas —si no nulas—alternativas de ingreso. “Media hora que empezabas a tocar y ya llegaban los de los de no sé qué dependencia, desarrollo social o algo así, y te decían que no se podía”, relata.
Además, se dio cuenta que existía permisibilidad y control del espacio aún durante la pandemia, donde las autoridades daban preferencia a ciertos espectáculos, pues Ulises sabía que cada ocho días había el show de un payaso ambulante. “Los compañeros del rubro se molestaban porque solamente él era el que movía y, eso sí, tenía que dar su mordida. Ya sabes que todo es así, en todos los ayuntamientos hay desperfectos”, asegura Ulises.
La conducta del viajero y la “recuperación” del turismo
Mauricio, auditor nocturno de un hotel ubicado en Tequisquiapan, Querétaro, explica que quedó desempleado siete meses. Poco después del comienzo del protocolo de cuarentena anunciado en marzo de 2020, por salud física y mental, decidió quedarse en casa de sus padres y apoyarlos en las labores domésticas. Durante ese tiempo, reflexionó sobre el ritmo de vida que llevaba, al tener jornadas de trabajo de hasta 12 horas y un sueldo que consideraba poco justo para el trabajo que desempeñaba y dicidió “cambiar de lugar de trabajo, en el mismo puesto, pero en un diferente hotel, y ahora trabajo ocho horas y me pagan un poco más”.
Mauricio cuenta que en el lugar en que trabajaba inicialmente, los protocolos de seguridad se volvieron un conflicto con algunos turistas. Había huéspedes que no querían usar cubrebocas, mantener las distancia con los demás o que incluso viajaban con cuadros de infección viral en las vías respiratorias. “Era una lata –se queja–. La gente a veces no entiende que es hasta por su seguridad, pero los viajeros por trabajo estaban hartos de las restricciones de seguridad”.
Crédito de fotografía: Tequisquiapan. Imagen de Arturo Ochoa bajo licencia creative commons.
Por otro lado, renunciar a su antiguo empleo le permitió reflexionar sobre algunas cosas que ve mal en la industria turística. “La recuperación no debería ser solo la parte de estrategias de marketing para volver a traer más turistas, que además ha ido muy lenta, porque mucha gente aún tiene miedo de salir”. Por lo que hay que plantearse preguntas cómo: “¿Qué tal si viene otra crisis, otro virus? ¿Una guerra mundial? Digan lo que digan, no nos hemos recuperado de esto y pueden pasar muchas cosas, no se puede seguir pretendiendo que no ha sido la gran cosa”. Mauricio muestra su preocupación porque “muchos quedaron sin empleo, perdimos familiares y amigos, es un golpe emocional muy fuerte y, pues, si llega a ocurrir una guerra u otra pandemia, hay que tomar en cuenta que también si el posible turista se queda sin empleo, se queda sin viajar y es una cadena de efectos”.
Soluciones colectivas
Néstor, de origen nahua y habitante del Pueblo Mágico de Cuetzalan, Puebla, forma parte de las cooperativas Tosepan, compuestas por personas socias de pueblos originarios que desde hace más de cuarenta años trabajan en conjunto para buscar mejores condiciones de vida para las comunidades indígenas del municipio y sus alrededores. La cooperativa cuenta con el centro ecoturístico Tosepan Kali que, si bien tuvo dificultades para ofertar servicio de hospedaje durante la pandemia, en realidad sus socios no se vieron afectados debido a que “no es la única actividad que tenemos –relata Néstor–. Está la producción de café, de pimienta, miel, etcétera. Además, todo siempre se reparte equitativamente entre todos”. El sentido de unión y pertenencia es parte de su propia cultura, pues más allá del beneficio económico, asegura que todos son “como una gran familia” por lo que procuran actuar para el bien colectivo sobre el individual.
Crédito de fotografía: Cuetzalan. Imagen de Angélica Portales bajo licencia creative commons.
Reflexiones finales
Si bien las cifras económicas pueden servir para entender parcialmente la dinámica del turismo, no es el único aspecto que debemos tomar en cuenta a la hora de hacer un análisis de este fenómeno complejo. La crisis causada por la pandemia de la COVID-19 trastoca no solo cifras, sino personas y su cotidianeidad, situaciones que deben verse con mayor sensibilidad y profundidad para entender de mejor manera cómo el turismo afecta a los residentes en un lugar determinado. En ese sentido, los casos presentados sobre algunos Pueblos Mágicos de México seguro que no distan de los sucesos acontecidos en otros destinos a nivel global. El desempleo, las crisis emocionales y las reacciones de rechazo tanto de locales como por parte de algunos viajeros son situaciones que se han vivido en diversos destinos turísticos del planeta y que, sin embargo, se les ha prestado poca atención si se les compara con los análisis mediante indicadores económicos. Por ello, es de suma importancia recuperar experiencias desde la propia visión del actor local en cualquier destino turístico si no se quiere caer en las mismas fallas ante este tipo de situaciones.
En la recuperación pospandemia se ha visto que la población de estos municipios más dependientes del turismo han tenido que buscar nuevas alternativas de vida, de empleo, o tuviero que reincorporarse a las actividades que realizaban antes. Hay quien considera que esta son evidencias de la resiliencia que tiene el turismo. Sin embar, desde una postura más crítica, no implica otra cosa más que la búsqueda de alternativas ante la propia dependencia socioeconómica que el mismo turismo ha generado. Como se ha discutido antes, la resiliencia en el turismo implica algo más que el interés por recuperar cifras, o dejar que los actores locales resuelvan solos los problemas que directa o indirectamente el turismo ha generado. Esto es un tema que debe impulsarse más allá de la visión de los intereses del capitalismo para realmente pensar en la acción y los beneficios colectivos (como el caso expuesto por Néstor). Cualquier alternativa que implique repensar a profundidad el turismo actual, deberá guardar una postura consciente de los derechos y las realidades a nivel multi actor y multi escala, y deberá ser consciente de errores previos para no repetirlos nuevamente. Solo de esta forma se podrátransitar paulatinamente hacia nuevas y más benéficas realidades del turismo.
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