23-06-2020
Aplaudir a los turistas
Rafael Borràs | Alba SudLa fotografía de unos trabajadores y trabajadoras en Playa de Palma aplaudiendo a los primeros huéspedes que participan en el plan piloto de turismo nos interpela a pensar cómo será la nueva normalidad sociolaboral.
Crédito Fotografía: Diari de Balears, 22/06/2020.
Hay muchas imágenes icónicas de la historia del turismo en las Islas Baleares. Una de mis preferidas es la de una portada de 1960 de la publicación Merian, una revista de viajes alemana, fundada el 1948. A esta portada se refiere Alicia Fuentes Vega, en su libro "Bienvenido, Mr. Turismo. Cultura visual del boom en España", afirmando que "sorprende constatar que en el imaginario turístico de la isla [Mallorca] no todo eran playas, palmeras y cubos de sangría". La foto es la instantánea de una mujer de espaldas contemplando una idílica cala desde la Sierra de Tramontana. Me resulta particularmente icónica esta imagen por su "amoralidad", en una época en la cual las fotografías habituales de promoción turística de Mallorca eran las de playas muy pobladas de turistas tomando el sol.
Desde la semana pasada, tendré que incorporar otra imagen icónica de nuestra historia del turismo: la de los trabajadores y trabajadoras aplaudiendo a los primeros clientes participantes en el plan piloto de turismo al llegar a uno de los hoteles de la Playa de Palma.
Parece –por los comentarios que han circulado por redes sociales y medios de comunicación- muy evidente que es una imagen potentísima del grado, casi total, de dependencia del turismo que sufre gran parte de la gente de esta tierra que para vivir –o mal vivir– tiene que trabajar. Pero, se ha comentado menos una cuestión también muy evidente: Que en una época de precariedad laboral estructural –y en momentos de máxima precariedad vital–, esta fotografía nos interpela, cuando menos, a pensar cómo será la "nueva normalidad sociolaboral".
Grosso modo, se me ocurren dos modelos de nueva normalidad sociolaboral post covid-19: la basada en una muy elevada incertidumbre e inestabilidad, provocando un efecto disciplinario nunca visto del factor trabajo, o, por el contrario, una renovación de certezas y estabilidades, consustanciales con un derecho laboral de verdad tuitivo, es decir, protector de la parte más débil en cualquier relación laboral. Para la primera de las posibilidades no hay que mover ninguna pieza clave de la arquitectura del austericidio. Basta dejar las cosas como están: sin derogación de las Reformas Laborales de 2010 y 2012, sin avanzar hacia una Renta Básica incondicional y universal... La segunda de las posibilidades pasa, sí o sí, por hacer exactamente lo contrario. Por ejemplo, no habrá estabilidad laboral sin devolver y aumentar las protecciones del contrato indefinido. Por eso, es imprescindible acabar con la "revolución neoconservadora" en materia de despido que se plasmó en las mencionadas Reformas Laborales.
Además, no habrá "nueva normalidad sociolaboral" sin una real y efectiva participación de los trabajadores y trabajadoras en la toma de decisiones en la empresa, y sin derechos incondicionales a la existencia material. En este sentido, procede interrogarse sobre quién decidió hacer la bienvenida con aplausos a la puerta del hotel a la vista, adrede, de las cámaras audiovisuales de los medios de comunicación. ¿No hubiera sido suficiente un check-in un poquito especial?
El caso es que nunca sabremos cuántos de los trabajadores y trabajadoras que aplaudían lo hacían porque comulgan en aquello de "un turista, un amigo", o porque, parafraseando a Richard Sennett, la necesidad vital de llegar a fin de mes –y la angustia de pasar de un ERTE a un ERE– en el nuevo capitalismo, corroe el carácter de las personas más subalternas. Lo que sí sabemos con toda certeza, es que, legalmente, el poder de dirección y control de la actividad laboral es exclusivo del empresario o empresaria. Y, a la vez, es sensato sospechar que Francis García y Andityas Soares (que acaban de publicar un ensayo que parece muy interesante y que han titulado "El virus como filosofía, la filosofía como virus") tienen mucha razón al afirmar que "se están explotando la precariedad y el miedo en favor de una nueva vuelta de tuerca capitalista".
En fin, ¡Qué tiempos aquellos en los que eran los clientes los que aplaudían (con propina, pero, todavía mejor, sin ella) a los trabajadores y trabajadoras en agradecimiento a un trabajo duro, como es el de la hostelería, mientras ellos –la mayoría clase trabajadora europea– habían pasado unas buenas vacaciones!
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