16-03-2022
El patrimonio como lugar de resistencia en localidades rurales de Argentina
Andrés Pinassi | Alba SudLos procesos de patrimonialización comprenden un conjunto de acciones que tienden a la (re)valorización de componentes culturales y naturales. Estos mecanismos asociados a un uso social constituyen una alternativa para resistir a la crisis que atraviesa el espacio rural y contribuir a su dinamización.
Crédito Fotografía: Estación de tren en Nicolás Levalle. Asociación de Amigos de la Estación Nicolás Levalle.
En las últimas décadas emergieron en distintas sociedades una serie de dinámicas socioculturales que diferentes autores denominan inflación patrimonial (Choay, 2007), explosión patrimonial (Bustos y Pinassi, 2017) o hiperpatrimonialización de la realidad (Prats, 2012). Estas adjetivaciones refieren a la cantidad y diversidad de procesos que conducen a legitimar componentes de la cultura y la naturaleza como patrimonio, ya sea de manera disgregada o conjunta. El crecimiento de la actividad turística se presenta como una de las causas de este fenómeno.
El espacio rural no queda al margen de este tipo de iniciativas, donde a partir del accionar de ciertos agentes se ponen en valor determinadas historias e identidades. En Argentina se identifican diferentes propuestas, como en la localidad de Nicolás Levalle, un paraje emplazado en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires. Éste constituye un caso de buenas prácticas de valorización patrimonial en el que, a partir de la labor comunitaria se logra recuperar un complejo ferroviario abandonado para transformarlo en un centro cultural y recreativo de relevancia regional.
Nicolás Levalle: un pequeño punto en el mapa
Nicolás Levalle, localizado en el partido de Villarino en el sudoeste bonaerense, se funda en el año 1908, a partir de un acuerdo entre la empresa del Ferrocarril Sud, de capitales ingleses, y un propietario de campos en la región, el Sr. Bernardo Graciarena. El objetivo era configurar un nodo para la logística de sal, procedente de una de las salinas que se encontraba en su propiedad. Así se erige un complejo ferroviario, junto a otras dependencias, como dos hoteles y almacenes de ramos generales, hoy en día inexistentes (Pinassi, 2020; Pinassi y Comparato, 2021).
Salinas Chicas. Crédito fotografía: Andrés Pinassi.
El tren de pasajeros dejó de transitar en la década de 1980, lo cual supuso un punto de inflexión en la escala local, dado que agudizó la situación de crisis que atravesaba el medio rural.
Actualmente, el paraje se conforma por la antigua estación de tren, cuatro viviendas del personal ferroviario, galpones de acopio y una escuela de educación primaria, que, debido a la carencia de alumnado, debió cesar en sus funciones en el año 2018. Esta institución alcanzó a registrar en 1937 hasta 69 estudiantes, dando cuenta de la relevancia y dinamismo que tenía el lugar.
En términos demográficos, en la actualidad la localidad solo alberga un habitante permanente, que es el cuidador de la institución educativa. Asimismo, residen en los campos aledaños algunas pocas familias, que se desempeñan como empleados rurales o propietarios de las tierras, abocados a las actividades agropecuarias. En la década de 1930, Nicolás Levalle y su área de influencia llegó a contar con 300 personas, entre las distintas colonias y estancias que lo configuraban (La Nueva Provincia, 1934).
Fuente: Telefe Bahía Blanca (2020).
En el año 2014 un grupo de ex residentes del paraje rural, ante el estado de abandono del complejo ferroviario, decidieron agruparse y constituir la Asociación de Amigos de la Estación Nicolás Levalle. A partir de aquí se inició un proceso de salvaguarda de las edificaciones existentes, con la asignación de nuevos usos y el desarrollo de disímiles prácticas sociales.
Patrimonialización: nuevos usos para viejas formas
Los individuos congregados en el grupo de trabajo emprendieron la tarea de revalorizar el complejo ferroviario. En una primera instancia, comenzaron con la estación de tren. Gladys Hernández, una de las integrantes de la Asociación, quien vivió durante su niñez junto a sus padres en una de las viviendas del ferrocarril, destaca que “primero se trabajó en el exterior, porque todavía no se tenía la autorización para entrar. También se cerraron algunas de las salas, porque estaban abiertas. Esta primera iniciativa se acompañó con la realización de un registro fotográfico, para tener documentación del proceso”.
Luego de un tiempo, se llevó a cabo el primer evento sin tener aún acceso a la obra, en el que se reunió a gran cantidad de ex habitantes. En este sentido, Beatriz Carella, también miembro de la Organización, expresa que “el primer encuentro que se hizo fue muy emotivo. Para nosotros siempre que vamos a Levalle es muy sentimental, pero ese día vino mucha gente que había vivido en el paraje y trajeron fotos que permitieron contar y reconstruir momentos… ahí fue realmente cuando comenzamos con las tareas”.
A partir de aquí, se inicia un proceso de gestión e intervención patrimonial en el interior de la estación y luego en dos de las viviendas del personal ferroviario. Se otorgaron nuevos usos sociales y se generaron distintas prácticas innovadoras para el contexto en el que se encuentra la localidad.
Ello llevó a que se activaran ciertos repertorios patrimoniales (Prats, 1997, 2006), dando lugar a la construcción de historias personales, pero a la vez colectivas. Estas adquirieron relevancia no solo en el ámbito local si no también regional, debido a la importancia que tuvo el ferrocarril en la consolidación y desarrollo territorial del país y lo que ello significa en el espacio vivido de la ciudadanía. Esto es analizado en profundidad por Érica Schenkel (2019) en otra publicación de Alba Sud.
El edificio de la estación de tren fue el mayor destinatario de las estrategias de refuncionalización, debido a su estructura, a la distribución de ambientes que posee y al estado de conservación en el que se encontraba al inicio de las tareas.
Museo del Trabajo. Crédito fotografía: Asociación de Amigos de la Estación Nicolás Levalle.
En las salas de espera y expedición de pasajes se creó el Museo del Trabajo. De manera comunitaria, se decidió recuperar la historia que da origen al paraje, vinculada a la extracción y comercialización de sal. En el guion museográfico también adquiere relevancia el campo, las prácticas agropecuarias y la actividad férrea. Este discurso se articula con las historias genealógicas del lugar. A partir de gigantografías, fotografías, exposición de herramientas y señalética informativa, acompañado por la explicación de las antiguas residentes que desarrollan la labor de guía turístico, se elabora un mensaje cargado de sentido de lugar y arraigo. Todo ello refleja la nostalgia de una época de progreso, no sólo del paraje, sino también del país.
Por otro lado, en la antigua sala de espera destinada a uso exclusivo del pasaje también se creó un espacio expositivo. En este se reivindica la función original del sitio, a partir de la exhibición de objetos (vestidos, abanicos, tejidos, etc.) empleados por las mujeres en otros tiempos. Dichos elementos, al igual que aquellos dispuestos en la sala descrita anteriormente, fueron aportados por ex habitantes del paraje y la zona, que interesados en la propuesta, los donaron con el fin de contribuir a la construcción de la historia local.
De forma contigua al museo, se encuentran dos salas de grandes dimensiones, en las que funcionara la oficina del jefe de la estación. Aquí los miembros de la Asociación prestan el servicio de té, como una actividad alternativa durante la visita. Las personas que integran la organización, conocedoras de la flora endémica, incorporan frutos y plantas autóctonas a los productos gastronómicos que ofrecen. Es el caso de la Salicornia, una planta halófila, que crece en las mismas salinas del lugar. En este sentido, parte de la comida elaborada también funciona como portadora del mensaje patrimonial construido.
Por último, en la planta superior se localizaba la vivienda del jefe de estación, la que fue refuncionalizada como sala de exposiciones. Su nombre, “La Estafeta”, hace honor al uso del espacio que antecedía a la residencia.
Con relación a las viviendas del personal ferroviario, a partir del año 2015 se gestionaron las nuevas funcionalidades. Hasta el momento se han puesto en valor dos de las cuatro casas existentes.
En el predio en el que estas se emplazan, y con el objetivo de recuperar otra de las historias locales, se decidió crear “Villa Pajarito”, en conmemoración de un proyecto llevado a cabo por una docente de la escuela primaria durante la década de 1960. Los estudiantes, parte de ellos actuales miembros de la Asociación de Amigos de la Estación, junto con sus familias, debían construir pequeñas casas de madera que fueron colgadas en un árbol, destinadas a ser morada de las aves que frecuentaban el lugar. En este sentido, la organización acordó recuperar esta historia, colgando las nuevas casas, hechas de manera participativa por los vecinos de la zona, en dos de los Caldenes (árbol característico de la región) que se encuentran en el predio.
Casa de la Golondrina. Crédito fotografía: Andrés Pinassi.
Vinculado con la misma temática, en una de las viviendas se creó la “Casa de la Golondrina”, un espacio ambientado de manera creativa para la difusión de las aves endémicas.
En otra de las construcciones, durante el año 2019 se diseñó un espacio denominado“La Casa de los Niños”, en el que se exhiben distintos personajes, juegos y juguetes que representan la historia de los gestores, pero que a su vez estructuran la memoria colectiva de gran parte de los visitantes.
Además de los nuevos usos propuestos para el complejo ferroviario, la organización lleva a cabo distintas actividades programadas, con el objetivo de mantener una demanda regular a lo largo del año. Una de las últimas iniciativas realizadas en el mes de diciembre de 2021, fue la obra de teatro comunitario llamada “La historia llega en tren”, desarrollada en el andén de la estación. Miembros de la Asociación y habitantes de la región participaron como actores, recreando historias cotidianas del paraje rural durante su época de apogeo.
Evento “La historia llega en tren”. Crédito fotografía: Andrés Pinassi.
La esperanza de la revivificación rural
El caso abordado evidencia la configuración de un espacio vivido patrimonial (Pinassi, 2019) consolidado en torno al paraje rural Nicolás Levalle, su historia y los componentes culturales que se erigen en éste. La “vuelta al campo” de los antiguos pobladores, permitió reconstruir nuevas historias y representaciones identitarias, activadas a partir de la puesta en valor del complejo ferroviario. Este proceso de patrimonialización comunitaria refleja un mecanismo de defensa por parte de los ex habitantes, que luchan por mantener vivo su lugar en un entorno atravesado por grandes dificultades.
Ello constituye una evidencia de los cambios profundos que suceden en gran parte del espacio rural, no solo en el contexto argentino sino también en otras latitudes. Localidades en las que “patrimonios” obsoletos y olvidados se transforman en lugares de resistencia y de oportunidades para el desarrollo (Martín y Volonté, 2021).
Estas dinámicas socio-territoriales constituyen muestras de un proceso incipiente en el espacio rural (Sili, 2021), que dan batalla a un decrecimiento demográfico y a un debilitamiento del capital cultural. El protagonismo de las comunidades, caracterizado por “la búsqueda del bien común y el buen vivir de todos”, se presenta como una de las alternativas para revertir esta situación de crisis. Sin embargo, es necesario pensar dicha labor comunitaria de forma articulada con otros actores, tanto públicos como privados, principalmente por las limitaciones económicas y técnicas que suelen tener estas agrupaciones de la sociedad.
Por último, cabe reafirmar que el caso de Nicolás Levalle constituye un ejemplo de buenas prácticas de valorización patrimonial. Su importancia radica en el trabajo comunitario y desinteresado de los miembros de la Asociación en pos del beneficio colectivo, en la regularidad de las propuestas, pese a los obstáculos y limitaciones presentadas, y en el impacto sociocultural generado, tanto en el plano material como simbólico. Asimismo, desde la esfera académica, configura un laboratorio territorial que representa un gran interés de análisis, dado que permite visualizar de manera clara distintas dinámicas (rurales, patrimoniales y turísticas) de carácter global que se espacializan en la escala local.
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