25-01-2021
¿Conlleva la COVID-19 una mayor desigualdad de género? Pasado, presente y futuro de las trabajadoras turísticas en España
Gema Martínez-Gayo | Alba SudLas desigualdades de género que estructuralmente han caracterizado el empleo turístico en España se ven agravadas con la pandemia. Para las trabajadoras del turismo el riesgo de una mayor precariedad se acentúa desde múltiples perspectivas.
Crédito Fotografía: Byronv2, bajo licencia Creative Commons.
La extensión de la COVID-19 ha supuesto un gran reto a los sistemas de salud a nivel mundial, pero también ha venido a exponer una serie de vulnerabilidades en la economía y en los sistemas políticos y sociales (Naciones Unidas, 2020). La industria turística española ha visto desplomarse las cifras de negocio a medida que se extendía la pandemia y se tomaban medidas gubernamentales referentes a cierres de actividad y confinamiento. Esto ha afectado a su fuerza laboral, mayoritariamente conformada por mujeres, la cual se caracterizaba por su elevada estacionalidad (Moreno Alarcón, 2020), temporalidad y bajos salarios, constituyendo rasgos de carácter estructural en el sector.
Esta elevada feminización de la industria turística española, al igual que ocurre en numerosas regiones del mundo, permite pensar que esta pandemia incidirá en mayor medida, y más rápidamente, en las trabajadoras. Esto la distingue de la crisis económica y financiera del año 2008, ya que esta se centró inicialmente en la destrucción de empleos masculinos de la construcción y actividades relacionadas con esta. No obstante, el hecho de que en anteriores crisis el impacto global acabase afectando de manera más fuerte a las mujeres, especialmente en cuanto al período necesario para volver a incorporarse al mercado de trabajo, nos lleva a pensar que la situación actual puede acarrear graves consecuencias para su situación económica y social (Solanas Cardín, 2020).
Situación previa de las trabajadoras del sector turístico español
Resulta frecuente que se destaque el papel que ejerce el turismo en la creación de oportunidades laborales para aquellos colectivos más vulnerables del mercado de trabajo español como son las mujeres. Se obvia, de esta forma, la peor posición que estas ocupan en el sector, al desempeñar los trabajos con menores remuneraciones, escasas oportunidades profesionales y muy influidas por los estereotipos de género existentes en la sociedad. Esto último les hace concentrarse en determinados nichos laborales relacionados con las tareas del hogar, como son el cuidado y la limpieza, siendo esto último muy claro en las actividades de hostelería y restauración. Se traslada, por tanto, la infravaloración de las tareas del ámbito privado al público, fruto de su identificación con habilidades propias de las mujeres, su invisibilidad y poca remuneración, a las profesiones turísticas desempeñadas por mujeres. A las ya comúnmente conocidas características de elevadas cargas de trabajo, horarios extensos y en períodos de tradicional descanso, los cuales generan problemas de conciliación (Martínez-Gayo, 2019), se añade su carácter rutinario, menor satisfacción con las tareas, unos salarios inferiores a los de sus compañeros y el elevado impacto de problemas de salud derivados del trabajo (Moreno Alarcón y Cañada Mullor, 2018).
De hecho, este mayor peso de las trabajadoras encerraría una mayor vulnerabilidad de la fuerza laboral turística en su conjunto (Moreno Alarcón y Cañada Mullor, 2018), produciéndose una feminización de las condiciones laborales, al llevar ellas soportando durante mucho más tiempo esas características que se asocian a la precariedad laboral (Morini, 2014). A la elevada temporalidad en estas actividades se suma la importante incidencia entre las trabajadoras de los contratos a tiempo parcial (Martínez-Gayo, 2019), suponiendo para ellas menores beneficios en lo que respecta a los salarios, el prestigio o la incidencia en sus prestaciones futuras.
Fuente: Gauthier Delecroix, bajo licencia creative commons.
Estas diferencias de género son visibles en nuestro sector hotelero, el cual da muestras de una elevada segregación ocupacional. Por un lado, a través de la concentración de las trabajadoras en unos pocos nichos laborales pensados para ser ocupados por mujeres (Díaz Carrión y Kido Cruz, 2017; Huete, Brotons y Sigüenza, 2016; Martínez-Gayo y Martínez Quintana, 2020), muchas veces a tiempo parcial y obteniendo un menor reconocimiento por ello, como son las tareas de limpieza. Y, por otro lado, las fuertes barreras a la hora de alcanzar los puestos de dirección en estos establecimientos. El hecho de que siga recayendo en ellas de manera mayoritaria el trabajo de cuidados y atención del hogar, limita sus propias elecciones de jornada y desincentiva a los empresarios a la hora de acceder a estos puestos de responsabilidad si se encuentran en una etapa vital en la que pudieran tener descendencia (Sigüenza, 2011).
Además, la elevada feminización de estos establecimientos facilita la aparición de conductas de violencia en el trabajo, especialmente de tipo sexual. Los departamentos de pisos son uno de estos ejemplos, ya que realizan una tarea desvalorizada y poco reconocida, perteneciente a una estructura organizacional tradicionalmente patriarcal que les hace incrementar su vulnerabilidad a sufrir este tipo de situaciones. El contexto de intimidad en el que suelen desempeñar su trabajo, el aislamiento de otras compañeras o de sus superiores jerárquicos refuerzan estos comportamientos (Ram, 2019).
La llegada de la pandemia y sus efectos en las trabajadoras turísticas
La evolución global de la pandemia, con sus diferentes restricciones en los desplazamientos, los períodos de confinamiento o la poca confianza de los consumidores, llevaron a una caída de más del setenta por ciento de las llegadas de turistas internacionales a nivel mundial en los diez primeros meses de 2020, llegando a hacerse estimaciones de que el turismo mundial cerrará el año con cifras de hace tres décadas (OMT, 2020). La limitación de movimientos internacionales, las aperturas parciales o la reducción de la temporada turística hicieron que los meses de verano en España se saldaran con importantes pérdidas económicas y laborales. El empleo turístico, muy afectado por los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) y la caída de la afiliación, han hecho que el sector experimente hasta el mes de septiembre, una caída superior al resto de la economía (Exceltur, 2020).
Los malos datos de negocio del sector y la gravedad sanitaria de la pandemia, donde hombres y mujeres cuentan con datos similares de contagio en nuestro país, no deben servir de excusa para no incidir en el estudio de los efectos que esta tiene desagregados por género; especialmente en un sector con elevada feminización de su fuerza laboral como es el turístico. La experiencia de otras crisis sanitarias previas como la del virus del Ébola o del Zika, han demostrado la priorización de las acciones médicas, obviando los problemas estructurales como la desigualdad de género, ahondaron en la mayor vulnerabilidad de las mujeres (Castellanos-Torres, Tomás Mateos y Chilet-Rosell, 2020) al encubrir sus problemas específicos. Ejemplo de estos aspectos a tener en cuenta serían el mayor uso que éstas hacen del transporte público, incrementando esto su exposición a la enfermedad y creando mayores barreras en su vida cotidiana al verse limitadas para acudir al trabajo o a una consulta médica por las menores frecuencias de servicio (European Institute for Gender Equality, 2020; Castellanos-Torres et al., 2020).También se necesita evitar que quedase oculto el mayor riesgo que presentan de sufrir violencia de género o el incremento de la carga de trabajo no remunerada dentro del hogar fruto de cuidado (Moreno Alarcón, 2020), derivados ambos de la mayor permanencia dentro del hogar.
En muchos lugares, la primera oleada de despidos se concentró especialmente en el sector servicios, destacando la incidencia en la hostelería, y el turismo en general, actividades donde las mujeres cuentan con una presencia mayoritaria (Naciones Unidas, 2020). Profesiones como las azafatas de vuelo, las trabajadoras de turoperadores, las camareras de piso y las limpiadoras de los hoteles, los cuales en muchas ocasiones en situaciones se caracterizan por su precariedad, han sido nichos de empleo femenino muy afectados por esta pandemia llegando en casos a no poder afrontar sus gastos más básicos (European Institute for Gender Equality, 2020). Este hecho resulta coincidente con el caso español, donde las distintas fases implementadas por el gobierno para luchar contra la pandemia han tenido un impacto muy fuerte en la hostelería, donde las trabajadoras tienen una presencia prominente, teniendo por tanto una mayor probabilidad de perder su empleo que sus compañeros, incluso ocupando los mismos puestos y con un nivel similar de formación. Este impacto sectorial, se ve acompañado de una previsible reducción de jornadas de muchas trabajadoras, para poder cuidar de los descendientes que durante los periodos de cuarentena se encontrasen en el hogar, reforzando así los estereotipos de género (Hupkau, 2020; Solanas Cardín, 2020).
Ese reparto desigual de las tareas del hogar y cuidado se vio incrementada especialmente en épocas de confinamiento. Ya sea por el mayor tiempo que los niños y niñas pasaban en casa fruto del cierre de centros educativos, como por la saturación de los centros de salud que hizo que las familias, especialmente las mujeres, asumieran en mayor medida el cuidado de personas con enfermedades crónicas, poniendo también el riesgo para su salud (Naciones Unidas, 2020). Además, las características de nuestro Estado de Bienestar familista, donde los núcleos familiares soportan una elevada carga correspondiente a la ayuda material y a los cuidados, traslada gran parte del peso de esa solidaridad de manera mayoritaria a las mujeres, viéndose estas limitadas en cuando a las oportunidades en el mercado de trabajo (Salido y Moreno, 2007). Esto puede llevarlas a verse sobrepasadas por la carga excesiva de trabajo, especialmente en aquellos casos en los que red familiar se ve reducida, son familias monomarentales o cuentan con algún miembro con discapacidad (Castellanos-Torres et al., 2020), viéndose este hecho especialmente agravado por los extensos horarios y el trabajo en periodos vacacionales que soportan gran parte de la fuerza laboral turística.
Los rasgos estructurales de estas actividades, anteriormente mencionadas, así como los efectos sobre las relaciones laborales que han tenido la crisis económica y las reformas del mercado laboral acometidas en los últimos años han creado una situación desfavorable, colocando ahora a estas trabajadoras en una posición muy vulnerable de cara a afrontar esta crisis sociosanitaria. Uno de los aspectos a destacar es que ellas previamente partían de ganancias inferiores a las de sus compañeros de trabajo, lo que les permite menor capacidad de ahorro, y, por tanto, mayor riesgo de caer en situaciones de pobreza (Pestaña Moral, 2020; Naciones Unidas, 2020).
Además de lo anteriormente mencionado, es preciso señalar el incremento en la carga de trabajo que ha experimentado la fuerza laboral turística que ha mantenido su puesto de trabajo durante la pandemia. Ejemplo de ello, han sido las camareras de piso, de las cuales se ha ido conociendo su situación en los últimos años, un departamento casi completamente feminizado, con largas jornadas e intensificación de la carga de trabajo, incremento de la externalización de los servicios y el impacto de todo ello sobre su estado salud (Cañada, 2015). La extensión de la COVID-19 ha supuesto nuevas demandas de higienización y limpieza que han repercutido directamente en la carga de trabajo soportada por estas trabajadoras, llegando a suponer un incremento del veinte por ciento en la misma, fruto de la aplicación de las medidas protocolarias referentes a este aspecto. Esto ha puesto en cuestión el cumplimiento de los horarios, descansos o días libres que les corresponden, llevando a un endurecimiento de las ya precarias condiciones laborales y afectando a su salud presente y futura (CCOO, 2020). Esta situación se suma a la experimentada por una parte de las trabajadoras del departamento de carácter eventual que vieron finalizados sus contratos antes de poder ser incluidas en las medidas vinculadas a los Expedientes de Regulación de Empleo Temporal (Pagés, 2020).
¿Y después de esto qué? Perspectivas futuras
Las previsiones planteadas desde la Organización Mundial del Turismo hablan de que puede llegar a necesitarse entre dos años y medio y cuatro años solamente para recuperar las cifras del año 2019 a escala mundial (2020), esto puede suponer una gran presión para la fuerza laboral empleada en sus actividades. En nuestro país, organismos como Exceltur o Accenture, hablan de una caída del PIB turístico de entre el treinta y el cuarenta por ciento, lo que puede llevar especialmente a la destrucción del empleo de baja cualificación, el cual es ocupado mayoritariamente por mujeres (Pestaña Moral, 2020; EC Brands, 2020).
Desde el inicio de la crisis de la pandemia, la población de nuestro país sentía mucha preocupación por los efectos en la economía y ante la posible pérdida de su empleo, especialmente los de carácter temporal, creyendo la mayoría que sus salarios acabarían por verse perjudicados por esta (El País, 2020). Este miedo al desempleo puede influir también entre aquellos que han conservado su puesto de trabajo en las actividades turísticas, llegando a aceptar a peores condiciones laborales y limitar, o eliminar, sus reivindicaciones, así como en el endurecimiento de la disciplina de trabajo y la pérdida de la negociación colectiva. Todo ello puede afectar a la merma de los salarios, al incremento de los ritmos de trabajo y el aumento de la jornada, favoreciendo un empeoramiento de las condiciones de salud (Recio, 2011; Cañada, 2021). Ejemplo de ello sería el aceptar un incremento de la carga de trabajo, como se ha comprobado en el caso de las camareras de piso. Se requiere, por tanto, realizar estudios de tiempos de trabajo dando lugar a un reparto de este más equitativo y eficiente del mismo. Para evitar el aumento de los riesgos y un empeoramiento de las dolencias y enfermedades profesionales (CCOO, 2020), a la par que se garantiza la seguridad de las trabajadoras al encontrarse más expuestas al virus.
Para poder afrontar una recuperación eficaz se debe asegurar que las medidas tomadas se guíen por la equidad y por la capacidad de adaptación a futuras crisis que puedan producirse. Para ello, resulta imprescindible que exista un equilibrio de género dentro de los órganos de toma de decisiones frente a la crisis, lo que favorezca no solo una representación más justa, sino que permita la defensa específica de sus derechos (Naciones Unidas, 2020). Como se ha comprobado, las políticas de defensa y promoción de la igualdad de género se han visto mermadas, o abandonadas en algunos casos, en momentos de crisis económica. No debe permitirse que la igualdad cobre un papel importante exclusivamente en tiempos de bonanza, sino que resultan básicas para el logro de una recuperación. De ahí lo peligroso de adoptar una posición neutra respecto al género a la hora de abordar este tipo de enfermedades, ya que puede suponer unas graves consecuencias y extensas en el tiempo, impidiendo la igualdad (Solanas Cardín, 2020).
Este hecho resulta especialmente significativo en el ámbito turístico español donde las mujeres, a pesar de conformar la mayor parte de la fuerza laboral, suelen presentar una posición vulnerable concentrándose en aquellos empleos más precarios. Para lograr un sector turístico más fuerte e igualitario desde la perspectiva de género resulta vital que sus trabajadoras se encuentren en primera línea ante la respuesta a la COVID-19, narrando sus experiencias sobre la posición estructural que tienen en él, visibilizando las situaciones encubiertas que tienen en los establecimientos, así como aportando soluciones que no las obvien. Que se tenga en cuenta la sobrecarga de trabajo que están experimentando aquellas que continúan trabajando, la vulnerabilidad de aquellas que cuentan con contratos temporales, a tiempo parcial o se encuentran externalizadas, el aumento de la exigencia en las tareas de cuidado que han soportado, hace necesario contar con esta participación especialmente si tenemos en cuenta que las estimaciones de recuperación para las actividades del sector, como los servicios de alojamiento, se dilatarán en el tiempo (Instituto de la Mujer, 2020).
Prestando atención al sector turístico en su conjunto, otro aspecto que demanda seguimiento es el del teletrabajo, que afecta de manera global al mercado laboral y a ciertos puestos del sector en particular. Su regulación resultaba imprescindible de cara a afrontar futuros periodos de confinamiento, y en el caso español derivó en la aprobación y entrada en vigor del Real Decreto-ley 28/2020, de 22 de septiembre, de trabajo a distancia. El seguimiento del cumplimiento de esta norma por parte del empresariado del sector y la valoración de su correcto ajuste a las necesidades de la fuerza laboral resulta clave en el caso de las trabajadoras, ya que no se puede permitir que el trabajo a distancia acabe traduciéndose en una merma de derechos, especialmente en todo lo referente a tiempos de trabajo, control que se realiza del mismo, descansos o la limitación de la privacidad, lo que se sumaría a las ya tareas adicionales que soportan derivadas del cuidado de menores y personas dependientes (Weller, 2020).
Junto a ello, y a nivel más general, la necesaria revalorización del trabajo doméstico, que permita un reparto más justo de las tareas que evite que las mujeres sigan viendo sus carreras profesionales y, también sus vidas personales, perjudicadas por unos estereotipos que traspasan el ámbito privado y el del trabajo, y que se encuentran en el centro mismo de nuestro Estado de Bienestar. Ya que los sucesivos recortes y eliminaciones de las partidas sociales dedicadas a cuidados, como son las dedicadas a la dependencia, se han visto compensados por un mayor trabajo no remunerado por parte de las mujeres (Ferguson, 2009), lo que ha repercutido en el bienestar y los derechos de estas mujeres, tanto a corto como a largo plazo.
El futuro del sector no pasa exclusivamente por el suministro extensivo de vacunas eficaces contra el virus, por las acciones que desde el Gobierno se tomen en el sector o la recuperación de la confianza por parte de los consumidores (EC Brands, 2020), sino también por la adopción de políticas de transformación que se implementen desde las propias actividades turísticas para adaptarse a la nueva y a las futuras situaciones que puedan ocurrir y, también, a la necesidad de tener en cuenta una perspectiva de género en las mismas.
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