14-09-2021
Memoria y reconciliación: ¿es el turismo un instrumento eficaz para la paz?
Gema Martínez-Gayo | Alba SudEl turismo ha sido considerado por la Organización Mundial del Turismo, como un elemento clave a la hora de sentar las bases para favorecer el entendimiento, el respeto por los demás y como fuerza para la paz. Pero cabe preguntarse: ¿es siempre posible lograr esos objetivos? ¿qué dificultades existen?
Crédito Fotografía: Annette Jones en Pixabay bajo licència creative commons.
El turismo ha alcanzado la consideración de herramienta útil para reducir los prejuicios y la desconfianza hacia otras culturas (Gobierno de Flandes et al., 2020), especialmente a través de la promoción del conocimiento, el entendimiento mutuo y el respeto hacia personas de otros lugares del mundo. También se cree que facilita que las comunidades valoren la cultura, tradición y entorno en el que residen. Todo ello, puede generar efectos positivos en la propia autoestima de la ciudadanía, algo de vital importancia en aquellos territorios que han sufrido algún tipo de conflicto (Gobierno de Flandes et al., 2020). Puede ser, además, un elemento clave para el logro de la estabilidad política y social a través del desarrollo económico, la creación de empleos y en la lucha contra la pobreza (de Villiers, 2014).
Se reconoce así al turismo como una forma de favorecer entendimiento y la paz, aunque matizado por el grado en que puede llegar conseguirlo (Gobierno de Flandes et al., 2020).
Orígenes de la relación turismo y paz
Aunque la relación entre turismo y la paz cobra fuerza a partir de los años ochenta, momento en el que se desarrollan importantes investigaciones sobre el tema y acapara cierta atención, lo cierto es que no puede considerarse algo reciente. A finales de la década de los años veinte del siglo pasado ya se destacaba que el turismo debía favorecer el entendimiento con otros y así lograr la paz, especialmente tras los duros años de guerra sufridos (Wohlmuther y Wintersteiner, 2014).
Imagen de Zack Culver en Pixabay.
Tras la finalización de las dos grandes guerras mundiales se intensificó el interés por estos temas. En 1980 la Declaración de Manila sobre el Turismo Mundial, de la Organización Mundial del Turismo (OMT), destacaba el papel vital del turismo para establecer un nuevo orden económico mundial y como fuerza de paz. Los años siguientes vieron cómo se sucedían numerosas conferencias basadas en esta misma idea. Pasado el tiempo, el turismo como agente de paz se ha desarrollado de manera importante y queda reflejado en el número de investigaciones realizadas, pero estos logros no han logrado esclarecer cuáles son las circunstancias bajo las cuales esta actividad puede favorecer la paz (Wohlmuther y Wintersteiner, 2014).
¿Qué es el turismo de la paz?
Van den Dungen afirmó queel turismo de la paz englobaría la visita a lugares importantes por su relación con la realización y el logro de la paz, las resoluciones de conflictos por vía pacífica, la prevención y la resistencia frente a conflictos armados y la promoción de la no violencia y la reconciliación (2014). Se debe tener en cuenta, que el impacto de la guerra siempre es muy visible a través de campos de batalla, memoriales de guerra o museos, sin embargo, los aspectos de la paz suelen ser menos conocidos y visibles. Ejemplos de estos últimos serían la labor que se realiza desde algunos museos para la abolición de cierto tipo de armas o la celebración de actos para conmemorar los acuerdos de paz (Van den Dungen, 2014).
Edward W. Lollis, afirma que el denominado “Peace tourism” se relaciona con la experiencia de viaje a lugares, o realización de actividades, que realmente se relacionen con historias de paz y la consecución de esta (2014). En este mismo sentido Wintersteiner y Wohlmuther consideran que, desde una perspectiva amplia, el turismo de paz englobaría la visita a lugares de paz, monumentos, museos, etcétera, para aprender de la experiencia que esos sitios muestran (2014).
Imagen de Ron Porter en Pixabay.
Una de consideración a realizar, de estas definiciones, es la complejidad y carácter cambiante del término paz, ya que no puede verse simplemente como la mera ausencia de violencia. El camino hacia la superación del conflicto entraña gran dificultad en sociedades donde se han producido guerras o períodos de división extensos en el tiempo (Maraña, 2020). Aspectos como la intolerancia o los prejuicios pueden causar la destrucción de la paz existente. Es por ello, que nunca puede considerarse un proceso que ha sido completado, la paz requiere de un esfuerzo continuo (de Villiers, 2014).
Retos del turismo de la paz
Se podría decir que el turismo ha llegado a ser reconocido como un elemento que no contribuye directamente a la paz, pero sí que tiene el potencial para lograrlo de diversas maneras. Estas irían desde la protección de las tradiciones culturales y el patrimonio, a través del conocimiento y apoyo a la diversidad cultural, disminución de la pobreza y creación de empleo, la restauración de áreas dañadas o el involucrar a la población en la toma de decisiones (Moufakkir y Kelly, 2014).
No obstante, los proyectos turísticos en antiguas zonas de conflicto suelen tener que enfrentarse a desafíos respecto a la implementación de un turismo que favorezca la paz:
El primer aspecto es que la importante carga política y emotiva puede generar una falta de acuerdo respecto a la consideración de quienes son las víctimas (Gobierno de Flandes et al., 2020). Un buen entendimiento entre bandos opuestos en aspectos culturales, étnicos o religiosos es extremadamente complejo. En ocasiones el turismo puede dar lugar a un proceso de fortalecimiento de prejuicios e ideas preconcebidas, especialmente cuando los encuentros entre huésped y anfitrión son poco intensos y significativos (Wintersteiner y Wohlmuther, 2014).
Imagen de Peter Tóth en Pixabay.
Otro reto tiene que ver con la evolución de la memoria y el patrimonio a productos de consumo. Esto puede derivar en la trivialización de la historia, que resta importancia a los sucesos traumáticos que allí ocurrieron. Por otro lado, puede generar enfrentamientos respecto al reparto de beneficios económicos, simbólicos y materiales que la mercantilización de la memoria genera (Gobierno de Flandes et al., 2020).
El tercer problema se relaciona con la glorificación del conflicto bélico y la incorporación de lugares que encajan también con el turismo oscuro. Las líneas básicas del turismo de la paz pueden verse cuestionadas por la posible priorización de aspecto visuales o experienciales frente al rigor histórico. No obstante, autores como Lisle, creen que esto no es suficiente para olvidar la contribución que el turismo puede tener en la consolidación de la paz. Si los lugares del conflicto se convierten en un altavoz de mensajes significativos de paz, dan la oportunidad a los turistas interesados a aprender y desarrollar un papel productivo en el afianzamiento de dicha paz (Gobierno de Flandes et al., 2020). Las barreras producidas por la conservación selectiva de elementos del pasado, constituiría el cuarto aspecto. Esto implica que el carácter parcial de este patrimonio se emplee para justificar situaciones actuales problemáticas y con una elevada carga ideológica (Gobierno de Flandes et al., 2020).
El quinto reto es la pérdida del significado real de la paz en situaciones de conflicto al utilizarse por los grupos de poder dominantes para lograr sus objetivos y establecer sus agendas políticas (Isaac, 2014). Por otro lado, algunas compañías, establecimientos y productos turísticos, en ocasiones, utilizan también la palabra “paz” en sus denominaciones, pero supone más un propósito de publicidad y marketing que no un esfuerzo por construir un proyecto de reconciliación (Alluri et al., 2014). El desarrollo sin medida en lugares donde el éxito turístico pone en riesgo la conservación del patrimonio y la seguridad medioambiental sería el sexto desafío. La promoción sin control por parte de algunos gobiernos y las imágenes poco fieles acaban por crear ideas poco realistas de estas zonas (Gobierno de Flandes et al., 2020). En este sentido, la prensa extranjera también puede reinterpretar desde su óptica los sucesos, a veces sin la precisión necesaria, y moldean la imagen que los turistas tienen de ese lugar (Grodach, 2002).
Imagen de Manfred Antranias Zimmer en Pixabay.
Y, por último,los problemas de financiación y la falta de compromiso para la paz. En cuanto al primero, lo más complicado es lograr un equilibrio entre el desarrollo económico y comercial turístico de estos lugares con la conservación de su carácter genuino y solemne (Gobierno de Flandes et al., 2020). En lo referente al compromiso para la paz, muchas veces se adolece de interés político o de capacidad organizativa para construir la paz la paz en dichos territorios (Whintersteiner y Wohlmuther, 2014).
El recuerdo, ese difícil objetivo
Es necesario, por tanto, tener en cuenta aspectos éticos tanto en la creación productos turísticos como en su consumo. Los discursos presenten deben reconocer todas las partes y ser sensibles al sufrimiento, lo que implica reconocer que pueden existir trabas por alguna de las partes implicadas. El proyecto de investigación “Aprovechar el turismo en lugares de conflicto para promover la paz” realiza una descripción de principios éticos para un turismo que promueva la paz, basándose en su experiencia, el Código Ético del Turismo de la Organización Mundial del Turismo (OMT) y el Código Ético de la Comisión Internacional de los Museos. De esta se desprenden las siguientes exigencias (Gobierno de Flandes et al., 2020):
- Los proyectos turísticos deben integrar la experiencia de todas las personas afectadas por el conflicto y que se encuentren representadas en estos.
- Los discursos que se presenten a los turistas deben elaborarse junto con las personas afectadas y crear agentes locales.
- Las iniciativas turísticas deben favorecer el estudio, comprensión y cuestionamiento de un patrimonio difícil.
- Los lugares turísticos tienen que respetar las zonas dolorosas para no hacer más daño a las víctimas.
- Las actividades turísticas deben favorecer económica, cultural y socialmente a los lugares que han sufrido el conflicto.
- Los proyectos turísticos deben garantizar la integridad del lugar y ser sostenibles.
- Que exista una colaboración entre los lugares donde se llevó a cabo el conflicto y que se compartan marcos éticos para el turismo en lugares sensibles.
- Los turistas deben mostrar una conducta respetuosa en estos territorios. Deben informarse previamente para no realizar actos que puedan reavivar situaciones de división. El sector turístico debe fomentar las conductas responsables.
El turismo puede suponer una ayuda importante para la recuperación de zonas que han sufrido una guerra o suceso violento. Su aportación en materia de reconstrucción o de la creación de oportunidades económicas y laborales es muy reconocida, pero lo cierto es que si no se lleva a cabo de la manera adecuada puede generar también problemas importantes. El llamado turismo de la paz sigue generando aún hoy dudas por la falta de concreción de las herramientas para conseguir sus objetivos, también por su relación con el turismo oscuro o por la utilización interesada por parte de representantes políticos y del propio sector turístico. No obstante, el empleo que el turismo de la paz hace de la memoria y el recuerdo es básico para la identidad de la ciudadanía y la preservación de la cultura y el patrimonio. También puede favorecer el reconocimiento de la mirada de todos los implicados y así potenciar la prevención del conflicto y la violencia. Es importante su papel educativo a la hora de resaltar que esos hechos no deben volver a suceder, pero también al destacar las acciones realizadas para promover de manera efectiva la reconciliación y la paz. Para que este proceso sea un éxito deben participar todos los actores implicados: el negocio turístico, órganos gubernamentales, ciudadanía y, por supuesto, los turistas.
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