09-05-2024
Turismo Comunitario, pandemia y reactivación pos-COVID-19
Gema Martínez-Gayo | Alba SudDurante la COVID-19 el turismo comunitario se presentó como una opción de ocio más próxima y segura. Pero ¿cómo afectó a los proyectos comunitarios y qué conclusiones han extraído para el desarrollo futuro de sus actividades?
Crédito Fotografía: Cien nguyen en Pexels.
La extensión de la pandemia tuvo un fuerte impacto en el turismo a nivel mundial, a través de las restricciones o prohibiciones en los desplazamientos, el cierre de negocios o las pérdidas económicas. A la par, se generaron numerosas aportaciones que intentaban predecir cómo sería el nuevo turismo: desplazamientos que priorizarían destinos rurales frente a los urbanos, la intensificación de las medidas de seguridad, mayor interés por la sostenibilidad, entre otras (Cabanilla et al., 2021). Las propuestas de turismo comunitario que se encontraban relativamente cerca de las ciudades adquirieron entonces un enorme atractivo para las personas que deseaban salir de sus casas y practicar alguna actividad de ocio en entornos naturales y donde se podía mantener la distancia social. Pero esto también trajo consecuencias negativas como la masificación, la generación de numerosos residuos y casos de contagio en zonas donde, si la cobertura sanitaria era deficiente, se saturaron los sistemas sanitarios (Cabanilla et al., 2021).
Turismo comunitario y pandemia en Perú
La recepción de turistas internacionales en Perú alcanzó los 4 millones en el año 2019 (Gabriel-Campos et al., 2021). La llegada de la COVID-19 afectó negativamente al país, lo que hizo que el gobierno tomara una serie de medidas de cierre. En el mes de julio, estas se relajaron, pero esto no supuso la reactivación inmediata del turismo. Las consecuencias, y la intensidad, variaron entre las personas que se dedicaban directa o indirectamente a esta actividad (Gascón y Mamani, 2021).
Imagen de PublicDomainPictures en Pixabay.
En la comunidad rural de Quebrada Verde el ecoturismo desempeña un papel importante en la economía local y cuenta con reconocimiento legal. Esta zona no es ajena a una serie de fenómenos de tipo atmosférico (El Niño) o sanitario (gripe A) que han puesto a prueba su capacidad de adaptación. Es por ello que, ante la llegada de la COVID-19, llevaron a cabo una serie de acciones encaminadas a paliar o mitigar sus efectos, como la de reforzar los lazos de unión, y el sentido de pertenencia, e implementar medidas de apoyo a aquellas personas que se encontraban en una situación vulnerable. Una vez que se permitió la movilidad, volvieron a obtener ingresos complementarios a través del turismo (Gabriel-Campos et al., 2021).
Por otro lado, Gascón y Mamani (2021) analizaron los puntos fuertes y las debilidades de las estrategias de las familias de Amantaní frente a la crisis sanitaria. El impacto económico fue muy negativo, pero no mostró igual intensidad para toda la ciudadanía, ya que jugaron un papel clave las distintas estrategias de pluriactividad aplicadas. Afectó especialmente a aquellas profesiones muy dependientes del turismo como los artesanos del cuero, que tuvieron que cerrar para volver con posterioridad. Mientras que aquellas familias que combinaban el turismo con la agricultura de subsistencia se mostraron más resilientes, ya que se aseguraron la alimentación durante esos meses (Gascón y Mamani, 2021).
Turismo Comunitario en Ecuador y COVID-19
Ecuador es un territorio donde el turismo juega un papel clave en su economía. Pero en 2020 el sector pasó de ser la tercera fuente de ingresos no procedentes del petróleo a la sexta, con una caída del 70% de las llegadas de turistas internacionales respecto al año anterior (Sánchez-Piedra y Pachacama Calvopiña, 2023). Dado ese nivel de dependencia, desde el campo de la investigación son diversos los estudios que plantean la necesidad de un cambio (Loor Bravo et al., 2021).
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay.
En ese cambio, el turismo comunitario podría jugar un papel clave. Cuenta ya con relevancia en el territorio y ha sido reconocido en diversos documentos oficiales, como planes estratégicos para la región. Pero para ello se debe favorecer una diversificación de las actividades que permita disminuir la vulnerabilidad. Así, deberían enfocarse a un desarrollo nacional más consciente y sostenible e implementar cambios de calado que vayan más allá de una situación concreta de crisis (Loor Bravo et al., 2021). Los valores que deberían primar serían los de la Economía Social y Solidaria, promover la cooperación entre las personas de la comunidad y la gobernanza, así como el cuidado de entorno y la cultura. Todo ello a través de una participación inclusiva que sea capaz de integrar diferencias de género, étnicas o de edad. Un proceso que sea capaz de adaptarse a nuevas situaciones y necesidades (Loor Bravo et al., 2021).
En el Cantón Arajuno existen diversas asociaciones, fundamentalmente indígenas, que combinan actividades agroganaderas, de comercio y turísticas de base comunitaria. La pandemia supuso una serie de cambios y adaptaciones para estas organizaciones. Se mejoraron los servicios a través de internet, pero también se deterioraron infraestructuras por la falta de mantenimiento. El impacto fue variable, mientras el senderismo o el avistamiento de flora y fauna no sufrieron tanto, el alojamiento y la alimentación se vieron más afectados. En zonas concretas se recibieron visitantes de ciudades próximas que tenían la posibilidad de esparcimiento de manera más tranquila (Sánchez-Piedra y Pachacama Calvopiña, 2023). Las mujeres de la comunidad llevaron la iniciativa durante esta etapa y consideran que el turismo comunitario facilita el bienestar y que es una fuente complementaria de ingresos importante, a la par que fortalece losvínculos entre la población y el cuidado del medio ambiente. Ellas introdujeron innovaciones en el ámbito gastronómico e implantaron un servicio de comida a domicilio. Esto hace que, de cara al futuro, resulte imprescindible reforzar esos proyectos encabezados por mujeres, por su capacidad de adaptación en épocas difíciles, también se debe fomentar la capacitación y la facilidad para obtener los permisos de funcionamiento como destacan Sánchez-Piedra y Pachacama Calvopiña (2023).
Por otro lado, la Reserva de Producción de Fauna de Chimborazo se compone de más de treinta organizaciones campesinas, cooperativas, asociaciones y propietarios particulares, que se dedican principalmente a la agricultura y la ganadería, aunque también está presente el turismo. La crisis sanitaria conllevó el cierre de negocios, la pérdida de empleos y el empeoramiento del cuidado del entorno natural, ya que los socios tuvieron que asumir los costes del manejo o tratamiento de residuos, lo que conllevó cierto descuido. Por otro lado, supuso una recuperación de las tareas agrícolas, la mejora de la capacitación o el aumento de su presencia en redes sociales. Una de las conclusiones extraídas es que las personas o asociaciones que desarrollaban el turismo como algo complementario a sus ingresos principales, lograron atenuar mejor los impactos de la pandemia que aquellas que se dedicaban a este de manera exclusiva o principal (López et al., 2022).
La situación del Turismo comunitario en México
Los efectos de la crisis sanitaria en México se dejaron sentir también en aquellas zonas que llevaban a cabo proyectos comunitarios. En Campeche, especialmente el municipio de Candelaria, el ecoturismo había creado oportunidades de nuevos ingresos a las ya establecidos del comercio y la agricultura. La llegada de la COVID-19 provocó el cierre de establecimientos y la pérdida de empleos, lo que supuso un impacto negativo en la calidad de vida de las familias que además se vieron afectadas por un contexto de falta de apoyo gubernamental. El inicio de la recuperación fue lento, pero las familias entendieron que esa vuelta se debía producir a través de la concepción de las actividades turísticas como complementarias, que no podían constituir su única fuente de ingresos (Estrada Ramírez et al., 2023).
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Por su parte, Larios Velázquez y López-Guevara (2023) analizaron las estrategias adaptativas de la Cooperativa Turística Tosepan Kali en Puebla. Aunque inicialmente comercializaban diversos productos locales, con el tiempo incorporaron las actividades turísticas para mejorar la calidad de vida de la zona. Tanto los efectos de la pandemia, como los del huracán Grace en 2021, hicieron que tomaran una serie de decisiones para asegurarse que la cooperativa sobreviviera y fuera capaz de reaccionar. Tuvieron que reducir el número de personas participantes y redistribuir las tareas. Dichos ajustes fueron planteados a través de asambleas donde también decidieron proteger especialmente los recursos de la zona. Todo ello en un contexto de gran inquietud debido a la falta de medidas rápidas y efectivas de las autoridades del país (Larios Velázquez y López-Guevara, 2023).
Otro territorio que también ha enfrentado diversas crisis, medioambientales, recesiones, etcétera, es la Península de Yucatán, donde se desarrollan diversos proyectos de turismo comunitario. Estas comunidades tuvieron que enfrentarse a la incertidumbre y la situación fue especialmente crudapara aquellas cooperativas que habían centrado todos sus esfuerzos en el turismo y habían abandonado otras ocupaciones. Por el contrario, en aquellas que se concibió como complementaria habrían logrado, en mayor o menor medida, afrontar mejor esta situación. Las personas responsables de la investigación señalan una serie de cambios que estos proyectos deberán afrontar para lograr mantenerse a lo largo del tiempo, como el tratar de solventar la brecha digital existente e impulsar la producción tradicional con insumos de proximidad (Jouault et al., 2021).
¿Hacia un nuevo Turismo comunitario?
Más allá de las primeras previsiones que auguraban la llegada de un tipo de turista más exigente y respetuoso con el entorno lo cierto es que, una vez superadas las etapas más complicadas de la pandemia, el turismo tradicional se ha recuperado rápidamente. Aunque ello no implique necesariamente la ausencia de interés por otras formas de viajar (Cabanilla et al., 2021). El turismo comunitario, tras la COVID-19 ha de realizar cambios de calado, y para ello es preciso analizar y adaptarse al contexto concreto a intervenir de manera planificada y priorizarla participación (Llano y Mora Forero, 2022). Esas transformaciones no pueden limitarse a una situación coyuntural, sino que deben reconocer los problemas estructurales para proporcionar respuestas eficientes (Loor Bravo et al., 2021) que permitan lograr unas actividades más sostenibles y resilientes, a la par que fomentar el turismo interno (López et al., 2022).
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Aunque la llegada de la COVID-19 puso en el punto de mira otras formas de hacer turismo, como el comunitario, lo cierto es que también comportó un fuerte impacto en este y en quienes lo llevaban a cabo. Las consecuencias económicas, laborales y sociales fueron de gran envergadura, aunque con variabilidad de resultados. Se puede decir que aquellas organizaciones comunitarias que, con anterioridad, ya habían experimentado otras crisis sanitarias, medioambientales o de incertidumbre política, desplegaron una serie estrategias para abordarla. Por ejemplo, fortalecer los lazos de unión de la comunidad, prestar ayuda a las personas más vulnerables, innovar en cuanto a actividades o ponerse de acuerdo para repartir las tareas existentes. En algunos lugares se aprovechó para recuperar la actividad agrícola, mejorar la presencia en redes sociales o para formarse. La experiencia vivida les ha hecho valorar al turismo comunitario y lo que les aporta, pero en la mayoría de los casos analizados han concluido que este debe jugar un papel complementario a sus actividades principales, con frecuencia agropecuarias, que les han ayudado a afrontar mejor la época más dura. Para que el turismo comunitario pueda tener un futuro debe tener capacidad de adaptación, fomentar la formación, impulsar la producción local y preservar la cultura y el entorno, además de promover la cooperación desde una perspectiva integradora ante la diversidad étnica o de género, entre otras.
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