28-02-2021
Turismo, trabajo y precariedad en Barcelona: llueve sobre mojado
Ernest Cañada | Alba SudLa organización de una jornada virtual con trabajadores y trabajadores de diversas actividades vinculadas al turismo nos permite entender mejor la gravedad de la situación de unos colectivos que ya estaban en una situación precaria. “Ahora llueve sobre mojado”, como dijo uno de los participantes.
Crédito Fotografía: IMF, bajo licencia creative commons.
El pasado jueves 25 de febrero, en Alba Sud organizamos una jornada virtual para escuchar y hacer de altavoz de las preocupaciones y análisis de las personas que trabajan en el turismo en Barcelona. Lo hacíamos desde el convencimiento que en todo el debate público que se ha producido en los últimos meses sobre la crisis del turismo, a causa de la pandemia de la COVID-19, si una voz estaba poco presente era la de sus trabajadoras y trabajadores. Sabíamos que el sufrimiento y malestar acumulado por distintos colectivos en empleos estructuralmente precarios era enorme, como también la invisibilidad que sufrían. Como siempre el sector empresarial ha concentrado las atenciones ante sus exigencias de ayuda, cuando no organiza operaciones mediáticas para que con recursos públicos se le rescate sin dar garantías de condicionalidad o contrapartida alguna en términos de calidad de empleo, ni tan siquiera de salvaguarda de los puestos de trabajo, como la reciente campaña del empresariado mallorquín Sos Turismo. Además, existe poca visión de conjunto y autorreconocimiento entre distintos colectivos laborales vinculados al turismo que puedan ofrecer una perspectiva conjunta de la situación que están viviendo.
Plantear esta discusión en una ciudad como Barcelona, donde el turismo tiene un peso relevante en su economía, con 11.549 empresas y 149.984 personas ocupadas en 2019 en Barcelona ciudad, según el Informe de la actividad turística del Observatori del Turisme a Barcelona, la pérdida de empleo en este sector no puede ser considerado un problema menor. Según fuentes del Departament de Treball de la Generalitat de Catalunya sistematizados por el mismo Observatori de Turisme a Barcelona, en el tercer trimestre de 2020 los afiliados a la Seguridad Social disminuyeron en un 16,4% en comparación con los datos del mismo período el año anterior, 16.525 afiliados menos. Asimismo, durante el mes de septiembre de 2020 el número de contratos acumulado se redujo en un 72,4% en contraste con los datos de ese mismo mes en 2019. Detrás de estos números hay vidas que importan, insuficientemente tomadas en cuenta.
Durante la jornada pudimos escuchar las voces de distintos colectivos laborales. Su trabajo ha sido tradicionalmente precario, y con la pandemia se ha convertido en un recurso desechable. Iniciamos la sesión con una primera ronda de intervenciones que ayudaron a hacer visibles cuáles eran sus principales preocupaciones en el actual contexto.
Agencias de viaje
Por parte del colectivo de agentes de viaje intervino Alberto Aquilué, trabajador del sector durante más de treinta años y vinculado a Comisiones Obreras (CCOO), además de ser activista cultural de ámbito comunitario. Tradicionalmente los principales problemas laborales en las agencias de viaje han estado asociados a las sobrecargas de trabajo, ritmos puntualmente estresantes y hora extras no retribuidas. Además, según Aquilué, un problema añadido ha tenido que ver con el mismo colectivo. Buena parte de sus trabajadores y trabajadoras, según explicó, se han creído que eran algo más que clase trabajadora, y han tenido un falso sentido de superioridad, percibiéndose a sí mismos como clase media, con muy poca complicidad con otros colectivos. “Nos lo hemos creído y así nos ha ido”, y esto se refleja, aseguró, en la baja afiliación sindical y la fuerte implantación de un sindicato amarillo, creado por las mismas empresas.
Alberto Aquilué.
Aunque históricamente las agencias de viaje han sido uno de los ámbitos de actividad menos precarizados en el turismo, sin embargo, según Aquilué, en la presente crisis han sido duramente golpeadas, y con ellas sus empleadas y empleados. En la actualidad, con las restricciones de movilidad, los datos son dramáticos. Su actividad ha caído como mínimo un 75% y en algunas empresas su facturación no llega al 3% o 4% del mes equivalente del año anterior. Entre un 60% y un 80% de las plantillas están bajo Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), que “hasta ahora nos han salvado”, considero Aquilué. De hecho, las agencias de viaje han acumulado durante el año 2020 cerca de veinticinco mil de trabajadores y trabajadoras en ERTE. De todos modos, empiezan a acumularse los casos de empresas que, a pesar de haber tenido un ERTE, anuncian Expedientes de Regulación de Empleo (ERE). Por ejemplo, a mediados de febrero de 2021, la división de viajes de la cadena hotelera Iberostar, World2meet (W2M), acordó poner en marcha un ERE que comporta 246 despidos. Por las mismas fechas, otra gran empresa de intermediación, Logitravel, anunció un ERE en tres de sus filiales que podría afectar a entre 300 y 400 personas empleadas. El escenario, según Aquilué, se ve agravado por la fuerte presencia de capital de fondos de inversión en las grandes empresas de intermediación, que tienen un comportamiento parecido al “toma el dinero y corre”, según expresó, que hace que las perspectivas no sean nada optimistas.
Guías de turismo
En lo que respecta al trabajo de guías de turismo, en la jornada participó Begoña Blanco, que se dedica a esta profesión desde hace más de veinticinco años, primero como guía acompañante por Europa y después como guía local en Barcelona, así como en el resto de Catalunya. Entre 2016 y 2018 fue presidenta de la asociación de guías de turismo AGUICAT, que en los últimos años ha sostenido una fuerte lucha por el mantenimiento de su habilitación como guías de la Generalitat de Catalunya, que se quería hacer desaparecer en un intento de desregular el sector, y contra la precarización del sector.
En su intervención centró la atención en el colectivo de más de tres mil guías de turismo habilitados por gobierno catalán, que pueden ejercer de forma remunerada esta actividad dentro de museos y bienes culturales de interés nacional (BCINS). Aunque hay guías en nómina, y en algunos casos bajo contratos como fijos discontinuos, en su mayoría, aseguró Blanco, son "verdaderos" autónomos, es decir que trabajan para quien pueden o quien quieren, pero no están sometidos a una sola empresa que les haga darse de alta como autónomos para reducir costes laborales. También denunció que en los últimos años un importante mecanismo de deterioro de las condiciones laborales en su colectivo han sido las empresas de “free tours”, que basan su modelo de negocio en la desregulación laboral.
"La precarización no es aliena a nuestro trabajo", aseguró durante su explicación. Durante años ha habido auténticas batallas entre empresas para quedarse con los servicios guiados en determinados lugares, "y esto, evidentemente, tiene que ver con el precio", afirmó, con la reducción de costes para ganar los concursos que luego se traducen en una mayor precariedad. En la actualidad hay empresas que están bajando aún más los precios, alegando la situación de crisis.
Begoña Blanco.
De hecho, con las restricciones por la pandemia el trabajo de guiado está prácticamente parado, por la caída del turismo y por las limitaciones de acceso a espacios cerrados sumado a que no se dejan hacer visitas guiadas en su interior. Algunas empresas de servicios de guiado o que vendían productos relacionados con las visitas guiadas en Barcelona han tenido que cerrar. Probablemente, según Blanco, el 80% de los guías en Barcelona no ha trabajado durante este último año. En su caso en particular solo ha podido hacer dos visitas, aclaró. La mayoría, que cotizan la base mínima de autónomos, cobra una ayuda del gobierno español, pero tienen que seguir pagando los casi 300 euros de autónomos, con lo cual les quedan 661 euros al mes. Además, han recibido algunas ayudas puntuales de 2000 euros que ha brindado la Generalitat de Catalunya para quienes se han visto más afectados por la COVID-19, pero con la limitación que aquellas personas que durante el año 2019 facturaron más de 35.000 euros no las han podido percibir, y tampoco podrán hacerlo para las rondas de ayudas anunciadas para 2021.
El hecho que la mayoría de guías no requiera de una especial infraestructura, "que se reduce a un teléfono móvil y a un ordenador", apunta Begoña Blanco, ha hecho que, aunque no puedan trabajar, la situación no sea más crítica por la necesidad de sostener determinados gastos fijos. Han seguido trabajando quienes ya estaban plenamente consolidados en el mercado local, aunque también se les ha reducido el trabajo aproximadamente a la mitad y bajando precios. Y puso como ejemplo la plataforma Atrápalo, donde es posible ver la cantidad de descuentos por visita que se están haciendo en una competencia continua por reducir precios y captar al potencial cliente. “El problema del turismo local es que no tienen cultura de pagar a precios para que la cultura pueda sobrevivir”, sentenció Blanco. En este contexto, sostuvo que el modo de vida de las personas que hacen de guías ha sido lo que ha facilitado que pudieran aguantar en estos momentos: “Sobrevivimos porque nuestra vida ha sido siempre sacarnos las castañas del fuego, y estamos muy acostumbradas a vivir un año de lo que ganamos en nueve meses. La manera que tenemos de trabajar y vivir es lo que nos está haciendo aguantar”.
El hecho de ser un colectivo con un nivel de estudios alto ha facilitado que fueran muchas las personas que han tratado de dedicarse a otras actividades, como la educación. De todos modos, el colectivo que peor lo está pasando es el de mayor edad, en especial mujeres de 55 a 65 años, que han trabajado toda su vida como guías, y tienen más dificultades para encontrar empleo en otras actividades, "y probablemente será el grupo que peor lo pasará", concluyó Blanco. Terminó su exposición con malos pronósticos para lo que queda de año, porque no ve perspectivas que pueda mejorar su trabajo y teme que la vuelta de la actividad se haga con peores precios y condiciones.
Hoteles
Por parte del personal de hoteles, intervinieron dos personas. En primer lugar, Paco Galván, con más de treinta años de experiencia en el departamento de alimentos y bebidas, presidente del comité de empresa en su hotel y responsable de la sectorial de Hostelería de la Federació de Serveis de CCOO. Y posteriormente, habló Amparo Suaza, de origen colombiano, que trabaja en el departamento de pisos de uno de los hoteles más lujosos en Barcelona, y que recientemente asumió el cargo de presidenta de la asociación Kellys Unión Cataluña.
En su exposición, Paco Galván denunció que la precariedad ya existía en el sector, y que la pandemia lo que ha hecho ha hecho es “llover sobre mojado”. Al respecto, insistió: “Veníamos de tener récords de pernoctaciones, de facturación, y pasamos de todo esto a un parón en seco de toda la actividad, y todo lo que estaba en precario se ha multiplicado de una forma exponencial". Al respecto, explicó las dificultades de muchos trabajadores y trabajadoras para cobrar del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), cuyos propios trabajadores están desbordados y sin medios, o que haya habido a quienes se les obligara a ir a trabajar, aunque estuvieran dentro de un ERTE. También denunció que a muchas personas con contratos fijos discontinuos no se las quisiera incluir en los ERTE, por abuso empresarial y por la ambigüedad legislativa que, hasta tercera prórroga, y por insistencia sindical, no se les incluyó plenamente. Por otra parte, quienes estaban vinculadas a Empresas de Trabajo Temporal (ETT) y Empresas Multiservicios tampoco se las incluyó en estos mecanismos de protección social y, al tener cotizaciones muy pequeñas, a muchas no les ha llegado ni para cobrar la prestación por seguro de desempleo. Este fue un aspecto en el que más adelante insistió Amparo Suaza con respecto al colectivo de camareras de piso.
Paco Galván.
En la actualidad, solo el 20% de los algo más de seiscientos hoteles que hay en Barcelona están en activo, con una presencia de un 10% a un 15% de sus plantillas. Quienes están trabajando sufren de un fuerte incremento en las cargas de trabajo, con mucha polivalencia funcional. También señaló que cuando se requiere reincorporar trabajadores y trabajadoras que están en ERTE se hace de un modo selectivo por parte de las empresas, y no se llama a personas de cierta edad o representantes sindicales, lo cual dificulta su labor de vigilancia y prevención.
Toda esta situación, a un año del inicio del estado de alarma, ha repercutido en la salud de los trabajadores y trabajadoras, según alertó Galván: “Nos encontramos con personas con estrés, insomnio, angustia, depresión, situaciones de verdad que ponen la piel de gallina”.
Ante esta situación, continuó Galván, muchos trabajadores y trabajadoras han sobrevivido gracias a la ayuda de sus propias familias, y sobre todo con las pensiones de las personas mayores, como ya pasó en la crisis de 2008, y también acudiendo a los bancos de alimentos, porque además las ciudades turísticas son especialmente caras, “y la gente no llega, y si ya era difícil antes, ahora nos encontramos con situaciones dramáticas”.
También señaló su preocupación por la gran cantidad de hoteles que están tratando de venderse en Barcelona, “porque esto hará que cuando volvamos a trabajar, los que lo hagamos, la situación será mucho más precaria de lo que ha sido hasta ahora”. Una de las pocas cosas que destacó en términos positivos “es que hayamos podido salvar el convenio”, y que cuando la actividad vuelva a activarse pueda ser algo “a lo que agarrarnos”.
A continuación, expuso Amparo Suaza, quien enfatizó cómo el colectivo de camareras de piso ha visto agudizada su precariedad, que ya era enormemente elevada antes de la pandemia, y que fue lo que originó que se organizaran. Las trabajadoras que estaban en plantilla, contratadas directamente por los hoteles, están en los ERTE, con un 70% del salario, aunque tardan en cobrar y se acumulan retrasos de hasta tres y cuatro meses, aseguró Suaza, pero las que estaban externalizadas no han recibido ningún tipo de ayuda. Con la falta de empleo en los hoteles, “porque no hay trabajo”, son muchas las camareras de piso que "se han tenido que buscar la vida" en otras actividades, como en la limpieza de casas, hospitales y colegios, principalmente. Además, las cargas de trabajo en el ámbito de la limpieza se han visto incrementadas en todas partes por las mayores exigencias debido a causas sanitarias.
Amparo Suaza.
En consecuencia, se han elevado los niveles de endeudamiento de muchas trabajadoras. Por este motivo, como asociación se han visto obligadas a buscar la forma de ayudar a otras compañeras, que "están aguantando hambre", con alimentos y billetes para el transporte público, y que lógicamente, explica Amparo Suaza, están muy afectadas psicológicamente.
También compartió, en base a lo expresado por distintas trabajadoras en la asociación, que son muchas las que tienen temor a pedir ayuda a los Servicios Sociales por miedo a que les pueden retirar la custodia de sus hijos e hijas. En la mayoría de casos son mujeres que están solas, de origen inmigrante y racializadas, explicó Suaza, que deben pasar el día fuera de su casa, haciendo unas horas aquí y otras horas allá, y pudiera parecer que les dejan en una situación de desamparo.
Durante el coloquio posterior a las primeras intervenciones, fueron varias camareras de piso que tomaron la palabra para complementar la explicación de lo que están viviendo las trabajadoras de este colectivo. Entre ellas, Silvia Caliaya, vinculada también a Kellys Unión Catalunya, quiso dejar constancia de la situación. Habló en la calle, desde su teléfono móvil, dejando patente una de las cosas que varias de ellas explicaron y es que como ahora los trabajos a los que pueden acceder son de horas en diferentes lugares cada vez tienen que dedicar más tiempo de su jornada a los desplazamientos. Insistió también en los bajos salarios que perciben y las dificultades de acceder a ayudas. Por su interés, compartimos enteras sus palabras en este video:
Azafatas de eventos
En el ámbito del trabajo de azafatas en eventos intervino Carla Izcara, graduada en turismo y colaboradora de Alba Sud, aunque en los dos últimos años ha trabajado también en este sector. Destacó tres aspectos problemáticos de sus condiciones laborales y ahondó en la situación actual con la práctica parálisis de los eventos por la pandemia de la COVID-19. Antes de entrar en el detalle sobre sus condiciones laborales, Izcara destacó la invisibilidad que pesa sobre el sector, sin estudios al respecto y sin presencia sindical o asociativa de algún tipo.
En primer lugar, resaltó que se trata de un colectivo formado en su mayoría por mujeres jóvenes que llevan a cabo este tipo de actividades durante poco tiempo, sin plantearse mayores opciones de futuro en ellas y que, por ese motivo, se aceptan condiciones laborales precarias y no se lucha por cambiarlas. “Lo que toleras no lo podrías tolerar a lo largo del tiempo, pero sabes que es una situación temporal y como la mayoría somos chicas jóvenes, que aún estamos formándonos y viviendo con los padres, y hay muy poca gente que quiera trabajar de eso y que, de verdad busque aquí un futuro, y todo esto hace que lo pongas en una balanza y pienses que no merece la pena luchar para cambiarlo, o no te planteas ir más allá”, explicó Izcara. También insistió en que la falta de presencia sindical dificulta que en un determinado momento alguien quiera hacer algo para cambiar la situación. Por otra parte, aunque quisieran continuar en este tipo de actividad, también resulta muy difícil profesionalizarse y ascender en este ámbito. A su vez, “la imagen juega un papel clave y a partir de una edad ya no te llaman”, aseguró Izcara. Todo ello comporta que este tipo de empleo sea considerado siempre como algo temporal.
En segundo lugar, explicó que los comentarios, miradas y gestos inapropiados son cotidianos y se acaba naturalizando el acoso sexual. Pareciera que trabajar en la atención al cliente implique aceptar cualquier cosa, y “resulta especialmente duro”, dijo Izcara. En este mismo sentido, los uniformes, que son muy cortos o ligeros, juegan también un papel clave en las situaciones de asedio. Aunque es un aspecto más conocido, a raíz de algunos casos que han aparecido en los medios de comunicación, no deja de ser preocupante. Pero el problema de los uniformes no termina en el lugar del evento, expuso Izcara, porque en muchas ocasiones las azafatas deben ir cambiadas desde su casa a horas muy tempranas de la mañana y si necesitan usar el transporte público pueden encontrarse con situaciones especialmente incómodas o que les hagan sentir vulnerables.
Carla Izcara.
Finalmente, destacó que su trabajo implica una enorme cantidad de tareas, no reconocidas y mal pagadas. “Somos las chicas para todo, con un salario que no da para nada”, afirmó. E insistió que tienen que hacer de todo y que acaban asumiendo “unos niveles de responsabilidad que obviamente no se ven reflejados en el salario que acabas cobrando, y tampoco en la valoración que recibes”.
Terminó su intervención haciendo alusión a cómo había afectado la pandemia en este sector. Al no haber prácticamente actividad de eventos los trabajos se han terminado. “Teníamos contratos por obra y servicio que se hacían durante el tiempo que duraba un evento y después te olvidabas”. En la actualidad, los eventos que se están haciendo son virtuales o de formato híbrido y esto comporta menos personal y otro tipo de tareas más de carácter administrativo y de comunicación. En la medida que eran trabajos puntuales, sus consecuencias no parecen haber sido muy graves, porque la mayoría de estas trabajadoras no dependía vitalmente de estos ingresos.
Bares y restaurante en aeropuerto
La intervención de Francisco Palacín estuvo centrada en la hostelería en el ámbito del aeropuerto de Barcelona. Explica que, como consecuencia de la privatización de AENA en 2015, las condiciones laborales que se habían conseguido durante años de lucha sindical se han ido perdiendo. La explotación comercial del aeropuerto funciona bajo una lógica de negocio propio, que se impone sobre las necesidades e intereses del territorio en el que se ubica esta infraestructura y de otras actividades económicas asociadas a él, y esto se traduce en cada vez mayor presión sobre el trabajo. Las consecuencias de este modelo acaban siendo profundamente perversas. La forma en la que se ha producido esta privatización, primando los beneficios sobre las condiciones de trabajo, ha hecho que la conflictividad laboral de distintos colectivos (seguridad, limpieza u hostelería) haya ido claramente en aumento. Según Palacín, las concesiones se acaban otorgando a las empresas que pujan más alto y esto hace que luego traten de ajustar costes precarizando el trabajo. Y cuando son servicios que contrata AENA, como seguridad o limpieza, se aceptan las ofertas más baratas, lo que termina redundando en las condiciones de sus trabajadores y trabajadoras.
A continuación, expuso con mayor detalle cómo se ha producido este proceso en el ámbito de la hostelería. En su paso particular, trabaja en una concesión que disponía de 22 puntos de venta, pero en 2017 AENA la dividió en seis concesiones diferentes, de menos puntos de venta. Explica que según AENA esto se hizo para facilitar el acceso a empresas más pequeñas. Pero según Palacín, como los cánones son tan elevados ninguna empresa que no sea realmente muy grande tiene capacidad de asumirlos.
Francisco Palacín.
Las empresas que entraron hicieron pujas temerarias y una vez entraron "aplicaron una modificación sustancial de condiciones a los trabajadores y les obligaron a renegociar las condiciones que ya tenían rebajándolas", aseguró Palacín. A su vez, "las nuevas personas que se han ido incorporando lo han hecho en peores condiciones, con convenios de empresa muy por debajo de lo que marca el convenio del sector".
A partir de la pandemia, explicó Palacín, a pesar de la caída de más de un 75% de pasajeros que circula por el aeropuerto, AENA no se ha mostrada dispuesta a ceder en los cánones que cobra a los operadores. Esto ha tenido como consecuencia que estas empresas "ya están amenazando con hacer rebajas salariales", aseguró Palacín. A corto plazo "nos veremos involucrados en un ERE", porque con estos cánones la situación no es viable, y si no se ajustan a la nueva situación irán a la quiebra, y sus trabajadores y trabajadoras terminarán por perder el empleo. "Si esto sigue así, la realidad va a ser que muchos de nosotros nos encontremos en este año inmersos en una situación muy complicada", sentenció Palacín.
Precariedades compartidas
Después de escuchar a los trabajadores y las trabajadoras que invitamos en esta jornada, aparecen algunos elementos que se repiten o que sobresalen en sus análisis y que socialmente deberíamos tomar en cuenta. Es evidente que el turismo ha quedado muy afectado con la actual crisis provocada por la pandemia de la COVID-19 y que a quien más gravemente afecta es a su eslabón más débil, sus trabajadores y trabajadoras. Todos los colectivos vinculados a diferentes actividades turísticas lo están pasando muy mal porque el deterioro es generalizado. Los mecanismos de protección social habilitados por el Estado, como los ERTE o ayudas a personas autónomas, a pesar de que ha habido muchas dificultades para percibirlos, han contribuido a parar temporalmente el golpe. Sin embargo, han sido claramente insuficientes y no han llegado a los colectivos que estaban en una situación de mayor precariedad, que no han podido acceder a ellos. En la medida que la precariedad era estructural en el sector, porque la devaluación del trabajo se ha convertido en una de las principales estrategias de gestión empresarial en el turismo, esto deja en una situación muy comprometida a una parte muy importante de la fuerza laboral del turismo. Por tanto, cuanto más precaria era la situación de partida los efectos de la actual crisis pueden ser más graves. Determinados colectivos, en especial mujeres de origen inmigrante, pueden vivir esta situación de un modo especialmente grave, con mayores niveles de pobreza, endeudamiento y precarización. El mercado laboral no tiene en la actualidad la capacidad para absorber toda esta fuerza de trabajo y determinados colectivos, como jóvenes y personas mayores de 50 años, que han perdido su trabajo en el turismo, pueden tener muchas dificultades para ser reincorporados en otras actividades.
La firma del convenio colectivo de hostelería en Cataluña, que afectaba a 193.894 trabajadores y trabajadoras, ha sido en esta coyuntura especialmente importante, aunque no deja de ser contradictorio. Este convenio terminó su vigencia el 31 de diciembre de 2019 y durante el 2020 estuvo en proceso de negociación. De no haber llegado a un acuerdo, que no estuvo claro hasta el último momento, el marco jurídico de referencia para los trabajadores y trabajadoras del sector a partir del 1 de enero de 2021 hubiera sido el Estatuto de los Trabajadores, con condiciones significativamente peores. La falta de una cláusula de ultractividad en el convenio, a diferencia de la mayoría de convenios de hotelería en España, en las que fue incluida por presión sindical, hacía que, en caso de no renovación, en lugar de mantenerse vigentes las últimas condiciones pactadas, la referencia pasara a ser la del Estatuto de los Trabajadores, lo que supone una pérdida sustancial de derechos adquiridos. Finalmente, en los últimos días del año se llegó a un acuerdo, asumido por los dos sindicatos con representación en la mesa de negociación, UGT y CCOO, que implicaba una renovación del convenio por dos años (2020-2021), mantener las tablas salariales de 2019 y la supresión de días de asuntos propios para el 2021, sin otros cambios mayores. Hasta último momento estuvo presente la posibilidad de que la falta de acuerdo llevara a un empeoramiento de las condiciones laborales de un convenio que ya adolecía de claras limitaciones, y que en su última negociación solo fue firmado por UGT por parte sindical, mientras que CCOO lo rechazó. En este contexto, bajo la amenaza de que aún podría haber sido mucho peor, se consolidan condiciones muy precarias que no modifican nada en lo referente a las externalizaciones, una de las grandes reivindicaciones de los últimos años, en particular del colectivo de camareras de pisos, y de las distintas asociaciones de ”kellys”.
A pesar de que la actividad turística implica tal pluralidad que son diversos los convenios en juego, el de hostelería tuvo una especial importancia. Aunque este convenio puede ser una tabla de salvación a la que agarrarse en tiempos muy complicados para evitar mayores deterioros, apunta también otra de las cosas que está en juego en estos momentos y que quedó claramente de manifiesto durante la jornada: el temor y riesgo que se consoliden dinámicas de mayor precariedad y pérdida de derechos en el ámbito laboral. Con esta crisis corremos el riesgo que nuestro mercado laboral turístico sea aún mucho más precario de lo que ya era y que esto consolide una sociedad más desigual y marcada aún más por la pobreza laboral. Las políticas públicas deberían incorporar esta perspectiva para tratar de corregir estas dinámicas, exigiendo con mucha más claridad mecanismos de contrapartida en términos de calidad laboral cualquier tipo de apoyo al sector.
Por otra parte, las dimensiones de la crisis ponen de manifiesto que la estructura turística en Barcelona era demasiado grande como para ser compensada en los mismos términos por la activación del mercado local, en un contexto de incertidumbre y crisis que afecta también a otros sectores, y por tanto sus capacidades de consumo. Aunque haya que apostar claramente por potenciar políticas de turismo de proximidad es necesario también pensar e identificar estrategia de transición socioecológica para reducir la vulnerabilidad provocada por nuestra fuerte especialización turística. Pero pensar en estos términos implica también poner en marcha mecanismos de protección social mucho más fuertes y atentos a las desigualdades estructurales existentes. Tal vez sea el momento de apostar ya por una Renta Básica Universal, a par de muchas otras medidas de reactivación económica y calificación laboral.
Los retos que quedaron dibujados en la jornada son enormes. En este contexto es necesario que trabajadores y trabajadoras del turismo logren alzar su voz y ser determinantes en el debate público. Las dificultades de autorreconocimiento y la débil organización colectiva en algunas actividades dificultan este proceso, pero los tiempos que se avecinan son complejos y la voz de las personas que trabajan en el turismo será imprescindible y hay que hacer que se escuche y tomarla en cuenta.
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