28-08-2013
La perversidad del crecimiento
Pável Isa Contreras | EconomistaNuevos aportes al debate entre el economista Miguel Ceara Hatton y el Banco Central de República Dominicana sobre la relación entre crecimiento y económico y la incidencia de la pobreza en el país. De fondo hay una discusión sobre el modelo de acumulación.
Crédito Fotografía: Pável Isa Contreras. Fotografía de Giorgio Trucchi / Alba Sud
A lo largo de las últimas dos semanas, un interesante debate se ha desarrollado entre colegas del Banco Central y el amigo y colega Miguel Ceara Hatton sobre la relación entre crecimiento económico y la incidencia de la pobreza en el país.
Una síntesis de las posiciones es como lo que sigue. Primero, en un análisis desde 2000 hasta 2012, Ceara destaca el pobre récord que ha tenido el crecimiento económico en reducir la pobreza en el país.
Segundo, el Banco Central riposta que el crecimiento junto a los programas de asistencia social, han contribuido a reducir la pobreza, pero que si la reducción no ha resultado mayor ha sido por la crisis 2003-2004 que aumentó significativamente su incidencia y el número de personas en situación de pobreza, y por el estancamiento que se advierte en los salarios reales a lo largo de los últimos 10 años. En otras palabras, sin decirlo directamente, el Banco Central defiende la gestión económica del Partido de la Libración Dominicana (PLD), y culpa al empresariado y al gobierno del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) de las carencias. Además, dicen, el país también ha enfrentado una crisis internacional.
Tercero, a ese argumento Ceara responde con una comparación de numerosos países de la región que han sufrido crisis similares o peores y que han sido igualmente afectados por la crisis internacional y concluye que son insuficientes para explicar la persistencia de la pobreza, pues a otros países les ha ido peor y su desempeño en pobreza ha sido mejor. Además, argumenta que, por su tamaño, la asistencia social tiene un impacto marginal en la pobreza. Concuerda con el Banco Central en que los bajos ingresos laborales explican en parte lo que ha pasado, pero a eso le suma las precariedades en los servicios de salud, protección social, educación, saneamiento, transporte y otros.
Llama la atención que el Banco Central se haya metido en un debate de este tipo, por ser un tema, el de la relación entre crecimiento económico y pobreza, que no es de su responsabilidad institucional directa. Sin embargo, el episodio ofrece la oportunidad de ahondar en una preocupación que hasta el Banco parece tener y es el insatisfactorio resultado del desempeño económico en la pobreza.
El tema de fondo y que Ceara sugiere, pero que queda pendiente de auscultar con más detenimiento, es lo que él llama la “lógica de acumulación” o una forma de funcionamiento en la que los bajos salarios y los precarios servicios públicos son parte consustancial de la forma en que opera la economía, y eso es lo que hay que cambiar.
Una forma de interpretar esto es la siguiente. Por un lado, los bajos salarios contribuyen a sostener una mayor rentabilidad empresarial. Por otro lado, las exenciones, que también sostienen la rentabilidad en varios sectores, impiden un adecuado financiamiento público para la provisión de servicios sociales.
Además, la pobre dirección y calidad del gasto comprometen la efectividad del Estado en la provisión de esos servicios y ayuda a enriquecer a unos pocos. A esto hay que sumar que los sectores que más han crecido en los últimos años han sido unos con una escasa capacidad de generar empleos de calidad. Siendo el empleo el principal vínculo entre crecimiento económico y pobreza, ese tipo de crecimiento contribuye poco a superar la pobreza.
Se trata, por tanto, de una perversa lógica de crecimiento en la que la rentabilidad y la capacidad de acumulación e inversión se fundamentan en la pobreza, en la que el Estado cobra impuestos, incluyendo a los pobres, no provee a éstos y a todos lo que tiene que proveer, y “gasta” en demasía en beneficio de ciertos ricos, nuevos y viejos, y de actores del sistema político, en la que los recursos de la seguridad social son capturados por algunos sectores empresariales, y en la que la inversión se dirige hacia sectores que no generan suficientes empleos de calidad. No hay manera de que esto conduzca hacia una sociedad más justa, con oportunidades para todos y todas, y en donde la gente viva libre de privaciones materiales básicas.
El mejor servicio que puede hacer el Estado en esto es empezar a reconocer eso y a pensar en cómo romper esa lógica. La negación conduce a ninguna parte.
Publicado originalmente en el periódico El Caribe el 28 de agosto de 2013.
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