30-12-2019
El turismo social como espejo de una encrucijada civilizatoria
Ernest Cañada | Alba SudEl informe de Érica Schenkel sobre el turismo social en América Latina, publicado por Alba Sud, permite, por contraste, abrir una discusión sobre las dinámicas de exclusión, inequitad e insostenibilidad que predominan en la industria turística.
Crédito Fotografía: SESC Bertioga, Brasi.
El informe de Érica Schenkel, Turismo social en América Latina. Aprendizajes de las experiencias regionales, publicado por Alba Sud Editorial (colección Informes en Contraste, 10, 2019) es una contribución esencial para la comprensión y el debate sobre el turismo social. El análisis y la reflexión sobre las experiencias construidas en América Latina tienen valor mucho más allá de la región y del propio turismo social. Conectan con un debate amplio sobre la práctica turística y las posibilidades de un desarrollo más inclusivo.
Puede descargar el informe completo haciendo clic aquí.
La expansión del turismo, en un proceso global de turistificación creciente de nuestras sociedades, ha dado lugar a recurrentes expresiones de desposesión, explotación y destrucción que se caracterizan por la violencia estructural que conllevan. El enunciado de formas alternativas de desarrollo turístico, bajo términos como “sostenible”, “responsable” o “inclusivo”, enfrenta cierta debilidad en el contraste de casos que realmente muestren formas de organizar el turismo de otros modos. A menudo se hace, hacemos, referencia al turismo comunitario en tanto que experiencia alternativa, como forma de gestión colectiva de este tipo de actividades que muestra la voluntad de poblaciones locales organizadas por incrementar el control sobre cómo se organiza y cómo se redistribuyen sus beneficios. Sin embargo, muchos de estos ejemplos topan con dificultades para consolidarse a lago plazo, pero sobre todo se enfrentan a un problema de escala. Pareciera que este tipo de iniciativas distintas a las dominantes solo pudieran concebirse con dimensiones reducidas y minoritarias. En este contexto, algunas de las iniciativas reseñadas en este informe de Érica Schenkel, como el SESC Sao Paulo en Brasil, el Sistema Nacional de Turismo Social en Uruguay, las Cajas de Compensación Familiar en Colombia o las unidades de turismo social unidades de Embalse (Córdoba) y Chapadmalal (Mar del Plata) en Argentina, entre otras, ayudan a pensar y situar el debate sobre prácticas alternativas en experiencias con capacidad para dar servicio a numerosas personas al mismo tiempo y que, por tanto, no se diferencian en cuestiones de escala con las formas empresariales convencionales si no, más bien, en el cómo se organizan.
Pero el turismo social permite ahondar en múltiples discusiones que han situado la turistificación global en una encrucijada civilizatoria. Disponer de un análisis, como el que hace Érica Schenkel, de las experiencias más relevantes de turismo social en América Latina, nos ayuda a imaginar que las preocupaciones que identificamos en distintas expresiones del turismo convenencial, bajo la lógica de la reproducción ampliada del capital, podrían ser resueltas de otros modos.
Querría destacar cinco cuestiones en las que la industria turística se encuentra frente al espejo de la exclusión, la inequitad y la insostenibilidad y que, tal vez, el turismo social podría ayudar a replantear. En primer lugar está la cuestión de quiénes pueden acceder al turismo. Inicialmente planteada como una experiencia elitista, progresivamente fueron ampliándose los sectores que han podido participar en este tipo de actividades, hasta la masificación actual de algunos destinos que obligan a un replanteamiento global de la industria. Pero, como nos recuerda Érica Shenkel, la posibilidad de hacer turismo sigue siendo muy desigual en América Latina, y los niveles de inequidad en su acceso son paralelos a otros procesos exclusión. Sin embargo, el turismo social puede ayudar a facilitar el acceso a momentos de ocio turístico a amplias mayorías sociales de escasos recursos. A su vez, el creciente debate global sobre la insostenibilidad ambiental y social del turismo empieza a poner en escena formas de reducción del turismo según criterios basados en la capacidad de gasto. Es decir, el debate sobre la necesidad de la reducción de la huella del turismo puede plantearse también en términos de elitización de las prácticas turísticas. En este contexto, ejemplos de turismo social reseñados en este informe muestran la posibilidad de organizar estas prácticas en función de criterios de inclusión y de democratización del acceso a espacios turísticos no determinados por la lógica del beneficio privado.
Fuente: SESC Bertioga.
En segundo lugar, aparece la cuestión de cuál es el objetivo final de la práctica turística. El turismo convencial está orientado por mecanismos de consumo y mercantilización de la vida cotidiana que tienen que ver fundamentalmente con la necesidad del capital de poder fijarse y reproducirse de forma ampliada. Expresiones de turismo social que han hecho una lectura humanista de la importancia de las artes, el deporte, el disfrute de los espacios naturales o del bienestar en el desarrollo de la persona, ponen en evidencia que el turismo puede organizarse dando respuesta a otras necesidades y, por tanto, objetivos.
En tercer lugar, emerge la cuestión de la insostenibilidad ambiental del turismo. Cada vez son más las evidencias científicas que muestran la responsabilidad creciente de la industria turística, y en especial del transporte aéreo, en la situación de emergencia climática en la que nos encontramos. El turismo se enfrenta ante la necesidad de relocalizarse y reducir sus volúmenes globales a escala planetaria. La experiencia del turismo social en América Latina, construida a partir de la proximidad geográfica, podría servir de orientación en un proceso de transición necesario que tendrá que recorrer la industria, que puede ser desastroso y elitista o planificado con voluntad democratizadora.
En cuarto lugar, aparecen también las condiciones laborales de quienes sostenienen la industria turística. Con demasiada frecuencia trabajo turístico y precariedad van de la mano, lo cual no solo vulnera derechos fundamentales de las personas que trabajan en estas actividades, si no que lastran la misma calidad del servicio de atención. Sin embargo, en sus principios el turismo social reconoce la necesidad de un trabajo digno, que incluye la capacidad de organización sindical autónoma, y las prácticas de algunas experiencias de turismo social en Latinoamérica, muestran también la puesta en marcha de otras políticas laborales que se reflejan en un mayor bienestar, satisfacción y sentido de realización de sus trabajadores y trabajadoras.
Finalmente, y en quinto lugar, la relación con los entornos en los cuáles tiene lugar el turismo se presenta también como una dimensión esencial de su necesaria transformación. Con frecuencia, ciertos desarrollos turísticos se comportan como islas aisladas dentro de los territorios que los acogen, lo cual acaba reproduciendo y ampliando las dinámicas de exclusión. Esta tendencia ha podido reproducirse también en ciertas experiencias de turismo social, centradas en lo que ocurre únicamente dentro de sus establecimientos. Sin embargo, el cuestionamiento constante y la mirada ética que inspira, desde un pensamiento humanista, a algunas de las organizaciones que lo han impulsado en América Latina ha ayudado a replantear cómo debía ser esta inserción en el territorio. Algunas iniciativas acumulan experiencia de cómo el turismo puede promover relaciones virtuosas en los territorios en las que se desarrollan.
A pesar de las buenas prácticas que destaca Érica Schenkel en su informe, el mismo turismo social necesita ser repensado en términos globales a la luz de estos debates. De hecho, en el turismo social se encuentran igualmente prácticas y experiencias que se alejan de sus propósitos iniciales y principios y, contrariamente, lo acercan más a las formas dominantes de desarrollo turístico. Esto ocurre cuando en lugar de poner al ser humano y en especial a los sectores más desfavorecidos en el centro de atención, son otras lógicas las que entran en juego para beneficiar directa o indirectamente a grandes empresas de capital privado. Es por eso que este informe es una contribución fundamental para el propio sector del turismo social, que puede reconocerse en algunos de los mejores caminos que ha podido recorrer en América Latina.
Animo y recomiendo, sin duda alguna, la lectura y discusión de esta nueva publicación de Érica Schenkel, una de las grandes especialistas en turismo social en estos momentos. Me satisface especialmente que podamos contar con sus contribuciones en Alba Sud en este esfuerzo compartido colectivamente por aportar conocimiento y análisis a favor de una transformación del turismo en un sentido más inclusivo y ambientalmente amigable con el planeta. Además, gracias al aliento y apoyo de Érica Schenkel, el turismo social se ha convertido también en una prioridad en la agenda de investigación de Alba Sud.
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