26-11-2018
El espacio público como nueva frontera urbana
José Mansilla | OACUEn el barcelonés barrio del Poblenou, la proliferación de terrazas de bares y restaurantes de algunas de sus arterias más emblemáticas, como la Rambla, se ha mostrado como una nueva frontera a conquistar, en particular, por el sector turístico y hostelero local.
Crédito Fotografía: José Mansilla.
El barrio barcelonés del Poblenou lleva viviendo una transformación urbana de profundo calado desde hace décadas. Así, este antiguo emplazamiento industrial del siglo XIX ha visto como su fisionomía se ha ido adaptando a las necesidades y características de una Barcelona que ha cambiado su modelo productivo desde el fordismo más clásico hacía otro de acumulación flexible: transporte, logística, vivienda, nuevas tecnologías, ocio y consumo y, finalmente, turismo, parecen ser las nuevas variables que caracterizan productivamente al Poblenou. Sin embargo, si algo ha caracterizado esta restructuración es la importancia del suelo urbano como factor productivo, como insumo y elemento de generación de plusvalía. Este auténtico asalto a los suelos del barrio no se ha limitado, por otro lado, a las parcelas del catastro bajo sus distintos usos, muchas de las cuales han sido ocupadas por hoteles y otras infraestructuras turísticas, sino que se ha visto ampliado a las mismas calles y plazas que cotidianamente transitan unos usuarios ahora convertidos en consumidores.
Por otro lado, el lector o lectora del presente artículo ya habrá notado la referencia nada disimulada a la conocida obra de Neil Smith (2012) La nueva frontera urbana: la ciudad revanchista y gentrificación en el título del mismo. Para el geógrafo escocés, la gentrificación, esto es, el desplazamiento y la sustitución de las clases bajas y medias-bajas de determinados barrios y/o áreas de las ciudades por grupos sociales de clases medias o medias-altas, es un fenómeno en continua expansión. Se trataría de dinámicas que no quedan –o no pueden quedar– circunscritas a determinados límites, sino que para garantizar la continuidad del proceso de acumulación capitalista han de expandirse, en principio, indefinidamente. Es notoria la descripción, en el mencionado libro, de la aparición de los primeros síntomas de gentrificación en el Lower Side neoyorquino. En ella, Smith juega con la metáfora del salvaje oeste y la supuesta conquista y civilización que los colonos norteamericanos acabaron llevando a cabo en aquellos lejanos territorios para referirse al mencionado fenómeno.
Smith aporta en el libro una novedad interesante: los actuales procesos de gentrificación no se encuentran únicamente ligados al mercado inmobiliario local, sino que para analizar adecuadamente cómo se produce la reconfiguración del paisaje urbano, las dinámicas deben que ser observadas bajo una perspectiva más amplia. Así, entre los elementos que constituyen esta nueva complejidad se encuentra el conocido como espacio público, el cual, más allá de sus aproximaciones ideológicas, se ha acabado convirtiendo en un elemento fundamental dentro de la consideración de las ciudades bajo la lógica del capital.
En el barcelonés barrio del Poblenou, la increíble proliferación de terrazas –mesas y sillas- de bares y restaurantes de algunas de sus arterias más emblemáticas, como la Rambla, se ha mostrado como una nueva frontera a conquistar, en particular, por el sector turístico y hostelero local. Dicha toma, sin embargo, se ha visto contestada por unos movimientos sociales que ya contaban con una dilatada trayectoria de lucha y reivindicación. Su heterogeneidad y la diversidad de sus puntos de vista, desde el más cercano al reformismo, hasta el más directamente anticapitalista, se ha manifestado públicamente bajo diversas formas: celebración de consultas; fiestas y desfiles por las calles del barrio; okupación de solares públicos; puesta en marcha de huertos populares; organización y articulación de contrapropuestas, etc., un sinfín de actividades y acciones que han servido, además, para recomponer parte del tejido social y dar lugar a nuevas formas de organización y participación popular.
De la capacidad de dichos movimientos para modificar la inercia privatizadora del espacio público del barrio dependerá el futuro del mismo, no solo en cuanto a la presencia de un sector productivo con visos de monocultivo, sino también de la existencia misma de las calles y las plazas del Poblenou como espacios tradicionales de socialización.
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