13-07-2023
Nuevos rurales como dinamizadores patrimoniales y turísticos. Un “Faro” de esperanza en Buenos Aires
Andrés Pinassi | Alba SudLos nuevos rurales dinamizan pueblos y parajes que sufren el éxodo poblacional. En algunas localidades de Argentina, como Faro, impulsan iniciativas que ponen en valor turístico el patrimonio como una alternativa para el desarrollo y la mejora de la calidad de vida.
Crédito Fotografía: 1a Jornada Itinerante de Patrimonio, Turismo y Territorio en Faro | ACF.
En la actualidad, el espacio rural congrega una diversidad de actores, entre los que se destacan los nuevos rurales, producto de las distintas dinámicas, procesos y actividades que se llevan a cabo en él. Según Sili (2005), los neorrurales constituyen aquellos habitantes que migraron de las ciudades en busca de tranquilidad, seguridad y un cambio de vida. Si bien estos agentes no configuran su arraigo sobre la base de la identidad rural, guardan un interés y una proactividad manifiesta en relación a los fuertes vínculos sociales que generan y a la salvaguarda de patrimonios e historias de las localidades que habitan. Es decir, adquieren un rol activo en la dinamización de las comunidades.
Faro, ubicado en el distrito de Coronel Dorrego en el suroeste de la provincia de Buenos Aires, no escapa a estas dinámicas. Este pequeño pueblo, fundado en 1911 por el Ferrocarril Sud, que congrega hoy en día 19 residentes, ha recibido en la última década algunos citadinos que decidieron asentarse de forma permanente y lo eligieron como su nuevo espacio de vida. Las facilidades en las condiciones de acceso a terrenos y viviendas, favorecieron en este sentido.
En su época de esplendor, Faro, al igual que otros parajes y pueblos rurales como Nicolás Levalle, General Rondeau y Sundblad, analizados desde Alba Sud en otras oportunidades, tenía un dinamismo notorio dado por el ferrocarril y las prácticas agropecuarias que requerían gran cantidad de mano de obra. Según relata Vesco (2019: 284), “había seiscientos habitantes, un hotel, restaurante, taller mecánico, zapatero, peluquería, bares, almacén de ramos generales, comisaría y hasta una central telefónica”. Hoy en día, como consecuencia del despoblamiento rural, solo cuenta con un club que es utilizado para la realización de eventos, la escuela primaria y jardín de infantes que tienen una matrícula de tres estudiantes entre ambas instituciones, la estación de tren devenida en museo y centro cultural, una capilla y unas pocas casas que son la morada de los habitantes del lugar.
Estación de tren abandonada (previa intervención). Fuente: Museo Histórico de Faro.
Los nuevos rurales que comenzaron a asentarse hace un poco más de diez años, trajeron aires innovadores a la localidad y contribuyeron a su dinamización a partir del trabajo articulado con otros actores (públicos y privados). Es así que nació la Asociación Comunidad de Faro, integrada por los nuevos residentes y otros tradicionales que viven en los campos aledaños, que promueve distintos proyectos de carácter patrimonial y turístico con el objetivo de volver a darle vida al territorio local.
Patricia Beliz, oriunda de la ciudad de Bahía Blanca, se radicó en el pueblo en 2015 junto a su esposo Daniel. En entrevista a Alba Sud, expresó que Faro a pesar de ser pequeño cuenta con diferentes organizaciones comunitarias que trabajan en pos del beneficio común: “está la Asociación Comunidad de Faro que se encarga principalmente de las actividades en el museo y otras complementarias, la capilla tiene otro grupo de personas que trabaja en su mantenimiento, en la escuela está la cooperadora escolar conformada por los padres de los estudiantes y el club tiene su gente que llevan a cabo distintas actividades”.
Fuente: Canal 7 Bahía Blanca (2017).
Otro de los nuevos rurales, Jorge Rivarola, proveniente de Moreno (Gran Buenos Aires), quien migró en 2021 junto a su esposa Rita y su hijo Ángel, destaca que “aquí tenemos una tranquilidad que en la ciudad no existe, no hay inseguridad ni delincuencia, no hay contaminación en el aire, no hay ruidos molestos. Salimos al patio o a la calle y nos encontramos rodeados de naturaleza. No vivimos el estrés de andar corriendo atrás de los horarios ni de las rutinas laborales”. Junto a su familia, participa de forma activa en a Asociación Comunidad de Faro, principalmente cuando se realizan acontecimientos programados, y valora que “el trabajo entre vecinos es muy agradable, siempre está presente el respeto, la buena onda y la coordinación para el reparto de tareas”.
Entre trenes, corderos y olivares
En la última década, desde la comunidad se inició un proceso de activación patrimonial y turística con el propósito de recuperar ciertos espacios para que puedan ser utilizados principalmente por los residentes, pero también por los visitantes que llegan al pueblo rural.
La primera iniciativa que llevaron a cabo fue la revalorización de la antigua estación de tren, la que se encontraba en un estado de abandono notorio, resultado del cese del ferrocarril a partir de la década de 1960. El trabajo articulado entre la agrupación comunitaria y la Municipalidad de Coronel Dorrego permitió la intervención del sitio dando lugar a la creación del Museo Histórico y Centro Cultural de Faro. Éste construye la historia local a partir de fotografías y bienes muebles aportados por los propios vecinos y provee un espacio destinado al desarrollo de distintas actividades conducentes a potenciar la visitación turística de la localidad. Patricia Beliz explica que “cuando el pueblo cumple cien años, se junta un grupo de vecinos y hablan con el Intendente de ese momento y piden que se ponga en valor la estación; esto se lleva a cabo en el año 2011 y recién en el verano de 2017-2018 se restaura por completo y se crea el museo”.
Baile en el andén de la estación recuperada, 3º Fiesta Regional del Cordero. Fuente: ACF.
En relación a los demás inmuebles que se emplazan en el complejo ferroviario, en 2014 también fue refuncionalizada la antigua vivienda del cambista. Actualmente, funciona la Capilla Nuestra Señora del Olivo, en honor a la producción olivícola que caracteriza la región. Por otro lado, en el antiguo destacamento policial, tienen la idea de crear una pulpería como atractivo para el turismo. Esta iniciativa aún no ha alcanzado la fuerza necesaria para materializarse.
Con relación a las festividades, a partir del año 2018 se comenzó a desarrollar la Fiesta Regional del Cordero. Ésta, camino hacia su cuarta edición, tiene como finalidad configurar un espacio de encuentro para residentes y visitantes, además de posibilitar la obtención de un beneficio económico para la agrupación comunitaria. La misma se lleva a cabo en el predio de la estación de tren y convoca a una importante cantidad de público regional.
En este marco, en 2019, en conjunto con la Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca), se llevó a cabo la 1º Jornada Itinerante de Patrimonio, Turismo y Territorio, con la finalidad de visibilizar el poblado y las distintas propuestas turísticas que en éste se realizan. El museo histórico y centro cultural funcionó como sede, congregando alrededor de cien asistentes a lo largo del día. Ello le permitió a la asociación de vecinos de Faro vender distintos productos gastronómicos y obtener un ingreso para reinvertir en futuras actividades.
1º Fiesta Regional del Cordero. Fuente: ACF.
Otro tipo de emprendimientos que prosperaron de la mano de los nuevos rurales, son las huertas comunitarias y orgánicas. Éstas permiten abastecer de hortalizas a los locales, vender plantines florales y frutales y, a su vez, recibir visitantes, dado que son promocionadas desde el Municipio como atractivos del lugar.
Federico Alonso, responsable del Área de Turismo, y que pertenece a la Dirección de Producción y Turismo de la Municipalidad de Coronel Dorrego, contó a Alba Sud que desde la arena gubernamental se aportó en el desarrollo de actividades puntuales, como por ejemplo en la puesta en valor de la estación de tren; también se realizaron propuestas de cicloturismo durante la Fiesta del Olivo (con sede en Coronel Dorrego) y se han llevado a cabo visitas a las fincas olivícolas de la zona. Asimismo, se colabora en la divulgación turística de la localidad a través de su página web oficial y las redes sociales.
En articulación con actores privados, la asociación comunitaria ha trabajado de manera integrada con distintas agencias de viajes de la ciudad de Bahía Blanca que operan el turismo regional, para ofrecer un producto turístico que permita visitar no solo la localidad si no también los productores de aceite de oliva en sus inmediaciones. Los locales participan a través de la prestación del servicio gastronómico en la antigua estación de tren y en el guiado por los diferentes atractivos de Faro. Patricia Beliz comenta que “estas experiencias funcionaron muy bien, porque trajeron grupos de jubilados a conocer el pueblo. Lamentablemente, luego de la pandemia no prosperó la iniciativa. Ahora estamos tratando de retomar la idea, pero hasta el momento no la hemos concretado”.
Huerta comunitaria. Fuente: Andrés Pinassi.
De cara al futuro, desde la Asociación Comunidad de Faro planean continuar con la organización de las nuevas ediciones de la Fiesta Regional del Cordero y también con el desarrollo de las tardes de te en la estación, dos eventos que convocan a un importante número de visitantes del distrito y la zona.
A modo de cierre: ¿nuevos rurales para viejos problemas?
El caso de Faro permite poner en el centro de la escena ciertas dinámicas patrimoniales y turísticas que ocurren actualmente en el espacio rural: por un lado, una crisis demográfica que se traduce en el abandono del legado histórico y en el debilitamiento de los lazos sociales, mientras que, por otro, se produce una revivificación de este territorio en la que los procesos de valorización patrimonial y turística adquieren representatividad (Pinassi, 2023).
En este devenir, los nuevos rurales constituyen actores activos que se despliegan en el territorio y construyen neorruralidades. Éstas, en parte se sedimentan sobre la activación de componentes patrimoniales que sirven para rescatar historias e identidades “perdidas”. A su vez, configuran atractivos para el turismo que permiten diversificar las actividades y obtener un rédito económico para las propias “comunidades patrimoniales” (Pinassi y Bertoncello, 2023). Dichos colectivos trabajan en pos de un único fin común: volver a darle vida a estos pequeños pueblos y parajes.
Lejos de presentar una mirada romantizada de las agrupaciones de la comunidad, dado que en la mayoría de los casos estructuran entidades tensionadas y problematizadas, éstas conforman lugares de lucha y resistencia, que vienen a dar batalla en un contexto hostil. Intentan transformar escenarios vulnerables en espacios de esperanza, donde a partir de un “turismo de base local” (Ruiz-Ballesteros, 2017) se pueda contribuir al tan ansiado desarrollo.
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