29-06-2023
“El mejor sindicato es el que no existe”: razones de la baja sindicalización en el sector hotelero y gastronómico de Uruguay
Mariciana Zorzi, Gabriela Campodónico, Facundo Bianchi | Univ. de la RepúblicaEl personal afiliado al Sindicato Único Gastronómico y Hotelero en Maldonado (Uruguay) se enfrenta a situaciones de acoso y persecución sindical a diario. Analizamos las formas que adoptan estas estrategias represivas y cómo hacen sindicalismo en un contexto tan hostil.
Crédito Fotografía: Manifestación del SUGHU Maldonado en Solanas Vacation Club. Imagen de Fabricio Terzaghi.
El Sindicato Único Gastronómico y Hotelero (SUGHU) del Uruguay es la organización sindical del personal que se desempeña en relación permanente y/o eventual en servicios de alojamiento así como en todo establecimiento comercial que manipule o sirva productos gastronómicos. Su fundación data del año 1921 y sus raíces se vinculan con la Sociedad Cosmopolita de Mozos (UCM), creada en 1900 (Costa, 2019).
La sede central del SUGHU se encuentra en Montevideo, pero posee filiales en varios departamentos del país. En el día a día, representantes del SUGHU buscan solucionar problemáticas que se presentan en el sector, además de prestar asesoría e información a las personas que se acercan. También organizan actividades solidarias, como ollas populares y manifestaciones, con el propósito de dar visibilidad a determinadas reivindicaciones o problemáticas.
“Un Sindicato chico en un gremio grande”
La actividad turística es una de las principales fuentes de trabajo en Uruguay, principalmente en los departamentos con mayor afluencia de turistas, como lo son Montevideo y Maldonado. Según datos brindados por el Banco de Previsión Social (BPS), en el año 2022 se registraron más de 362 mil puestos de trabajo en los rubros de alojamiento y servicios de comida en Uruguay. De éstos, el 70,3% corresponden al sector gastronómico, mientras que el 29,7% pertenecen al sector de alojamiento. Estas cifras reflejan la significativa importancia de estos sectores en la economía del país. En particular en el departamento de Maldonado, los rubros de alojamiento y los servicios gastronómicos directamente vinculados al turismo, dan empleo a 8.500 personas que representan el 9,1 % del total en el departamento (MTSS, 2020).
Sin embargo, a pesar de la notoria relevancia del turismo en el país y de Maldonado en particular, la sindicalización y la participación en la organización sindical sigue siendo relativamente baja, tal como comenta Héctor Masseilot, que fue secretario y dirigente del SUGHU durante muchos años, “es un sindicato sin techo, el sindicato gastronómico es un sindicato chico en un gremio grande”.
De acuerdo a información proporcionada por fuentes sindicales, actualmente el gremio cuenta con alrededor de200 personas afiliadas. Factores como la pandemia y la fragmentación del sindicato han disminuido considerablemente el número de afiliaciones, representando el 2,3% de los empleos formales del sector en Maldonado. Estas circunstancias han afectado significativamente la representatividad y la participación sindical en el SUGHU.
Según lo relatado en las entrevistas a personas afiliadas al sindicato, el SUGHU se diferencia de otros sindicatos más “combativos” y con mayor participación, como es el Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (SUNCA), por ejemplo. Tratamos de indagar la percepción del personal sindicalizado respecto a los motivos que llevaron a esta situación. Así, la estacionalidad, entendida como la concentración de la demanda en determinadas épocas del año, como la temporada de verano o período vacacional, y la alta rotatividad en los puestos de trabajo de los establecimientos hoteleros y gastronómicos, parecen contribuir a la baja participación del personal en el sindicato.
El contrato laboral estable sigue siendo una de las principales reivindicaciones del Sindicato, pues todavía prima el contrato temporal. Esto hace que muchas personas se dediquen en temporada alta a la actividad turística y en baja a otros oficios, y no siempre queda claro cuál es la actividad principal y cuál es la “changa” (trabajo ocasional). Esta inestabilidad laboral, sin continuidad, dificulta la renovación sindical, dado que una persona que trabaja en la actividad sólo tres meses al año, difícilmente participará activamente de la organización sindical; ni siquiera llega a afiliarse. Segín Claudio, trabajador en el área de mantenimiento de un hotel, el personal de su sector generalmente suele participar activamente del sindicato hotelero y gastronómico, dado que trabajan durante todo el año en los establecimientos [1].
Sin embargo, en algunos casos, también entra en juego el individualismo y la falta de solidaridad. Tras haber participado de marchas, reivindicando aumento salarial, Cristina, que es encargada de desayunos en un hotel, cuenta que en varias ocasiones parte del personal le ha dicho: “vos hacés paro para no trabajar” o “te vi allá con una corneta y nosotros acá trabajando”. Estas personas ignoraban el hecho de que las reivindicaciones y las mejoras no eran para beneficio propio sino para todo el personal. Además, agrega, hay quienes piensan que “son de otra clase”, que por tener un auto o una casa, no necesitan participar del movimiento sindical, que éste es “cosa de la izquierda”, de “comunistas”. Incluso se deja entrever una especie de discriminación, según Cristina, en varias ocasiones sus compañeros y compañeras dijeron del personal afiliado: “ahí vienen los bochincheros” o “ahí vienen los pichis”, una expresión que se utiliza en Uruguay para despreciar sectores más vulnerables de la sociedad.
Por otra parte, en los relatos también se presentan casos de agotamiento, de personas que están saturadas del maltrato, y que no logran disponer de tiempo para reivindicar o participar del movimiento, ni siquiera para ir a audiencias donde son tratados sus propios conflictos, como la persecución sindical.
Discriminación y persecución sindical
El miedo a perder el trabajo es otro de los factores que impide o debilita la participación en la organización sindical. Si bien Uruguay es un país con libertad sindical garantizada en la Ley N° 17940 de 2006, los episodios de persecución sindical y acoso sufrido por el personal sindicalizado intimidan a otras personas. En algunos casos, nada es más importante que mantener la fuente laboral, aun siendo ésta precaria. La discriminación y la persecución sindical se ven reflejadas en muchas acciones: despido, maltrato psicológico, sobrecarga de trabajo, humillación y hasta agresión física. Por lo tanto, se trata de un problema serio que afecta las condiciones de trabajo y la salud del personal afiliado.
Tras haber escuchado algunas personas ligadas al movimiento sindical, hemos identificado una especie de ritual de iniciación, él o la trabajadora se afilia y las personas con más experiencia le alertan de que los primeros días son de resistencia, de no desistir, porque no es una “guerra eterna”. Cristina relata que cuando el gerente se enteró que se había afiliado al sindicato, dejó de hablarle durante cuarenta días, y después de diversas denuncias y negociaciones la situación fue cambiando, pero fueron meses que califica de “maltrato psicológico”.
Fuente: Pasqualino Capobianco en Unsplash.
Algunas personas optan por no pagar la cuota mensual al sindicato vía recibo de sueldo, para de esta manera no dejar en evidencia su participación en la organización. Sin embargo, quienes ofician de representantes en los centros de trabajo difícilmente pasan desapercibidos(as), ya que son la cara visible del Sindicato.
Las narrativas del personal afiliado al Sindicato son historias muy duras, como la relatada por Ana, encargada de limpieza de áreas comunes de un hotel de Punta del Este. Cuando el gerente supo de su afiliación al sindicato, le hizo “la vida imposible” para que se fuera, y renunciara al trabajo. Entre sus funciones no estaba la limpieza de las habitaciones, pero aún así, un día él le ordenó que fuera a una de las habitaciones a limpiar. La gobernanta, que estaba en la habitación a pedido del encargado, rezongaba y maltrataba a Ana, la provocaba, y mientras tanto, el gerente, de manera solapada, se escondía detrás de la puerta para ser testigo, en caso de que Ana reaccionara. Otra forma de maltrato y acoso que sufrió Ana fue el aislamiento. Luego de su afiliación al sindicato, el gerente empezó a perseguir al personal del hotel que conversaba con ella, “mis compañeros decían: no te me acerques, porque si no después el gerente nos llama y nos pregunta y nos cuestiona qué es lo que hablaban, qué es lo que hablaba contigo. Así que no te acerques”.
En otros casos, como lo relatado por Cristina, el gerente le decía al resto del personal que no se acercara a ella porque tenía “un pensamiento medio radical”. Según esta trabajadora, “siempre atacan más a las personas que se sindicalizan (...) porque claro, ellos te trancan por un lado, para que digas: ahora la vas a sufrir ahora ¿viste?, por solo quejarte”.
El maltrato también se ve reflejado en otras cuestiones como los horarios y días de trabajo. Según relataba Lucía, que fue croupier en un casino de Punta del Este, las mujeres contestatarias siempre trabajaban en los peores horarios, es decir, de madrugada. Esta situación fue así durante años, generando en ellas problemas para dormir, que hasta el día de hoy padecen. Luego de afiliarse al sindicato, Lucía también pasó de trabajar seis días a un día por semana, afectando su planificación financiera y familiar, por lo que tuvo que renunciar y buscar otro trabajo. Ella se sentía muy sola en la empresa, nadie le apoyaba porque tenían miedo de que le pasara lo mismo, según nos cuenta, no había solidaridad.
Este sentimiento es compartido por otras trabajadoras, ya que en la mayoría de los centros de trabajo son muy pocas las personas sindicalizadas, “están solos en ese inmenso, y tenebroso restaurante o hotel en el que están. Son cinco trabajadores. Nadie quiere perder su trabajo. Uno se afilia y lo aíslan, lo sancionan, lo despiden. Es muy duro“, contaba Lucía.
Durante la emergencia sanitaria, algunas empresas del sector aprovecharon el argumento de crisis económica para enviar a seguro de paro personal afiliado, debilitando aún más el Sindicato.
No cabe duda de que la persecución sindical afecta directamente las estructuras de las organizaciones sindicales, creando un círculo vicioso, donde menos sindicalismo implica mayor precariedad que, a su vez, acentúa una mayor fragilidad sindical (Cañada, 2020).
¿Es posible modificar esta situación?
Como queda en evidencia, si las condiciones de trabajo en el sector son duras, lo son especialmente para el personal que se sindicaliza. Afiliarse al sindicato es algo que generalmente, o por un largo período, se mantiene oculto, ya sea por temor a la pérdida de empleo, o por las represalias y el maltrato que conlleva en la cotidianidad. La precariedad laboral conduce a que si se trata de un puesto de trabajo anualizado y no temporal, se toleren situaciones de desconocimiento de los derechos adquiridos.
En este escenario, el hecho de que el sindicato se encuentre operativo, mantenga un local, y delegados y delegadas de forma activa en varios centros de trabajo, representa un logro en sí mismo. En varias de las entrevistas realizadas, esta situación se describe como una conquista, sostenida a través del tiempo.
Desde el sindicato las perspectivas de cambio que se identifican pasan por fortalecer las actividades de defensa de las y los trabajadores y de incorporar en la educación, en todos sus niveles, la enseñanza sobre las formas que adopta el diálogo social y los derechos laborales. También se menciona la necesidad de impulsar la comunicación e intercambio con trabajadores y trabajadoras y el personal afiliado, mediante la utilización de medios digitales e impresos. En esta línea, debería desarrollarse una política sindical tendiente a identificar aquellos temas que puedan ser de interés para todo el colectivo laboral, como, por ejemplo, todo lo relativo a la capacitación y formación profesional, el reconocimiento de las experiencias laborales más allá de cómo hayan sido adquiridas. Sin lugar a duda, estas políticas requieren de una amplitud (o ensanchamiento) en las estrategias de vínculos organizacionales, del sector o del esquema social departamental, agregadas a aquellas que se manifiestan en el marco de alianzas históricas del movimiento sindical: personas jubiladas, estudiantes, cooperativistas y organizaciones vinculadas al campo popular.
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