27-05-2020
Pandemia: oportunidades y disputas en el próximo turismo en Argentina
Rodrigo Fernández Miranda & Verónica Dziencielsky | Alba SudEl futuro del turismo argentino está abierto. Hay opciones de transformación en un sentido más equitativo, abierto a necesidades de amplias mayorías. Pero también puede predominar la continuidad. ¿Qué actores y espacios en disputa configuran el campo de juego?
Crédito Fotografía: Salta. Imagen de Llorenç Planagumà | Archivo Alba Sud.
La crisis global generada por la pandemia de Covid-19 abre nuevos flancos para la reflexión sobre la sociedad y la economía en general, y sobre la actividad turística en particular. Esta situación no tiene precedentes de los cuales poder asirse para evaluar la forma en que la eventual salida tendrá su curso. Se trata de un hecho social total, que estremece a los actores sociales, modifica sustancialmente sus relaciones y sus modos de vida, y repercute en la totalidad de las instituciones locales, nacionales y globales.
Por primera vez en la historia, el sistema económico globalizado, así como el movimiento de bienes y de personas, fue obligado prácticamente a detenerse. En esta línea, desde la Organización Mundial del Turismo (OMT) se afirma que en la totalidad de los doscientos diecisiete destinos turísticos del planeta se han introducido restricciones sobre los desplazamientos internacionales, que son las más rigurosas de la historia.
También se observa una centralidad absoluta en el plano de la comunicación y la construcción de sentidos. La producción de noticias y la divulgación de discursos gira alrededor del virus, el análisis y las recomendaciones de expertos, la actualización constante de las cifras de infecciones y muertes, y las consecuencias sobre las sociedades. También ha habido un despliegue no menor de desinformación y fake news.
En Argentina, con sus profundas estructuras históricas de desigualdad, esta irrupción se suma a un período de crisis social y económica generada desde el 2016 por un nuevo ciclo de políticas neoliberales. A partir del aislamiento social, preventivo y obligatorio dictado de manera temprana por el Gobierno Nacional, se prevé que el pico de contagios en el país llegue semanas después de la producción de este texto. Hasta el momento, las cifras de afectados son sensiblemente menores que en otros países de la región y el mundo. Sin embargo, durante mayo comenzó a circular el virus fuertemente en los barrios populares del Área Metropolitana de Buenos Aires, donde las condiciones de vida están marcadas por el hacinamiento, la precariedad y la falta de acceso a servicios básicos.
Asumiendo la complejidad que ello supone, el objetivo de este artículo consiste en descifrar algunas claves que permitan una aproximación a las posibilidades de transformación del turismo en un futuro próximo, finalizada la emergencia sanitaria. Algunas preguntas disparadoras para el análisis: ¿qué impactos puede tener esta crisis sobre el turismo? ¿Qué perspectivas prevén los discursos de los actores centrales? ¿Habrá modificaciones en las prácticas de consumo turístico? Finalmente, ¿qué aportes y oportunidades para el turismo pueden promoverse desde la Economía Social y Solidaria (ESS)?
Turismo y pandemia
Las consecuencias económicas de la pandemia todavía son de dimensiones desconocidas, aunque existen algunas certezas. Primero, distintos organismos internacionales pronostican para 2020 la crisis más grave y profunda desde la Gran Depresión. Segundo, al igual que la crisis sanitaria, la económica tendrá un impacto mayor en los sectores sociales más vulnerables.
En el caso del turismo, habrá empresas, trabajadores, destinos y consumidores que serán mucho más impactados que otros. Algunas compañías dejarán de ganar, otras perderán o desaparecerán. Ciertos destinos se verán profundamente afectados por la falta de demanda, sufriendo sus comunidades un incremento del desempleo, la migración, la desigualdad o la exclusión social, y debiendo reconvertir su matriz productiva. Parte de los trabajadores del sector perderán sus puestos de trabajo y los sectores medios y populares tendrán menor capacidad para el consumo turístico.
Barrancas. Imagen de Llorenç Planagumà | Archivo de Alba Sud.
No obstante, más allá de los impactos particulares previstos, la cuestión central es indagar sobre las consecuencias que puede tener la pandemia sobre el modelo turístico. Al respecto es interesante evaluar qué posibilidades de cambio reales existen en los modos dominantes de producción y comercialización de turismo y en las relaciones y correlaciones de poder entre los actores involucrados. Aunque con matices, la salida ofrece la siguiente disyuntiva: la vuelta a la anterior normalidad o un cambio de paradigma. Es justamente en esta segunda opción donde se abren posibilidades para la Economía Social y Solidaria.
El turismo, antes
Como en muchos otros países, la actividad turística en Argentina fue radicalmente barrida por la irrupción de la Covid-19: el turismo no disminuyó, sino que se frenó a prácticamente cero. Volviendo un poco atrás, para ilustrar el punto de partida previo, se plantea una breve caracterización del turismo en el país.
En una breve perspectiva histórica, los primeros centros turísticos del país se fundaron a finales del Siglo XIX, aunque recién en el primer gobierno peronista (1946 - 1952) se produjo la denominada democratización del turismo, a partir de la ampliación de derechos, las vacaciones pagas y la mejora en las condiciones de vida de los sectores del trabajo. Desde entonces la actividad fue creciendo y expandiéndose, ganando protagonismo en el plano económico, social y cultural.
En la actualidad el país recibe más de 7 millones de visitantes internacionales al año con un incremento significativo durante los últimos años como consecuencia, entre otros factores, de la devaluación de la moneda nacional. Alrededor del 50% de los argentinos (21 millones) practica turismo y solamente el 10% realiza turismo emisivo (AET, 2015).
Según la Asociación de Hoteles de Turismo (AHT), el sector representa el cuarto ítem en la entrada de divisas. En 2018 la facturación total fue de más de 55 mil millones de dólares, lo que representa el 10,3% del PBI: el peso del turismo sobre el Producto Bruto es cuatro veces mayor al del software, indumentaria y textil. El turismo también es la principal actividad en cuanto a generación de empleo: el sector en su conjunto genera aproximadamente un millón de puestos de trabajo formales. Es incierto el número de empleo informal.
En las últimas décadas hubo en el país un crecimiento constante de desplazamientos, infraestructuras y plazas que fue masificando e hiperturistizando destinos. Este proceso no ha sido en ningún caso inocuo, sino que fue generando impactos diversos; por ejemplo, sobre la calidad de vida de los trabajadores (Mazzini, 2009) y residentes (Benseny, 2006), el deterioro ambiental (Dadón, 2002) o la destrucción de recursos (Fernández Miranda, 2015).
Pandemia, actores y discursos
Como primera mirada al escenario futuro, se sintetizan a continuación los discursos del sector público y empresarial, lo que posibilita una aproximación a la construcción formulada desde los actores dominantes.
Actores públicos. Desde el Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación se destaca que el sector turístico es el más golpeado por la pandemia, y estiman que se podrían perder unos 200 mil puestos de trabajo. En este sentido, se propone poner en marcha un plan “que permita que el sector privado quede en pie” finalizada la crisis sanitaria, y la articulación de mesas de diálogo con las cámaras empresariales y sindicatos.
Se prevén planes de ayuda para el empresariado a través del Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción y medidas específicas para el sector, como el financiamiento a través del Plan 50 Destinos. Parte de la ayuda pública para “garantizar el pago de los salarios del sector privado” durante la crisis. A través del Fondo de Turismo también se destinará el equivalente a medio millón de dólares “para apoyar a emprendedores turísticos que desarrollen proyectos sostenibles que favorezcan el empleo, el arraigo y el desarrollo humano en el territorio”.
Mar del Plata. Imagen de Leandro Kibisz, bajo licencia creative commons.
Otros dos ejes del discurso público apuntan a la valorización del sector como generador de trabajo y a la transmisión de expectativas positivas sobre su recuperación, “va a ser una de las industrias que más rápido se reactivará cuando termine esta situación”. Como prioridad las actuaciones del Estado apuntan a “salvar” al sector, logrando una “reactivación” lo más rápido posible. Como horizonte ideal de corto y medio plazo se plantea poder volver a la situación del turismo anterior a la pandemia.
Actores del sector empresario. Desde los discursos de empresas y lobbies del turismo se destacan en primera instancia los daños ocasionados por la pandemia y la cuarentena. Dos ideas integradas en estos relatos son el cierre de pymes y de agencias de viajes, y la pérdida de puestos de trabajo. A diferencia de otros sectores, en los discursos de los actores privados del turismo no se observa presión para flexibilizar la cuarentena, ya que se asume que aun así existiría recelo de los consumidores. También se prevén consecuencias psicosocioculturales que afectarán las prácticas turísticas más allá del aislamiento, como “el temor”, “el prejuicio” o la dificultad para “erradicar el miedo” al virus.
Estos discursos no coinciden con el optimismo del Estado sobre los tiempos de “recuperación” del sector: “Los vaticinios más optimistas señalan que todo el 2020 está perdido por completo. Los menos sostienen que el turismo recién podría retomar la normalidad en el transcurso de dos años”.
En cuanto a las propuestas, los actores privados piden una transferencia de recursos públicos para paliar los impactos y poder regresar a una situación similar al momento previo. Mientras tanto los gigantes de las agencias online fueron a los hechos: la suspensión de empleados y la reducción de salarios hasta fin de septiembre “para garantizar el desarrollo sostenible de la compañía a largo plazo”, a partir de un acuerdo con el Sindicato de Empleados de Comercio.
Existe sintonía, semejanzas y complementariedades entre los discursos de los actores públicos y privados del turismo. El Estado ofrece lo que los agentes privados solicitan, ambos plantean la necesidad de volver al estado anterior a la irrupción de la pandemia del modo más rápido posible. La primera diferencia estriba en el optimismo o el pesimismo en sus perspectivas.
Estos discursos comparten, además de una marcada orientación economicista, silencios significativos respecto a cuestiones sociales y ambientales. Es clave contemplar estas dimensiones invisibles en esta retórica para poder completar la ilustración sobre las consecuencias de la pandemia en la actividad.
Las primeras imágenes impactantes sobre el aislamiento fueron especies animales transitando las ciudades, aguas claras donde semanas atrás eran turbias, o datos sobre reducción de la contaminación. En cuanto a los aspectos sociales, se omiten cuestiones como el empleo informal y precarizado en el turismo (Mazzini, 2009; Tottino & Catalano, 2015) donde los trabajadores no cuentan con las prestaciones fundamentales. Estos datos también describen la normalidad a la que se pretende volver.
Los discursos de los actores centrales ponen el foco en la reactivación y en el regreso al estadío anterior, con omisiones y sin problematizaciones. Los discursos convergen en una falta de perspectiva crítica o de propuestas para revisar y modificar algunas prácticas. El modelo turístico está fuera de las agendas y las palabras de los principales jugadores. Más allá de estos relatos, es necesario visibilizar perspectivas emergentes que propongan una mirada más amplia y compleja, como los agentes solidarios que plantean otros turismos en el país.
Pensar escenarios y oportunidades a partir de lo previsible
Los interrogantes sobre el modelo de producción, comercialización y consumo turísticos se acumulan. A pesar de la incertidumbre generada por la celeridad con que se suscitan los cambios, es necesario pensar ese futuro y contribuir a construirlo de otra manera. Indicando algunas consecuencias previstas del coronavirus sobre el turismo en Argentina, se analizarán las posibilidades de acción en este escenario. Esto permitirá un acercamiento al contexto y las condiciones en las que todos los actores deberán moverse.
Decrecimiento obligado y autogestión
Los teóricos del decrecimiento siempre han enfatizado que los procesos decrecentistas serían una decisión acordada y planificada por las mayorías o una imposición caótica de la naturaleza. Se pronostica que el decrecimiento es la mayor certeza que tendrá el sector turístico a corto y mediano plazo. Varios factores influyen para esa reducción: el empobrecimiento de una parte significativa de hogares argentinos y su consecuente restricción de gastos, la baja receptividad de turistas extranjeros o el temor de recurrir a espacios masificados.
San Carlos. Imagen de Javier Tejera | Archivo de Alba Sud.
En línea con la caída de la actividad, se prevé un impacto fuerte sobre las pequeñas y medianas empresas de hotelería, transporte, gastronomía y las agencias de turismo. Esto, sumado a un inevitable “efecto dominó”, sin duda implicaría un cambio en la composición de la oferta de turismo. Esto supone en cualquier caso miles de nuevos trabajadores desocupados. El previsto cierre de empresas podría dar lugar a dos tipos de escenarios: el primero, con una oferta más concentrada y sostenida por un mismo tipo de demanda; el segundo, la organización de los actores del trabajo para la adopción de modelos autogestivos que mantengan esas fuentes de trabajo.
En este segundo caso, emerge como oportunidad la recuperación de empresas por parte de sus trabajadores y la creación de cooperativas de trabajo que presten servicios turísticos. Este tipo de procesos, que implica que los trabajadores se hagan cargo de los medios de producción y autogestionen la empresa, podría producirse principalmente en actividades que demandan mucha mano de obra, como la hotelería o la gastronomía. En el país existen antecedentes en la recuperación de empresas en general, hoteles, como Pipinas, Bauen, Pismanta o Quijote, y restaurantes, como Alé Alé, Los chanchitos, La Casona o Lalo.
La recuperación de las empresas en situación de quiebra o cierre y la consecuente constitución de cooperativas podría ser una estrategia central, no solamente para minimizar los daños, sino también para una composición más equitativa del sector. Esto solo sucederá si se concibe esta alternativa como una opción viable que sea motorizada por los actores involucrados, esté sustentada en una base social amplia y acompañada por otros agentes del sector social y solidario; y que, en lugar de reprimida, sea legitimada por el Estado.
Distanciamiento social y sostenibilidad
Es previsible que el temor social a la pandemia continuará finalizado el período de aislamiento obligatorio. Planificar un viaje a un entorno lejano o subir a un avión, tren o autobús demorará su tiempo: es improbable que en el corto plazo las prácticas turísticas vuelvan a su estado anterior. El Gobierno advierte que deberá promoverse un turismo con distanciamiento social; en consonancia, desde la Cámara Argentina de Turismo se asume la necesidad de “evitar las grandes concentraciones de turistas”.
Por el lado de las grandes empresas como aerolíneas o cadenas de hoteles se está pensando en medidas y protocolos sanitarios a modo de una certificación Covid-free. También desde el Ministerio se propone un programa de “Buenas prácticas pos-Covid19” y se destaca estar trabajando en protocolos “para que el regreso de la actividad sea segura”. La intención es generar garantías para que la ciudadanía retome con confianza su práctica turística lo antes posible. Ya hay ideas implementadas como tomar la temperatura a los pasajeros o en exploración como la posibilidad de colocar acrílicos divisores en las butacas de los aviones.
El distanciamiento daría espacio, al menos durante un tiempo, a la visibilidad de discursos y la permeabilidad de prácticas sobre un turismo sostenible. El miedo individual al contagio puede potenciar sentimientos reaccionarios, prácticas discriminatorias e individualizantes. Pero también puede dar lugar una “conciencia encarnada” sobre la interdependencia entre las personas y los ecosistemas que impulse otras formas de viajar, conocer y descansar. El distanciamiento social antagoniza con la afluencia masiva y el modelo de gran escala, y puede dar lugar al impulso de prácticas turísticas más lentas; puede abrir una posibilidad a la sostenibilidad.
Distancias cortas y la opción de la proximidad
Otro cambio que se prevé en el escenario de post pandemia es que durante 2020 y posiblemente parte de 2021 el turismo se lleve a la práctica en distancias cortas. Los actores así lo asumen: desde el Gobierno se promueve la “cercanía” y se alienta a viajar en territorio nacional, y desde la Cámara Argentina de Turismo se afirma que la proximidad será “el eje de la recuperación de la actividad”.
La proximidad afecta la lógica del culto a la velocidad y golpea en la línea de flotación del turismo globalizado. Así, genera oportunidades para otros actores que proponen la reivindicación de la quietud, o prácticas turísticas de cercanía y la revalorización de los entornos y las culturas locales, como el turismo rural, campesino o de base comunitaria. La cercanía también es una posibilidad para un turismo más sostenible.
San Carlos. Imagen de Javier Tejera | Archivo de Alba Sud.
Estos cambios también pueden vincularse con tendencias de consumo previas al Covid. Un estudio realizado por booking.com en octubre pasado analizaba las tendencias de los turistas. Según estos resultados, alrededor del 50% de argentinos se mostraron interesados en reducir el impacto ambiental generado por el exceso de turismo y, en ese sentido, estarían dispuestos a modificar los destinos o los medios de transporte utilizados a fines de evitar la masificación y ayudar a la preservación del medioambiente.
Este estudio no solo demuestra la posibilidad de explorar este tipo de práctica sino también que su apropiación será un escenario de disputa. Al reducirse la torta turística, la proximidad será una estrategia que adopten actores de diverso origen. Muchos grandes capitales que hasta ahora no tenían interés en el turismo de cercanía comenzarán a pelear por esa modalidad.
Tiempo, fragilidad de los cambios y disputas que vienen
En todos los casos, es importante tener en cuenta la dimensión temporal de los cambios antes mencionados. Tres cuestiones centrales sucederán y habilitarán nuevamente la actividad turística: en el país el Gobierno levantará las restricciones, a nivel global la OMS dará el visto bueno a los viajes, y el miedo al contagio irá mermando.
Los cambios serán temporales; y el curso previsible de los acontecimientos es que, según la voluntad y los intereses de los actores centrales, se retorne progresivamente a un modelo similar al precedente. A menos que los sectores más afectados (trabajadores, pequeñas empresas, organizaciones solidarias o comunitarias) se organicen y articulen para generar alternativas e incidir en espacios de decisión que puedan modificar este rumbo.
Seguramente durante ese período se genere una disputa política y de sentidos, en la que se contrasten discursos y propuestas, en muchos casos antagónicas. Se sucederá una batalla por instalar una mirada dominante sobre qué modelo de desarrollo turístico es el más convenientes para el bien común.
Es en este espacio temporal donde los trabajadores de la ESS, actores y sectores afines en conjunto podrán maximizar sus esfuerzos para difundir sus discursos, visibilizar sus propuestas y experiencias que permiten la práctica de un turismo más solidario, equitativo y sostenible. Aunque asumiendo la desigual correlación de fuerzas y el tiempo limitado, allí precisamente reside la principal ventana de oportunidad.
La configuración del próximo turismo
Para abonar a la reflexión, se plantean factores críticos para la configuración del próximo turismo en Argentina.
El rol del Estado. Cuál será la orientación de las políticas públicas en general y turísticas en particular y la correlación de fuerzas en las decisiones del Estado. Hasta el momento no se observa una intención de cambiar el paradigma del turismo ni la orientación de sus políticas hacia experiencias solidarias. Por el contrario, todo apunta a una transferencia de recursos que permita garantizar un regreso lo más rápido posible del estadío previo.
Papel de la ciudadanía. Qué impacto tendrá la pandemia sobre las representaciones y las prácticas mayoritarias en torno al turismo. Se prevé que se produzcan cambios en las conductas de consumo, aunque es difícil aseverar su orientación y duración. Podrán producirse pesos y contrapesos en la tensión entre el miedo a viajar y la reivindicación de la libertad a través del consumo turístico. También del temor puede surgir un desaprendizaje, una conciencia sobre los daños y riesgos del modelo, y un cuestionamiento de esa idea de libertad, lo que posibilitaría mayor visibilidad de experiencias turísticas asociativas y transformadoras.
Capacidades de los actores sociales. Qué capacidad tendrán los actores del campo social, popular y solidario para la articulación, intercooperación y construcción de sinergias en el ámbito del turismo. La organización estable podrá permitir un mayor de acople entre una demanda responsable y una oferta solidaria. Como en otras crisis, los nuevos desocupados y los trabajadores informales pueden ser las nuevas víctimas, o constituirse como actores estratégicos que potencien los lazos de cooperación para la construcción de otro modelo turístico.
San Carlos. Imagen de Llorenç Planagumà | Archivo de Alba Sud.
Organización comunitaria. Otro factor se vincula con la posibilidad de que los integrantes de las poblaciones en los destinos puedan trabajar mancomunadamente para, a través de distintas formas de estructura organizacional, llevar adelante o apoyar proyectos turísticos que respondan al interés del conjunto. Esto supone una fortaleza en la organización de las comunidades y un nivel de participación social que posibilite la planificación y la gestión de un turismo de base comunitaria en los territorios.
En última instancia, la configuración del próximo mapa del turismo argentino estará determinada por quienes sean los actores que motoricen y protagonicen las transformaciones o, por el contrario, las continuidades de la actividad. La posibilidad de allanar una salida donde prime el interés general deberá surgir de la voluntad, el consenso y la consolidación de relaciones de cooperación entre el Estado, las organizaciones solidarias y las comunidades organizadas. En este escenario los actores sociales del país tienen una vasta experiencia acumulada de la cual nutrirse.
El próximo turismo es una historia por escribir; y un fragmento de su narrativa dependerá de la capacidad de adaptación, innovación y articulación entre los actores que, desde distintas partes de la geografía, proponen y llevan a la práctica alternativas turísticas atravesadas por otras racionalidades, valores e ideas. Sin embargo, es importante evitar una mirada ingenua. La correlación de fuerzas, la capacidad para incidir en el Estado y el imaginario colectivo que han demostrado los lobbies del sector revela un riesgo latente: que el escenario post Covid-19 traiga un modelo de turismo más concentrado, excluyente e insostenible; lo que no sería una distopía, sino una posibilidad cierta.
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