29-12-2013
Pulso hotelero a la sociedad balear
Macià Blàzquez | Alba Sud / GISTCon la crisis las cadenas hoteleras baleares acentúan el regresan a su lugar de origen. Lo hacen reforzadas y con la experiencia adquirida en el exterior, e imponen condiciones a su favor al conjunto de la sociedad en un pulso desigual.
Crédito Fotografía: Images of Money (bajo una licencia creative commons).
Las cadenas hoteleras baleares han participado de la globalización, especialmente hacia el Caribe y Centroamérica. Se han expandido con la última sacudida del capitalismo neoliberal, mediante la acumulación de capital por desposesión, que es la expropiación de las propiedades comunes para separar los productores primarios del acceso a los medios de reproducción social, especialmente de la tierra y los recursos naturales. Nuestras protagonistas estaban ya adiestradas con su dominio político de las Islas Baleares a raíz de su nacimiento en connivencia con la dictadura franquista. El ministro Manuel Fraga eximió, por ejemplo, algunos proyectos turístico-urbanísticos del cumplimiento de la legislación urbanística, mediante la Ley 197/1963 sobre «Centros y Zonas de Interés Turístico Nacional». La internacionalización hotelera balear buscó territorios empobrecidos donde ampliar su negocio, con la connivencia también de regímenes autoritarios en Indonesia, la República Dominicana o Cuba.
Hablamos de mediados de la década de 1980, cuando empezaron a abrir hoteles fuera de España los Escarrer, Barceló, Fluxá, Riu, Matutes, Piñero, Hidalgo, etc. La sociedad balear inicia entonces un intento de democracia que viene marcado por el consenso social en la denuncia de la “balearización”, entendida como el abuso del monocultivo turístico con deterioro social y ambiental. Una sutil alianza social propone y promueve la contención del crecimiento para frenar el agobio, el consumo de territorio y el derroche de recursos naturales. Participan clases propietarias rentistas, sectores empresariales (como la FEHM, AFEDECO, Pimen...), instituciones conservadoras (el Obispado, el Fomento del Turismo...) para apoyar al GOB en la demanda de protección territorial y ambiental. Su fruto político son la protección de espacios naturales, la moratoria turística, la contención del crecimiento urbanístico de los núcleos urbanos, en el litoral y en el medio rural, o el esponjamiento de las tramas urbano-turísticas decadentes.
Pero las crisis de mediados y finales de la década de 2000 han supuesto un cambio de escenario, a raíz del pico del petróleo (en 2004 se alcanza el máximo de extracción previsto), los atentados que distancian Occidente de las sociedades donde el Islam es dominante y el hundimiento de los mercados financieros ligados a la burbuja inmobiliaria. Con la crisis actual, el capitalismo se reinventa y los hoteleros no son la excepción. Su pulso con la sociedad tiene su principal reflejo en la nueva legislación promulgada a raíz de la crisis financiera de 2008: se eliminan restricciones ambientales a los proyectos urbanísticos, por ejemplo en cuanto al abastecimiento hídrico (Ley 6/2009 de medidas ambientales para impulsar las inversiones y la actividad económica en las Islas Baleares), se crea la figura de la declaración de interés autonómico para dar "impulso preferente y rápido" en proyectos urbanísticos, o se legalizan las infracciones urbanísticas de los hoteleros (Ley 4/2010, de medidas urgentes para el impulso de la inversión en las Islas Baleares). Ambas leyes fueron impulsadas por mayorías del Pacte de Progrés.
Esta nueva regulación, y la subsiguiente, se hace a la medida de lo que les interesa a los hoteleros-promotores inmobiliarios, que están de vuelta de su internacionalización, a raíz de las crisis mencionadas, porque encarece el transporte y disminuye el consumismo de las clases trabajadoras y medias. Vuelven con la experiencia reforzada de imponer en su provecho y sus ganancias a la sociedad. Acostumbrados, aún más, a mandar y con alianzas reforzadas con operadores turísticos y fondos de inversión de capital riesgo. Sus nuevos proyectos en las Islas Baleares generan conflictos socio-ambientales: la construcción de un campo de golf de Iberostar colindante al Parque Natural de S'Albufera en Muro; otro campo de golf con 77 hectáreas de urbanización de élite del grupo empresarial Matutes junto al Parque Natural de Ses Salines en la Playa d'en Bossa; la construcción de un nuevo hotel, también con campo de golf, en el "Mirador des Trenc", de Sa Ràpita, promovido por los constructores Jaume Bibiloni y Enrique Hernandis con la cadena Blau Hotels; o una reconversión urbana gentrificadora en Magaluf por parte de Melià Hoteles, que supone la venta de sus establecimientos hoteleros, mediante la nueva figura de los condoteles, a fondos de capital riesgo que están más interesados en la rentabilidad de su valor de cambio como mercancía financiera-inmobiliaria.
Este regreso de los hoteleros baleares a su madriguera les ha hecho ganar en un instante el pulso que les hacía tímidamente la democracia con las moratorias, cuando desviaban su atención hacia negocios más rentables fuera de Baleares. Los hoteleros superan las crisis en su beneficio, y no en el interés general. El interés general debemos proponerlo y promoverlo en la sociedad, para labrar un futuro más sostenible, que reparta mejor las ganancias, dé trabajo de calidad y prevenga la crisis ecológica con la parada en seco del consumo de territorio y el despilfarro de recursos.
Artículo publicado originalmente en catalán en el diario Ara Balears el 29 de diciembre de 2013. Traducción al castellano de Alba Sud.
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