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13-02-2025

Contribución del turismo al cambio climático y la vulnerabilidad ambiental

Gema Martínez-Gayo | Alba Sud

Mientras se habla de cifras de turistas internacionales que recuperan lo registrado en 2019, cabe preguntarse dónde han quedado los compromisos para reducir la huella de carbono del sector y qué efectos puede tener el crecimiento sostenido de ambos datos.


Crédito Fotografía: Imagen de Markus Spiske en Pexels

A lo largo del mundo se experimentan las consecuencias del cambio climático a través de fenómenos meteorológicos extremos, como fuertes tormentas, tornados, pero también con otros de efectos más lentos y progresivos, pero no por ello menos significativos. Aunque ha resultado habitual que el foco se pusiera en el estudio de los procesos naturales, lo cierto es que son las prácticas sociales, y la pasividad ante sus consecuencias, las mayores responsables de los riesgos y la vulnerabilidad que en este momento padecemos (Puccio et al., 2019). El turismo se asocia a la creación de empleo, el estímulo de la economía y su contribución a la balanza de pagos del país receptor. Pero estos análisis no suelen tener en cuenta una serie de problemas socioeconómicos y medioambientales (Medina-Argueta y Palafox-Muñoz, 2020). A la precariedad laboral, el incremento de los precios de la vivienda y de la vida en general, se suman los de la urbanización sin control, la modificación del entorno, el daño a los ecosistemas, el deseo de desarrollo sin límites, la generación de residuos o las emisiones del transporte que influyen en el cambio climático.

Daños ambientales y territoriales del turismo

La introducción, y desarrollo, de una actividad turística implica cambios en la interacción con ese territorio y la naturaleza. En algunos casos, se priorizan los intereses económicos, lo que puede suponer el agotamiento de los recursos, el daño ambiental o modificaciones del sistema alimentario. Los usos del suelo se transforman, la población se desplaza y se concentra, crecen los residuos, el agua se contamina.  Se incrementa la desigualdad, no se respetan los derechos laborales ni se protegen lo suficiente los recursos naturales, lo que deviene en zonas vulnerables desde el punto de vista social y ecológico (Vianchá-Sánchez et al., 2021). Ejemplos de ello serían los grandes proyectos, con numerosas plazas de alojamiento, que conllevan la destrucción de los ecosistemas y la reducción de la biodiversidad (Ecologistas en Acción, 2024).

Imagen de Catherine Sheila en Pexels.

Las mutaciones en el territorio asociadas al crecimiento de franjas urbanizadas para el turismo tienen una serie de implicaciones por el aumento de la población, la construcción de infraestructuras, de viviendas y un mayor consumo de agua y energía. Estas zonas, ahora ocupadas por nuevos edificios y asfalto, pueden dar lugar a islas de calor que elevarán hasta varios grados la temperatura del aire (Olcina Cantos, 2012) y a que sus equipamientos de gestión de residuos no puedan asumir el aumento de población en ciertas épocas del año. Esto puede traducirse en problemas en los sistemas de saneamiento y depuración, acumulación en los vertederos, aguas contaminadas o concentración de residuos en espacios naturales (Ecologistas en Acción, 2024). La construcción de complejos hoteleros puede disminuir o eliminar áreas naturales protegidas como los manglares, la erosión de la zona costera y de las playas y favorecer que las especies marinas se alejen de la costa, lo que dificulta las labores tradicionales vinculadas con la pesca (Medina Argueta y Palafox-Muñoz, 2020).

El consumo de agua y energía

El uso de agua se ha incrementado notablemente en los últimos años. Ello se ha visto favorecido por el aumento poblacional, el crecimiento económico y las transformacionesde los estilos de vida, entre otras razones. Además, en algunas zonas sufren de limitaciones dado al agotamiento de acuíferos, su contaminación o a la disminución de las precipitaciones debido al cambio climático. Si bien es cierto que el turismo no suele ser la actividad que mayor cantidad de agua utiliza, si lo comparamos por ejemplo con la agricultura, también lo es que en determinados territorios se ha convertido en su principal consumidor (Gössling et al., 2012).

 Imagen de James Frid en Pexels.

La actividad turística es altamente demandante de agua, tanto por parte de la clientela como por su propia infraestructura. Existen varios estudios que estiman esta cifra, por ejemplo, desde Ecologistas en Acción (2024) se habla de un consumo hasta 6 veces superior a la población residente. Otra investigación, sobre los usos del agua en el turismo, da cuenta que supondría entre 80 y 2000 litros de agua por turista y día (Gössling et al., 2012). Este recurso es necesario para las acciones cotidianas como las comidas, la limpieza o el uso de la ducha, pero también debemos tener en cuenta aquellos alojamientos que poseen piscinas, balnearios, campos de golf o jardines. Cuanto mayor sea el tamaño y lujo ofrecido por el establecimientomayor será el gasto de agua, dadas las crecientes exigencias de comodidad (Gössling et al., 2012). Existen cada vez más lugares afectados por su escasez, lo que puede llevar a restricciones, cortes en el suministro, falta de agua potable o problemas de tratamiento (Ecologistas en Acción, 2024). Si, además, en estos territorios el turismo se ha convertido en el principal consumidor de recursos hídricos puede llegar a competir con la población del lugar o con otras actividades por su uso (Gössling et al., 2012).

Las emisiones de dióxido de carbono de la actividad turística, a través de su efecto en el cambio climático, incrementan también las temperaturas de los océanos y el deshielo de los glaciares. Esto supone una pérdida de recursos hídricos necesarios para la agricultura y supervivencia de ciertas zonas del planeta, el aumento del nivel del mar y la “acidificación” del océano, que causa daños en el ecosistema marino y afecta a la seguridad alimentaria (Organización Meteorológica Mundial, 2021).  Además, los hoteles y el resto de los alojamientos turísticos, especialmente aquellos de lujo, necesitan de una elevada cantidad de energía para hacer funcionar sus instalaciones. Aires acondicionados, sistemas de calefacción, iluminación, balnearios, piscinas, etcétera, han hecho que cada vez más se incremente su consumo sin atender especialmente a si esta proviene de fuentes renovables o no (Ecologistas en Acción, 2024).

Impacto del transporte turístico

La movilidad es un elemento central de la actividad turística, que requiere de importantes inversiones en infraestructuras financiadas en gran parte por los Estados, lo que no garantiza que sus beneficios se encuentren bien distribuidos. El sector turístico genera entre un 8% y 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, las cuales son responsables del cambio climático. La mayor parte provienen del transporte, no han dejado de crecer en los últimos años y se concentran especialmente en las regiones más ricas del planeta (Ecologistas en Acción, 2024; Tourism Panel on Climate Change, 2023). La reducción de estas emisiones a corto plazo resulta compleja dada la dependencia que estos desplazamientos tienen de los combustibles fósiles y por la elevada carga económica asociada a su transformación, especialmente en el sector aéreo (Olcina Cantos, 2012).

Imagen de Connor Danilenko en Pexels.

Un reciente estudio, publicado por la revista Nature, desvela los escasos avances producidos para reducir las emisiones en el sector, las cuales se encuentran muy lejos de poder cumplir las metas del Acuerdo de París. En esa misma publicación se señalan a los vuelos de larga distancia y al incremento de la demanda de movilidad en economías emergentes, donde se ha fomentado de manera intensa el turismo nacional para favorecer el crecimiento económico, como algunas de las razones (Sun et al., 2024), a las que habría que añadir la hipermovilidad aérea (Cohen, 2016). Todo ello sin implementar los medios tecnológicos de consumo eficiente que, no obstante, en ningún caso serían suficientes para frenar y disminuir la carga necesaria. Las desigualdades son patentes entre regiones, donde aquellas más ricas concentran la mayor parte de las emisiones. Información que debe ser tenida en cuenta a la hora de repartir responsabilidades, y especialmente, a la hora de implementar medidas para mitigar sus efectos (Sun et al., 2024).

Por su parte, los cruceros, son considerados como un medio de transporte muy contaminante, pues cada ocupante de este medio duplica las emisiones de dióxido de carbono que otra persona que viaja en avión y realiza su estancia en un hotel (Ecologistas en Acción, 2024). Esto se debe a que el empleo que realizan de la energía tiene diversos usos: como medio de transporte, para el alojamiento o las actividades recreativas, entre otros. En contraste a estos datos, el ferrocarril, seguido del autobús, son los que menos aportan en términos de dióxido de carbono (Organización Mundial del Turismo y Foro Internacional del Transporte, 2020).

Una transformación necesaria

Una investigación llevada a cabo por la London School of Hygiene & Tropical Medicine, muestra como el hecho de no llevar a cabo acciones contundentes sobre las emisiones puede tener efecto en el aumento de la mortalidad debido a la temperatura. De este estudio, llevado a cabo en más de 850 ciudades europeas, se extrae que, incluso en los escenarios posibles más favorables de cambio climático, las cifras de esta mortalidad adicional aumentarán. Por ello, es necesario intervenir de manera efectiva en la reducción de gases de efecto invernadero y aplicar medidas de adaptación orientadas a zonas y poblaciones especialmente vulnerables (Masselot et al., 2025).

Imagen de Akil Mazumder en Pexels.

La intensidad con la que se producen actualmente los fenómenos meteorológicos extremos es solo una de las numerosas consecuencias del cambio climático, cuyos resultados ejercen un daño continuo y acumulativo. El sector turístico es en parte responsable, y por ello, debe involucrarse en las medidas para frenar esta situación. Además de reconocer las influencias positivas que puede tener esta actividad, deben eliminarse los efectos negativos que causa a través del aumento de residuos, la destrucción de los ecosistemas, la contaminación de los recursos hídricos o la pugna que se genera entorno a ellos. Y no podemos olvidar al transporte, donde se originan gran parte de las emisiones de dióxido de carbono del sector. Son necesarios cambios en su uso y normativa, los avances tecnológicos no serán suficientes.  Los vuelos son cada vez más largos, más frecuentes, no se priorizan otros medios de transporte menos contaminantes en desplazamientos de corta distancia. Pero no nos dejemos engañar, esos trayectos no se reparten equitativamente entre toda la ciudadanía, se concentran en una pequeña parte de ella. Es otro reflejo de la desigualdad social existente, porque la mayoría de estos vuelos, el uso de jets y barcos privados, de helicópteros, el acceso a villas y alojamientos lujosos están al alcance de pocos. Son las instalaciones que más energía y agua necesitan, los transportes con más emisiones por persona, mientras, la mayor parte de la población ni siquiera ha cogido un avión en toda su vida. Esto debe reflejarse en las responsabilidades a la hora de intentar mitigar el cambio climático porque, aunque este nos afecta a todas y todos, la incidencia es superior en el caso de las más vulnerables. Es el momento de intentar reconstruir el sector turístico para que sea más respetuoso y justo con el medio ambiente, pero también con las personas.

 

 

Referencias:
Cohen, Scott A. (2016). Hypermobile business and leisure lifestyles: Will wellbeing concerns stimulate environmental co-benefits? En D. Hopkins y J. Higham (Eds.) Low Carbon Mobility Transitions (pp. 66-76). Goodfellow.
Ecologistas en Acción (2024). Decálogo de la insostenibilidad del modelo turístico.
Gössling, Stefan, Peeters, Paul, Hall, Michael, Ceron, Jean-Paul, Dubois, Ghislain, Lehmann, La Vergne y Scott, Daniel (2012). Tourism and water use: Supply, demand, and security. An international review. Tourism Management, 33, 1-15.
Gössling, Stefan, Hanna, Paul, Higham, James, Cohen, Scott y Hopkins, Debbie (2019). Can we fly less? Evaluating the 'necessity' of air travel. Journal of Air Transport Management, https://doi.org/10.1016/j.jairtraman.2019.101722
Masselot, Pierre, Mistry, Malcolm N., Rao, Shilpa, Huber, Veronika, Monteiro, Ana, Samoli, Evangelia, Stafoggia, Massimo, de´Donato, Francesca, Garcia-Leon, David, Ciscar, Juan-Carlos, Feyen, Luc, Schneider, Alexandra, Katsouyanni, Klea, Vicedo-Cabrera, Ana Maria, Aunan, Kristin y Gasparrini, Antonio (2025). Estimating future heat-related and cold-related mortality under climate change, demographic and adaptation scenarios in 854 European cities. Nature Medicine, s.p.
Medina-Argueta, Georgina del Socorro y Palafox-Muñoz, Alejandro (2020). La vulnerabilidad de Holbox, Quintana Roo, México, como destino turístico. El Periplo Sustentable, (38), 42-68.
Olcina Cantos, Jorge (2012). Turismo y cambio climático: una actividad vulnerable que debe adaptar. Investigaciones Turísticas, (4), 1-34.
Organización Meteorológica Mundial (OMM) (2021). El estado del clima en América Latina y el Caribe 2020(Informe nº 1272).
Organización Mundial del Turismo y Foro Internacional del Transporte (2020). Las emisiones de CO2 del sector turístico correspondientes al transporte. Modelización de resultados. Organización Mundial del Turismo.
Puccio, Hilda, Grana, Nazarena, Marshall, Georgina, Adaniya, Sebastián y Mansilla, Ricardo (2019). La vulnerabilidad de destinos costeros. Diseño de indicadores para su medición. Revista Realidad, Tendencias y Desafíos en Turismo (CONDET), 17(2), 81-103.
Sun, Ya-Yen, Faturay, Futu, Lenzen, Manfred, Gössling, Stefan y Higham, James (2024). Drivers of global tourism carbon emissions. Nature Communications, 15, 10384.
Tourism Panel on Climate Change (2023). Tourism and Climate Change Stocktake 2023.
Vianchá-Sánchez, Zulma, Rojas-Pinilla, Humberto y Barrera-Rojas, Miguel Ángel (2021). Turismo y vulnerabilidad social. Reflexiones para algunos casos latinoamericanos. Debates en Sociología, (52), 7-33.
 
Este artículo se publica en el marco del proyecto “Turisme i crisi climàtica global: què fem des de Barcelona?”, ejecutado por Alba Sud con el apoyo del Ayuntamiento de Barcelona (convocatoria 2024).