14-08-2020
Turismo industrial: ¿motor de cambio?
Núria Abellan | Alba SudEn el actual contexto de creciente interés por los turismos de proximidad, el turismo industrial supone una oportunidad para fomentar la transformación social y económica de territorios alejados de los polos turísticos, así como para recuperar la memoria colectiva.
Crédito Fotografía: Tren de los Lagos (Lleida-La Pobla de Segur), Catalunya. Fuente: Aleix Cortés, bajo licencia creative commons.
El debate sobre los turismos de proximidad ha tomado mayor fuerza durante la actual pandemia de la COVID-19, como se ha tratado en Alba Sud con anterioridad con fenómenos como el staycation o el slow tourism. En este marco de análisis, que apuesta por repensar socialmente el turismo y por su transformación y la de las políticas turísticas, irrumpe con fuerza la posibilidad de potenciar también el turismo industrial. Este, engloba todas las formas de movilidad espacial provocadas por la motivación de visitar sistemas y paisajes industriales activos en desuso (Soyez, 2014). Así pues, el turismo industrial incluye equipamientos industriales museizados, construcciones industriales con usos que ya no están relacionados con los procesos de producción; y a talleres, comercios, y fábricas que se encuentran en activo y permiten al visitante conocer el proceso de fabricación del producto, propuesta conocida como Industria Viva. Es una tipología diversa tanto en distribución geográfica, modalidad, temática y dimensión de los equipamientos visitables.
Durante años, se ha concebido el paisaje industrial como algo sucio, sin atractivo y sin valor estético, especialmente sin valor turístico, siendo características diametralmente opuestas a las que se consideran para los productos visitables, que durante mucho tiempo han girado en torno a determinadas ideas de cultura, belleza y de espectacularidad (Soyez, 2014). A partir de su progresiva puesta en valor, estos equipamientos han ganado protagonismo como espacios de memoria, que se establecen como un legado colectivo de gran valor histórico, estético, simbólico e identitario. A su vez, se ha puesto énfasis en aspectos como los cambios de los diversos territorios a partir de la Revolución Industrial, centros residenciales destinados a obreros construidos a consecuencia de los flujos migratorios, o estructuras como puertos, ferrocarriles y canales (Observatori del Paisatge, s.d.). Así pues, además de las evidencias físicas donde se desarrolla el turismo industrial, parte de su importancia reside en entenderlo como un sistema integral, que une el paisaje, las relaciones industriales, la arquitectura, las técnicas utilizadas, las prácticas de carácter simbólico y las experiencias de las personas involucradas, por lo cual constituyen la memoria colectiva de los pueblos (Guzmán et al., 2016). Por otro lado, surgen iniciativas como el proyecto Espais Recobrats, donde se impulsa la conservación del patrimonio industrial a través del cambio de usos (Álvarez, 2007).
Vertientes del turismo industrial
El turismo industrial cuenta con cuatro grandes vertientes que permiten entender la necesidad de impulsarlo como una opción turística que escapa de los discursos hegemónicos, tanto en la perspectiva actual del renovado interés por los turismos de proximidad como a la hora de replantear cambios en el sistema turístico como lo conocemos.
En primer lugar, se trata de una tipología turística que pone énfasis en la sostenibilidad económica, dado que permite revalorizar y diversificar zonas del territorio que suelen estar más alejadas de los polos turísticos clásicos. La transformación económica de estos espacios se basa en la implicación de agentes diversos en el funcionamiento del turismo industrial. En un ámbito directamente turístico, se integran servicios como la restauración o los alojamientos turísticos. Por otro lado, de forma indirecta, se retoman tareas relacionadas con la cultura y el patrimonio, como pueden ser de investigación histórica, de restauración y conservación de los equipamientos, de mediación turístico-cultural y, en algunos casos, de programación cultural, según qué función adopte el equipamiento en cuestión.
Como hemos comentado con anterioridad, el turismo industrial puede tener lugar en ámbitos urbanos y en espacios rurales, siendo este segundo contexto territorial donde la diversificación económica resulta más evidente. Un ejemplo de puesta en valor de antiguo patrimonio industrial en el ámbito rural que ha comportado la creación de una plataforma turística es Vías Verdes, una iniciativa de recuperación de antiguas vías ferroviarias para hacerlas aptas para pedalear y para realizar senderismo. Son una propuesta ampliamente implantada en toda Europa Occidental y del Norte, con un creciente nombre de usuarios con intereses y franjas de edad muy amplias. En el caso concreto de Catalunya existen las Vies Verdes de Girona, que se extienden por toda la provincia de Girona y parte de la Catalunya Norte, impulsando de forma directa el ciclo turismo. A partir de la creación de estas rutas, diversas propuestas gastronómicas, de alojamiento, de alquiler y transfers y agencias de viaje, se han unido para complementar la oferta.
Tramo de Vía Verde en la Terra Alta, Catalunya. Fuente: Adrià Ariste Santacreu, bajo licencia creative commons.
Por otro lado, las transformaciones del paisaje urbano a menudo han derivado en la simplificación de las calles de las ciudades, especialmente durante el proceso de desindustrialización, a través de reforzar aquellos aspectos que se consideran visitables, y por consiguiente la expulsión de lo que no se considera patrimonio, como ha podido ser el caso de talleres y centros de producción que han tenido una enorme importancia histórica y social a lo largo de los años, en una construcción selectiva y excluyente de las ciudades (Sobrino, 2016). En este sentido, el debate sobre la transformación y los usos del patrimonio puede tener una influencia vital sobre la pervivencia del patrimonio industrial, que se enmarca principalmente en tres situaciones (Martí-Costa, 2010). La primera, una ciudad moderna que tiene poco en cuenta los vestigios industriales y no los incorpora en su paisaje ni en su discurso. La segunda, una ciudad hipermoderna que fragmenta, privatiza y recrea el patrimonio industrial como simulacro. Finalmente, la tercera, una ciudad respetuosa con el pasado del patrimonio, y el lugar que ha ocupado y ocupa, y que lo tiene en cuenta para las necesidades colectivas de sus habitantes (Martí-Costa, 2010). Resulta clave que desde el turismo industrial desarrollado en zonas urbanas se refuerce su íntima vinculación con el mundo sindical y la lucha obrera, para asegurar la consciencia histórica que permita comprender el pasado y su inevitable repercusión en el presente y el futuro (Tébar y Jimeno, 2019).
En segundo lugar, el turismo industrial se combina con la etnografía para descubrir el pasado de los territorios donde tiene lugar. Mediante herramientas antropológicas es posible entender la evolución de los territorios y de su población desde la preindustria hasta la actualidad; como puede ser entender la configuración existente de la comarca catalana del Maresme, a partir de su pasado de industria textil. Así pues, el turismo industrial estimula la investigación social en las zonas donde este se da, lo que conlleva recuperar la memoria colectiva de la zona y entender su presente. El patrimonio industrial nos acerca a las vidas y a las condiciones laborales de miles de personas, por lo que permite poner luz sobre aspectos como los sesgos de clase y de género existentes en el momento y, a menudo, reproducidos actualmente.
En tercer lugar, hay que poner especial atención al público al que se dirige al turismo industrial. Se trata de una tipología turística que cuenta con un bajo número de turistas especializados, es decir, que busquen exclusivamente experiencias de turismo industrial o que esta sea su mayor motivación para emprender el viaje. Por otro lado, tiene un gran público entre los grupos familiares, que son intrínsecamente intergeneracionales (Jansirani, 2013) y que en gran medida realizan visitas en la proximidad. Además, el turismo industrial tiene un importante seguimiento en un público en formación, ya sea desde las etapas infantiles de la educación obligatoria hasta los estudios profesionales. Las varias opciones que ofrece el turismo industrial favorecen la realización de actividades con el público escolar adaptadas al nivel de cada grupo de estudiantes, desde explicaciones concretas hasta talleres que permiten poner en práctica el conocimiento adquirido y relacionarlo con los objetivos didácticos de cada etapa. De esta forma se concibe el patrimonio industrial no solamente como objeto de estudio, sino también como sujeto formativo en el ámbito de estudio de la evolución tecnológica y el aprendizaje técnico, entre otros (Tatjer, 2008).
Finalmente, en cuarto lugar, una de las vertientes del turismo industrial que ha ganado más importancia a lo largo de los años es el conocido como Industria Viva, basada en realizar visitas a fábricas, equipamientos, talleres y comercios que se encuentran en activo y que muestran su proceso productivo al público. Este tipo de visitas permiten entrar en contacto con los procesos de creación respondiendo a la lógica de la teoría propuesta por Olaia Fontal (2013), que afirma que los individuos que no tengan conocimiento, clave de comprensión, pauta de respeto o sugerencia de valor algunos, nunca reconocerán un bien patrimonial, no serán sensibles a ningún patrimonio y no le darán importancia. Por eso, esta misma autora propone una secuencia orientada a la sensibilización hacia el patrimonio que consiste en el siguiente círculo consecutivo: conocimiento del patrimonio para su comprensión, puesta en valor, apropiación simbólica, conservación, disfrute, y transmisión.
La aplicación práctica de esta teoría en el ámbito de la Industria Viva supone un aumento de la fidelización del visitante, dado que al haber presenciado el proceso productivo y haberlo entendido en profundidad, estos visitantes posteriormente muestran mayor inclinación por la marca, fábrica, taller o producto en cuestión. Este hecho demuestra que el conocimiento que se obtiene a través de la observación del proceso productivo resulta de mayor relevancia para los visitantes que aspectos como podrían ser el precio, el márquetin o la distribución del producto. Así pues, el turismo industrial tendería a reforzar la producción local, así como el consumo de productos de Km 0. Por otro lado, la posibilidad de realizar estas visitas ayuda a las empresas a mantener los estándares de calidad, como la norma ISO 13810:2015, que regula las visitas en espacios productivos, teniendo en cuenta que se reciben visitantes en todas las etapas del proceso de creación del producto final.
Situación actual del turismo industrial
El turismo industrial tiene especial fuerza y seguimiento en el ámbito europeo, donde se articula mediante la Ruta Europea del Patrimonio Industrial (European Route of Industrial Heritage), una red creada en 1999 a partir de la unión de Reino Unido, Bélgica, Alemania y Países Bajos, a través de los fondos del Programa Interreg IIC. En 2014, este proyecto recibió fondos del programa Creative Europe, y en 2019 pasó a formar parte de la Ruta Cultural del Consejo Europeo. La creación de la red, que actualmente cuenta con prácticamente la totalidad de los países europeos, parte de la idea de situar la Revolución Industrial como un evento histórico que provocó cambios sociales, económicos, culturales y paisajísticos de gran escala.
Área minera del Ruhr, Alemania. Fuente: Lynne Hand, bajo licencia creative commons.
A pesar de esta iniciativa europea, que pretende unir varias propuestas, de temáticas y tamaños variados bajo un mismo paraguas, lo cierto es que tradicionalmente, el turismo industrial ha tenido un seguimiento diferente en cada país. A pesar de no coincidir plenamente con los países que iniciaron la Ruta Europea del Patrimonio Industrial, los tres países que han tenido más inclinación a lo largo de los años son Francia, Reino Unido y Alemania, coincidiendo con aquellas regiones pioneras durante la Revolución Industrial. De forma interna, cada país tiene mecanismos diferentes para gestionar su patrimonio industrial en su vertiente turística.
En Francia, los espacios patrimoniales son gestionados por el Ministerio de Cultura, mientras que la Industria Viva es impulsada por las diferentes Cámaras de Comercio bajo el Sello de Patrimonio Vivo (Entreprise du Patrimoine Vivant). En Alemania, así como en Francia, la oferta de turismo industrial se encuentra dividida en espacios patrimoniales y en empresas en funcionamiento, entre las que se da especial importancia a las grandes marcas mundiales, como las automovilísticas. Además, en Alemania se han impulsado zonas concretas del país para ser revitalizadas mediante la puesta en valor de su pasado patrimonio industrial, como la antigua área minera del Ruhr. Además, en 2010 fue designada Capital de la Cultura Europea, un honor que hasta el momento solo había recaído sobre ciudades. En Reino Unido, en cambio, toman especial importancia los sectores textil y ferroviario, y la gestión del patrimonio industrial se realiza de forma similar a otros patrimonios, es decir, mediante entidades privadas, que en este caso se agrupan bajo el paraguas Historic England.
Por otro lado, el turismo industrial en España, en su globalidad, cuenta con dos entidades para su gestión y promoción: la Red Española de Turismo Industrial (RETI) y la Asociación de Operadores de Turismo Industrial (AOTI). Aun así, el patrimonio industrial se gestiona de forma local, en vez de estatal, por lo que destacan Catalunya, Euskadi y Andalucía como las comunidades con más fuerza.
XATIC: el turismo industrial en Catalunya
En Catalunya el patrimonio industrial es presente a lo largo del territorio, como se puede consultar en el mapa del patrimonio industrial de Catalunya. La asociación encargada de agrupar el conjunto de la oferta del turismo industrial es la Red de Turismo Industrial de Catalunya (Xarxa de Turisme Industrial de Catalunya, XATIC). Se trata de una asociación de municipios sin ánimo de lucro que tiene por objetivo establecerse como un instrumento básico de cooperación y colaboración permanente entre los municpios que la integran, potenciando sus atractivos turísticos en el marco global de una estrategia de actuación basada en el turismo industrial, y que permita su aumento de calidad, puesta en valor, diversificación, mejora y promoción. La XATIC colabora con otras redes que tienen por objetivo la promoción del patrimonio industrial, tanto a nivel europea como con varias regiones españolas.
Desde la XATIC se expresa que la valoración actual del turismo industrial en Catalunya aspira a ser un complemento a otras formas de turismo ya establecidas como predominantes o hegemónicas, como pueden ser los turismos de Sol y Playa o de naturaleza. Así pues, se establece como una tipología turística capaz de fortalecer tejidos económicos y sociales, que impliquen a agentes que no tengan una relación directa con la industria. Además, se trata de un turismo que permite redistribuir los flujos turísticos alejándose de los principales núcleos visitados, así como desestacionalizar la demanda a lo largo del año, dado que, saber explicar el origen de los productos cotidianos atrae la atención del público sin tener en cuenta las estaciones.
La XATIC se articula sobre el eje de la pregunta “¿cómo se hacen las cosas?”, aunque la red se ha ampliado de tal forma que pretende dar respuesta a “¿cómo se hacían las cosas?” y “¿cómo se harán las cosas?”. Para ofrecer estas respuestas, la asociación trabaja alrededor de tres ejes: el patrimonial, centrado en edificios de producción que muestran procesos productivos o que tienen el valor industrial del edificio; la Industria Viva; y el Club XATIC. Esta última vertiente es una iniciativa con vocación de fidelización del público interesado en esta tipología turística mediante una PERTINENÇA (vinculación) que les permite recibir noticias periódicas a través de la newsletter mensual, así como GUADIR de las ventajas de les establecimientos colaboradores. Estos son los propios espacios visitables, así como alojamientos, restaurantes y comercios, entre otros, de forma que se integran y dinamizan los diferentes agentes de un territorio.
La XATIC es una asociación diversa y transversal, con un alcance geográfico a todo el territorio catalán, donde se visibilizan por igual los municipios, los equipamientos y las empresas que forman parte de la red. Así pues, se integran antiguas fábricas, centros de interpretación, colonias industriales, minas y museos. A su vez, mediante el programa Industria Viva, se representan desde pequeños talleres artesanales hasta grandes empresas, mayormente relacionadas con la elaboración de productos alimentarios y de bebidas. Además, la XATIC promueve visitas guiadas y teatralizadas que tienen lugar en equipamientos patrimoniales, así como también ferias (sectoriales o de recreación histórica) que tengan este eje temático, como la Fira Embarrats de Sant Joan de Vilatorrada, o propuestas diversas de gamificación. De esta forma, la asociación pone en valor la muestra más diversa del patrimonio industrial catalán, eso sí, teniendo en cuenta, las necesarias medidas de seguridad y de higiene, así como de protección de la propiedad intelectual que requieren cada una de ellas.
Parque Cultural de la montaña de Sal de Cardona, Catalunya. Fuente: Jorge Franganillo, bajo licencia creative commons.
Reflexiones finales
Si bien el turismo industrial incorpora un gran número de dinámicas positivas, también hace falta tener en cuenta sus limitaciones. En primer lugar, su relativo reconocimiento social y un público poco especializado dificultan el crecimiento de esta propuesta y, por consiguiente, de la red que se le asocia (Prat, 2013). En segundo lugar, como turismo de proximidad que es actualmente, depende en gran parte de la demanda de fines de semana por parte de visitantes de grandes ciudades hacia territorios rurales donde se encuentran gran parte de los equipamientos patrimoniales; teniendo en cuenta que entre semana su público se basa fundamentalmente en visitas escolares. Este hecho es agravado por una tercera limitación, que es una accesibilidad a menudo reducida en transporte público hacia un gran número de espacios patrimoniales, especialmente de aquellos más alejados de los grandes núcleos turísticos. Finalmente, el turismo industrial goza de poco reconocimiento institucional (Prat, 2013; Sobrino, 2016), perspectiva donde es necesario un cambio que lleve a las diversas administraciones con competencias culturales y turísticas a apostar por este turismo.
El turismo industrial se ha establecido a lo largo de las últimas décadas como una tipología turística de demanda en crecimiento estable, y que a medida que va aumentando, es capaz de aglutinar bajo una misma experiencia servicios y vivencias variadas. De esta forma, el turismo industrial acontece un mecanismo para transformar y diversificar la economía de territorios más despoblados, así como también de proponer alternativas en zonas turísticas de mayor masificación. En la situación actual marcada por la pandemia de la COVID-19, el turismo industrial se ha convertido en una oportunidad para redescubrir lo que ya tenemos en casa, abriéndose a nuevos públicos que no se habían interesado por estos espacios hasta el momento.
De esta forma, más personas pueden adentrarse en la memoria colectiva inherente al patrimonio cultural industrial con tal de poder entender el pasado y el presente de cada territorio. A su vez, como defiende Fontal (2013), acercarse a este patrimonio y entenderlo permitirá valorar los equipamientos industriales en desuso de tal forma que conservarlos deje de ser únicamente voluntad política, y pase a ser una demanda social que pueda llevar a su conservación mediante el cambio de usos (Álvarez, 2007). Hacer uso de la red de turismo industrial y establecerla como turismo de proximidad permitirá, entre muchas otras cosas, seguir avanzando hacia unas dinámicas turísticas transformadoras y de impactos positivos.
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