12-10-2013
¿Hasta dónde debe crecer el turismo?
Ernest Cañada | Alba SudEl malestar entre la población local en lugares donde el aumento del turismo ha sido muy acentuado, a causa de los diversos problemas que ha generado, reabre nuevamente el debate los límites del crecimiento de esta actividad. ¿Pero cómo abordar esta discusión?
Crédito Fotografía: Las Ramblas, Barcelona. Foto de Carlos Lorenzo (bajo licencia creative commons).
Los datos recientes sobre el registro de turistas en España muestran un crecimiento decidido durante los últimos años, especialmente en el área mediterránea y Canarias. En un contexto de crisis y destrucción generalizada de la ocupación se valora positivamente esta tendencia. Pero más allá del debate sobre la calidad del empleo turístico (del que nos ocuparemos en un próximo artículo), la presencia masiva de turistas en algunos lugares, como Barcelona o las costas de Mallorca, por ejemplo, también provoca malestar entre sectores de la población local que ha derivado en problemas de convivencia y protestas públicas.
Se percibe un estado de opinión que cuestiona abiertamente el crecimiento sin límite del turismo, y sobre todo las políticas que lo favorecen. Tomemos dos ejemplos. El primero la modificación del Plan de Usos de Ciutat Vella en Barcelona, por acuerdo de CiU y PP en el consistorio, que permite el establecimiento de nuevos hoteles en edificios de valor patrimonial en desuso, y que según denunció el movimiento vecinal responde a las presiones del lobby hotelero. El segundo el paquete de medidas legislativas del gobierno Bauzá en Baleares que facilita una intensificación del uso turístico del territorio, tal como ha alertado la organización ecologista GOB en su última campaña pública.
Algunos de los problemas que ha comportado este crecimiento del turismo muy concentrado en algunos espacios son:
- Incremento de los precios de todo tipo de productos y servicios que erosionan el poder adquisitivo de mucha gente.
- Desplazamiento del tejido comercial local por negocios orientados hacia el turismo, como tiendas de souvenirs o locales de ocio.
- Dificultades de acceso a vivienda por su encarecimiento, que obliga a un gradual desplazamiento de los vecinos afectados hacia zonas periféricas.
- Progresivo aburguesamiento o “elitización” de algunos barrios, dada la dificultad de las clases trabajadoras de poder residir en ellos.
- Molestias en algunas casas por los ruidos y desperfectos ocasionados por los turistas que alquilan apartamentos, sean legales o no, y cuya conducta altera la vida cotidiana del vecindario.
- Inconvenientes para circular o caminar por algunos lugares de la ciudad a causa de la presencia masiva de turistas.
- Trabas para acceso a determinados espacios públicos, que se reconvierten en función de las necesidades e intereses del turismo.
- Deterioro ambiental en territorios frecuentados por el turismo.
La intensificación de este tipo de problemas, especialmente sentidos por una parte de la población, y que se filtra también en los medios de comunicación, abre una vez más el debate sobre los límites del crecimiento turístico y la sostenibilidad. Ésta es una discusión de largo recorrido en las ciencias sociales.
El trabajo del geógrafo finlandés Jarkko Saarineen de la Universidad de Oulu nos puede ayudar a plantear de forma razonada esta cuestión. Una primera advertencia es que es imposible fijar objetivamente una cifra de referencia para un determinado contexto. Derivará siempre de múltiples factores y perspectivas. Hay tradiciones que abordan el tema desde el enfoque de cómo afecta la actividad turística en los recursos naturales –que en un contexto de cambio climático adquiere renovadas dimensiones–. Otras ponen el acento en la viabilidad de la actividad –el límite del crecimiento dependerá así de cómo afecte la continuidad del negocio turístico–. Finalmente, existe también la tradición “de base comunitaria” que subordina este límite a la opinión de la población implicada, y por tanto es fruto de la participación ciudadana y la negociación, en situaciones forzosamente conflictivas.
Las protestas vecinales y ecologistas son parte del proceso necesario para establecer los límites y equilibrios de una determinada actividad económica, en este caso el turismo. Su posición es absolutamente legítima para un debate democrático. La descalificación de quienes ponen el acento en estos conflictos, considerados en ocasiones como “turismofóbicos”, no ayuda mucho.
Cualquier discusión pública sobre qué papel queremos que tenga el turismo debería poder empezar por determinar cuáles son los límites deseables a su crecimiento. Esto nos obliga a pensar en el protagonismo de otros sectores, pero también, y sobre todo, al servicio de quién está este crecimiento turístico. El movimiento vecinal y ecologista contribuyen así con sus protestas en la construcción de un turismo realmente responsable.
Artículo publicado originalmente en El País, dentro del blog Alterconsumismo, el 10 de octubre de 2013.
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