31-03-2012
Aniquilar una educación bajo mínimos, destruir la idea de comunidad
Joan Buades | Alba Sud
Análisis de cómo Baleares, una sociedad dominada por el ladrillo y el turismo masivo, ha construido un modelo educativo precario que la hace mucho más vulnerable que otras comunidades a la doctrina de choque neoliberal en estos tiempos de crisis y recortes.
Crédito Fotografía: Fotografía de A Salto de Mata, bajo licencia Creative commons.
Llueve sobre mojado. Lo más sorprendente del debate incipiente sobre los recortes en educación en Baleares es la inconsciencia general de que ya estábamos en una situación terminal antes de lo que empieza a caer. Mientras focalizamos la atención sobre la aparente 6,7% de los recortes que se desprenden de los presupuestos para 2012, perdemos de vista el contexto donde nos encontramos a escala española y europea. Si no prestamos atención, el descuido extremará el impacto en Baleares de las primeras recetas neoliberales administradas a la ciudadanía con la excusa de la "crisis". Veamos algunos ejemplos [1]. Para empezar hablando también de cifras, Baleares invierte en educación apenas el 3,1% del PIB, siendo la región –con Madrid– que menos se esfuerza. En el otro extremo, Extremadura dedica el 5,8%, casi el doble. La media española es del 4,3%. Mientras, la de la OCDE es del 5,2% y en Finlandia, del 5,9%. Traducido, significa que cada año invertimos un 28% menos en educación que la media española y casi la mitad que en la envidiada Finlandia, el estado líder a nivel educativo.
Si lo miramos por el lado de cuántos estudiantes consiguen el graduado al acabar la educación obligatoria, en Baleares apenas la obtienen la mitad de los aspirantes (54%), el peor nivel a excepción de Ceuta. Para contrastar hay que saber que son nueve puntos menos que en Canarias (¡y 30 que en Asturias!). La media estatal es del 71%. A pesar de que el mundo habla de que hay demasiado fracaso escolar en España (el 31% de los estudiantes abandonan sin graduarse), aquí tenemos el "privilegio" de ser la región líder: 4 de cada 10 de nuestros estudiantes serán entregados al mercado laboral con 16 años sin ninguna acreditación académica básica. Llama mucho la atención que en el País Vasco (16%), Navarra (19%) e incluso Andalucía (21%) la proporción sea la mitad o menos.
¿Cuántos estudiantes de Baleares seguirán estudiando al acabar la ESO? Pues, mientras que la media española de jóvenes que siguen estudiando a los 18 años es del 63%, en Baleares nos conformamos con el 41,4%. La horquilla va del 44,3% en Ceuta hasta un europeo 77.4% en el País Vasco. Somos la región que enviamos menos gente a la Universidad: nos basta con un 4% de licenciados y licenciadas en una España donde la media supera el 18% (¡el cuádruple!). Y donde Madrid roza el 31% y el País Vasco supera el 24%. Para quien piense que nuestro mercado de trabajo quiere preparación profesional y no superior, las cifras son también lapidarias: apenas el 12,5% de la población tiene finalizado un ciclo formativo de grado medio y un misérrimo 7,5% de grado superior (en contraste con un 16,8 y un 16,4%, respectivamente, de media española).
Estos aspectos cuantitativos de la gestión educativa deben relacionarse, necesariamente, con su calidad. Si echamos un vistazo al éxito escolar de Baleares en relación a la evaluación de más prestigio internacional, el informe PISA, el archipiélago se situaría siempre con Ceuta y Melilla en la franja más baja de las tres variables principales: comprensión lectora, competencia matemática y científica. En todo caso, muy por debajo de la penosa posición 32 de España en dicha evaluación. Para una comparación aterradora: en comprensión lectora, mientras en Finlandia el 15% de los alumnos son muy buenos y apenas un 8% tiene graves problemas, en Baleares sólo tenemos un 2% de excelentes mientras acumulamos un 28% de alumnado con grandes deficiencias. En estos momentos, se desconocen las medidas puestas en marcha por el gobierno anterior y el actual para incidir de manera planificada y pensando en las necesidades del alumnado en la mejora de la forma de educar.
Si miramos grosso modo los presupuestos invertidos, no puede afirmarse que haya menos gasto por alumno que en el resto de España e incluso en la UE. Ahora bien, si afinamos y miramos cómo se asignan ese dinero, Baleares volvemos a destacar positivamente: el 18,1% de todo el dinero público dirigido a educación lo damos en subvención a las empresas privadas del ramo (las popularmente conocidas como "concertadas"). Sólo nos gana el País Vasco (23,3%) y Navarra por nada (18,3%) y superamos de largo a Cataluña (15,5%) y Madrid (14,8%). No deja de ser fascinante que este porcentaje récord se alcanzara en 2008 bajo gobierno autonómico del centroizquierda. Las principales víctimas de este desvío de bien público a bolsillos privados es la precariedad o la simple inexistencia de los servicios educativos no ligados directamente al trabajo en el aula. A diferencia de lo que hacen en Finlandia o en Ontario (la primera provincia de Canadá, con excelentes resultados también en PISA), aquí carecemos de una red de apoyo a la mejora educativa que facilite y apoye la atención personalizada al alumnado así como el cambio metodológico y de perfil del profesorado y los equipos educativos. Desde el comedores escolares de simple catering hasta la compartimentación entre una inspección meramente policial y una formación del profesorado anecdótica y voluntarista, pasando por una gestión burocrática del currículo sin tener en cuenta las necesidades crecientemente complejas del alumnado real que tenemos, la sequedad estructural de recursos, la desviación masiva hacia el sector privado y los nuevos recortes ahogan la posibilidad de salir de la UCI educativa que padecemos desde siempre.
Mientras, Baleares han vivido una revolución demográfica vertiginosa en la última década (un 32% más de habitantes que en 2001, el nivel más alto de toda España). Esto ha triplicado hasta cerca del 16% la escolarización de alumnado recién llegado a nuestras aulas en la enseñanza obligatoria. Aunque no hay lugar en España con una necesidad de potenciar y generalizar un enfoque intercultural e inclusivo de la educación como aquí, se ha hecho muy poco y ya casi se ha desmantelado por completo (equipo Paire, programas Palic). El resultado es que prácticamente no hay alumnado recién llegado que llegue a la universidad y su porcentaje en graduación está muy por debajo de su matrícula inicial. El riesgo de exclusión social, de guetización, es evidente para quien quiera mirar qué puede pasar con ellos en pocos años, cuando alcancen la mayoría de edad.
El resultado global de todo ello en términos de nivel de estudios de la población adulta (25-64 años) refleja el bajísimo nivel cultural de nuestra comunidad. Así, estamos en la parte baja de las 19 comunidades o ciudades autónomas cuando miramos cuánta gente tiene estudios superiores o al menos secundarios no obligatorios. Mientras que en España los tiene el 51,8%, en Baleares justo llega al 48,4%. En la OCDE un 71%. Teniendo en cuenta la evolución demográfica de las Baleares, totalmente deudora de la apuesta ciega por el ladrillo y el turismo masivo, es bastante probable que, si no reaccionamos, este limitado nivel de estudios general tienda a ser cada vez más raquítico.
Y así volvemos al principio, a repensar la lógica de los recortes. Como dice Naomi Klein en "La doctrina del shock", el capitalismo no sólo aprovecha las crisis sino que se alimenta de provocarlas. La idea de base es que nada como en tiempos de crisis para remodelar sociedades de manera radical para que los intereses de los "mercados" (más ganancias para los ricos, más control y precariedad social) ganen en protección frente al riesgo que el virus democrático exija transparencia y equidad social. Recortar un 6,7% (más el salario del profesorado, en espera de nuevas ocurrencias contra el estado del bienestar) favorece la aniquilación del sistema educativo balear, el más penoso y pequeño de España. Provocará la emergencia de una nueva clientela para el sector privado subvencionado, que seguirá comiéndose unos recursos públicos cada vez más escasos. Muchos jóvenes de familias pobres y empobrecidas quedarán colgados y tampoco encontrarán trabajo a no ser que quieran minijobs a 400 € y con "derecho" a indemnización 0 para despidos en contratos de duración inferior a un año. En pocas palabras: el 1% poderoso, que se ha hecho de oro con la construcción y el turismo, babea de felicidad. Ellos esperan que, desesperada y con una formación muy básica y de baja calidad, jóvenes y grandes vayamos cada uno por su lado, todos contra todos, a ver quién flota pisando los demás. El 99% restante deberíamos ser capaces de sortear esta trampa y empezar a reconstruir lazos de resistencia y alternativa comunitarias, a reverdecer la idea de democracia real. En este horizonte, más que un no a los recortes hay un sí a proteger la educación de calidad como un derecho básico para todos. Esto no sólo no se debe recortar sino que tiene que cuidarse más que nunca, con más recursos y pensando en el futuro de nuestros jóvenes. Que su crisis, la de los mercados y bancos especuladores, la paguen ellos. Nosotros, la inmensa mayoría, sabemos que hay soluciones, basta mirar hacia Islandia [2].
Notas:
[1] Todos los datos procedent de informes oficiales del MEC y el IAQSE (Institut d’Avaluació de la Qualitat Educativa de les Balears). Los encontraréis sintetizados en esta presentación.
[2] Manuel Castells, “La solución islandesa”, La Vanguardia, 08/10/2011.
Artículo publicado originalment en catalán en la revista En Acció. Publicació periòdica del Moviment 15M a Eivissa, núm. 1, marzo 2012.
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