07-12-2017
SESC Bertioga: el turismo social es posible
Ernest Cañada | Alba SudEl Centro Vacacional del SESC Bertioga (Brasil), inaugurado en 1948, es un referente internacional de las potencialidades de las políticas de turismo social. Compartimos las impresiones de una visita reciente.
Crédito Fotografía: Fotografía de Alba Sud.
Recientemente estuve en Sao Paulo impartiendo un curso sobre turismo y trabajo organizado por el Servicio Social del Comercio (SESC) dentro de un ciclo sobre la ética en el turismo. Las organizadoras insistieron en que debía tomar un tiempo para visitar el Centro Vacacional que el mismo SESC tiene a orillas del mar en Bertioga, a unas dos horas en automóvil de Sao Paulo.
Acostumbrado a propuestas alternativas de diverso tipo, confieso que acepté la invitación, más por agradecer su atención que porque aquella iniciativa me interesara en especial. Pero nada más llegar, me di cuenta de que aquello no era como me había imaginado. Las dimensiones y la belleza del lugar superaron mis expectativas. El resto de la visita fue de sorpresa en sorpresa. A medida que transcurría el día, me fui convenciendo de que es posible organizar el turismo de otro modo también a gran escala. Habitualmente las experiencias alternativas con las que me he encontrado difícilmente superan el tamaño de una comunidad, una cooperativa o una red de establecimientos particulares. El SESC Bertioga era enorme, pero no solo eso.
Fotografía de Alba Sud.
En el viaje a Bertioga, mis acompañantes me contaron que el SESC había sido fundado en 1946 por el empresariado del comercio, los servicios y el turismo. Se trata de un proyecto cultural y educativo dirigido fundamentalmente a los trabajadores y trabajadoras de estas actividades, aunque abierto a un público amplio y accesible para personas de escasos recursos. Me contaron también que en sus órganos directivos cuentan con representantes del sector empresarial a través de Fecomercio, miembros del Ministerio del Trabajo y de las organizaciones sindicales. Su financiación es producto de las contribuciones obligatorias del empresariado de estos sectores, que aporta un 1,5% sobre el conjunto de los salarios pagados en sus respectivas empresas. El principal foco de atención del SESC es la cultura en sus distintas manifestaciones. En el Estado de Sao Paulo dispone de una red de más de treinta centros culturales –que días después también me interesé en visitar–, donde se organizan todo tipo de actividades artísticas, deportivas, socioeducativas… e incluso ofrecen servicios odontológicos a muy bajo costo. Además, cuenta con un canal de televisión, un portal de Internet, una editorial, un sello de DVD y CD, y un centro de investigación y formación.
Un centro vacacional para trabajadores
El Centro Vacacional del SESC Bertioga, ubicado en el Estado de Sao Paulo, fue inaugurado en 1948, en un momento en que el Estado brasileño ponía en marcha sus políticas de turismo social. Se concibió como un lugar dedicado al descanso, el ocio y el desarrollo cultural de los trabajadores brasileños vinculados al comercio, los servicios y el turismo. Se instaló en una zona costera dedicada fundamentalmente a la pesca de ballenas para la extracción de aceite, usado en aquella época para la iluminación de las calles. Con el tiempo el municipio ha ido transformándose y alrededor del Centro Vacacional se ha producido un destacable proceso de urbanización, en parte para dar acogida a los mismos trabajadores y sus respectivas familias. Además, por su proximidad a Sao Paulo y las características de la zona, han florecido numerosos proyectos turístico-residenciales que han ido ocupando todo el litoral del municipio.
Fotografía de Alba Sud.
Actualmente el SESC Bertioga tiene una extensión de 439.000 m2, más toda el área de playa que hay frente a sus instalaciones, que es totalmente pública y de libre acceso. Su capacidad de alojamiento es de mil personas, que pueden instalarse en 12 áreas de apartamentos y 50 casas, más cuatrocientos visitantes que pueden utilizar sus instalaciones. El Centro tiene una intensa programación cultural y artística, con espectáculos de primera línea actualmente en Brasil. Además, se organizan actividades deportivas y recreativas de todo tipo. Dispone de más de una treintena de espacios dedicados a distintos públicos e intereses. Y se organizan actividades regulares para niños y niñas, o para la sanación y el cuidado del cuerpo. Cuenta también con un área de reserva natural y un centro de interpretación de la naturaleza.
La gran mayoría de los clientes alojados en el SESC Bertioga son trabajadores o jubilados del turismo, el comercio y los servicios, que acceden a través de un sistema de sorteo. Para los trabajadores de estos sectores el coste es de 85 reales por día (unos 22 euros), que incluye el alojamiento, tres comidas (sin bebidas alcohólicas) y toda la programación sociocultural, y 241 reales (unos 62 euros) para quienes no son trabajadores del sector. En un 80% la clientela del centro no llega a los 5 salarios mínimos, según me explica con orgullo Henrique Barcelos Ferreira, su gerente adjunto. Y cuando le pregunto qué es lo que más le satisface de su trabajo no duda en responder que poder brindar un servicio de tanta calidad, tanto en sus instalaciones como en la programación de actividades, a gente trabajadora.
Condiciones de trabajo
En la mejor tradición del turismo social impulsado durante décadas en América Latina, en la gestión del SESC Bertioga no solo existe una preocupación por hacer accesibles unas instalaciones turísticas de calidad a los trabajadores del sector, sino que también hay una apuesta por garantizar unas condiciones laborales dignas para quienes trabajan en él. Así, en la Declaración de Montreal aprobada en 1996 por la Organización Internacional del Turismo Social (OITS), a la que está afiliada el SESC a través de su regional para Las Américas, se estableció que el sector turístico debía garantizar también los derechos fundamentales de los trabajadores del turismo (art. 6). En el SESC Bertioga se ha buscado por múltiples vías cómo traducir este objetivo en una realidad cotidiana.
Fotografía de Alba Sud.
Las responsables del SESC Sao Paulo, como sabían de mi interés específico por estas cuestiones, pidieron que pudiera tener un encuentro a solas con las camareras de piso del centro, para que fueran ellas mismas las que me contaran cómo era su trabajo. Sorprendidas de que ellas fueran el principal interés de mi visita, me fueron detallando, como sin darle importancia, pero cada vez con mayor orgullo, cómo era su día a día en el trabajo.
El SESC Bertioga cuenta actualmente con 370 trabajadores contratados de forma directa. Entre ellos hay treinta y seis camareras de piso, dos supervisoras y dos encargadas. Su salario es de 1989 reales al mes (unos 515 euros), cuando el salario mínimo en el país es de 937 reales (unos 243 euros). Trabajan 44 horas semanales, de las 8 de la mañana a las 16.20 h. Tienen una carga laboral de cinco apartamentos de salida por día, u ocho cuando los clientes permanecen en el Centro, en los que invierten aproximadamente unos 40 minutos en cada uno. Ninguna de las trabajadoras dijo tener que hacer horas extras, porque la cantidad de trabajo asignada es perfectamente asumible durante su jornada. Entre los aspectos que destacaron las trabajadoras sobresale el hecho de que no siempre tienen todas las instalaciones ocupadas a diario. De este modo, cuando sale una parte de los clientes no es necesario que corran para dejar el apartamento listo para el siguiente, y esto facilita que las camareras de piso puedan distribuir mejor las cargas de trabajo e ir a un ritmo normal de forma regular. Esto forma parte de una política de la gerencia del Centro para facilitar los trabajos de limpieza.
Fotografía de Alba Sud.
Por otra parte, en la última remodelación de las instalaciones que se hizo en el SESC Bertioga, se consultó a las trabajadoras qué cambios pensaban que podrían mejorar su trabajo. Así, por indicación de las camareras de piso, todo el mobiliario de los apartamentos, como camas, armarios o neveras, tienen ruedas para facilitar su movilidad. Las habitaciones además no están sobrecargadas de objetos y han sido diseñadas con mucha simplicidad, lo que reduce también las tareas de limpieza. Y en cada pabellón hay una sala en la que las camareras tienen todo el material de limpieza, además de las sábanas y toallas, correspondientes a aquella área de apartamentos. Por otra parte, pueden dejar la ropa sucia en la puerta de cada apartamento para que el personal de lavandería la recoja a través de un servicio motorizado, y evitar así que las trabajadoras tengan que arrastrar pesados carros como ocurre en la mayoría de hoteles de playa.
A pesar de los avances indudables en las condiciones laborales del SESC Bertioga, todavía existen aspectos que podrían ser mejorados. Por ejemplo, una parte de su plantilla, asociada a tareas de seguridad, servicios de salud o algunas áreas de limpieza, está externalizada, con lo cual estos trabajadores y trabajadoras no gozan de las mismas condiciones laborales que el resto. De todas formas, siguen teniendo mejores condiciones que el promedio de trabajadores en este sector.
Tomar ejemplo
Durante el regreso a Sao Paulo pensaba en cuánto podíamos aprender de esta experiencia. En España, el empresariado turístico tradicionalmente ha sido reacio a cualquier tipo de fiscalidad específica por sus actividades. Incluso cuando se ha creado una tasa turística, como en Cataluña o Baleares, en muchos aspectos reducida a la misma promoción o a paliar ciertos desperfectos generados por el turismo, ha mostrado su oposición, cuando menos inicial. Tanto en España como en Latinoamérica, nos queda un largo camino por recorrer si de verdad queremos apostar por la sostenibilidad turística. Recuperar principios básicos del turismo social podría ser uno de los pasos que hay que dar. Pensar en los trabajadores y trabajadoras, tanto de quienes pueden disfrutar de estos servicios turísticos como de quienes trabajan en ellos, es también imprescindible. Experiencias como el SESC Bertioga son inspiradoras de cómo se deberían gravar fiscalmente las actividades turísticas y qué podría hacerse con esos recursos. Sin duda la visita mereció la pena.
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