23-04-2024
Treball i turisme comunitari: reflexions sobre el realisme capitalista
Mayra Laborda & Elenise Scherer | Alba SudLa creença derrotista perpetuada pel realisme capitalista condueix a una naturalització de les formes depredadores del turisme a l'Amazònia. Sorgeixen experiències alternatives com el turisme comunitari. Però és possible donar l'etiqueta de sostenible a iniciatives que menyspreen al seu personal i la seva relació amb la naturalesa?
Crèdit Fotografia: Lago Jatoarana/ RDS do Uatumã. Imagen de Mayra Laborda (2023).
(article disponible només en castellà)
Para Mark Fisher (2009), el realismo capitalista puede ser entendido como una creencia/actitud derrotista, ampliamente difundida, de que el único sistema económico y político posible es el capitalismo y que, por lo tanto, no hay alternativas ni soluciones, incluso frente al descontento de las masas. En este texto, pretendemos reflexionar sobre las potencialidades de este concepto para analizar el contexto de trabajo en el turismo amazónico, especialmente el realizado en áreas protegidas (APs) por comunidades tradicionales. Mark Fisher (1968-2017) señala que, al no tener límites fijos, el capitalismo es capaz de reinventarse hasta el punto de metabolizar y absorber todo aquello con lo que entra en contacto (Fisher 2009). En este sentido, nos proponemos repensar el turismo comunitario (TC) desde la perspectiva del trabajo.
Según Fabrino, Nascimento y Costa (2016), el turismo comunitario presenta una propuesta de desarrollo del turismo a escala local, centrada en los recursos endógenos de las comunidades, generalmente asociados al turismo sostenible. Se llama la atención sobre tres premisas que Fabrino et al. (2016) consideran esenciales para el TC: el protagonismo comunitario, la distribución equitativa de los beneficios económicos y la sostenibilidad ecológica.
Pousada Comunitária/ RDS do Uatumã. Imagen de Mayra Laborda (2023).
Sin embargo, un factor central e indispensable en el análisis, comúnmente ignorado por los estudiosos del turismo comunitario, es el trabajo: las condiciones y relaciones a las que están expuestos sus trabajadores y trabajadoras. ¿Cómo se puede proponer una alternativa a la corriente dominante sin tener en cuenta el trabajo? ¿Cómo calificar de sostenible una actividad que ignora el uso que hacen de los recursos naturales las personas que trabajan en estas iniciativas? Y cuando se trata del turismo en las AP amazónicas, el discurso verde es aún más atractivo, ya que la actividad/fenómeno se utiliza como principal vector para la sostenibilidad económica y el mantenimiento de las formas de vida de las comunidades tradicionales de estos territorios. Es en el centro de estas cuestiones orientadoras en las que se centra este artículo, con el fin de comprender los matices y complejidades que rodean las cuestiones laborales en el turismo comunitario amazónico.
Comprender el realismo capitalista
Desde las advertencias seminales sobre la urgencia de detener la degradación planetaria, se han presentado innumerables alternativas como panaceas a los males ecológicos y, en consecuencia, sociales que asolan el planeta. Desde la Primavera Silenciosa de Rachel Carson (1962), pasando por el Informe Meadows (1972), los Acuerdos, Objetivos y Tratados de la ONU y las COP (Conferencias de las Partes), todos los esfuerzos se han dirigido a pensar cómo seguir desarrollándonos sin agotar los recursos y prolongar la sociobiodiversidad existente en la Tierra.
Desde el punto de vista de los autores marxistas (Corbyn, 2021; Fisher, 2009; Foster, 2017; Sultana, 2021), casi todas las iniciativas mencionadas no llegan a la raíz de los problemas, que, para estos autores, radican en la estructura del sistema capitalista, ávido de producir, consumir y maximizar beneficios, sin priorizar, sin embargo, la necesidad de reducir drásticamente la forma de producir y consumir a la que estamos acostumbrados. Así, las estrategias para reducir las emisiones de carbono, reducir la energía, ahorrar agua y eliminar correctamente los residuos sólidos, aunque son estrategias urgentes e indispensables, están lejos de ser la solución al problema.
En esta línea, Fisher (2009) señala que los medios de comunicación se están apropiando de la emergencia climática y del riesgo de agotamiento de los recursos, en lugar de reprimirlos. De hecho, la catástrofe medioambiental se trata de forma superficial y su relación con el capitalismo se retrata de forma inconexa, ya que el capitalismo, por su propia naturaleza, se opone a cualquier noción de sostenibilidad (Fisher, 2009). Parsons (2023) llama la atención sobre el "colonialismo del carbono", en el que los países del Norte Global transfieren los costes de su devastación medioambiental a los países del Sur Global a través del mercado de créditos de carbono. Lo que vemos es un intento de superar la crisis climática, constantemente subestimada, sin cambiar el modo de producción del sistema capitalista.
Imagen de Mayra Laborda (2023).
Este contexto llama la atención sobre lo que Fisher describe como las alternativas necesarias para el pleno funcionamiento del capitalismo. Como no se puede negar el cambio climático, que está científicamente demostrado y de moda en la escena mundial, se coopta la agenda proponiendo cambios superficiales o trasladando la responsabilidad a los países con un capitalismo dependiente. Así, mientras existan supuestas alternativas que, en teoría, combaten la crisis ecológica, las prácticas convencionales pueden continuar.
Mundos del trabajo en el turismo comunitario amazónico
Tratando específicamente de las prácticas laborales en el turismo amazónico, Santos y Scherer (2022) señalan que el turismo se suma a actividades pluriactivas preexistentes y pasa a formar parte del calendario amazónico, mediado también por intercambios familia/comunidad. Sin embargo, se trata de un trabajo por el que se paga dinero y, en muchos casos, las comunidades dependen en gran medida de la mediación de agencias de turismo de otros lugares, principalmente del sudeste y sur del país, lo cual deriva en una relación de dependencia y explotación, ya que las agencias estipulan el porcentaje al que tienen derecho las comunidades, aunque los mayores costes monetarios y laborales corran a cargo de las familias ribereñas.
Para Silva et al. (2020), los beneficios del turismo comunitario en la Amazonia van más allá de los relacionados con la conservación de la naturaleza, incluyendo el fortalecimiento de la identidad, la inclusión social y el bienestar de las comunidades. Este horizonte del turismo va en contra de las premisas del realismo capitalista, que tiende a borrar las culturas fuera de la corriente dominante e invisibilizar las formas de resistencia que contradicen el modus operandi del capitalismo. Sin embargo, aunque se presenten como transformadoras, algunas de estas experiencias comunitarias no son más que la cuota de “alternativas” cooptadas por el Capital, para que sigan teniendo lugar experiencias turísticas convencionales de molde colonizador.
En este sentido, como resultado preliminar de este ensayo, se observa que existe un peligro en las formas híbridas de organización del trabajo. Aunque las iniciativas turísticas que se pretenden alternativas se forjen en un marco anticapitalista, con el objetivo de poner en el centro el debate ecológico y social, acaban siendo cooptadas y entran en una lógica de maximización del beneficio en detrimento de la conservación de los bienes comunes y del bienestar de los trabajadores. La desesperanza y la supuesta imposibilidad de alternativas predicadas por el realismo capitalista en el ámbito laboral encuentran barreras en experiencias alineadas con la economía solidaria, la gestión compartida de los recursos comunes, las cooperativas y las formas colectivas de trabajo/distribución igualitaria de la renta.
Cabe destacar que en el turismo es imperativo centrarse no sólo en el protagonismo comunitario, sino también en la autogestión de las empresas y de la actividad en su conjunto. Hay que pensar en la autonomía de las comunidades tradicionales, para que puedan gestionar la actividad de principio a fin, incluyendo la publicidad, la captación de clientes, el traslado de turistas y otros servicios. Si no existe infraestructura para las comunidades y, en consecuencia, para el turismo, hay que pensar en políticas destinadas a este fin, como servicios de electricidad, internet y telefonía.
Imagen de Mayra Laborda (2018).
En esta dirección, Almeida (2008) mapeó contradicciones comúnmente encontradas en el ecoturismo, considerado una forma alternativa y sostenible de turismo:
- Distorsión del significado del término ecoturismo;
- Focalización en la naturaleza, mientras se prescinde del ser humano;
- Relaciones asimétricas entre anfitriones-agencias-turistas;
- Comercialización de la naturaleza;
- Abandono de las actividades tradicionales;
- Pérdida de territorio para los pueblos y comunidades tradicionales;
- Deforestación de áreas protegidas y otros impactos ambientales.
Para Fisher (2009), la política emancipadora debe destruir la idea de un orden natural, de que el capitalismo no es inevitable y no surgió por casualidad o por fuerzas naturales; hubo un contexto político-económico-social-ideológico que lo forjó en su forma actual.
Del mismo modo, esta reflexión debería extenderse al turismo, en el sentido de cuestionar el modus operandi de las experiencias actuales. Siempre hay una naturalización del status quo, de que las comunidades no pueden autogestionar sus iniciativas porque así es, siempre ha sido y siempre será, desconociendo que este escenario no surgió sin pretensiones, sino que es el resultado de decisiones políticas. Además, siempre existe un discurso que legitima las experiencias turísticas que explotan a los animales y/o no respetan el equilibrio ecológico de la naturaleza.
Imagen de Mayra Laborda (2023).
Según Vargas et al. (2020), imaginar un turismo comunitario en sintonía con las premisas del Buen Vivir presupone respetar la convivencia intercultural de los pueblos y sujetos presentes en los intercambios; y, sobre todo, la economía del trabajo solidario, basada en una escala familiar y solidaria. Esto subvertiría necesariamente las relaciones laborales de corte capitalista. También sería un instrumento de defensa del territorio y de la territorialidad de los pueblos y comunidades tradicionales. Como ejemplo, los autores citan la lucha por el derecho a la vida y el autoabastecimiento frente al avance del agronegocio y otros intentos de explotación en el territorio ancestral mapuche de Rukapillán y Peweñantu, ubicado en la Región de los Ríos, al sur de Chile.
En un intento por legitimar estas territorialidades, surgió el Programa TRAWUN de Turismo Comunitario, Economía Solidaria y Desarrollo de Base Local, que constituyó una cooperativa de turismo comunitario (CTB) en 2013, integrada por representantes mapuches y prestadores de servicios turísticos familiares o comunitarios. Los resultados incluyen una propuesta de autocertificación de Turismo Comunitario y una ruta de turismo comunitario en la que participan 28 iniciativas familiares. Además, Vargas et al. (2020) destacan que en todo el proceso de construcción de TRAWUN participaron universidades, autoridades públicas, el pueblo mapuche y las iniciativas turísticas locales. En definitiva, el TBC ha favorecido la confluencia de actores sociales y alineado las expectativas con el Buen Vivir, reafirmando los territorios, respetando las relaciones interculturales de convivencia y reciprocidad, promoviendo el mantenimiento de culturas y formas de vida y la conservación de la naturaleza.
Reflexiones finales
Por ahora, en conclusión, la máxima de Fisher es indispensable para orientar una nueva agenda que supere las propuestas del capitalismo verde y del ecologismo de derechas, actuando sobre la raíz del problema, el actual sistema socioeconómico que estructura las relaciones sociales, porque la única manera de amenazar realmente el realismo capitalista sería exponerlo como inconsistente e insostenible (Fisher, 2009, p. 20). 20). Para ello, es necesario reconocer, según Foster (2017), los límites materiales de la naturaleza como principio elemental, para luego “imaginar relaciones laborales completamente nuevas, social y ecológicamente reproductivas” (Foster, 2017).
Se considera que un turismo comunitario emancipador debe priorizar a los trabajadores, no solo en términos de mejora de las condiciones laborales, sino más allá, entendiéndolos como actores necesarios en la planificación turística, como sujetos intelectuales, poseedores de amplios conocimientos sobre la sociobiodiversidad local, capaces de definir las mejores alternativas para su territorio. ¿Cuántas empresas son contratadas para realizar diagnósticos turísticos y no incluyen a los residentes/trabajadores locales en sus equipos? ¿Son realmente los talleres participativos, metodologías ideadas por instituciones multilaterales, la mejor manera de incluir a la comunidad local? Urge repensar las condiciones de participación de las comunidades receptoras y si, como propone Gohn (2019), se está asegurando la equidad en la participación para garantizar una efectiva inclusión social, más allá del papel.
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