02-08-2021
La inviabilidad de un proyecto turístico forzado: el caso de Zautla, Puebla
Erick David García González | Alba SudEl fracaso de un proyecto que pretendía impulsar el desarrollo turístico en un municipio de la Sierra Norte del estado de Puebla en México, con el apoyo de su ayuntamiento y una universidad, permite abrir la reflexión sobre los factores que determinaron su resultado, y cómo evitarlos.
Crédito Fotografía: Municipio de Zautla. Imagen de Erick David García González.
El municipio de Zautla se ubica en la Sierra Norte del estado de Puebla en México. Tradicionalmente, el pueblo se ha dedicado a la extracción maderera y la agricultura. Al igual que en diversos contextos rurales latinoamericanos, sufrió los estragos de la crisis causada por el modelo económico neoliberal impulsado durante la década de los noventa del siglo pasado. Este dejaba en segundo plano las actividades primarias, lo cual forzó a la población joven a migrar o buscar nuevos oficios (De Ita Caro et al., 2016). Así los gestores municipales se vieron en la necesidad de buscar alternativas para el desarrollo económico de la comunidad.
Bajo la argumentación de contar con un patrimonio biocultural con potencial para atraer visitantes, desde 2015, el personal del ayuntamiento se dio a la tarea de contactar instituciones que pudiesen orientar y capacitar a la comunidad en el ámbito de la gestión y operación turística. De este modo, tras la formalización de un convenio con una universidad de la sierra norte del estado de Puebla, se puso en marcha el proyecto denominado “Conformación de una cultura turística en Zautla”, cuyo objetivo era fomentar el turismo rural como herramienta de desarrollo sostenible para el municipio de Zautla.
El proyecto buscaba consolidar la actividad turística mediante el apoyo de brigadas conformadas por docentes y estudiantes que, una vez por semestre, realizaban una estancia de aproximadamente ocho días en el municipio para motivar a la comunidad a participar en el proyecto, así como facilitarles orientación y capacitación para la oferta de servicios turísticos. Al final de cada estancia, la universidad realizaba una reunión informativa sobre los avances del proyecto y solicitaba observaciones por parte de los actores locales.
Sin embargo, el convenio se efectuó sin realizar una consulta previa para conocer si la comunidad deseaba participar en actividades vinculadas al turismo rural. Razón por la cual, no se había identificado la desarticulación entre los actores potenciales, conflictos de intereses entre algunos de ellos, así como el rotundo desinterés de una gran mayoría.
A través de mi participación en el proyecto a lo largo de dos años (2017 y 2018), tuve la oportunidad de establecer contacto con personas de distintos sectores que guardan diversas apreciaciones sobre la incorporación de la actividad turística en su comunidad. En ese sentido, y en un intento de recapitular las actitudes locales identificadas mediante entrevistas y notas de campo, presento la visión –incluso antagónica– de diversos actores involucrados.
Sectores potenciales
Leticia, una señora de unos 40 años de edad, era dueña de una cocina económica ubicada en el centro del pueblo. Podía notarse que era una de las pocas personas que realmente tenía deseos de que el proyecto funcionara. Sabía que con la llegada constante de turistas, no solo ella, sino otros negocios de comida, podrían beneficiarse. “Si llega la gente, no nada más vendrían a comer a mi local, irían a las otras fonditas y a los puestitos de en frente”, precisó haciendo referencia a los locales ubicados cerca de su quiosco. A su vez, ante la notable falta de interés por parte de otros prestadores de servicios, y a pesar de los reiterados esfuerzos por parte del ayuntamiento municipal para que asistieran a reuniones informativas sobre el proyecto turístico, éstos brillaban por su ausencia. “Pero pues no van a las reuniones, no saben en qué consiste el proyecto, no le echan ganas”, expresó.
Residentes de la localidad de Buenavista también quisieron participar en el proyecto mediante la oferta gastronómica de trucha asada que era criada en sus estanques. Aunque colaboradores municipales hicieron la observación de que el sitio requería de inversión en infraestructura necesaria para atender a los comensales, los dueños del lugar comentaron que comenzarían a hacerlo en cuanto aumentara la afluencia de visitantes.
Bajo la lógica de un hospedaje que no replicara las pautas del turismo convencional, la universidad propuso que los dueños de casas amplias y con habitaciones desocupadas fueran los anfitriones de los huéspedes. En un principio, el ayuntamiento y la universidad daban por hecho que los residentes accederían fácilmente a la propuesta. Pero la realidad fue que muchos de ellos se negaron a la participación. Incluso algunos de los dueños de las casas comentaron que también querían ver un avance significativo del proyecto previo a su participación. “Agradezco mucho que le parezca muy bonita mi casa, pero por el momento no me interesa participar, tal vez cuando vea que la gente está empezando a venir, cuando esto empiece a despegar”, justificó Don Heriberto cuando le pregunté si le interesaba colaborar.
Entrevista con Heriberto. Imagen de Erick David García González.
A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, Zautla era una zona de comercio de gran influencia, razón por la que era común la presencia de arrieros. A partir de esta experiencia, se tuvo la idea de realizar un recorrido guiado en el que el turista tendría la oportunidad de experimentar la vida cotidiana de un arriero. Si bien el recorrido contaba con estaciones en las que se visitaban sitios emblemáticos de la época, como amarraderos, macheros y caballerizas, muchos de ellos requerían ser restaurados. Además, el recorrido estuvo siempre sujeto a la disponibilidad de los caballos, pues solo una persona de la comunidad se ofreció para alquilarlos a los turistas.
Uno de los atractivos que la gestión municipal consideró que contaba con mayor potencial de aprovechamiento turístico, era el salto de agua “Emilio Carranza”, una caída de agua de aproximadamente tres pisos de altura, rodeada por un paisaje verde y cultivos de árboles frutales (principalmente durazneros). Sin embargo, el terreno por donde atraviesa el salto, está subdividido y los propietarios son dos hermanos que hasta la fecha sostienen un criterio desigual sobre el proyecto. Miguel consideraba que podía ser una oportunidad para conseguir ingresos y dar a conocer el patrimonio de Zautla: “Yo estoy en disposición de colaborar, pero mi hermana no quiere gente ajena en su terreno, de hecho, si te fijas ya empezó a poner una reja para que no pasen por ahí y no es la única, mucha gente que tiene su casa cerca del salto comenzó a cercar o a poner reja […] he hablado varias veces con ella pero no nos podemos poner de acuerdo”. Los comentarios reflejan que Patricia cree que la gente solo vendría a afectar su propiedad y se rehúsa a la idea de tener visitantes en el salto. Cuando intenté en repetidas ocasiones charlar con ella, dejaba de recado mediante terceros, que no se encontraba en su domicilio o que no tenía tiempo para conversar.
Alguien con quien el municipio no había entablado mucha comunicación y de quien no habían considerado que tenía interés en compartir el patrimonio de Zautla, era el párroco de la iglesia católica de la comunidad. Cuando se le entrevistó, dijo conocer muy poco sobre el proyecto, pero aseguró que la parroquia y los elementos contenidos en ella, podían ser atractivos potenciales. “La parroquia es en sí misma algo interesante, es muy antigua y comenzó a construirse en el siglo XVI, terminó de construirse en 1570 y de hecho si tú vas y miras los óleos colgados, son de la época, originales y antiquísimos […] custodiamos muchos objetos antiguos, hasta podríamos abrir un museo con todas las piezas que tenemos”, explicó.
San Miguel Tenextatiloyan, es una comunidad que pertenece al municipio y que desde tiempos prehispánicos, se dedica a la elaboración de alfarería. Por la constitución de la carretera, es necesario cruzar por esta localidad para llegar a la cabecera municipal. Desde la perspectiva de los actores de la universidad, el pueblo podía representar un atractivo de gran potencial. Sin embargo, el gobierno municipal sostenía la postura de que el sitio ya atraía por sí solo visitantes constantes y que publicitarlo, robaría la atención de otros atractivos como el recorrido del arriero en la cabecera o la visita para comer trucha en Buenavista.
El ayuntamiento municipal
Las entrevistas realizadas a diversos miembros del ayuntamiento municipal, confirman que la iniciativa del proyecto surgió de manera interna y por el interés del municipio de promocionar a Zautla como destino turístico sin consulta previa de la comunidad. Eduardo, gestor del proyecto y trabajador del ayuntamiento municipal explicó que “los motivos principales [para iniciar el proyecto] fueron la cantidad de atractivos tanto naturales como culturales que hay en el municipio”.
Reunión informativa del proyecto en la biblioteca municipal. Imagen de Erick David García González.
Luis, otro colaborador del ayuntamiento, declaró que tras las jornadas de vinculación, no existió seguimiento en la gestión del proyecto ni comunicación con la universidad para orientar sobre dudas o establecer planes de acción a corto y mediano plazo. A la vez considera que la opinión de la comunidad local quedó relegaada: “Desgraciadamente, me he dado cuenta que se acuerdan [del proyecto] nomás cuando vienen, y ustedes se van y a ellos [otros colaboradores del ayuntamiento] se les olvida totalmente las situaciones de turismo, entonces digo aquí sí sería bueno, que ustedes [la Universidad] inculquen que es importante tanto cuando están presentes, como cuando se ausentan, les dejen una tarea de lo que tienen que hacer o lo que ustedes pretenden”.
Reflexiones finales
El caso de Zautla, expone distintas realidades que deben ser consideradas en un proyecto turístico. En función de los diversos enfoques de planificación turística (Osorio, 2006), un desatino crucial tanto de la gestión municipal, como de la universidad, fue realizar el convenio de colaboración sin hacer un previo diagnóstico para conocer qué actores de la comunidad realmente deseaban participar, así como el estado de los potenciales atractivos turísticos y estimar la inversión necesaria para efectuar el proyecto. Una vez que estos elementos fuesen tomados en cuenta, podría entonces continuarse con una fase de ejecución.
En este orden de ideas, es necesario recalcar también que el convenio se realizó en principio, por intereses que dejaban en segundo plano las preocupaciones de los residentes locales; por un lado, los gestores municipales buscaban fomentar el turismo en Zautla como agente de desarrollo económico y, por el otro, la universidad deseaba promocionar la oferta educativa de turismo alternativo a los jóvenes locales.
Las percepciones y comportamientos de la mayoría de los residentes locales con los que tuve contacto, dejan de manifiesto que uno de los elementos primordiales para una gestion adecuada del turismo es la cohesion social, si ésta no existe, y si además se prioriza el beneficio para un número selecto de actores (así se cuente con potenciales atractivos bioculturales) difícilmente un proyecto turístico podrá perdurar. Todo esto sumado a la atención intermitente del proyecto por parte del ayuntamiento y la universidad, la poca consideración (e incluso el rechazo) de algunos actores que realmente se mostraban interesados en participar e intentar persuadir a algunos residentes con poca disposición a cooperar, formularon una bomba de tiempo que detonó con la suspensión del proyecto a partir del cambio de administración municipal.
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