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Entrevistas | Comunicación para el Desarrollo | Nicaragua

14-03-2017

Manuel Fandiño, media vida escribiendo para el campesinado nicaragüense

Ernest Cañada | Alba Sud

Conversamos con el coordinador de Enlace, una revista y editorial nicaragüense dedicada a la comunicación rural con más de 25 años de experiencia. Una comunicación construida en el mundo campesino y a su servicio.


Crédito Fotografía: Manuel Fandiño. Imagen de Ernest Cañada | Alba Sud.

Manuel Fandiño es de origen español, de la Rioja, pero desde muy joven se sintió atraído por aquella Nicaragua de los años 80 que trataba de transformar su sociedad, y sobre todo mejorar la vida de su gente. Llegó en plena Revolución, pero lejos de los focos se fue a vivir a una comunidad rural, y allí se quedó tres años, entre 1986 y 1989, apoyando en la alfabetización de adultos, en el memorable acto de solidaridad colectiva que fue la Cruzada Nacional de Alfabetización.  Y también se dedicó a dar clases regulares a niños y niñas de origen campesino. Durante esos tres años empezó a desarrollar sus habilidades y conocimiento en la comunicación rural, en la que después él y el equipo de la Editorial Enlace se han convertido en referentes internacionales.

A finales de los 80, antes de la derrota en las urnas de la Revolución, Manuel junto con otros comunicadores y comunicadoras que estaban trabajando en las áreas rurales, vieron la necesidad de crear materiales escrito pensado específicamente para el campesinado, entendiendo que si no ponían a su disposición materiales adecuados todos los esfuerzos realizados en esos años acabarían perdiéndose. Así nació el Centro de Intercambio Cultural y Técnico (CICUTEC), del que la revista Enlace y posteriormente la editorial han sido sus principales iniciativas. Durante más de veinticinco años Manuel y el equipo de Enlace se han dedicado a documentar y dar a conocer experiencias exitosas del mundo rural nicaragüense pensado para un público eminentemente campesino. A través de revistas, libros, sistematizaciones, el campesinado nicaragüense y también centroamericano ha podido conocer y disfrutar de los aprendizajes y enseñanzas de otras familias e iniciativas como ellas. 

En esta entrevista repasamos cuál ha sido la trayectoria de Enlace y la suya propia, así como sus reflexiones sobre la importancia y características de la comunicación rural en la que ha comprometido su vida.

 

¿Cómo fue que llegaste a la comunicación rural? ¿Cómo nació en ti este interés?

Bueno, la verdad es que para conocer el campo, para conocer el mundo rural, primero tienes que vivir ahí, tienes que conocer sus problemas. Yo estuve tres años, entre 1986 y 1989, viviendo en una comunidad, trabajando en alfabetización de adultos y dando clases regulares a niños y niñas campesinos. En esa época acuérdate que no había Internet, no había computadoras, no había nada, y los medios de comunicación que teníamos en el país, en un país en guerra, era Barricada. Y lo que traía Barricada era información política, de los frentes de guerra y de la situación que se vivía en medio de una guerra. Por otra parte, se estaba haciendo un esfuerzo nacional por la alfabetización, pero los materiales no eran los más adecuados, por ejemplo, me acuerdo de la cartilla de los niños y niñas de primer grado que sumaban fusiles, 3 AK más 7 AK, igual a 10 AK. Entonces todo estaba muy politizado y los contenidos, los formatos, los mensajes estaban dirigidos hacia otro tipo de población, no tenían nada que ver ni con la problemática ni con las necesidades de la población campesina.

O por ejemplo, querías leer con la gente y agarrabas el Barricada y la letra era tan pequeña que no podían leerla. Me acuerdo que yo estaba dando clases de alfabetización y mucha de la gente que tenía problemas de lectura era porque esa letra era tan pequeña que no la podían leer, ni con anteojos. En el formato, en la forma, en el contenido no tenía nada que ver con la gente. Entonces pensamos en hacer un material que tuviera que ver con esa realidad y que la gente lo pudiera leer.

Orígenes de Enlace

¿Cómo fue que os planteasteis la posibilidad de hacer algo que ayudara a mejorar esos recursos educativos que estaban llegando al campo?

Viendo esa situación, y viendo también las necesidades de cosas básicas que tenía la gente fue calando la idea de que teníamos que hacer algo. Recuerdo que Antonio Belli, que fue uno de los creadores de esa iniciativa, decía que había estado en un valle y que parecía que estaban descubriendo la rueda, y en el valle de al lado igual. O sea, había una necesidad muy grande de comunicación, de información en temas de interés para que la gente pudiera hacer el trabajo mejor cada día. Pero también un material que sirviera de apoyo al esfuerzo de la alfabetización que se estaba desarrollando por todo el país. Veíamos que era necesario que la gente aprendiera a leer y a escribir, pero con temas, con contenidos y con cosas que tuvieran que ver con su vida, con sus problemas, con sus necesidades y con sus anhelos. Porque esa es la forma de que realmente se mantenga ese conocimiento.

Manuel Fandiño. Imagen de Ernest Cañada | Alba Sud.

En cierta medida, y a pesar de enorme esfuerzo que supuso la Cruzada Nacional de Alfabetización, culturalmente el país seguía viviendo de espaldas al campo y a ese mundo campesino, que llegaba a ser visto con cierto menosprecio.

En el transcurso del tiempo también nos dimos cuenta de que si estábamos haciendo un esfuerzo a nivel del desarrollo era para que la gente permaneciera en el campo, pero que viviera mejor ahí, que no tuviera que emigrar a la cuidad para tener una vida digna, para tener servicios de salud, para todas esas cosas que tienen la gente en las ciudades. Entonces, si queremos eso, pues también tenemos que pensar que esa gente produce información, tiene una vida interesante, tiene historias que contarnos a la gente de la ciudad, que no son como aquella película italiana que se titulaba “Feos, brutos y sucios”, que es la imagen que se tiene del campesinado, como de alguien atrasado. Entonces nuestro esfuerzo era también por revalorizar el mundo rural, por devolverles esa sensación de dignidad, de valorar su esfuerzo y creatividad, porque al fin y al cabo ellos están buscando cómo mejorar sus vidas adaptándose, haciendo cambios. Entonces, estamos ante un mundo rural tradicional, pero que está buscando un camino para poder seguir siendo mundo rural.

¿Y cómo fue que creasteis Enlace? ¿Cuál ha sido la historia de Enlace?

Fuimos varios técnicos, nicaragüenses algunos y otros extranjeros, cooperantes que habían venido a apoyar a la Revolución, que estábamos descubriendo todas estas dificultades técnicas de conocimientos, educativas, que te contaba antes. En el primer Enlace que publicamos, por ejemplo, salió cómo hacer una bomba de mecate. Había un problema generalizado con el agua, con su manejo, con la contaminación, con la sacada del agua de los pozos y tal. Cosas así, que tuvieran que ver con la vida de la gente. En ese artículo nos ayudó mucho que uno de los impulsores de Enlace estaba en el CITA INRA, que era un centro de investigación agrícola que había creado la Revolución en esos años. En el CITA INRA empezaron a hacer estudios y a promover tecnologías apropiadas que, con pocos recursos, pocos conocimientos y poca inversión se podía mejorar la vida de la gente del campo. Entonces a partir de esa idea que surgió del CITA INRA, se creó un medio de comunicación que reforzaba todo eso, prácticamente fue así. Lo que pasa es que era un medio de comunicación novedoso porque había un pedagogo, Olivier Berthoud, que escribió el libro Imágenes y textos para la educación popular.

¿Cuéntanos quien era Olivier Berthoud?

Olivier era suizo. Lo nombraron en el cuerpo diplomático y creo que estuvo varios años en Honduras y también en Nicaragua. Él había comprobado las cosas básicas que se sabían en ese momento de la educación popular, cosas como, por ejemplo, la importancia de la imagen de la gente, de su vida, la diferencia entre una imagen realista y un dibujo corriente, la importancia del lenguaje, del tipo de letras.... Él conocía lo que se había estudiado en diferentes partes del mundo sobre los neolectores, de cómo, por ejemplo, percibían la importancia del tamaño de la letra, del tipo de la letra que era más leíble, todas esas cosas necesarias para dirigir mensajes a este tipo de personas. Lamentablemente aquel libro que escribió en los años 80, todavía no es conocido por los ministerios de educación de la región.

¿Y él se incorporó al equipo de Enlace en esa primera etapa inicial?

Él se incorporó al equipo de Enlace, pero solo estuvo los primeros seis meses o algo así. Pero esos meses sirvieron para pasar de la teoría a la práctica. O sea, sabemos que los neolectores no leen ese tipo de letras, que tiene más dificultades para esto, vamos a ver qué tipo de letra, qué tamaño, qué tipo de imágenes. Entonces se hicieron dos números de prueba antes de salir al público. Y se leyeron con la gente para ver qué les llamaba la atención, qué opinaban, qué tipo de lenguaje debíamos usar, y ahí vimos la importancia de utilizar un lenguaje popular. Otra de las cosas de las que nos dimos cuenta es que cuando una persona no tiene costumbre de leer pasa de página y pasa a otro mundo. 

Un modelo de comunicación rural

 

¿Cuáles serían, a partir de esa experiencia, las claves que identificasteis de cómo debía ser una publicación pensada para un público neolector, campesino, en esa Nicaragua?

Estructurar los contenidos en dobles páginas; hacer líneas cortas, como si fuera un poema, porque la idea es que cada línea contenga una idea completa, porque si no la gente se pierde; no usar palabras complicadas, y si hay que usarlas explicar al lado qué significan; utilizar letras grandes, de 13 puntos como mínimo, sin serifas, o sea los adornos que tienen algunas letras, que a la gente le cuestan leer, mejor entonces un tipo de letra que sea fácilmente leíble, simple, sin adornos, y por eso decidimos usar la letra helvética.

Eso en cuanto a la forma, y en cuanto a los contenidos fuimos diseñando diferentes secciones que componían la revista, que tiene que ver sobre todo con la vida de la  gente en el mundo rural, con la producción agrícola y ganadera, con la salud, con la educación, pero también con la cultura y la identidad del país. Entonces hicimos una serie de secciones que cubrían el abanico de lo que podía ser la vida y los intereses de una persona del mundo rural.

Manuel Fandiño. Imagen de Ernest Cañada | Alba Sud.

Otra cuestión a destacar es que siempre habéis dado mucha importancia a contar experiencias positivas de gente de ese mundo campesino que ha resuelto problemas comunes, compartidos ampliamente.

Desde el principio empezamos a trabajar a partir de experiencias, no con grandes contenidos o con lo que decían los libros. Por ejemplo, veíamos que había un problema con el tema de la leña, ya sabes que todavía el 80% del país sigue usando la leña como combustible, y eso hace que siga el despale y que cada vez llueva menos en invierno. Y hay gente que no tiene otro ingreso y se dedican a sacar leña. Esto afecta al medio ambiente, a la salud de las mujeres, porque se cocina en cocinas tradicionales que no tienen chimenea, y todo ese humo les genera enfermedades respiratorias, que pasan muchas horas en esas cocinas. Es un problema serio. Entonces decidimos trabajar sobre el problema de la leña divulgando experiencias de construcción, ventajas y manejo de cocinas, hornos mejorados y biodigestores en base a experiencias que ya se estaban implementando por todo el país. Si sos ganadero y tenés más de cuatro vacas, con el gas que produce esa mierda podés cocinar todos los días y no necesitás botar un árbol. O si hay problemas con los fogones tradicionales, pues vamos a ver dónde están usando fogones ecológicos que no ahúman, usan la quinta parte de leña que una cocina tradicional y además garantizan condiciones de salud e higiene para las familias.

En la medida en que vas conociendo la problemática rural vas unificando alternativas. Eso sí, pedíamos que esas alternativas estuvieran validadas por la práctica, que no fueran alegrón de burro, que no fuera un chele que viene y expone una experiencia, y ¡qué maravilloso!¡Cocinas solares! ¿Y qué pasó con las cocinas solares? Quisieron impulsar cocinas solares, que sería una cosa maravillosa aquí que hay tanto sol, pero nadie agarro esa vara, a nadie le interesaron esas cocinas solares. Entonces siempre pedíamos que toda experiencia que publicáramos en Enlace tenía que haber sido validada por la práctica, y que estuviera en manos de la gente, no de una organización, que ellos lo estuvieran haciendo y lo hubieran asumido, que la práctica hubiera validado esa experiencia.

Entonces la dificultad que teníamos era poder identificar las alternativas en todos los ámbitos: en el de la producción, de la salud,… Y hemos insistido mucho en la agroecología, porque veíamos que es una alternativa que te permite aprovechar mejor los recursos de tu finca y no depender de las transnacionales, no envenenar tu vida, no envenenar la salud de otras personas.

De alguna manera Enlace se convirtió también en una forma de compartir experiencias entre familias campesinas. 

Exactamente, y fíjate que sobre todo trabajábamos con las organizaciones de la sociedad civil. Nosotros íbamos al terreno a ver qué cosas novedosas se estaban impulsando y cuáles de ellas ya estaban en manos de las familias campesinas, pero también para aprender de la sabiduría del campesinado, de esa saber que ha heredado a través de las generaciones, sobre todo esos pequeños campesinos que son como 250.000 familias en el país, en cuyas manos está la producción de la comida que nos alimenta en las ciudades. Entonces siempre nos centramos en cómo mejorar sobre todo las condiciones de vida de esas pequeñas familias campesinas que tienen poca tierra o que a veces no tienen tierra.

Producciones con amplia difusión

Y de la revista pasasteis a la editorial.

En 1989 hicimos los dos primeros números de prueba de la revista y luego en 1990 sacamos ya los primeros números comerciales. Llegamos a hacer 100 números, hasta hace como 4 años, que publicamos el último número comercial, y como unos 25 números especiales monográficos de diferentes materias.

Luego vimos que a partir de las experiencias que estábamos promoviendo se podían redondear libros incluso. Íbamos completando la información hasta que podíamos sacar algún número monográfico sobre cosas concretas, sobre gallinas de patio, sobre cómo mejorar el agua en la vivienda, sobre cómo mejorar la vivienda rural, o sobre el manejo de animales de patio (gallinas, chanchos, cabras u ovejas), que están en manos de las mujeres.

¿Cómo se distribuía Enlace? Porque muchas veces las publicaciones de las organizaciones de desarrollo o de las instituciones públicas se quedan en el almacén.

Bueno, nosotros desde el principio pensamos que era importantísimo que Enlace fuera un medio que la gente comprara porque le interesaba, que no fuera donado, porque aquí ya sabes lo que se dice: “fiado y regalado hasta caer morado”. Queríamos que la gente comprara la revista porque realmente le interesaba, y que pudiera comprarla en el mismo sitio en el que compraban el periódico, en las pulperías, en los mercados. Entonces nos apoyamos en la red de distribución nacional de periódicos que ya existía para poder hacer la distribución en todo el país y la ampliamos con nuevos puntos de venta.

Y la verdad es que la compraban mucho. La compraba la gente, pero también los proyectos porque, de repente, había temas y materiales de capacitación o experiencias que les servían para realizar su trabajo de desarrollo. Entonces también ayudó a promover que diferentes proyectos se comunicaran entre sí y a fomentar que hubiera intercambios de experiencias entre diferentes municipios, diferentes proyectos, diferentes productores. Poder visitar a otras personas que están en mis mismas condiciones, que son de mí mismo extracto social y que tienen las mismas dificultades, pero él ha buscado y ha encontrado una alternativa. Lo que hacíamos en Enlace era promover el desarrollo de otra manera, y sobre todo promover la esperanza de que es posible mejorar la vida, aunque uno sea pobre.

Manuel Fandiño. Imagen de Ernest Cañada | Alba Sud.

Sé que en algún momento hicisteis un estudio de la evaluación de cómo las familias leían Enlace, cuéntanos un poco de los resultados de esa investigación.

Lo que descubrimos fue que Enlace era una revista de estudio familiar, que la gente leía las 64 páginas, y que dilataban más o menos un mes, que se lo leían por orden y se lo prestaban entre los miembros de la familia. Y también descubrimos que los técnicos de los proyectos resolvían temas de capacitación leyendo la revista.

Compartiendo conocimientos con organizaciones de mujeres

Llegamos a este proyecto, que es en lo que estáis ahora, ayudando a fortalecer la capacitación técnica de las organizaciones de mujeres rurales ¿Por qué es importante trabajar con ellas en estos momentos en Nicaragua?

Bueno, ya sabes que en general el apoyo que han tenido las organizaciones de mujeres a través de la cooperación internacional se ha caído, pero también siento que han tenido otro tipo de problemas porque han mantenido unas propuestas y planteamientos muy independientes. Por eso creo que en estas condiciones es que necesitan, ahora quizás más que nunca, este apoyo de otras organizaciones.

Pero también por el rol que juegan en el desarrollo de las zonas rurales con el trabajo con las mujeres.

Bueno, es que para mí el desarrollo rural no es posible si no se involucra a las mujeres, porque desarrollo no es solo tener más producción y sacar mejores cosechas, sino tener una vida mejor, y las organizaciones de mujeres buscan cómo cambiar las relaciones familiares, las relaciones de poder, que las mujeres tengan tierra, que se empoderen, que tengan negocios propios que las hagan más autónomas. Si el desarrollo no incluye a las mujeres no sé de qué desarrollo estamos hablando.

En este marco se están haciendo varios talleres con tres organizaciones de mujeres, el Centro de Mujeres Xochilt Acalt, la Red de Mujeres del Norte y Coordinadora de Mujeres Rurales ¿Cuál es la orientación? ¿Qué se pretende con esta formación a las comunicadoras vinculadas a estas organizaciones de mujeres?

Que vean que los problemas y las alternativas muchas veces están en los lugares que ellas trabajan, que en el campo hay una serie de cosas nuevas que se están creando y que es necesario tener la apertura para ver que muchas veces esos conocimientos no están en los libros, que las alternativas para los cambios que se necesitan no están ahí, sino que a veces ya están en el campo, y que es necesario rescatar todo eso para promoverlo entre otras mujeres. Porque si una persona de mi comunidad y con mis recursos y mis conocimientos es capaz, yo también, o sea, que las alternativas no son unas cosas que tienen que venir de fuera, sino que muchas veces ya están en el campo.

Hay cierto problema con la mirada de los técnicos y las técnicas de muchas organizaciones de desarrollo para entender y valorar lo que ya está sucediendo a su alrededor.

Es más, muchas veces, como ya son técnicos no se consideran gente del común, o sea creen que el conocimiento y todas esas cosas viene de los libros y quieren que la gente se adapte a los que dicen los libros, y no ellos adaptarse a la gente. Por ejemplo, yo insisto mucho en el lenguaje: «miren, es que ese lenguaje es para ustedes, esas palabras igual son correctas en el mundo de los técnicos, pero la gente tiene otra forma de decirlas, la gente tiene otra forma de expresarse y si queremos que la gente que lo lea lo pueda usar pues necesitamos que lo entiendan, entonces tiene que ser lo más aterrizado posible a la vida, a la realidad, a la idiosincrasia de los campesinos y las campesinas». Entonces este es el esfuerzo que se está haciendo con las técnicas de estas organizaciones, que entiendan que ellas no tienen la sabiduría y el poder absoluto porque pasaron por una universidad, que tienen que ser más humildes y averiguar primero cuáles son las necesidades de información que tienen la campesina con la que trabajan y producir mensajes que tengan que ver con el lenguaje y con las necesidades de la gente.

¿Nos podríamos poner un ejemplo?

Hay una experiencia en Malpaisillo con las plantaciones de maní. La gente descubrió que cuando se arranca el maní las máquinas no son capaces de sacar el cien por cien  de las semillas que están enterradas y que por lo tanto tienen casi seis meses, hasta que siembran la siguiente cosecha, para engordar sus chanchos pastoreándolos en esas fincas. Entonces sueltan a los chanchos y bajan sus costes. Una señora me decía que ahora solo tenía que dar un tiempo de concentrado a los animales y que los otros dos tiempos de comida los conseguían ellos solos en las maniseras. Entonces la gente ya estaba manejando lo más difícil para una familia de escasos recursos que además vive en el trópico seco: darles de comer y beber a animales que muchas veces compiten con la alimentación de las familias. Ahí había que complementar esos conocimientos con temas de manejo, sanidad animal, manejo de los partos, etcétera, ver en definitiva cómo se podía complementar lo que ellos ya sabían, y ese fue el trabajo de las técnicas para producir un manual de cerdos: ver qué es lo se estaba haciendo no tan bien y cómo se podía mejorar con pocos recursos. Esto ha servido no solo para recoger experiencias de familias que las técnicas no conocían, si no para que adaptaran su programa técnico, sus calendarios, los programas de alimentación, ajustándose a la realidad y a las necesidades de información de las productoras.

Una propuesta para un cambio rural

¿Por qué crees que es tan importante este aprendizaje de una comunicación rural que este adaptada realmente a la idiosincrasia y a la cultura de la gente?

Lo que sabemos a través de Enlace desde hace años es que si queremos que las cosas cambien en el campo y mejorar la vida de esa gente que está ahí sin que tenga que emigrar a las ciudades, tenemos que producir mensajes, textos e imágenes que refuercen el valor y la importancia de ser campesino, que sirvan para ver el campo en positivo. Necesitamos que la gente se sienta campesina y se sienta bien, necesitamos que la gente se sienta orgullosa de ser campesina, de ser productora. Que encuentre alternativas para mejorar su vida en esos lugares, y yo creo que a esto estamos contribuyendo con este tipo de comunicación.

Ya para terminar, ¿cuáles serían las ideas claves de esta propuesta de comunicación rural que lleváis años sosteniendo?

Las ideas clave sería, primero, dignificar la vida del campo, segundo, encontrar las alternativas que se están desarrollando ya en el campo para mejorar esa vida rural, y luego, en tercer lugar, lanzar el mensaje a las ciudades de que los campesinos nos dan de comer a todos, que sin campesinos todavía vamos a ser más dependientes de otros países... No sé cómo decirte, a mi lo que más me ha maravillado del campesinado es que es una persona que necesita muy pocas cosas para vivir, cuando la gente de las ciudades necesitamos un montón de calaches. Pero debemos garantizar que tengan atención médica y educación de calidad en esos lugares, que tengan un trabajo digno, que tengan una producción saludable. Buscar cómo esa gente pueda ser autónoma, revalorizar la cultura y la tradición campesina. Estamos un poco detrás de todo eso.

Muchas gracias, Manuel.

 

Nota: esta entrevista se realiza en el marco de la evaluación del proyecto “Comunicación rural, la voz de las mujeres campesinas”, ejecutado por CICUTEC con el apoyo de Alba Sud a través de la Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo (ACCD), convocatoria 2015.