10-10-2024
Economía Social y Solidaria y reparto: las cooperativas de riders
Gema Martínez-Gayo | Alba SudLa expansión de las plataformas de reparto ha tenido un gran impacto en la manera de entender la prestación de estos servicios, pero también ha incidido en la precarización de su fuerza laboral, ¿podrían ser las cooperativas de riders una solución?
Crédito Fotografía: Mart Production en Pexels.
Las plataformas digitales han cobrado gran relevancia en los últimos años, especialmente las dedicadas al reparto a raíz de la COVID-19, y esto ha modificado numerosos aspectos del ámbito socioeconómico. El incremento gradual en el número de usuarios que las utilizan también aumenta la cantidad de datos que estas procesan, analizan y utilizan con diversos fines. Además, a las personas repartidoras se les segura que serán “sus propios jefes”, que tendrán una elevada flexibilidad, qué escogerán cuándo, dónde o qué trabajo realizarán (Bridi et al., 2023; Muñoz Cancela et al., 2023). Pero lo cierto es que esto encubre una merma de derechos laborales, inseguridad, incertidumbre, la subordinación al algoritmo o el incremento del control sobre el desempeño. En definitiva, asistimos a una adaptación del capitalismo que incorpora nuevas tecnologías, formas organizativas y de explotación, esta vez a través del uso de los datos (Muñoz Cancela et al., 2023; Srnicek, 2017).
La fuerza laboral en las plataformas de reparto
Las personas que trabajan en las plataformas de reparto, a pesar de aparecer como autónomos quedan bajo el control de las normas de la empresa y de los algoritmos. Estos últimos permiten que sean evaluados por los tiempos de entrega, por las valoraciones de la clientela o por rechazar algún pedido, entre otros aspectos de los que dependerán sus trabajos futuros (Scasserra, 2019). Que los ingresos se vinculen con este rendimiento, les presiona para aumentar su disponibilidad, a la par que flexibiliza el trabajo (Aillon Gómez, 2024). Bajo estas condiciones lo cierto es que se encuentran en una situación de precariedad, que tal y como indica Sofía Scasserra (2019), se agudiza si tenemos en cuenta que gran parte de su fuerza laboral ya parte de condiciones de vulnerabilidad en el mercado laboral: especialmente las personas LGBTIQ+, jóvenes, migrantes y mujeres.
Imagen de Norma Mortenson en Pexels.
La juventud ve a estas plataformas de reparto como una puerta de entrada al mercado laboral y que les permite, en ocasiones, compatibilizarlo con sus estudios. Para las mujeres y las personas LGBTIQ+ supone el no tener que pasar un proceso de selección de manera presencial (Poggi et al., 2022) y esquivar así ciertas cribas discriminatorias. Además, en el caso de las mujeres, es frecuente que lo vean como una forma de obtener un ingreso, a la vez que ejercen labores de cuidado. Esto último es señalado como una de las razones primordiales para más de la mitad de las repartidoras entrevistadas en un estudio realizado en la ciudad de Buenos Aires. En esa misma investigación se detectó que el concepto de flexibilidad adquiría connotaciones diferentes para los hombres, que lo asociaban a mayor libertad, que para las mujeres que lo vinculaban con la compatibilidad de este trabajo con el tiempo de cuidados (Poggi et al., 2022).
En las plataformas de reparto suelen soportarse malas condiciones laborales, vulneración de sus derechos y, en ocasiones, violencia, pero lo cierto es que esta situación se agudiza en el caso de ser mujer (Hidalgo Cordero, 2020). En una investigación desarrollada en Quito (Ecuador) sobre la situación de las repartidoras en Uber Eats y Glovo, Kruskaya Hidalgo Cordero (2020) detectó cómo hay pocas mujeres repartidoras y que existen elementos que facilitan que esto ocurra. Por ejemplo, el acoso sexual, la incompatibilidad del funcionamiento del algoritmo con el trabajo de cuidados o el racismo. En las entrevistas que realizó estas describían los insultos que recibían por ir en moto al romper la idea de lo que tradicionalmente “debe hacer o no” una mujer, se cuestionaba si iban a ser capaces de cubrir determinadas distancias, como las cosificaban y las recibían en ropa interior en las casas o las invitaban a pasar, fruto del imaginario que tienen de la mujer inmigrante de determinados lugares.
Respecto al trabajo de cuidados se crea un círculo vicioso, ya que inicialmente se acepta este trabajo por la flexibilidad, para intentar obtener ingresos sin dejar de lado los primeros, pero a la vez estos limitan el número de horas y la disponibilidad de las repartidoras, lo que las penaliza en el algoritmo. También encuentran barreras en las de los horarios nocturnos, los cuales se perciben como peligrosos por los robos o la violencia sexual (Poggi et al., 2022). Las personas LGBTIQ+, también se enfrentan a las ideas preconcebidas y discriminatorias, sobre la capacidad de llevar a cabo o no las tareas de reparto (Cunha de Oliveira y dos Santos Reis, 2023).
Para las personas migrantes la oportunidad laboral que le brindan este tipo de plataformas, al menos inicialmente, puede ser una solución a los problemas de reconocimiento de su experiencia o de su carrera profesional cuando llegan a un nuevo territorio. No obstante, también les hace muy dependientes de sus salarios y, en ocasiones, les supone una pérdida importante de calidad de vida e ingresos previos (Miguez y Diana Menedez, 2023) o el recibir actitudes racistas por su origen.
Cooperativismo de plataforma
Las plataformas han proliferado rápidamente, pero la precarización laboral ha tenido también respuesta. Por ejemplo, en 2018 se organizaron protestas en Argentina, y, posteriormente se creó un sindicato de trabajadores de plataformas. En 2020 se produjo el parón de carácter internacional que creó conexiones entre territorios, aparentemente muy diferentes, pero que compartían su lucha contra el empeoramiento de las condiciones de trabajo (Miguez y Diana Menendez, 2023).
Imagen de Alexandre C. Fukugava en Pixabay.
También han generado alternativas organizativas donde la propiedad es colectiva, se favorece la autonomía y la solidaridad, además de revalorizar el trabajo realizado a través de la cooperación (Cañada et al., 2024). Estas se asientan en los preceptos de la Economía Social y Solidaria (ESS), y, por lo tanto, en la democracia, la horizontalidad, y la necesidad de poner en valor a sus trabajadoras y trabajadores (Renau Cano et al., 2021). Lo hacen a través de la búsqueda del bien común, de una manera autoorganizada y autogestionada, a través de la creación de cooperativas donde las decisiones son tomadas por las personas que la conforman y en su beneficio (Fuster Morell et al., 2021). Es el llamado cooperativismo de plataforma, entendido como una forma de luchar contra esos abusos y precariedad. De esta manera se diseñan proyectos que, aunque se basan en los avances tecnológicos se desmarcan de la falta de derechos laborales, la explotación de los datos, la desigualdad y el control ejercido por las plataformas tradicionales (Kasparian, 2022).
Grohmann (2022) señala que, a pesar de la diversidad de los territorios por los que se han extendido, sus miembros presentan demandas muy similares. Esto hace que el cooperativismo de plataforma se presente como una alternativa no solo local sino para lugares muy distantes. No obstante, este tipo de organizaciones también se enfrenta a retos desde el mismo momento de constituirse. Por ejemplo, ligados a la financiación que necesitan; la burocracia para su instalación; las exigencias tributarias de cada país (Cunha de Oliveira y dos Santos Reis, 2023); los de asegurar su sostenibilidad económica; ser capaces de adaptarse a los cambios (Renau Cano et al., 2021); mantener los puestos de trabajo a la par que garantizan salarios justos, así como la necesidad de fortalecer los aspectos relacionados con la igualdad de género y la inclusión (Fuster Morell et al., 2021).
Ejemplos de cooperativas de reparto
En São Paulo(Brasil), en el año 2017, se creó la iniciativa Señoritas Courier, en el que se reunió a un colectivo de mujeres y personas trans. Aline Os, su fundadora, tenía experiencia como repartidora autónoma para una empresa y, en un momento determinado, ofreció un servicio de entrega para que otra mujer lo realizara, y ahí se dio cuenta del interés que había y decidió constituirla. Seis años después, esta se formalizó en una cooperativa de gente apasionada por las bicicletas, basada en la economía solidaria, preocupada por las condiciones laborales, así como de sus proyectos (Cunha de Oliveira y dos Santos Reis, 2023; Señoritas Courier, s.f.). También tienen interés en romper con la imagen de que las mujeres no pueden realizar el trabajo de reparto por ser menos rápidas o autónomas que los hombres (Grohmann, 2022). Las personas de la cooperativa pueden desempeñar todas las funciones necesarias. Para ello cuentan con formación en mecánica y sobre las rutasen bicicleta. La atención al cliente es prestada por una persona y en horario comercial, se respeta el medioambiente a través del uso de bicicletas y se prioriza el bienestar de sus integrantes (Señoritas Courier, s.f.).
Imagen de Mart Production en Pexels.
Coopcycle es una federación de cooperativas de reparto en bicicleta fundada en Francia, basada en la defensa de los derechos de las personas repartidoras y la solidaridad entre ellas. Posee un software propio, la organización no depende del uso del algoritmo, ni en evaluaciones tras las entregas, proporciona asesoramiento y las decisiones se asientan en la democracia y participación de los colectivos que integran dicha federación. Para poder formar parte deben compartir los valores de la economía social y formarse como cooperativa tras la firma del convenio de colaboración (Kasparian, 2022; Muñoz Cancela et al., 2023). El malestar existente por el funcionamiento de las plataformas digitales y su trato a su fuerza laboral fue la razón por la que países como Argentina, México o Chile mostraran interés por estas formas organizativas. En el año 2020 la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajo de Tecnología, Innovación y Conocimiento (FACTTIC) comenzó sus planes de implementar este modelo en Argentina y tomó parte en la generación de CoopCycle Latinoamérica y su expansión a otros territorios de la región (Kasparian, 2022). No obstante, su implantación, y el desarrollo de la experiencia piloto, se vería dificultada por el hecho de que las repartidoras y repartidores no contaban con tiempo suficiente para formarse en el uso de la plataforma, por los trámites necesarios para formalizarlas, también el surgir en plena pandemia o por la situación económica existente. No obstante, se extendió a otros países, impulsada por organizaciones que adaptaban la iniciativa original de CoopCycle a las idiosincrasias propias de la región, como la implantación del pago en efectivo o los medios de transporte empleados (Muñoz Cancela et al., 2023).
Reparto y Economía Social y Solidaria
Más allá del contexto propio de cada país, lo cierto es que las plataformas digitales se han extendido rápidamente en Latinoamérica. Y lo han hecho, a través de sacar partido de las desigualdades sociales, de los problemas de los mercados de trabajo y el alto nivel de informalidad laboral preexistentes. A través de prácticas que “sortean” la normativa laboral y respaldadas en el uso de los algoritmos han aplicado nuevas formas de subordinación y han intensificado el control sobre su fuerza laboral (Bridi et al., 2023).
Las plataformas digitales muestran una “nueva cara” del capitalismo, ahora centrada en el uso de los datos, los algoritmos y la falsa flexibilidad para su fuerza laboral. Realmente lo que han traído ha sido una subordinación encubierta, mayor presión por estar siempre disponible, una disminución de la protección social y un mayor control del trabajo realizado. Suponen además una de las pocas opciones, a veces la única, para los sectores más vulnerables del mercado laboral, como las personas LGBTIQ+, migrantes, jóvenes y mujeres, quienes han visto en ellas una manera de subsistir, compatibilizar con su labor de cuidados o para evitar determinados procesos selectivos. Pero en estas se ven penalizadas por no aceptar todos los encargos, por las valoraciones de la clientela, se exponen a actitudes racistas y violentas o se les insulta y cuestiona su capacidad para desempeñar el trabajo. Frente a esto, la fuerza laboral de reparto se ha manifestado, creado sindicatos especializados y formado las llamadas cooperativas de plataforma. Estas últimas son la respuesta de la ESS a esa precariedad laboral, y donde prima la cooperación, la solidaridad y la autonomía. Bien es verdad que se enfrentan a importantes retos, como la sostenibilidad económica, el mantenimiento de los puestos de trabajo, las dificultades de instalación, entre otros aspectos. Pero lo cierto es que las experiencias analizadas nos hablan de la aplicación de los valores de la democracia, de la horizontalidad, de la integración, de la importancia de respetar los derechos laborales y de poner a las personas en el centro. Todo eso es lo suficientemente importante como para reivindicar la importancia de estas cooperativas y visibilizar su esfuerzo por mantenerse y plantarle cara a los efectos del capitalismo.
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