15-07-2012
¿Huertos o cemento?
Raül Valls | Alba Sud / CSTLa ingente cantidad de proyectos turísticos y/o urbanizadores que se ha producido en los últimos años en Catalunya amenaza seria el suelo agrícola disponible, especialmente en las áreas periurbanas, de especial interés precisamente por su proximidad.
Crédito Fotografía: Huerto en Cervera. Fotografía de Ramon Oromi (bajo licencia Creative Commons).
Una de las consecuencias menos valoradas aunque bastante conocida del tsunami urbanizador de los últimos años es la pérdida de tierras agrícolas, muchas de gran calidad y con una situación de proximidad que las hacía especialmente importantes. Esto es grave, pero es absolutamente simbólico de la irracionalidad de un sistema que parece habernos convencido, entre otras cosas, que la alimentación no es un elemento fundamental de la vida humana.
Comer comemos cada día, pero parece ser que es más "estratégico" para la economía un aeropuerto infrautilizado que debe mendigar vuelos (Alguaira), una zona de casinos y hoteles que insiste en un modelo turístico agotado (Barcelona) o una nueva construcción de viviendas, como si no hubiera pasado nada, (proyecto Sota Monestir en Banyoles). Todos estaríamos de acuerdo en que cualquier territorio desea y necesita un proyecto de desarrollo económico que garantice el sustento de sus habitantes y la construcción de un futuro personal y colectivo razonablemente satisfactorio (familia, formación, trabajo, vivienda, salud, ocio, etc.). Estaríamos la mayoría de acuerdo en que todo esto no será posible sin la posibilidad de una garantía alimentaria que lo sostenga. Producir alimentos cerca de nuestras viviendas nos garantiza lo que muchos llamamos "soberanía alimentaria", es decir, poder comer cada día decidiendo qué y con qué calidad.
Pues parece ser que eso que en cualquier conversación tranquila y racional entre un grupo heterogéneo de personas convendríamos de manera bastante unánime no guía las decisiones que las instituciones públicas, y los lobbys económicos que las "acompañan", proponen para alcanzar ese deseable desarrollo sostenible del territorio. Producir alimentos y comida, uno de los factores absolutamente trascendentales de una buena salud individual y colectiva, se convierte en algo secundario, casi residual y romántico.
Ciertamente opera también de manera corrosiva una pérdida colectiva del conocimiento sobre el camino que hacen los alimentos para llegar a nuestra mesa. Detrás de una lechuga o una pieza de pollo pocos ven la tierra cultivada y el campesino que la trabaja. Donde más lejos se llega es al supermercado donde lo hemos comprado. Son muchos los que, razonablemente, dicen que esta crisis debería ser una oportunidad para recuperar el tino. Pero lo cierto es que las propuestas que escuchamos son más de lo mismo que nos ha llevado a la ruina. Ningún cambio bajo el sol, ninguna idea nueva que nos ponga los pies, nunca mejor dicho, en la tierra. Hoy, una necesidad estratégica de primer orden es la preservación y mejora de las tierras de cultivo que tenemos. Cataluña es un país fundamentalmente de montañas. Las llanuras fértiles son escasas si exceptuamos la tierra firme. La proximidad del consumo de alimentos no es sólo un valor adecuado para un desarrollo turístico basado en los productos locales saludables y de calidad, es también una necesidad de primer orden para la independencia y una libertad reales.
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