21-07-2021
El Turismo Solidario en España: despolitización, mercantilización y crisis
Jordi Gascón | UBTras la paralización del turismo internacional a causa de la COVID-19, y cuando su reactivación es aún incierta, es necesario revisar sus distintas modalidades, también las que afectan al sector de las ONGD. Recuperamos un texto de carácter académico que presentamos de forma resumida para contribuir a su discusión.
Crédito Fotografía: Voluntariado en Costa Rica. Imagen de Grettel Navas | Alba Sud.
En España, el Turismo Solidario es una modalidad turística históricamente organizada por Organizaciones No Gubernamentales de Desarrollo (ONGD) que desplaza viajeros a países del Sur. Estos viajes surgieron como un instrumento destinado a apoyar luchas revolucionarias o de resistencia. Pero con los años fue incorporando otros objetivos que limaron su radicalidad hasta despertar la atención del sector empresarial.
El presente artículo, que resume un artículo más extenso publicado en la revista Journal of Tourism History, analiza este proceso histórico a partir de las diferentes funciones que las ONGD le han incorporado con el paso del tiempo. Creemos que estos cambios están vinculados a la conversión de España en país donante de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) y al proceso de institucionalización de las organizaciones sociales que acceden a estos fondos.
El “Turismo de ONGD” hasta la crisis del 2008
El Turismo Solidario de ONGD surgió en España a principio de la década de 1980. Estaba coordinado por partidos políticos de izquierda y asociaciones de solidaridad con las luchas revolucionarias de América Central o la situación del pueblo saharaui. Este tipo de viaje recibía la denominación de Brigadas. Formalmente se trataba de grupos de trabajo voluntario que se desplazaba a una localidad para contribuir en la construcción de infraestructuras, labores agrarias o campañas de alfabetización. Pero su principal objetivo era dar cobertura internacional a procesos de resistencia qu, en el contexto de la Guerra Fría, eran acosados por la hegemonía norteamericana.
En la década de 1990 se incorporaron dos nuevos objetivos a los viajes organizados por ONGD. Por un lado, empezaron a ser considerados una herramienta para la Educación al Desarrollo: permitía conocer in situ la realidad de los países del Sur. Acompañado de una formación previa, el objetivo iba más allá de “educar” al turista: se le quería convertir en un activista de la cooperación al desarrollo. Esto se relaciona con el segundo objetivo: la posibilidad de incrementar la base social y de voluntariado. Los nuevos activistas tendrían que desarrollar su trabajo en alguna organización, y lo lógico es que fuera en la ONGD con la que habían viajado.
Este segundo objetivo se corresponde con el proceso de institucionalización de las ONGD españolas. Este cambio se caracterizó por la profesionalización de sus equipos técnicos, el incremento de las subvenciones públicas, su creciente dependencia de estos fondos institucionales y su homogeneización legal. La institucionalización comportó cambios en las fuentes de obtención de legitimidad de las ONGD. En la década de 1980, se conseguía por el nivel de compromiso político y la alianza con organizaciones del Sur que protagonizaban la lucha que se apoyaba. En la década siguiente, la principal fuente de legitimidad será el número de socios o la capacidad de obtener ingresos propios.
Ya en la década del 2000, se observó que los viajes también generaban ingresos económicos a las organizaciones y comunidades del Sur que recibían a los turistas por el pago de servicios (alojamiento, restauración, guías). Y aparació un nuevo objetivo: el Turismo Solidario como herramienta de Cooperación al Desarrollo. Diversas ONGD que organizaban viajes empezaron a asociar los viajes con proyectos de desarrollo en turismo: construcción de albergues, dotación de equipos, creación de rutas, etc. Con este nuevo objetivo, y con un discurso exento ya de radicalidad, ONGD de diversas ideologías se acercaron a esta herramienta.
La aparición de nuevos objetivos no implicó la prescripción de los anteriores, sino su coexistencia. A medida que fueron apareciendo los nuevos, los anteriores perdieron espacio y prioridad, pero no desaparecieron. Así, a finales de la década de 2000 la oferta se componía de viajes que presentaban todo el abanico de objetivos surgidos en los treinta años anteriores.
¿Objetivos alcanzados? Una valoración en base a las metas planteadas
Los movimientos de solidaridad internacionalista que organizaban las brigadas consiguieron incluir el tema de las relaciones Norte-Sur en la agenda social española. Fueron el germen de los actuales movimientos sociales que apoyan a los pueblos en resistencia del Sur, o que denuncian los efectos del capital transnacional español en otros países. Además, consiguieron que ayuntamientos y gobiernos autónomos destinaran recursos a la Cooperación al Desarrollo, por lo que fueron impulsores de la Cooperación Descentralizada, el modelo de cooperación que caracteriza la Ayuda Oficial al Desarrollo española.
En cambio, el turismo como herramienta de Educación para el Desarrollo, objetivo surgido en la década de 1990, parece haber tenido resultados inciertos. La oferta de viajes sin un compromiso político radical comportó un cambio en el perfil del usuario. Poco a poco se fue decantando hacia una persona cuya motivación era vivir una experiencia alternativa con un componente de solidaridad y/o conocer la realidad del Sur, pero sin plantarse un compromiso activo. Responsables de ONGD afirman que, actualmente, quienes aparecen más sensibilizados por el viaje suelen estarlo ya previamente; para ellos, el viaje es un elemento más de su activismo. Si es así, el viaje no crea activistas. En el mejor de los casos, los consolida.
No obstante, no es esta la percepción de las dos ONGD más destacadas en la gestión de viajes (Setem y Sodepaz). Ambas organizaciones aseguran que el viaje es una buena herramienta de Educación para el Desarrollo y les da buenos resultados. En este caso, el resultado del turismo como instrumento de Educación para el Desarrollo no se debería a la herramienta en sí, sino a cómo se utiliza y gestiona. Para la mayoría de ONGD que practican el Turismo Solidario, se trata de una actividad secundaria. Pero en estas dos organizaciones tiene un peso importante en su planificación y estructura de personal.
No se trataría, pues, de poner en entredicho la eficacia del instrumento; es decir, la capacidad de alcanzar los objetivos previstos. Sin embargo, se puede dudar de su eficiencia; es decir, de la relación de los recursos invertidos con los resultados obtenidos. Aunque gracias a un buen sistema de gestión, el Turismo Solidario permite sensibilizar a los turistas, hay que preguntarse si los recursos invertidos (financieros, humanos, técnicos) no son excesivos para el número de turistas concienciados. Calcular estos recursos supone considerar el uso que la actividad hace de recursos no monetarizados (trabajo voluntario), de recursos comunes de las ONGD (trabajo del personal profesionalizado, uso de oficinas y equipos, etc.) y de recursos propios de los turistas (que obviamente, pagan el viaje). Sumando estos costos, nos sorprenderíamos de la cantidad de recursos invertidos en cada turista. Y estos recursos per cápita son mayores si sólo consideráramos el porcentaje de viajeros que, a su regreso, se convierten en activistas.
Vimos que un segundo objetivo surgido en la década de 1990 es el fortalecimiento institucional gracias al aumento de la base social. Todo indica que el turismo solidario no es un vivero de socios y voluntarios, excepto casos señalados como Setem o Sodepaz, que invierten un esfuerzo sistemático en los viajes. Incluso para estas dos organizaciones, no parece que siempre sea exitoso: si bien afirman que su base social se nutre de sus viajeros, Sodepaz calcula que sólo un 6% de convierten en socios o voluntarios.
Objetivo surgido en la década de 2000 fue la consideración del viaje como instrumento de Cooperación al Desarrollo. Antes de la crisis financiera de 2008, no era previsible un crecimiento del número de los viajes organizados por las ONGD ya que, en la mayoría de los casos, no formaba parte de sus objetivos programáticos. Aunque para las comunidades locales beneficiarias puede ser un ingreso interesante, el volumen de viajes organizados por las ONGD españolas era muy escaso, y por tanto su impacto en el Sur, poco significativo.
Sin embargo, el Turismo Solidario ha sido la principal vía por la que el turismo se ha incluido en la agenda de las ONGD españolas. Por ejemplo, de las once organizaciones que conformaban en 2017 el Foro de Turismo Responsable, la principal plataforma de ONGD española que tiene como objetivo la incidencia en el sector turístico, siete habían iniciado su interés en este ámbito a raíz de la organización de viajes. El Turismo Rural Comunitario es posiblemente el caso más notable: la organización de viajes fue el primer paso de un proceso que llevó a muchas ONGD a la identificación de proyectos de Turismo Rural Comunitario.
El dilema de la comercialización
En la década de 2000, el turismo de ONGD en España despertó el interés de tour-operadores de carácter alternativo. Desde la perspectiva empresarial, este tipo de viajes aparecía libre de compromisos políticos. La etiqueta “solidario” ya había perdido su sentido radical. Era el valor añadido que permitía convertir estos viajes en un nicho de mercado. Las ONGD españolas adoptaron posturas distintas ante las propuestas de comercialización. Unas consideraron que era una opción lógica: el turismo no puede sustraerse del control del capital corporativo.
Pero otras se opusieron, al considerar que el Turismo Solidario representaba una forma de viajar alternativa y autónoma, y que la participación de capital empresarial podía subvertir el objetivo último de la actividad. Se temía que la mercantilización del Turismo Solidario pudiera acelerar su uniformización ideológica y obligar a una homogeneización del servicio. Consideraban que las potenciales empresas interesadas necesitaban un marco de referencia que les ofreciese seguridad, y que la uniformidad y homogeneización sería un factor necesario para consolidar el nicho de mercado. La uniformidad ideológica pasaría por limar sus aspectos más radicales y convertir el concepto “solidaridad” en un simple interés asistencial por la población anfitriona.
Una de las consecuencias más controvertidas de este proceso fue el afán por reglamentar el Turismo Solidario con una certificación de garantía. A nivel europeo surgieron diversas iniciativas o propuestas. Diversas ONGD identificaron diversos riesgos en estas iniciativas. Uno de ellos, que la certificación podía favorecer la apropiación del Turismo Solidario por parte del gran capital turístico, como ya había sucedido con los sellos de garantía de Comercio Justo. Para este sector empresarial, el Turismo Solidario es un nuevo nicho de mercado y un producto útil para su trabajo de greenwashing. Otras críticas eran: que los costos de una certificación dejarían fuera del mercado a propuestas que podían cumplir todos los requisitos para ser considerados “solidarios”; que la regulación obligaría a homogeneizar la calidad del servicio otorgado por las poblaciones locales y éstas perderían su capacidad de gestión y organización; y que los posibles consumidores de este tipo de turismo ya tienen a su alcance mecanismos para obtener referencias, como la legitimidad que ofrece una determinada ONGD.
Crisis y decadencia
El “turismo de ONGD” en España se ha caracterizado por dos fenómenos íntimamente relacionados: despolitización y mercantilización. El análisis histórico nos ha permitido descubrir cómo ha tenido lugar este proceso. El surgimiento de nuevos objetivos para el Turismo Solidario a partir de la década de 1990, sumado a la institucionalización de las ONGD, le hicieron perder el carácter radical que tuvo en sus inicios. Esto permitió que aumentase el número de agentes que practicaban el Turismo Solidario, que se ampliase su abanico ideológico a organizaciones de carácter conservador y, finalmente, al sector empresarial: la despolitización permitió su comercialización.
La crisis financiera que se inició a finales de la década de los 2000 cambió la configuración del sector de la cooperación al desarrollo y de las ONGD, así como del mercado de turismo alternativo. En este contexto, el Turismo Solidario de ONGD entró en decadencia.
Tres causas específicas explican esta situación. Una fue que la crisis redujo la capacidad económica de los ciudadanos españoles, y por tanto, los fondos para viajes internacionales. Un segundo factor fue la fuerte disminución de los fondos de Ayuda Oficial al Desarrollo que nutrían los presupuestos de las ONGD: estas organizaciones tuvieron que reducir gastos operativos y de estructura, y muchas suprimieron las actividades no programáticas como la organización de viajes. Finalmente, un tercer factor es que las ONGD dejaron de ser referentes para el activismo ciudadano. Algunos responsables de ONGD plantean que ahora son vistos como entidades excesivamente institucionalizadas; a ojos de una parte de la sociedad, ya no tienen el carácter alternativo que tuvieron en décadas pasadas. El resultado fue que un número significativo de ONGD dejaron de practicar el Turismo Solidario. Y aquellas que continuaron, redujeron el número de destinos y de viajeros.
El Turismo Solidario de ONGD en España vive, actualmente, un largo impase, acentuado por la Pandemia de la COVID-19. El futuro dirá si el proceso es irreversible, o si será capaz de recuperarse cuando el contexto sea favorable.
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