27-06-2023
L'educació de professionals del turisme: una mirada crítica
Xerardo Pereiro | Universidade de Trás-os-Montes e Alto DouroCom ha evolucionat la formació de professionals del turisme? Quines conseqüències ha tingut l'orientació gerencialista en la formació turística tècnica i superior? Quines implicacions té la consolidació del turisme com a àrea científica disciplinar pròpia?
Crèdit Fotografia: Javier Trueba, sota llicència creative commons a Unsplash.
(artice disponible només en castellà)
Se dice siempre que la educación condiciona el desarrollo socioeconómico de un país y de una comunidad, pero también su capacidad para interpretar, resolver problemas y transformar la sociedad. Este discurso bienintencionado es al mismo tiempo grandilocuente, evasivo y reductor, pues reduce educación a educación formal institucional y atribuye funciones y deseos a la educación “formal” que muchas veces no es capaz de cumplir en toda su ambición, ocultando así y desdibujando muchas frustraciones individuales y colectivas. En el caso del turismo, se da la circunstancia de que el mismo turismo puede ser considerado como un instrumento de educación de las masas por medio del conocimiento de la diversidad cultural y la biodiversidad, pero ello no es siempre así y el turismo también puede no educar, maleducar y confirmar los estereotipos y preconceptos de sus practicantes. En este sentido, el turismo es un “depende”, un depende de circunstancias varias que pueden hacer del turismo una actividad depredadora, alienadora o alienante o una actividad humana ética, justa y responsable.
Y ese “depende” relativista supone que la producción del turismo está condicionada por factores como la tierra, el trabajo, el capital (económico, financiero, simbólico, relacional, educativo…) y las tecnologías (por ejemplo, de información y comunicación). De esta forma, la formación de sus profesionales es un importante elemento transversal a todos esos factores de producción, en un ámbito donde la hospitalidad es una palabra clave. En estados como España o Portugal, donde el turismo contribuye decisivamente para la riqueza de esos países, la formación de los “turistores” (productores y gestores del turismo) es fundamental para un buen desarrollo de las actividades turísticas. El contrato entre trabajo y capital se hace de una forma diversa y desigual en diferentes contextos, pero una de las claves de ese contrato social es la formación de la fuerza de trabajo, los trabajadores y las trabajadoras y su adquisición de capital curricular educacional y formativo.
La formación de los profesionales del turismo ha cambiado mucho en el último siglo, de un autodidactismo y pionerismo por aprendizaje y formación empírica desde la práctica, hemos pasado a una organización sistemática en su formación en tres niveles (enseñanza profesional secundaria, enseñanza técnica profesional y enseñanza universitaria superior) en función de la complejidad y responsabilidad de las tareas y profesionales. Este cambio ha ido parejo al aumento de la oferta y de la demanda turísticas, al incremento de la experiencia viajera y a la institucionalización de las políticas del turismo. Lo cierto es que la formación en turismo se ha dividido entre el sector público (estado) y el privado (mercado empresarial) y ambos se necesitan mutuamente, con mayor o menos grado de creencia y fe en el papel del otro según los credos ideológicos, pero siempre e inexorablemente complementarios y obligados a entenderse. Es muy habitual escuchar de algunos empresarios decir que la universidad solamente enseña teorías, olvidando que no hay nada más práctico que una buena teoría; también es habitual escuchar a académicos a acusar a los empresarios turísticos a mirar exclusivamente de su negocio, algo que no se corresponde bien con la responsabilidad social aplicada por muchos en sus entornos sociales y comunitarios.
La formación de profesionales del turismo se realiza en varios contextos institucionales de enseñanza y aprendizaje (públicos o privados): en las escuelas profesionales de enseñanza secundaria, en las universidades (enseñanza superior) y en el contexto de trabajo a lo largo de su vida profesional. Estos contextos institucionales responden a una división social de la formación del turismo, que tan bien ha detallado el antropólogo Jafar Jafari (2005; 2007), para el cual la formación de turistores es esencial para que sean capaces de responder a las complejas y cambiantes necesidades y valores del turismo y de los turistas, pero obedece a una jerarquía de complejidad y valor. De acuerdo con ello, podríamos hablar de tres tipos de profesionales en función de las necesidades de formación:
a) Gestores, empresarios y planificadores públicos y privados del turismo deben tener una formación académica universitaria superior (licenciatura, master y/o doctorado) que les permita adoptar una visión global y amplia del turismo. Dicho de otra forma, los profesionales líderes del turismo necesitan herramientas conceptuales, intelectuales, multidisciplinares, de análisis de la actividad, etc., que les permita comprender el factor humano, organizar de forma adecuada y responsable la actividad y proponer soluciones complejas a problemas complejos. Es decir, estos profesionales tienen que tener una “visión estratégica” reflexiva, responsable y humanizadora.
b) Otros profesionales serían los del gerenciamiento intermedio del turismo, de la atención al público, de la intermediación con turistas (ej. guías, informadores…). Ellos podrán tener una formación profesional secundaria o una formación técnica superior más o menos especializada de acuerdo con la variedad de perfiles y tareas profesionales del campo polifacético del turismo.
c) En tercer lugar, estarían los profesionales operacionales, que son la base del sistema turístico y sin los cuales no funcionaría, que necesitarían una formación técnica y práctica, pero sin descuidar que dentro del saber hacer es necesario también saber pensar la propia actividad desde la operación y práctica de la hospitalidad intercultural.
Pero a pesar de esta distinción, todos los profesionales del turismo deben tener tres cualidades fundamentales: profesionalismo, hospitalidad y cosmopolitismo (Jafari, 2007), asociadas a otras transversales como el arte de comunicar (ej. conocimiento de lenguas), atraer, recibir, alojar, acoger y servir visitantes en contextos de interculturalidad. Sin embargo, en las últimas décadas y acentuado por el proceso de Boloña en el caso europeo, asistimos a un cambio de una educación turística fordista a otra posfordista, mercadológica y gerencialista, descuidando aspectos que considero esenciales en una buena formación de los profesionales del turismo.
Fuente: Redd, bajo licencia creative commons en Unplash.
Aunque soy antropólogo sociocultural y tengo formación base en geografía e historia, llevo 25 años formando profesionales del turismo y colaborando con muchas universidades de Europa e Iberoamérica, pienso el turismo como una actividad polivalente, multidisciplinar e interdisciplinar desde el punto de vista de su estudio, investigación y formación. Considero que necesitamos de las ciencias sociales y naturales, entre otras, en interacción y diálogo para educar en una “turismología” y una “turistología” holísticas que permita formar personas y profesionales no con apenas una visión tecnicista, mercadológica y gerencialista del turismo, necesarias, sino también con una visión humana amplia, global y crítica. En relación con la formación universitaria superior del turismo: ¿qué está sucediendo hoy en día en nuestros países? Pues bien, desde mi punto de vista se están produciendo algunos cambios cuanto menos cuestionables:
a) Un camino corporativista de los estudios turísticos, en los cuales se está construyendo una “turismología” académica propia y diferenciada como área disciplinar y científica en nuestras universidades. El resumen sería “ser doctor en turismo”, no sobre turismo, o “morir”… en una política de reconocimiento que, si bien es entendible, puede llevarnos a costes de formación críticos. ¿Quién va a formar a nuestros profesionales del turismo?
b) Un camino monodisciplinar en los currículos de los primeros ciclos universitarios dominados por la gestión turística, sin demostrar que forme mejores gestores y empresarios del turismo. Ello lleva a que los profesionales del turismo tengan cada vez menos conocimientos, que quieran gestionar elementos culturales y naturales (la sangre del turismo) sin herramientas de las ciencias sociales y naturales que les permitan comprender, entender y mejor relacionarse con ellos. ¿Como se va a interpretar un territorio que mal se conoce o se conoce estereotipadamente? ¿Cómo se va a trabajar así sin tener formación mínima en geografía, historia del arte, sociología-antropología, ecología…?
c) Un camino de hiperespecialización excesiva en la formación turística superior, que lleva a crear profesionales unidimensionales, que podrán saber mucho de una cosa, pero nada del todo, lo que les inhabilita para tareas de liderazgo complejo. Se habla mucho de interdisciplinaridad, pero se practica y se cree poco en ella en la formación universitaria superior (por ejemplo, en la Universidad de Panamá llegó a haber cuatro masters en turismo con cuatro orientaciones educativas ya no diferentes, sino contrapuestas).
d) Un camino de orientación mercadológica abusiva en cierta medida, que pretende responder a las necesidades del mercado (legítimas), y no siempre a las necesidades sociales y comunitarias (más amplias y también legítimas), que muchas veces no coinciden con las del mercado. Se deja a un lado la formación ética o como mucho se disfraza alguna unidad curricular como “turismo sostenible”. Se reduce el turismo a economía y poco se explica desde la economía política y la política (relaciones de poder complejas, gobernanza, participación no cosmética, democracia…) que hay que entender si queremos formar buenos planificadores y diseñadores de productos y experiencias turísticas.
e) Un cierto desinterés y desmotivación de nuestros jóvenes por la formación turística operacional y profesional superior, con la excepción tal vez de la formación en cocina y restauración, pues consideran y perciben que son profesiones mal pagadas en nuestro entorno, con baja remuneración, poca progresión y con problemas en las condiciones de trabajo, sin buena conciliación laboral-familiar y sin perspectivas de estabilidad y futuro. Muchos prefieren emigrar a lugares que consideran mejores oportunidades, y nuestros empresarios españoles y portugueses buscan profesionales del turismo en los países de la periferia geopolítica.
De acuerdo con Margarita Barretto (2012: 149) existen varios modelos de formación turística superior: a) el enciclopedista; b) el burgués; c) el economicista; d) el administrativista; e) el del planeamiento turístico; f) el eclético (ibero-americano). El modelo enciclopedista pretende ampliar la visión del mundo del estudiante por medio de conocimientos generales que le permitan interpretar mejor el turismo y sus cambios. Es un modelo de saber aprender y aprender para reciclarse permanentemente. El modelo burgués es disciplinar y tecnicista, con una preparación e inversión en los saberes de corto plazo, cambiantes. El modelo economicista tiene como misión enseñar el negocio del turismo y el administrativo la gestión del negocio, las empresas instituciones y organizaciones políticas del turismo. El modelo de planificación adopta un enfoque territorial, de ordenamiento y domesticación de los destinos y productos turísticos. Finalmente, el modelo ecléctico es multidisciplinar y multidimensional, integra el área operacional, técnica y científica del turismo, la planificación de políticas públicas del turismo, la atención e información a visitantes. De acuerdo con esta autora, este último modelo es el más adecuado para Iberoamérica, aunque las diversidad e historia de experiencias de formación acumuladas son la pauta (México, Brasil, Colombia, España, Portugal, Costa Rica, Panamá, Argentina, Chile…).
En el caso de España, las universidades negociaron hace veinte años aproximadamente, en el ámbito del proceso de Boloña para la armonización de la enseñanza superior del turismo, un libro blanco del turismo publicado por la ANECA en el año 2004, la agencia de evaluación y acreditación de los estudios universitarios en España. El documento es una referencia importante para entender la nueva enseñanza posfordista del turismo por competencias (instrumentales, personales y sistémicas) y definió la diversidad de salidas profesionales de los estudiantes. A pesar de ello, el sociólogo del turismo Tomás Mazón, afirmó hace años en una conferencia en Lisboa, que el se sentía algo frustrado porque formaba licenciados en turismo para limpiar las piscinas de las urbanizaciones que depredaron la costa mediterránea española, y que fueron ocupadas por turistas “residenciales” interesados en el buen clima del mediterráneo español.
Fuente: Jeswin Thomas, bajo licencia creative common en Unsplash.
En esa adaptación al espacio europeo de enseñanza superior, España optó por 4 años y no 3 para el primer ciclo (grado, licenciatura) a diferencia de la mayoría de los países del entorno europeo más avanzado. Es decir, se cumplió el slogan de “Spain is diferent”, no siempre por cosas buenas. La negociación entre universidades llevó a inclusiones y exclusiones bien interesantes. Por un lado, se hegemonizó en la enseñanza superior del turismo la gestión empresarial del turismo, y áreas como la geografía, la sociología, la antropología patrimonial o la historia, con gran tradición investigadora en turismo se convirtieron en testimoniales, subordinadas y periféricas. Este absolutismo del gerencialismo en la formación turística técnica y superior no es exclusivo de España, sino que está sucediendo en países como Portugal y otros. Como consecuencia ha disminuido la interdisciplinaridad en la formación y los profesionales han disminuido las capacidades y competencias de análisis, planificación y desarrollo de las actividades turísticas.
El proceso español de adaptación a Boloña ha conllevado unido otro, que es la precarización del profesorado universitario, especialmente del más joven, innovador y promisor. El resultado ha sido que los profesionales que forman los profesionales del turismo son precarios con bajos salarios y magníficos currículos a formar a los futuros precarios de una sociedad con no muchas esperanzas de un mejor futuro. La falta de una apuesta seria por prestigiar y valorar los docentes universitarios españoles es un lastre que tiene y tendrá un coste para el tejido productivo y para la sociedad en general, pero también es un hándicap para las necesarias políticas públicas del turismo. Por ello, el empobrecimiento cognitivo y de miradas poliédricas de un fenómeno tan complejo como el turismo es bien palpable en la formación académica superior. Algunos piensan que invertir en educación es caro, otros que debe ser un negocio privado, la alternativa es la ignorancia, que puede salir más cara aún, como hace unos años rezaba un slogan del ministerio de educación de Singapur.
El último paso en España se está dando con la aplicación de la nueva ley de universidades (2023), a partir de la cual los docentes de turismo están construyendo una nueva “iglesia”, la “turismología”, con sus obispos, clero y nuevos acólitos. La afirmación del turismo como área científica disciplinar propia podrá así traer nuevos beneficios para sus constructores. Ello no es exclusivo de España, se ha dado también en Brasil y se está dando en Portugal, aunque no tanto en los países anglosajones (más pluridisciplinares y más interdisciplinares). En la lucha por los recursos, consideramos este paso como una reacción aseverativa que se puede entender desde el típico corporativismo institucional académico y la endogamia de clase intelectual. El resultado de este nuevo cambio en la calidad de la enseñanza y en la formación de turistores es para mí una incógnita y tendremos que observar atentamente cuáles serán sus consecuencias.
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