06-12-2020
Vivir y malvivir en el país de las vacaciones: desarrollo turístico y salud mental en Quintana Roo, México
Sébastien Fleuret & Clément Marie dit ChirotPrimera región turística mexicana, Quintana Roo también destaca por problemáticas agudas en la salud mental. Frente a las carencias del sistema de salud público, la sociedad civil se ha organizado para enfrentar un fenómeno cuyas consecuencias podrían verse acentuadas por la crisis sanitaria actual.
Crédito Fotografía: Archivo Alba Sud.
El turismo internacional reúne en un mismo lugar una población hedonista que acude a relajarse durante un período de vacaciones y una población local que, en la mayoría de los casos, está destinada a trabajar en el sector turístico al servicio de los primeros. La diferencia de nivel de vida entre unos y otros suele ser significativa (tabla 1), incluso abismal, pero a priori los turistas pueden viajar legítimamente con la conciencia tranquila, creyendo que contribuyen al desarrollo económico de la región que visitan.
Sin embargo, este desarrollo es cuestionable, en particular en lo que respecta a un indicador: la salud. Los problemas de salud laboral son importantes y normalmente se descuidan en las profesiones relacionadas con el turismo: la fatiga crónica y los trastornos musculoesqueléticos son innumerables y rara vez se tratan (Cañada, 2015). Tomemos el ejemplo de un camarero de la playa de Tulum, en la Riviera Maya, que nos declara jornadas de 12 horas o incluso más, 6 días a la semana y sin períodos de vacaciones reales. Su agotamiento es manifiesto y el hecho de tener que recorrer un suelo arenoso a lo largo del día le provoca importantes dolores musculares en las piernas, todo ello por un salario de 300 pesos al día (aproximadamente 15 euros) que se complementa cuando todo va bien con algunas propinas.
Su cobertura social reembolsa la atención básica, aunque en el sistema mexicano no se incluye la medicina laboral. Pero probablemente sea en el ámbito de la salud mental donde los problemas son más patentes en un contexto de incapacidad y ausencia casi total de respuestas por parte de un sistema de atención deficiente.
La reflexión que se desarrolla en el siguiente texto se basa en los primeros resultados de una investigación exploratoria llevada a cabo en la Riviera Maya en enero de 2020, durante la cual se realizaron extensas entrevistas a profesionales de la salud y pacientes [1]. Aunque en esta etapa no se trata de avanzar conclusiones definitivas sobre este problema, no obstante, permite formular algunas pistas explicativas a partir de las cuales en la actualidad se está realizando un trabajo más a fondo.
Importancia de los problemas de salud mental en Quintana Roo
Si bien Quintana Roo goza de una notoriedad internacional por sus playas de arena fina y sus localidades costeras populares entre los turistas, este estado del sureste mexicano se distingue también por una de las tasas de suicidio más elevadas del país según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). De hecho, esta fue de 8,2 casos por cada 100 000 habitantes en 2017, situando a Quintana Roo en la quinta posición entre los 32 estados que conforman México [2], claramente por encima de la media nacional que era de 5,2 casos por cada 100.000 habitantes en el mismo año (INEGI, 2019a). Como muestra de la magnitud de los problemas de salud mental en el principal destino turístico de México, Quintana Roo registra tendencias similares para otras patologías como los trastornos de ansiedad que afectarían al 14% de la población activa, frente al 7 % a nivel nacional o incluso el alcoholismo (Reséndiz Escobar et al., 2018).
Esta constatación puede parecer paradójica en vista del dinamismo económico y del gran atractivo de la región, en particular en el norte del estado donde se encuentran las ciudades turísticas de Cancún, Playa del Carmen y Tulum. Este dinamismo se manifiesta en un importante fenómeno de migración interna relacionado con la afluencia de trabajadores originarios de otros estados de México, atraídos por las perspectivas laborales que ofrece el desarrollo turístico (Varela Llamas, et al., 2017; García de Fuentes et al., 2019). ¿Cómo podemos entonces entender esta especificidad? En los últimos años, ha aumentado la concientización sobre este fenómeno por parte de los poderes públicos y la sociedad civil a nivel local. Sin embargo, durante mucho tiempo la cuestión parecía impensable, si no un tabú, como recuerda un artículo publicado en 2006 en el diario nacional La Jornada.
Aunque a principios de la década de los años 2000 se observó un número creciente de suicidios en Quintana Roo, las autoridades sanitarias consultadas mencionaban el clima tropical de la península de Yucatán y sus temperaturas elevadas (que inhiben la secreción de dopamina) como factor agravante del riesgo de depresión y episodios suicidas. Si bien los determinantes de la salud mental son necesariamente múltiples, y aunque también es cierto que debe tenerse en cuenta la dimensión fisiológica, otros factores sociales y ambientales podrían contribuir a explicar esta situación que requiere ahora la adopción de medidas urgentes por parte de las autoridades. La intensidad del fenómeno parece exacerbarse por las características específicas del principal destino turístico mexicano: la importancia de la migración, las condiciones de trabajo, la creciente inseguridad e incluso la precariedad del sistema de salud local. Además, el problema podría verse agravado por la crisis que ha sufrido la región desde el comienzo de la epidemia de COVID-19.
Migrar a Quintana Roo: entre sueños de futuro y riesgos psicosociales
El atractivo migratorio de Quintana Roo constituye una de las principales consecuencias del desarrollo económico regional generado por el desarrollo turístico. Esta especificidad se refleja en la estructura demográfica de este estado, donde el 53 % de la población residente declaró en 2010 haber nacido en otra región de México, en particular en los demás estados del sureste mexicano como Yucatán, Tabasco, Campeche y Chiapas (García de Fuentes et al., 2019). Esta proporción, que supera el 60 % en los principales municipios turísticos del estado, sitúa a Quintana Roo entre los principales estados receptores de migración interna de México (Luna García, 2019) y muestra la afluencia masiva de trabajadores migrantes en busca de oportunidades de empleo en el sector de la construcción y los servicios relacionados con el turismo. Como signo del dinamismo económico regional, el atractivo migratorio de Quintana Roo representa, sin embargo, un factor de riesgo para la salud mental de las poblaciones migrantes, de las que numerosos investigadores han mostrado una mayor exposición a ciertas formas de sufrimiento psíquico, incluso en el contexto de la migración interna dentro de un mismo país (Luna García, 2019; Cardano et al., 2018).
Fuente: Sébastien Fleuret.
El desarraigo, la soledad y las dificultades para adaptarse en la sociedad local son factores de malestar, como manifiesta una mujer joven de unos treinta años que trabaja en la hostelería y que sufrió una grave depresión unos años después de establecerse en Playa del Carmen: "Aquí tenemos una expresión que dice que hay dos posibilidades con esta ciudad: ¡Playa o te adopta o te aborta!". Insistiendo en el carácter particularmente absorbente del trabajo hostelero, su testimonio describe una vida social que se limita casi exclusivamente a las relaciones profesionales, que a su vez fluctúan debido a la alta rotación dentro del mundo de la hostelería. Una inestabilidad que repercute hasta en la esfera íntima cuando la inestabilidad de las trayectorias profesionales implica cambios frecuentes de compañeros de piso, o incluso de vivienda. Aunque reconoce que su situación económica mejoró tras su llegada a Playa del Carmen ante la falta de perspectivas laborales satisfactorias en su ciudad de origen, menciona el caso de muchos amigos que se han visto empujados a regresar a su región debido al sentimiento de aislamiento: "Mucha gente se cansa de estar sola y se regresa".
En otros casos, la causa no es tanto la distancia de los seres queridos, sino al contrario, las expectativas que pesan sobre el trabajador migrante cuando debe atender las necesidades de su familia que permanece en su región de origen como explica este joven de 18 años, originario de Chiapas y que trabaja como personal de mantenimiento en un hotel de la Riviera Maya. Procedente de una familia pobre, el mayor de muchos hermanos, envía la mayor parte de sus ingresos a su familia y alude repetidamente a su angustia ante esta responsabilidad difícil de asumir. Acorralado por esta carga demasiado pesada para un joven recién salido de la adolescencia, explica que ha considerado en varias ocasiones ponerle fin a su vida.
Los efectos del trabajo turístico para la salud mental
La economía de Quintana Roo está centrada en gran medida en el turismo que representa el 70 % del PIB del estado (Brown, 2013), lo que confiere características particulares a su mercado laboral, marcado por la preponderancia del sector de la hostelería y la construcción. Esta hiperespecialización económica actúa como un factor de riesgo adicional, según el psicólogo Cheroky Mena Covarrubias, para quien estos dos sectores de actividad constituyen "focos rojos" en materia de salud mental de los trabajadores y, en particular, en el tema del suicidio. "Es un entorno laboral muy competitivo, marcado por horarios y cargas de trabajo excesivas. En el mejor de los casos, la gente tiene un día libre a la semana, si bien les va, con jornadas de trabajo que oscilan entre 8 y 12 horas. ¿Qué tipo de vida podemos esperar en estas condiciones? La gente ni siquiera tiene tiempo para lavar la ropa, ni para cuidar de sus hijos, y mucho menos tienen tiempo para ellos mismos".
Una empleada de hotel que conocimos en Tulum nos explicó que trabaja desde el amanecer hasta la noche 6 días a la semana y que, debido a los problemas de tráfico, puede tardar hasta una hora en llegar al trabajo y otro tanto en volver. Cuando llega a casa, lo único que desea es darse un baño y dormir. No tiene hambre, no come o come unos nachos o cualquier otra “comida basura”. Cuando tiene un día libre, duerme y no hace nada más. ¿Tener tiempo de ocio? En realidad, ni siquiera lo ha pensado. Le gustaría cambiar de trabajo, evolucionar, pero incluso pensar en lo que podría hacer le parece ya abrumador porque no tiene el espíritu disponible para ello.
En el sector hostelero, las especificidades propias de las profesiones de servicio y recepción se suman a la carga de trabajo como, explicó una paciente que sufría depresión y tuvo que acudir a terapia psicológica: "La hostelería es un trabajo muy exigente, sobre todo los puestos en contacto con los clientes. No tienes derecho a sentirte mal, el rostro que muestras a los clientes debe ser siempre el mismo, te sientas bien o no. Eres como una especie de personaje". Este fenómeno, descrito como "trabajo emocional" por la socióloga Arlie Russell Hochschild (1983), se traduce en una mayor vulnerabilidad frente a los riesgos psicosociales como el desgaste profesional o la adopción de conductas adictivas. En este sentido, la nueva Norma Oficial Mexicana NOM-035 sobre los “factores de riesgo psicosocial en el trabajo”, recién adoptada por la Secretaría del Trabajo y Previsión social, representa un paso significativo para la prevención de tales riesgos. Falta ver, ahora, en qué medida la implementación de esta norma entrada en vigor en 2020 puede desembocar en mejoras concretas para los trabajadores de la industria turística.
Fuente: Sébastien Fleuret.
El sufrimiento psíquico causado por el ambiente y las condiciones laborales también repercute en quienes los rodean. Una psicóloga nos contó que el malestar de los padres se refleja en los adolescentes cuyos padres tienen poca disponibilidad, acaparados por empleos precarios (limpieza, agentes de servicio, camareros) con bajos niveles de remuneración. Mencionó numerosos intentos de suicidio (difíciles de cuantificar y documentar), así como casos de automutilación.
"Aquí existe el miedo": la inseguridad como factor agravante
Varios profesionales de la salud entrevistados también destacaron las consecuencias de la creciente inseguridad en Quintana Roo en términos de salud mental. Desde 2016, el estado ha experimentado un aumento significativo de los niveles de violencia, que se traduce en un aumento importante del número de homicidios: 145 en 2015 en comparación con 839 en el año 2018 (INEGI, 2019). Si bien las rivalidades y los ajustes de cuentas relacionados con el crimen organizado explican en gran medida este aumento, los principales destinos turísticos de la Riviera Maya también han visto surgir nuevas formas de violencia debidas al fenómeno de la extorsión (derecho de piso) al que están sometidos muchos comerciantes (Fuentes, 2017; Vásquez 2019).
Sujeta al anonimato, una psicóloga que trabaja en la Riviera Maya subrayó en una entrevista la importancia de esta amenaza difusa y la angustia psicológica que genera en un número creciente de pacientes. Desde hace algún tiempo, viene observando un problema específico entre las personas con un pequeño comercio. "Esto concierne a todos, incluso a los vendedores de tacos o tamales… Muchos se ven obligados a abandonar su actividad porque reciben amenazas", explica, haciendo referencia al reciente ejemplo de un vendedor de tacos herido de bala por haberse negado a pagar el "derecho de piso". Según ella, desde hace unos tres años, estos testimonios han sido un motivo frecuente de consulta "por desesperación". Sea real o percibido, el fenómeno es ahora un elemento con el que deben lidiar muchos trabajadores independientes, especialmente en el sector turístico, para quienes esta amenaza se ha convertido en un factor de estrés y ansiedad. Según la psicóloga, las personas afectadas se sienten aún más desamparadas porque a menudo les resulta imposible hablar abiertamente de ello por miedo a represalias: "No pueden decírselo a nadie, las personas se ven obligadas a guardar silencio". El desconcierto de la profesional de la salud es palpable en sí mismo ante la falta de una respuesta posible a esta situación.
Respuestas comunitarias frente a carencias estructurales
Estos diferentes elementos muestran una combinación local de factores que favorecen el desarrollo de problemas de salud mental particularmente agudos en los destinos turísticos de Quintana Roo. La situación es aún más preocupante, ya que la principal región turística de México sufre un déficit patente con respecto a la atención de la salud mental. Con una población superior a 1,5 millones de habitantes en 2015, Quintana Roo es, de hecho, un pariente pobre del sistema de salud mental mexicano, figurando entre los 7 estados mexicanos que no disponen de un hospital psiquiátrico. La situación también es crítica en lo que respecta al número de psiquiatras: el estado solo contaba con 19 en 2016, es decir, una tasa de 1,27 por cada 100 000 habitantes, mientras que la media nacional era de 3,68 por cada 100 000 habitantes en el mismo año (Heinze et al., 2016) [3].
En Playa del Carmen, ciudad con más de 200 000 habitantes, donde se realizó una parte de esta investigación, solo hay cuatro, según Cheroky Mena, psicólogo y miembro fundador de la asociación civil de prevención del suicidio Dile psí a la vida. El profesional de la salud mental describe la extrema dificultad de acceso a los tratamientos para las personas que sufren patologías psíquicas en esta localidad turística costera, más allá del costo prohibitivo que implica una consulta en el sector privado para una gran parte de la población. En una entrevista, explicó que los pacientes que requerían una hospitalización de urgencia debían ser redirigidos hacia el estado vecino de Yucatán, cuya capital Mérida está situada a casi cuatro horas de distancia, o hacia el estado también colindante de Campeche y su hospital psiquiátrico estatal. Estas dificultades de acceso a los tratamientos se reflejan en el testimonio de esta mujer de unos cuarenta años que padece trastorno bipolar: diagnosticada varios años antes de establecerse en la Riviera Maya, describe el gran contraste entre la oferta de atención de la que se beneficiaba en Ciudad de México y la existente en la Riviera Maya: "Cuando vivía en la Ciudad de México, podía correr al Instituto Nacional de Psiquiatría, que es un hospital público, cuando tenía un episodio de crisis o cuando tenía ideas suicidas… Incluso tenían la opción de hospitalizarme si los médicos lo consideraban necesario. Aquí no, no puedes correr a ningún lado, ¡ningún servicio de urgencias!"
En los últimos años, la cuestión ha penetrado en el debate público local como ocurrió en 2018, cuando, durante la campaña electoral previa a las elecciones municipales, la actual presidenta del municipio de Solidaridad, Laura Beristain, prometió la creación de un centro de salud mental en Playa del Carmen en caso de victoria electoral [4]. Más recientemente, el tema se ha colocado en la agenda política a nivel estatal con la presentación de un proyecto de ley de salud mental para Quintana Roo.
Paralelamente, han surgido una serie de iniciativas lideradas por la sociedad civil para compensar las deficiencias del sistema de salud público. Este es el caso en Playa del Carmen, donde la asociación de prevención del suicidio "Dile Psí a la vida", interviene desde 2016. Dirigida por un colectivo de profesionales de la salud, la asociación se basa en un "proyecto de psicología social y de intervención comunitaria, según un principio de investigación-acción participativa". En los últimos años, una iniciativa conjunta impulsada por el gobierno municipal y por la asociación permitió, por ejemplo, la creación de una Red municipal para la prevención del suicidio en el municipio de Solidaridad [5]. Las acciones implementadas han dado lugar a la creación de una asistencia telefónica de urgencia para las personas en situación de angustia psicológica, así como la creación de grupos de autoayuda en los que las personas que sufren pueden reunirse entre ellas o con profesionales de la salud, y hablar de sus dificultades. Estos talleres colectivos también implican nuevas formas de solidaridad financiera para hacer frente a situaciones de urgencia como explicó el psicólogo. "La participación en las sesiones de grupo cuesta 50 pesos por persona (menos de tres euros, es decir, diez veces menos que el precio de una consulta privada). El dinero se pone en común y si una persona del grupo está en dificultades, recurrimos a este fondo común para ayudarla", explica, citando el ejemplo de una persona que recibió 1000 pesos para la compra de medicación. "Como no podía conseguir el tratamiento adecuado en Playa del Carmen, tuvo que pedir que se lo compraran sus familiares en su ciudad de origen, que se lo enviaron por correo postal", precisa.
De hecho, el tema del acceso a la medicación es otra cuestión que revela la precariedad del servicio de atención local, y la brecha que queda por salvar para frenar un fenómeno que los investigadores, los actores del sistema de salud y los actores del turismo apenas están empezando a abordar.
Noticias Recientes
-
Cooperativa Los Pinos: construir alternativas desde la proximidad
Noticias Generales | 22-11-2024 -
World Travel Market: ¿de qué habla el sector turístico?
Noticias Generales | 21-11-2024 -
Margalida Ramis: “No nos molestan los turistas, el malestar es por la turistificación”
Noticias Generales | 19-11-2024 -
Propuestas para el diseño de políticas públicas de turismo popular
Noticias Generales | 14-11-2024 -
Pamela Friedl: rememorar la historia del barrio Mugica a través del turismo
Noticias Generales | 13-11-2024 - | Archivo de Noticias »