10-02-2020
Necroturismo o turismo de cementerios, visitando la muerte y la tragedia
Marta Salvador | Alba SudEl concepto de turismo “dark” o turismo oscuro engloba un fenómeno contemporáneo que últimamente ha generado un gran interés en los medios de comunicación y en la academia por ser una nueva tipología de turismo que, a la vez, ha propiciado debates entorno la ética de esta práctica.
Crédito Fotografía: Hotel Polissya. Fuente: Wendelin Jacober, bajo licencia de creative commons.
A menudo oímos hablar de tours organizados en destinos como Chernóbil (Ucrania), Alcácer (España), el Memorial y el Museo de Auschwitz (Polonia), Hiroshima (Japón), etc. El viaje a este tipo de destinos ligados a la muerte y a la tragedia o dónde se han producido o memorializado la muerte y el sufrimiento, ha sido llamado turismo “dark”. Aunque actualmente no haya una tipología global ni una definición universalmente aceptada, el término “dark tourism” fue creado por Malcom Foley y John Lennon en el año 2000 con la publicación del libro Dark Tourism: The Attraction of Death and Disaster. Este tipo de turismo es conocido con otras connotaciones, sobre todo en lengua inglesa, como “thanatourism”, aunque según Light (2017), este último es un concepto más específico que se refiere a viajes de larga duración motivados por un deseo de encontrarse con la muerte.
Los inicios del turismo “dark” se encuentran a finales del siglo XX, cuando la gente empezó a viajar a lugares asociados con la muerte, no por sus connotaciones filosóficas o espirituales, sino por curiosidad o morbo (Dancausa et al., 2019). Esto coincide con la aparición de nuevas formas postfordistas de consumo que buscaban experiencias particulares y significativas para los turistas, hecho que ha contribuido a incrementar el interés de un mercado potencial hacia esta nueva modalidad de viaje. Tal como ha sucedido con otras formas de turismo postfordista, como el volunturismo o el turismo de slum, también conocido como turismo de favelas, la relación entre el turismo y la muerte se ha convertido en un tema principal de investigación en estudios académicos. Incluso en el año 2012 se creó The Institute for Dark Tourism Research en la University of Central Lancashirein England, especializado en este nuevo fenómeno.
Uno de los principales intereses de la academia y que también ha generado debates en los medios de comunicación es las motivaciones de las personas que practican turismo “dark”. Según Bigley et al. (2010), los factores de motivación se pueden dividir en intrínsecos (internos o emocionales para el turista) o extrínsecos (cognitivos o externos a los atributos del lugar o al visitante). En el primer caso se encuentran aquellas motivaciones relacionadas con el hecho de interesarse por conocer la historia del lugar como un aprendizaje experiencial; identificarse personalmente con el lugar visitado, conmemorar las víctimas o las personas implicadas; hacer frente a preguntas personales sobre la muerte y la tragedia; tener curiosidad y morbosidad o experimentar nostalgia hacia un evento del pasado. En el segundo caso se encontrarían motivaciones relacionadas con la educación, es decir, comprender por qué o cómo se produjo un hecho; con la memoria, para recordar las causas y los resultados de los hechos; con artefactos, para ver la cultura material o representaciones simbólicas asociadas a lugares y hechos o con la sacralización del lugar, es decir, el proceso de asignación de la identidad, sentido y valor cultural.
Memorial de Auschwitz. Fuente: Roberto de la Parra, bajo licencia de creative commons.
No obstante, todas estas motivaciones han estado muy criticadas cuando el comportamiento de los turistas ha parecido irrespetuoso hacia el lugar que estaban visitando. Un caso que tuvo mucho eco en los medios de comunicación y redes sociales es el de los campos de concentración de Auschwitz, donde muchos visitantes se fotografiaban haciendo equilibrios en las vías ferroviarias que transportaban a los prisioneros hasta su muerte. Es por eso que la propia dirección del memorial pidió respeto para las más de un millón de personas muertas y exigió a los turistas mantener un comportamiento adecuado. Tal como explicaba Rafael Borrás en Alba Sud, todos estos lugares de memoria histórica hoy en día corren el riesgo de vivir una trivialización turística, es decir, pasar de hacer una función histórica a una principalmente turística.
¿Qué es el necroturismo o turismo de cementerios?
Actualmente el turismo “dark” implica localizaciones como zonas de batalla, prisiones, lugares de esclavitud, cementerios, espacios del Holocausto o otros con grandes sufrimientos. Es por eso que, el turismo oscuro acostumbra a utilizarse como un término paraguas para cualquier forma de turismo que esté relacionada de alguna manera con la muerte, el sufrimiento, la atrocidad, la tragedia o el crimen (Light, 2017). De entre estos subtipos de turismo oscuro se encuentra el necroturismo o turismo de cementerios, que es aquel tipo de turismo donde se visitan cementerios con el objetivo de descubrir su patrimonio artístico, arquitectónico, histórico y paisajístico, además de conocer leyendas de muertes. No obstante, algunos académicos consideran el turismo de cementerio como turismo cultural (Tomašević, 2018).
Tal como explica esta misma autora, la visita a un cementerio puede ser el motivo principal o secundario del viaje. Es por eso que, según el motivo de la visita, el necroturismo se puede dividir en diversos subgrupos: ancestral (visitar fosas familiares); cultural (visitar cementerios como museos al aire libre con tumbas de poetas famosos, escritores, actores, científicos, ganadores del premio Nobel, etc., como el cementerio de Ivars en Lérida donde está enterrada la poeta Maria Mercè Marçal); nacional (visitar parques conmemorativos o memoriales como el Memorial de la Paz de Hiroshima); de naturaleza (visitar cementerios rurales o jardines como el cementerio Mount Auburn a Massachusetts); políticos (visitar tumbas de reyes, presidentes, primeros ministros o personalidades políticas como el cementerio Do Cajú de Rio de Janeiro donde está enterrada la política Marielle Franco); religiosos (visitar tumbas con importancia religiosa como la tumba de Cristo que se encuentra en la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén).
Cementerio de Père-Lachaise, París. Fuent: Joaquín O. C., bajo licencia de creative commons.
Aunque actualmente en muchas ciudades del mundo los cementerios se consideran una parte activa de los contextos urbanos históricos y forman parte del paisaje cultural e identitario, su contacto con el público no siempre ha sido accesible. Tal como explica Tomašević (2018), en el siglo XIX, antes de la creación de los parques públicos, los cementerios se duplicaron como espacios de ocio para que las familias disfrutaran del paisaje tranquilo y relajante. Más tarde, los cementerios se cerraron al público con la intención de crear un lugar de duelo silencioso, respetuoso e íntimo, exclusivamente para aquellos que venían a visitar a sus familiares enterrados. Ya en el siglo XX, una gran mayoría de cementerios se abrieron a los visitantes, aunque aún había algunos que practicaban privacidad total para evitar multitudes de visitantes o vandalismo.
Tal como se mencionaba al principio, esta apertura de los cementerios como atracciones turísticas surge en una era postforista que también ha provocado cambios en la manera de comercializar estas nuevas formas de turismo. Actualmente la oferta de visitar cementerios ha sido ampliada, sobre todo con la creación de la Ruta Europea de Cementerios, reconocida como itinerario cultural en el 2010 por el Consejo de Europa, la cual permite unir en un mismo recorrido cultural los cementerios patrimonialmente más relevantes del continente europeo. Más concretamente, esta ruta de 125 cementerios fue impulsada por la Asociación de Cementerios Significativos en Europa (ASCE) que, desde 2001, trabaja para preservar los cementerios como parte importante del patrimonio cultural europeo y para que los ciudadanos tomen conciencia de que son parte integrante del patrimonio de sus ciudades, ya que representan el reflejo de su historia, arte, cultura y desarrollo social a través del tiempo. Además, esta asociación celebra cada año la Semana de Descubrir Cementerios Europeos llena de eventos por todo el continente, como exhibiciones, conciertos, visitas guiadas, visitas teatralizadas, seminarios y talleres.
Turistas en el cementerio de Pueblonuevo de Barcelona. Fuente: Ferran Pestaña, bajo licencia de creative commons.
A nivel español, la Asociación de Funerarias y Cementerios Municipales (AFCM) puso en marcha la iniciativa “Cementerios Vivos” con tal de dar visibilidad y difundir el patrimonio artístico, histórico, cultural y paisajístico de los cementerios españoles. Actualmente esta red agrupa un total de 38 cementerios con información detallada y completa sobre estos y las opciones de visitarlos. En el caso de Barcelona, ciudad incluida dentro de Cementerios Vivos y la Ruta Europea de Cementerios, su oferta de visita a los cementerios está gestionada por la misma empresa que facilita los servicios funerarios a toda la ciudad. Esta empresa es Cementiris de Barcelona, S. A., la cual desde junio de 2004 ha ido incorporando rutas a cementerios, iniciándose en Pueblonuevo hasta ampliar su oferta en Montjuic, Las Corts y San Gervasio.
Los debates éticos que plantea el necroturismo
El crecimiento de esta nueva oferta turística también se ha visto plasmado en los medios de comunicación que hacen eco de un interés en aumento por el necroturismo alrededor del mundo. Algunos periódicos muestran ejemplos de cementerios que se han convertido en atractivos turísticos, incluso con expresiones retóricas como “Cementerios que has de visitar antes de morir”. A la vez, también han crecido los debates alrededor de estas tendencias que buscan nuevas destinaciones y experiencias, el deseo de vivir emociones fuertes y auténticas, la curiosidad por la tragedia nacida de un desastre o de una crisis pasada o presente, lo que conforma las razones de la creciente demanda de turismo oscuro.
Esta nueva tendencia postfordista, juntamente con otras anteriormente mencionadas como el volunturismo o el slum tourism, está suponiendo una nueva manera de viajar, pero también se sitúa como un fenómeno que nos hace llegar a debates morales y éticos que van más allá del que la propia industria turística había encarado hasta ahora. Una de las principales cuestiones es la propia comercialización de la tragedia. Si bien muchas veces la muerte se convierte en un tema tabú en nuestra vida cotidiana, el necroturismo muestra la disposición de las personas para visitar lugares donde la muerte está muy presente. Uno de los efectos que puede provocar esta comercialización es la banalización de este espacio como lugar fúnebre. Esto es lo que ha sucedido en las pirámides de Gizeh (Egipto) donde, debido a la promoción turística de un destino ya consolidado, esta gran necrópolis deja de verse como tal para convertirse únicamente en patrimonio cultural.
Otra cuestión que se plantea es el hecho de desdibujar la línea que separa los espacios públicos de los privados, tal como sucede en los cementerios. Este tipo de espacios, tradicionalmente reservados para aquellas personas que quieren mostrar su duelo, actualmente se han convertido en atracciones turísticas donde se compagina la visita privada con la visita de ocio. En este sentido, se tienen que tener en cuenta los diversos usos que conviven en un mismo espacio a la hora de ofrecer los servicios a cualquier visitante, sea cual sea su motivación. Así pues, lo que se debe reflexionar es que, si el turismo ha llegado a lugares tan íntimos como puede ser la muerte, ¿hasta dónde estamos dispuestos que interpele nuestras vidas?
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