02-07-2015
La precariedad del trabajo de las camareras de piso
Ernest Cañada | Alba SudLa degradación en las formas de contratación, el incremento de la carga laboral y el deterioro en su estado de salud condicionan el día a día de las trabajadoras que limpian los hoteles.
Crédito Fotografía: Ana Núñez.
En el debate público a menudo se equipara de forma interesada la precariedad laboral con la temporalidad en la contratación, reduciendo así la significación de este fenómeno. Pero ésta es solo una de las dimensiones del trabajo precario. En realidad la precariedad es un fenómeno mucho más complejo, que tiene más que ver con un proceso de dominación de las clases trabajadoras que con un tipo específico de contrato.
Siguiendo el enfoque del Grupo de Investigación sobre Desigualdades en Salud (GREDS-EMCONET) de la Universidad Pompeu Fabra, dirigido por Joan Benach, la precariedad implica efectivamente temporalidad en la contratación, con la inseguridad e inestabilidad que esto genera, pero también exclusión en el acceso a prestaciones sociales, salarios bajos que dificultan vivir en condiciones dignas (según se considere en cada lugar), ausencia de poder en las relaciones laborales, y por tanto una pérdida de derechos laborales básicos, y niveles muy bajos de control en las formas de organizar el trabajo. La precariedad significa en definitiva un aumento de las condiciones de explotación y vulnerabilidad que sufren las clases trabajadoras.
Las camareras de piso como ejemplo de precariedad
En España uno de los colectivos laborales que más claramente han sufrido este proceso de precarización en los últimos años, especialmente desde los inicios de la crisis económica, ha sido el de las camareras de piso. Éste es uno de los sectores laborales más importantes para el funcionamiento de los hoteles, donde constituyen entre un 20 y un 25% de sus plantillas, y por tanto de la misma economía en muchos territorios especializados en el turismo.
En el marco de una campaña sindical internacional promovida por la UITA para hacer visibles y denunciar las condiciones laborales en este sector, hemos podido identificar cómo la degradación del trabajo de las camareras de piso se puede entender mejor si la pensamos como parte de un proceso más amplio de precarización. Su trabajo siempre ha sido duro, pero en los últimos años asistimos a una ofensiva patronal para reducir y ajustar costes para poder mantener unas determinadas expectativas de beneficio. El paro masivo que se vive en el conjunto del país, así como las reformas laborales impulsadas por los gobiernos del Partido Popular (2012), y antes por el PSOE (2010), han facilitado esta ofensiva empresarial.
Degradación en las formas de contratación
La precariedad implica en primer lugar inestabilidad en el empleo. Además de los contratos fijos y fijos discontinuos, cada vez encontramos más camareras de piso contratadas de forma eventual y/o a tiempo parcial. Esto significa que muchas trabajadoras no tienen una mínima seguridad en su puesto de trabajo y por lo tanto les es muy difícil poder organizar su vida con una cierta tranquilidad a corto o medio plazo. También supone que tienen que aceptar muchos de los cambios que les impone la empresa en la forma de organizar el trabajo y en la cantidad que tienen que hacer.
También sube la contratación a través de Empresas de Servicios, subcontratadas por los hoteles. Esto implica en muchos casos el previo despido total o parcial de las trabajadoras de los departamento de pisos de los hoteles externalizados y su sustitución por trabajadoras contratadas a otra empresa que, además, pasan habitualmente del convenio de hostelería correspondiente al convenio de limpieza o un convenio específico de empresa. Este cambio implica entre otras cosas que las trabajadoras puedan sufrir una rebaja en su categoría profesional o que haciendo un mismo trabajo puedan estar cobrando 200, 300 o 400 euros menos al mes. También implica un claro debilitamiento en la capacidad de organización sindical de las trabajadoras, por cuando en un centro de trabajo podemos encontrar que la plantilla puede pertenece a dos, tres, o más empresas.
En las Islas Baleares, donde se encuentra la sede social de las principales cadenas hoteleras españolas este proceso no ha avanzado tanto como de otras partes del país, donde son muchos los hoteles que han sustituido las trabajadoras propias por empresas de servicios subcontratadas. Pero la amenaza ahí también presente. Así durante la negociación del último convenio colectivo de Baleares en 2014 la Federación Empresarial Hotelera de Mallorca (FEHM) propuso introducir esta forma de gestión directamente a través del convenio. La medida fue claramente rechazada por los sindicatos y finalmente no se incluyó. Pero como está pasando en muchas otros lugares las externalizaciones se están aplicando de forma particular, hotel por hotel, tal como lo denunciaron CCOO y UGT en la Inspección del Trabajo a finales de abril de 2015. A raíz de ello más de cincuenta empresas hoteleras fueron investigadas por externalizar los servicios de limpieza de habitaciones en las Islas Baleares, Cataluña, Canarias y Valencia.
Incremento de la carga laboral
La otra gran vía de precarización que han sufrido las camareras de piso ha sido la forma de organizar el trabajo y el incremento desmesurado en su carga laboral. A través de entrevistas realizadas en diferentes municipios turísticos hemos podido identificar una serie de procesos compartidos en la mayoría de hoteles. En primer lugar destaca el aumento número de habitaciones que tienen que hacer, que en algunos casos llega a las 24, 25 y hasta 26 habitaciones, y hay casos en los que aún más. Y habitaciones que cada vez tienen más camas a través de los sofás o camas supletorias. Además en algunos hoteles deben limpiar también sus áreas comunes, como la recepción, escaleras, restaurantes, baños públicos, etc.
El trabajo se realiza bajo un ritmo muy intenso, para poder entregar las habitaciones libres a los nuevos huéspedes, o aprovechar el tiempo que los clientes salen de la habitación. Este incremento de la carga laboral también se ha visto favorecido por la desaparición progresiva de figuras tradicionales en la hostelería, como los valets, que ayudaban a las camareras llevando la ropa de la lavandería en cada planta, sacando la ropa sucia o limpiando cristales, y ahora es un trabajo que han acabado asumiendo ellas. Tampoco la estructura arquitectónica de los hoteles ha facilitado su trabajo cotidiano. Son muchos los casos en que las trabajadoras deben desplazarse con sus carros en diferentes plantas, o incluso varios edificios. Igualmente las reformas que se hacen en las habitaciones, poniendo más vidrio por todas partes o mamparas en las duchas y bañeras incrementa el esfuerzo que tienen que hacer las trabajadoras.
Las nuevas formas de contratación y el miedo a perder el trabajo o a no ser contratadas de nuevo ha hecho que muchas trabajadoras aceptaran hacer más trabajo del que les correspondía según su contrato. Así se ha vuelto habitual que las trabajadoras tengan asignadas un determinado número de habitaciones y que las tengan que hacer obligatoriamente durante las horas por las que están contratadas, y que en caso de no terminarlas se considera que eso es su problema y se tienen que quedar hasta acabar, regalando sistemáticamente horas de trabajo a la empresa. Para evitar quedarse más tiempo, además de ir corriendo todo el día, con los riesgos de golpes y caídas que esto puede suponer, muchas trabajadoras acaban por no bajar a desayunar o almorzar en los momentos establecidos para ello. O bien que en épocas de mayor ocupación en el hotel no hagan los días de descanso establecidos y pasen días y días trabajando de forma seguida.
Un trabajo precario que deteriora la salud
Todo esto está teniendo como consecuencia que la salud de estas trabajadoras se vea cada vez más deteriorado. Además del cansancio y dolor que constantemente soportan, con el tiempo se van generando toda una serie de dolencias, como problemas de cervicales, lumbares, hombros, túnel carpiano, rodillas, que van mermando su salud. Las intervenciones quirúrgicas en estos zonas son comunes para muchas trabajadoras. Y también el recurso cotidiano a la medicación para poder aguantar el dolor y seguir trabajando. Asimismo, el ritmo de trabajo, la sobrecarga de labores, la angustia y la impotencia con la que viven hace que las situaciones de estrés sean también frecuentes, de tal manera que también deban medicarse para poder dormir y bajar los niveles de ansiedad.
La precarización del trabajo de las camareras de piso ha llegado ya a extremos intolerables. Hay que acabar de una vez con esta situación. La salud y la vida de miles de trabajadoras es lo que está en juego.
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