25-06-2024
El valle Camanti al descubierto: conservar la selva amazónica peruana, ¿es posible gracias al turismo?
Iris Schneider | Alba SudLa explotación de oro, la caza furtiva o la tala ilegal son ejemplos de actividades que ya no estarán permitidas en un territorio de más de quince mil hectáreas en la Amazonía de Cusco (Perú) con el fin de conservarlo e instaurar alternativas económicas, como el turismo sostenible.
Crédito Fotografía: Mono Pichico (Saguinus fuscicollis) en el área de conservación. Imagen cedida de Wim Hooge.
La Amazonía de Cusco, en Perú, es la región del departamento de Cusco que se caracteriza por un paisaje típicamente selvático y que pertenece al bioma amazónico: el gran ecosistema que cubre el centro de América Latina y que se extiende a lo largo de ocho países distintos (Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Surinam, Perú y Venezuela) y de un territorio de ultramar (Guayana Francesa).
En uno de los sectores de la Amazonía de Cusco, concretamente en el distrito de Camanti, provincia de Quispicanchis, el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre del Gobierno Peruano (SERFOR) ha otorgado una concesión de conservación de 15.447,54 hectáreas de bosque selvático a la Asociación Camanti Sostenible. Esta figura de protección prioriza el desarrollo de proyectos de conservación, actividades de investigación científica y educación ambiental con el propósito de frenar las actividades ilegales y extractivistas (Servicio Forestal y de Fauna Silvestre del Perú, 2022, resolución 59). La concesión tendrá una vigencia de 40 años.
El área de conservación, que comprende altitudes de entre 2.500 y 600 metros sobre el nivel del mar, permitirá mejorar la conectividad ecológica a lo largo de todo el corredor de Vilcabamba – Amboró: 30 millones de hectáreas que van desde la cordillera Vilcabamba en Perú hasta el parque nacional Amboró en Bolivia y que están incluidas en el Hotspot de Biodiversidad de los Andes Tropicales (Centro Boliviano de Estudios Multidisciplinarios, s.f.).
La Asociación Camanti Sostenible se fundó en 2014, momento en el que también se empezó con el proceso para obtener la concesión de conservación, que no finalizó hasta abril de 2022. En la actualidad, esta entidad civil sin ánimo de lucro tiene ocho miembros, que incluyen a gente local y también a Marcia Tije, líder y activista del pueblo indígena Arasaeri. El área de conservación lleva por nombre Anamey, que significa“Árbol de la Vida” en el idioma nativo de la zona, el Harakmbut.
El poblado más cercano a la entrada del territorio conservado es Quincemil, que está ubicado al lado de la carretera interoceánica sur, a cuatro horas y media en coche de la ciudad de Cusco. El recorrido de Cusco a Quincemil, se caracteriza por su paso de la zona andina a la zona amazónica peruana. Según explica Mario Ortiz de Zevallos, fundador y actual presidente de la asociación, el punto más alto de la ruta Cusco-Quincemil es un cruce de montaña a 4.725 metros de altitud: a partir de aquí, se empieza a descender hasta llegar a los 600 metros de altitud. Esta aproximación al lugar, de tan variada geografía, ya pone en antecedentes la singularidad de la zona.
Anamey: una reserva de biodiversidad amenazada
En el área conservada abundan las yungas: bosques densos nublados del flanco oriental de los Andes que se desarrollan sobre terrenos accidentados (grandes pendientes). Se caracterizan también por un clima húmedo; suelos pobres y susceptibles a la erosión; y por albergar una gran diversidad biológica (Tovar et al, 2010).
El presidente de la asociación explica que en la zona hay “especies únicas de mariposas, orquídeas y peces, pero sobre todo una gran variedad de aves”. Destaca también la presencia de grandes mamíferos como los jaguares (Panthera onca), los osos de anteojos (Tremarctos ornatus) y los pumas (Puma concolor), o anfibios como el lagarto Tegu (Tupinambis cuzcoensis).
Geográficamente, abundan los cerros y las cuencas de agua, que confieren un microclima propio a este lugar, considerado uno de los más lluviosos de todo el mundo, con una precipitación anual de hasta 7.000-8.000 mm/año.
Instalación de una cámara trampa en Anamey. Imagen cedida por Mariana Ortiz.
Fruto de la formación y posterior erosión de la cordillera de los Andes, la geología de esta región alberga un gran tesoro en los cauces de sus ríos: el oro. La presencia de este mineral supuso la entrada de la minería ilegal en la zona. En consecuencia, se han producido talas ilegales de árboles y cazas furtivas. Desde la Asociación reivindican que entre 2010 y 2021, se han perdido más de 6.000 hectáreas de bosque, aproximadamente el 2,5% de la cubierta forestal total del distrito de Camanti.
La minería también ha tenido efectos negativos sobre la contaminación de aguas y el panorama social del pueblo de Quincemil: se construyeron hasta 12 prostíbulos durante la época de mayor extracción (ahora solo quedan 3) y ha habido amenazas de muerte e intentos de asesinato a defensores ambientales como el propio Mario Ortiz.
Frenar el desarrollo de las actividades que amenazan al bienestar ambiental y socialde la zona es, por ende, otra de las motivaciones detrás de la constitución de la reserva Anamey. Entre las principales líneas de acción del proyecto, destacan: la teledetección con drones para controlar posibles incursiones de equipos de caza furtiva, tala ilegal o extracción de oro; monitoreo de especies de flora y fauna; patrullas periódicas dentro del área dirigidas por un equipo local y previamente formado; la gestión de denuncias sobre delitos ambientales; y la realización de inspecciones de emergencia según sea necesario.
Un reto para la Asociación
Sin embargo, para poder poner en práctica todas las actividades planificadas dentro del área conservada, hace falta dinero: uno de los principales retos a los que se enfrenta la Asociación Camanti Sostenible en la actualidad. Tal y como destaca Mariana Ortiz de Zevallos, mediadora comunitaria y miembro de la asociación, las personas implicadas en Camanti Sostenible lo hacen por “pura vocación de servicio”. Aunque hayan recibido la concesión del estado peruano, ésta no va acompañada de partidas económicas, que ayudarían para la contratación de personal o incluso para convertir en lugares de trabajo toda la labor que ya están desarrollando desde la asociación. Es por eso que, con ayuda de la Asociación para la Conservación de la Cuenca Amazónica (ACCA), piden subvenciones nacionales e internacionales y también aceptan donaciones a través de la página web de Anamey.org.
Una de las formas que han encontrado para cubrir esta falta de financiación, es mediante la estrecha colaboración que tiene la entidad con el establecimiento turístico Kuporo Lodge, ubicado a 18 km de la entrada del territorio de la concesión y que permite que haya una entrada de dinero a partir de los ingresos que se derivan de su actividad.
Kuporo Lodge: el vínculo entre turismo y conservación
Mario Ortiz, en colaboración con Alfredo Ferreyros, también miembro-fundador de la Asociación Camanti Sostenible, inauguraronKuporo Lodge en 2014, el mismo año que dicha asociación se constituyó y que empezaron los trámites para obtener la concesión de conservación. Así pues, el albergue se creó como parte de la estrategia desarrollada para preservar el espacio natural de Camanti. Es por ello que se construyó bajo criterios estrictos de sostenibilidad: está ubicado sobre una propiedad de 25 hectáreas considerada como un terreno de “recuperación de tierras de pastos en selva”, es decir, de suelo anteriormente degradado y que requiere de acciones de recuperación; su fuente de energía es 100% renovable, a través de paneles solares; y usan materiales de construcción y alimentos de la zona, así como productos biodegradables para la limpieza.
El albergue Kuporo, que en Harakmbut significa “árbol que da frutos con semilla a donde vienen a comer las aves”, está situado al lado de la carretera interoceánica sur, a 5 km antes de llegar a Quincemil, viniendo de Cusco. Esta carretera es una importante vía de comunicación porque conecta Perú con Brasil. Fue construida en 2010, aunque, según explica Mariana, no estuvo exenta de debate, dado que, “por el lado positivo, el país necesitaba conexiones, pero por el lado negativo, se facilitaba el acceso por carretera a los convoyes de minería ilegal”.
Vista aérea de Kuporo Lodge, al lado del río Araza y la carretera. Imagen cedida por Mariana Ortiz.
Hoy en día, la carretera trae a distintos perfiles de turistas hacia Kuporo Lodge, que van desde motoristas, que suelen pernoctar solo una noche, hasta grupos organizados (principalmente de Alemania, Francia e Inglaterra), que hacen estancias más largas para observar la naturaleza del lugar. El albergue también recibe en su establecimiento a personal científico cuyo trabajo de campo se elabore por las inmediaciones. Recientemente, el biólogo Hamlet Jakmel Maza Camacho ha pedido una subvención para llevar a cabo un monitoreo de mamíferos grandes con cámaras-trampa en la reserva de biodiversidad Anamey y tiene el apoyo del equipo de Kuporo para recibir la pernocta y las dietas que le sean necesarias.
La infraestructura del albergue cuenta con cuatro cabañas y una zona de acampada, además de un comedor. La intención es tener, como mucho, unas tres cabañas más. Según explica Mario Ortiz, quieren apostar por un turismo de manejo responsable y alejado de la masificación porque saben que el turismo también “puede hacer daño al impactar en las zonas naturales”. No quieren ser un “hotel de 5 estrellas, con piscina, luces azules, televisión a color esto y lo otro”, pero sí “convertirse en un modelo a replicar”.
En este sentido, desean especializarse en atraer un turismo de avistamiento de aves, una actividad que requiere de grupos reducidos (hasta seis personas), y de guías locales. De esta manera, quieren “promover actividades que ofrezcan al visitante de un vínculo mayor con la naturaleza, y que la gente pueda llevarse una experiencia mucho más interesante en relación al medio”. Aparte de las visitas para avistar aves, también se han pedido informes técnicos de evaluación para la viabilidad de otras actividades turísticas en la zona, sobre todo ubicadas a lo largo del río Araza. Algunos ejemplos son: la escalada en roca; la práctica del piragüismo en los rápidos del río; el paseo con botes inflables en zonas más anchas; áreas de baño al lado de cascadas; o rutas en bicicleta o a pie.
Ave tomando néctar de flores en Anamey. Imagen cedida por Steve Sánchez.
Otra duda que tienen en relación a la gestión turística es hasta qué punto facilitar la aproximación a la reserva Anamey. Aunque el albergue se sitúe relativamente cerca del inicio del área de conservación (a 18 km), ésta destaca por su difícil acceso, posible solo con unos vehículos especiales llamados Unimog (del alemán, Universal Motor Gerät, camión mediano de tracción en las cuatro ruedas). A su vez, esta dificultad constituye también una protección natural ante posibles invasores de minería, tala o caza ilegal. Por el momento, hasta que no se pueda disponer de patrullas periódicas que controlen y cuiden el territorio, desestiman emprender cualquier tipo de mejora en las vías de comunicación.
El albergue y su relación con Quincemil
La contribución del albergue al pequeño pueblo de Quincemil también ha tenido una dimensión social, al haber brindado alternativas económicas a algunas personas locales. Tal y como cuenta Mario Ortiz, muchos de los trabajadores que han pasado por Kuporo Lodge, anteriormente fueron mineros y sufrieron explotación laboral, maltratos, amenazas o cayeron en el alcoholismo. En el albergue, dice, “han encontrado un lugar donde se sienten respetados y contentos”. Un ejemplo es Washington Campero, que en la actualidad es un gran defensor de la naturaleza, con un gran conocimiento sobre las orquídeas y las plantas medicinales. Para algunas personas, mayoritariamente mujeres, la experiencia adquirida en Kuporo Lodge las ha ayudado a emprender sus propios proyectos, por ejemplo, con la apertura de restaurantes.
En Quincemil, también se están llevando a cabo algunos proyectos para impulsar la agroforestería local a través de la miel de meliponia y la vainilla nativa, tal y como explica Mariana, pero es verdad que los suelos de la zona son poco fértiles y dificultan el desarrollo de una actividad económica basada en la agricultura. Aunque se hagan esfuerzos para ofrecer alternativas económicas en la región, el presidente de la asociación lamenta que “sigue habiendo muchos hombres que continúan soñando en hacerse ricos rápidamente con el oro”.
Por esta razón, la Asociación Camanti Sostenible sabe que uno de los ejes más importantes a trabajar es la educación ambiental, especialmente la que se dirige hacia la población más joven. En un futuro, el sueño del equipo de Kuporo es que el albergue tenga un centro de capacitación, donde en un período de tiempo inferior a 3 años, la gente pueda formarse en temas de guiaje y desarrollo turístico, desde el punto de vista de la conservación y la conciencia ambiental. Actualmente, se ofrece un servicio de voluntariado, donde se pide disponibilidad para largas estancias y un alto grado de compromiso.
Una de las cabañas en Kuporo Lodge. Imagen cedida por Mariana Ortiz.
La Asociación Camanti Sostenible, con sus proyectos de conservación (Anamey) y turismo (Kuporo Lodge), es actualmente un hervidero y laboratorio de ideas y acciones donde los principales problemas son la financiación y la capacidad técnica. Pero esto no les limita para seguir. No desisten, con el objetivo de crear sinergias entre el desarrollo de un turismo sostenible en la zona y la consecución de fondos que permita realizar todas las actividades de preservación en la reserva de biodiversidad de Anamey. Tal y como explica Mario Ortiz, “queremos que vean que estamos presentes en la zona y que la riqueza del valle Camanti quede al descubierto para poder seguir cuidándola”.
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