19-03-2015
Bajo el volcán: donde el turismo desahucia a la juventud y la gente empobrecida
Joan Buades | Alba SudNecesitamos repensar la resistencia anti-cemento y anti-invasión turística en términos de propuesta de empoderamiento para el bienestar de la comunidad. Queremos vivir en Ibiza, en la tierra. Nuestra gente tiene derecho a un techo y a un trabajo dignos.
Crédito Fotografía: Carlitos (bajo licencia creative commons)
Las urgencias ambientales, justificadísimas, suelen estresar tanto las luchas locales y ecologistas que no suele quedar tiempo para fijarse en la dimensión social del totalitarismo turístico. Pero el paisaje humano que resulta del impacto sostenido de la apisonadora especulativa sobre el territorio merecería nuestra atención preferente. Claro está, si es que amamos la tierra, la comunidad y la libertad. Y si queremos entender las sociedades turísticas como laboratorios avanzados de depredación turbocapitalista.
Fijémonos en Ibiza, la "Isla del Dinero” según un reportaje alucinógeno y memorable de La Sexta. A punto de iniciar la temporada 2015 con macrofiestas Opening en unas megadiscotecas de fama mundial, las previsiones son de euforia económica. De hecho, el año pasado el PIB de Ibiza ya creció el doble que la media española (2,7% vs. 1,4%) y la gran patronal prevé que en 2015 vuelva a batir récords liderando la creación de riqueza en el archipiélago balear.
En contraste letal, dos noticias sueltas de la prensa local nos dejan atónitos. La primera nos descubre que “Una docena de webs ofertan más de 12.000 alojamientos de alquiler en Ibiza”. No hablamos de plazas porque la mayoría de ”alojamientos (que incluyen tipis indios, cabañas, casas de piedra, barcos,..)” permiten la pernocta grupal, de tal manera que, sólo en plazas residenciales no hoteleras, un puñado de webs no controladas por la Hacienda española estaría ofreciendo cerca de 50.000 camas en una isla con una población permanente inferior a 150.000 personas. En ningún anuncio cuenta el detalle del IVA ni si están incluidas las tases por servicios municipales. En 2014 más de medio millón de turistas declaró que se alojaba fuera del hotel, más del doble que en el año 11. Tres quintas partes (más de 300.000) habrían dormido en la isla en alojamientos ilegales. Serían más del triple que tres años antes. Por lo tanto, la oferta extrahotelera de alojamiento está viviendo un boom y la parte ilegal crece muy por encima de la media. Naturalmente, alguien debe de estar ganando y mucho. Con datos oficiales que siempre son un pálido reflejo de la economía real en las sociedades turísticas, el alojamiento residencial no hotelero supuso un tercio del gasto turístico total en Baleares el año pasado, más que duplicando los resultados de principios de la década. En zonas de interior, pueden pagarse por un adosado con tres habitaciones y piscina 30.000€ por cinco meses de alquiler. En la costa, un apartamento de una sola habitación “con cuatro plazas” se alquila por 595€ a la semana en julio y agosto. Como dice el articulista: “Sale a 150 euros por cabeza, un chollo para universitarios ávidos de juergas en Ibiza que con tal de reducir gastos convierten los pisos en estivales casas patera y se alimentan a base de chips y cervezas”.
La otra noticia bochornosa se indigna porque “el descontrol de los alquileres turísticos deja sin casa a ibicencos y residentes”. Documenta casos como el de pisos de dos habitaciones en un barrio turístico con una importante población trabajadora que se alquila por 500 euros pero sólo de noviembre a abril ya que, a partir de aquí, si quieres quedarte, el precio se dispara hasta los 1.800€. Y podemos leer que hay una nueva “fauna” que se está haciendo de oro realquilando alquileres altos. La Susanna, una chica ibicenca de 30 años que ha tenido que volver a vivir con sus padres a causa de esta picaresca masiva a costa del derecho a una vivienda, relata que:
“Tengo un amigo alemán que paga precios desmesurados para alquilar propiedades para todo el año y en verano las realquila por días. Vive con su novia rusa, ni hablan español, y viven a tutiplén gracias al dinero que ganan realquilando los alquileres. Y yo le digo, ‘¿A tí no te ponen en el contrato que no puedes realquilar?’, y me responde que la dueña más o menos lo sabe. Él vive aquí la gran vida. Tiene tres o cuatro casas alquiladas todo el año y vive como Dios.”
Estamos hablando de un desahucio a granel de la juventud y las clases empobrecidas de la isla. Las alternativas – por decir algo – son compartir pisos minúsculos y carísimos, volver a vivir con sus mayores o llevar una vida “nómada” a base de ir transitando de contrato de alquiler propio para el invierno y compartir casa o volver con los padres en verano. Sin olvidar que cada vez hay más emigrantes hacia el extranjero debido al coste prohibitivo de la vivienda de la vida cotidiana en la isla.
La factura comunitaria de alimentar ciegamente el crecimiento turístico y residencial comienza a ser impagable en destinos como Ibiza. La distancia entre los megaricos de la isla y de fuera se extrema. El 1% que se aprovecha descaradamente tiene a su disposición a los grandes media locales para mostrar a la población colonizada y aculturizada qué tiene que pensar. Por ejemplo, reunidos recientemente por el Banco de Sabadell y Diario de Ibiza buena parte de los mandamases de la industria turística insular, nos ha repartido pastillas muy amargas que sintetizan de qué va el capitalismo extremo versión turística. Un Alonso Marí Calbet, hotelero y naviero con un pie en México y otro en la Italia que ocupa Formentera en verano, confesaba que: "cualquier inversión que se programe por debajo de un GOP (Gross Operating Profite, es decir, el resultado de explotación) del 30% es un fracaso económico”. Y Pedro Matutes, el Heredero por antonomasia del caciquismo de la isla, se manifestaba sensible a la necesidad de "pensar también en los residentes". Los intereses de estos y de los turistas "por lo general siempre han sido bastante convergentes" en aspectos como "la seguridad" o "que las zonas públicas comunes estén limpias".
Ninguno de estos mandamases parecía tener la más mínima preocupación porque la juventud insular disponga de buenas oportunidades de formación y de vida. Todo ello coincidía con el notición, tremendo, de que las Baleares son la segunda región de la Unión Europea (!) en abandono escolar detrás de las Azores, según datos del Eurostat. Sin casa, sin estudios, ser joven en Ibiza, la Isla de la Fiesta, es el retrato crudo del nuevo precariado indefenso, nómada, aculturizado, que fabrica industrialmente el turbocapitalismo neoliberal a lo largo y ancho del Planeta. De hecho, el nicho laboral emergente para muchos de ellos es recorrer el mundo durante todo el año a la aventura y de forma individual en busca de trabajo estacional: el verano, en la isla para después ir buscando la temporada alta en Tailandia, Bali, las Canarias o el Caribe y viceversa.
En cualquier caso, por si a alguien en estos tiempos calamitosos se le ocurriera proponer algún tipo de regulación sobre el sector turístico a fi de garantizar una justa distribución de beneficios, Abel Matutes, el Padrino tradicional de Ibiza que ha sabido hacer cash indistintamente durante la Dictadura, la restauración Borbónica del 78 y la Europa neoliberal, miembro de la Trilateral, intenta cerrar cualquier discusión con un pensamiento mágico que suena a amenaza:
“El sector turístico es un sector donde no hay lucha de clases. Los trabajadores no se sienten discriminados y mis propios empleados, desde el pinche de cocina al recepcionista, me piden cómo irá la temporada. Están pendientes de que las cosas vayan bien y si ven amenazado su bienestar, y creen que pueden trabajar menos meses, su reacción irá en contra los partidos políticos que no tengan en cuenta esta realidad. Tenemos temporadas buenas, en parte por nuestros méritos y en parte por las desgracias ajenas, pero sin la inestabilidad de los países árabes la temporada no sería tan buena como esperamos que sea”.
Quizás necesitemos empezar a repensar la resistencia anticemento y contra la invasión turística en términos de propuesta de empoderamiento por el bienestar de la comunidad. Queremos vivir en la isla, en la tierra. Nuestra gente de abajo tiene derecho a un techo y a un trabajo dignos. Al revés de los muros del 68, ahora toca: “Bajo la playa, la indignación”. Y no estoy hablando sólo de Ibiza, dejadme que os lo diga.
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