25-12-2009
El Sur en Copenhague: “¡No existe un Planeta B!”
Reproducimos la entrevista a Joan Buades, miembro de ALBA SUD, realizada por Giorgio Trucchi y publicada por Sirel, diario digital de la Rel-UITA, el 23 de diciembre de 2009, a propósito de los resultados de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climática realizada en Copenhague del 7 al 18 de diciembre de 2009.
A pocos días del fracaso de Copenhague todavía cuesta entender la actitud insensata de un puñado de naciones responsables del desastre ambiental y climático en que se encuentra el planeta. Para analizar qué ocurrió en la XV Conferencia de las Partes de la Convención Marco sobre Cambio Climático (COP15) y cuáles son las perspectivas futuras, Sirel, conversó con Joan Buades, investigador y activista del Grupo de Investigación en Sostenibilidad y Territorio (GIST) y miembro de ALBA SUD, presente en Copenhague donde realizó una amplia cobertura de la Conferencia.
¿Cuál es tu análisis de lo que ocurrió durante la COP 15?
Era una Conferencia muy importante porque después de la Cumbre en Río de Janeiro en 1992 y Kyoto en 1997, venía a confirmar la urgencia de actuar como Naciones Unidas sobre el tema del cambio climático. No obstante, el resultado ha sido un fiasco absoluto. Una simple declaración no vinculante y sin ninguna validez jurídica, formulada esencialmente por algunos países importantes como Estados Unidos y China, y una ayuda económica totalmente insignificante para los países más pobres. En este sentido, estamos frente a un total fracaso del sistema de Naciones Unidas, y casi seguramente a la imposibilidad de una nueva convocatoria con un alto nivel de representación, como lo que hubo en Copenhague.
¿Cuáles han sido los aportes de los diferentes bloques de países presentes en la Conferencia?
El bloque que he denominado Chinamérica, conformado por Estados Unidos y China, que son responsables por la emisión del 40 por ciento de los Gases de Efecto Invernadero (GEI), ha trabajado unido para bloquear cualquier posibilidad de acuerdo real, y eso pese a la aparente confrontación que han mostrado a lo largo de toda la Conferencia.
Por otro lado, hemos visto una Unión Europea que se ha inhibido. Lo que se esperaba era que trabajara de mediadora entre ese bloque poderoso y el resto de los países, sin embargo no ha hecho nada y su participación ha sido otro gran fracaso.
Finalmente, hay que analizar el papel emergente de los países del Sur. Aunque con intereses a veces distintos, hay que mencionar la capacidad de los países de África de juntarse, hablar con una sola voz, adquiriendo un rol muy fuerte. También el papel que han jugado países como Bolivia y Ecuador, que han planteado temas muy importantes como el concepto de deuda y justicia climática, y el proyecto Yasuní-ITT –basado en la protección de la selva y la no explotación de reservas de crudos a cambio de una corresponsabilidad internacional–.
Lamentablemente tenemos también que destacar la falta de capacidad de América Latina de presentarse como una sola voz ante un Norte responsable del 70 por ciento de las emisiones de GEI, y la total ausencia de una propuesta conjunta de Centroamérica y el Caribe, dos de las regiones más vulnerables a los efectos dramáticos del cambio climático.
Con respecto a Brasil, el presidente Lula tuvo una posición muy beligerante al tratar de solicitar compromisos serios a Estados Unidos y China, sin embargo decidió firmar el documento final. Es decir: lanzó la piedra pero no fue capaz de mantener el pulso y se quedó a medio camino.
¿Cuáles van a ser las repercusiones concretas de este fracaso en Copenhague?
El verdadero problema es que la declaración que salió de la Conferencia deja prácticamente inalterado el contenido y las medidas adoptadas en el Protocolo de Kyoto, como por ejemplo que el cambio climático tiene que atacarse a través de mecanismos neoliberales como el “Mercado de Carbono” o la Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación (REDD).
De manera muy concreta, este fracaso implica que hay regiones del planeta donde el aumento de la temperatura promedio superior a 1,5 grados centígrados hará desaparecer a varios Estados insulares en el 2050. Es por eso que todos los países de África, una parte de Asia y América Latina pretenden que haya una reducción sustancial de las emisiones de GEI antes de 2020, porque las consecuencias van a ser desastrosas y los costos altísimos.
Si por un lado en muchas zonas aumentará la desertificación, por el otro habrá grandes inundaciones y esto provocará un fuerte fenómeno migratorio. Para 2050 se prevé la presencia de unos mil millones de personas refugiadas ambientales, sobre todo en el Sudeste asiático, Centroamérica y el Caribe. En Copenhague no se quiso hablar de ese problema.
¿Cómo te explicas que ante este impresionante fenómeno migratorio por motivos climáticos, los países del Norte sigan con una actitud tan irresponsable?
Aunque no lo digan públicamente están trabajando una nueva estrategia. Como no les están funcionando los muros, ni las leyes represivas, países como Estados Unidos y la Unión Europea e incluso la parte más industrial de China, van a fortificarse militarmente, van a bloquear cualquier tipo de acuerdo internacional sobre cambio climático y a blindar sus regiones ante la llegada de una marea humana de refugiados.
Por otro lado, no van a implementar la transición energética necesaria para proteger el clima de todos. El resultado final será una situación mucho más inestable y con altos riesgos sociales, a la que seguirán enfrentándose con una posición antihumanitaria de puro mercado y militarismo.
Un tema que pasó desapercibido fue el de la deforestación y del transporte internacional como elementos que afectan el clima...
En Kyoto no se quisieron poner en el tapete el tema de la deforestación, que causa el 20 por ciento de los GEI, ni el del transporte aéreo y marítimo internacional relacionado con el turismo y el transporte de alimentos y ropas, que corresponde a un 14 por ciento de las emisiones letales totales.
Se esperaba que en Copenhague se incluyeran estos dos sectores como objetos de reducción de emisiones, sin embargo no se hizo nada y las grandes compañías aéreas y turísticas están contentísimas, porque el lobby turístico ha conseguido que los vuelos internacionales sigan bonificados por los acuerdos climáticos.
¿Cómo evalúa el papel desarrollado por la administración Obama en esta Conferencia?
Había mucha expectativa y esperanza de que el discurso del presidente Obama trajera algo positivo, sin embargo fue una total desilusión, con contenidos muy similares a lo que hubiese podido decir el ex presidente George W. Bush. Una posición puramente patriotera, menospreciando o ignorando las consecuencias globales del cambio climático, sin importarle el destino de muchas realidades del Sur, incuyendo a Centroamérica y el Caribe.
¿Estás de acuerdo con quienes dicen que el poder de acción del presidente Obama está limitado por el poder de las transnacionales y el aparato dejado por Bush?
El sistema estadounidense es presidencialista y el margen de maniobra del Presidente es enorme. Por ejemplo, Bush hijo inició dos guerras sin siquiera pedir el apoyo del Congreso y del Senado. En este caso, Obama no ha utilizado este margen de maniobra para hacer un cambio de política ambiental, ni de paz internacional. Cada vez que está frente al reto de hacer cambios importantes en política internacional, Obama se inclina hacia posiciones nacionalistas en plan imperial. Es una clara falta de coraje e incapacidad para traducir sus bellísimos discursos en hechos.
¿Qué propuestas salieron del foro alternativo (Klimaforum)?
El Klimaforum fue un gran éxito y hubo un gran nivel de propuestas resumidas en una declaración final. Uno de los elementos más importantes es que no se involucraron solamente las organizaciones sociales y los activistas, sino una gran cantidad de gobiernos africanos y sudamericanos que trabajaron codo a codo para buscar propuestas comunes, definiendo objetivos y metodologías para frenar el cambio climático en beneficio de la humanidad y no sólo de los países ricos. Seguramente es una vía nueva que hay que cultivar para el futuro.
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