28-04-2022
Violencia sexual y de género en el contexto turístico
Angélica Picado & Gema Martínez-Gayo | Alba SudLa violencia sexual y de género también está presente en los contextos turísticos, lo que nos lleva a reflexionar sobre las desigualdades y asimetrías que enfrentan las mujeres en estos territorios.
Crédito Fotografía: Geralt en Pixabay.
La violencia en el ámbito turístico no es algo anecdótico pues se encuentra presente en sus prácticas cotidianas. La violencia posee múltiples dimensiones que le hace adoptar formas variadas a través de la intersección de los propios imaginarios turísticos, el colonialismo o las estructuras capitalistas, entre otros aspectos (Eger, 2021). La relación entre la violencia, el género y el turismo refleja también esta complejidad y diversidad. Claudia Eger (2021) describe cómo las mujeres han soportado estas prácticas violentas y han sido muchas veces silenciadas, lo que refuerza las estructuras de desigualdad en el sector y en la sociedad. En el caso del turismo, las mujeres son con frecuencia cosificadas y sexualizadas, por lo que es necesario sacar a la luz estas situaciones (Eger, 2021) para poder eliminarlas.
Conceptos previos
Al abordar la violencia hay que tener en cuenta las diferentes aproximaciones teóricas y conceptuales del término y reconocer la existencia de múltiples formas de violencia que se ejercen sobre los cuerpos de las mujeres. La violencia es considerada una problemática social de corte histórico y estructuralque se manifiesta en la vulneración de derechos. Es decir, es como un iceberg en el cual las expresiones visibles son sólo una parte del conflicto (Galtung, 2003). En este sentido, la violencia contra las mujeres parte de un sistema de dominación que produce un esquema de poderes desiguales, donde las mujeres ocupan un lugar subordinado, subalterno y secundario.
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Existen instrumentos que representan un punto de partida al hablar de la violencia en contra de las mujeres, considerada como una violación de los derechos humanos y de las libertades fundamentales. La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (1979), CEDAW en sus siglas en inglés, se constituye como el principal instrumento para el avance de la igualdad y la no discriminación hacia las mujeres. Posteriormente, la Convención de Belém Do Pará (1994) estableció mecanismos de protección y defensa de los derechos de las mujeres en la lucha contra la violencia. Según el instrumento de ratificación del Convenio sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica del Consejo de Europa (2014:3) por violencia contra las mujeres se deberá entender:
“Una violación de los derechos humanos y una forma de discriminación contra las mujeres, y designará todos los actos de violencia basados en el género que implican o pueden implicar para las mujeres daños o sufrimientos de naturaleza física, sexual, psicológica o económica, incluidas las amenas de realizar dichos actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, en la vida pública o privada”.
Por lo tanto, el sistema de dominación patriarcal se traduce en diversas manifestaciones de violencias basadas en las relaciones sociales heteronormativas. Así como, se manifiesta en las múltiples formas de opresión de género racializada, colonial y capitalista (Lugones, 2010). Acciones discriminatorias que son interiorizadas, naturalizadas y legitimadas en una sociedad patriarcal como una forma de asegurar la superioridad de lo masculino (Connell, 1995:39).
Existen múltiples formas de violencia presentes en la vida de las mujeres en los ámbitos públicos, privados, comunitarios, institucionales y la perpetrada por el mismo Estado (ONU, 2015). Según la CEDAW (2015) se identifican diversos tipos de violencia (física, sexual, psicológica, económica, simbólica y patrimonial) y de modalidades de esta (doméstica, institucional, laboral, obstétrica y mediática). Lo que pone en evidencia la constante y activa opresión de género en el mundo contemporáneo a pesar de las conquistas logradas (Lagarde, 2005).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la violencia sexual como:
“todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona, independientemente de la relación de ésta con la víctima, en cualquier ámbito incluidos el hogar y el lugar de trabajo” (Contreras et al., 2010:7).
Se reconocen diversas acciones que realiza el perpetrador sobre la víctima y se presentan en casos de violación, abuso sexual, explotación sexual, acoso sexual, violencia sexual como arma de guerra, violencia por prejuicio (Romero y Aristizábal, 2019).
En los espacios turísticos se han reportado casosde mujeres turistas víctimas de violencia sexual, se reconocen ataques de violación que, en determinadas circunstancias, llegaron hasta el feminicidio. Vicky Vargas, de la Red de Sororarias de Cóbano, explica que las estadísticas no reflejan la incidencia real de la violencia sexual y que parece que existe un aumentodeeste tipo de delitos y dedenuncias sobre estos. Según Vargas, cada vez más mujeres acceden a espacios tradicionalmente masculinos y esto puede desencadenar reacciones violentas por parte de algunos hombres los cuales sienten que “se les invade su espacio”. En estos casos, se pone de manifiesto que estas acciones forman parte de las violencias cotidianas que experimentan las mujeres en el espacio público, que van desde el acoso callejero, tocamientos en el transporte público, hostigamiento, persecuciones, hasta otro tipo de conductas violentas de tipo sexual por el hecho de ser mujer.
Por el derecho a viajar de las mujeres
Cada vez es más común que las mujeres decidan llevar a cabo un viaje de manera independiente, ya sea solas o en grupos de mujeres. Do Nascimento Silva y Dos Santos Moraes (2021) describen como este tipo de experiencias les permiteacceder a distintos lugares y formas de vivir, pero también aconocerse mejor a sí mismas. Puede decirse que esta movilidad turística incrementa su libertad e independencia, muchas veces vetada, y se sienten más empoderadas y seguras. Estas mismas autoras sostienen que las redes de mujeres viajeras pueden considerarse como una etapa más de lucha por la consecución de sus derechos (2021).
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Las turistas se ven obligadas, en ocasiones, a modificar o ajustar sus patrones de viaje por la percepción de inseguridad (Kunieda y Gauthier, 2007). Paula, una turista que ha realizado múltiples viajes sola, comparte la siguiente reflexión: “Mi consejo es que no hay que viajar con miedo, que las cosas pueden suceder en cualquier lado [...]”. Sin embargo, a pesar de esto, las mujeres han incorporado medidas en la planificación de sus viajes como revisar detenidamentelas recomendaciones de los alojamientos o lugares que visitan, mantener comunicación con sus familiares, tener en cuenta la opinión de las personas locales sobre los “lugares inseguros” y el uso de la tecnología. Las redes sociales posibilitan la planificación de este tipo de viajes y el flujo de información con experiencias positivas y negativas de otras viajeras (Do Nascimento Silva y Dos Santos Moraes, 2021).
Asimismo, en este contexto de gran complejidad y vulnerabilidad, han surgido iniciativas de agencias de viajes que organizan paquetes turísticos dirigidos para mujeres, como Mujer y Viajera, Tacones Viajeros, WOM viajes, locas por el mundo, once journey for women, entre otras. En este sentido, se hace urgente resaltar que no son las mujeres quienes deben cargar con la mochila del miedo y las medidas de cuidado y protección sobre sus cuerpos. En medio de la epidemia de las múltiples violencias, se trata de establecer acciones estructurales entre diversos grupos públicos, privados y de la sociedad civil para la prevención y erradicación de la violencia sexual y de género en todos los ámbitos.
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La violencia sexual en el ámbito turístico
La publicidad, en ocasiones, utiliza el cuerpo femenino como un objeto sexual para la atracción turística (Alberti Manzanares y Nava-Ramírez, 2020). La cosificación sexual, reducción de la mujer a un objeto sexual que prevalece sobre la persona, y la hipersexualización, tendencia a limitar a la mujer a sus atributos sexuales, hacen que las mujeres se vean como objetos sexuales disponibles más que como ciudadanas (Padrós Reig, 2021). Esto influye en la selección de destinos y que estos se incluyan en rutas de turismo sexual, donde los clientes buscan la materialización de las fantasías creadas (Do Nascimiento Silva y Dos Santos Moraes, 2021). Se genera así un ambiente propicio para el desarrollo de conductas violentas, que pueden afectar a las trabajadoras, turistas y mujeres residentes en general, y para la proliferación de negocios ante el incremento de la demanda de servicios sexuales. Este es un problema social de extrema gravedad para el que, en muchos lugares, todavía faltan medidas efectivas (Kumar Acharya, 2013).
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La reputación de la vida nocturna constituye un factor destacado a la hora de escoger destino, especialmente entre las personas más jóvenes (Hugues et al., 2009; Instituto Europeo de Estudios en Prevención [IREFREA] et al., 2009). Duch et al., (2016) afirman que en determinados entornos el consumo de alcohol femenino se sigue malinterpretando como disponibilidad sexual e incluso se normaliza el llevar a cabo manoseos (Duch et al., 2019). Las mujeres que han consumido algún tipo de sustancia, conscientemente o no, se encuentran en situación de vulnerabilidad frente a la violencia sexual porque los agresores buscarán víctimas con menor capacidad para defenderse, especialmente si tienen anulada su voluntad. Diversos estudios muestran que los agresores seleccionan a su víctima por disponibilidad y vulnerabilidad y no de acuerdo con su forma de vestir o comportamiento, como suele asumirse. Esto último, no lleva más que a culpabilizar a la víctima de todo aquello que le pueda pasar (Duch et al., 2019). El hecho de no recordar con exactitud lo sucedido supone una limitación para la denuncia, pues les genera dudas e incluso culpabilidad. Otra de las barreras es la impunidad con la que actúan estos atacantes, que complica que las víctimas accedan a quedarse en dicho lugar hasta que se tomen acciones legales. La atención recibida en centros de salud, estancias policiales o judiciales, puede derivar en una revictimización. En ocasiones son objeto de prejuicios y estereotipos que ponen en cuestión la veracidad de su relato, se las culpabiliza o se justifica lo ocurrido. También existen discriminaciones de carácter sociocultural que limitan el trato digno y la correcta investigación para las víctimas. Como por ejemplo aquellas derivadas de aspectos como la edad, el sexo, la raza, la nacionalidad, la etnia, la orientación sexual o el bajo nivel formativo, entre otros aspectos. A lo que deberíamos aunar las limitaciones de acceso a la información de algunas zonas, la falta de recursos económicos o el hecho de carecer de documentación (Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 2011).
Las zonas vacacionales suponen una importante actividad económica y de empleo (Duch et al., 2016). Esto supone un hándicap más a la hora de tomar las medidas oportunas. Se puede decir que la industria turística, los locales de ocio y las propias autoridades pueden temer que se dañe su imagen como destino turístico (IREFREA et al., 2009).
Algunas propuestas
La erradicación de la violencia sexual en el ámbito turístico es un problema de gran complejidad. Algunos de los aspectos necesarios para modificar esta situación serían los siguientes:
- Fomentar políticas de igualdad para eliminar los elementos patriarcales que afectan negativamente al desarrollo social, democrático e igualitario de los territorios y, también, al desarrollo turístico (Alberti Manzanares y Nava-Ramírez, 2020).
- Favorecer investigaciones sobre la violencia sexual en zonas vacacionales para conocer sus factores desencadenantes y qué es necesario para prevenirla (Duch et al., 2019).
- Desarrollar estrategias estatales de protección y sanción, incluyendo normas preventivas que impidan la normalización de estas conductas (Padrós Reig, 2021).
- Evitar adjudicar la responsabilidad de la seguridad a las turistasy frenar el discurso que las culpabiliza.
- Desarrollar una coordinación efectiva entre el ámbito público y privado en la detección y prevención de riesgos para la seguridad (Duch et al., 2016).
- Incorporar a la comunidad en programas preventivos de violencia sexual (Quigg et al., 2021) y evaluar su impacto (Duch et al., 2019).
- Eliminar la publicidad turística que favorezca comportamientos violentos (IREFREA et al., 2009) y que refuerzan su aceptación (Duch et al., 2019).
- Definir protocolos de atención que operen bajo los principios de prevención razonable, investigación exhaustiva, sanción y reparación. De manera, que todos los actores turísticos estén involucrados y capacitados para la detección y alerta temprana de casos de violencia sexual y género.
- Implantar la figura de orientador u orientadora por parte de las autoridades turísticas. Esto permitirá explorar las posibles alternativas para fomentar y presentar la denuncia, gestionar el apoyo médico y psicológico, enfatizar que la comunidad en su totalidad debe coadyuvar en la conformación de un ambiente seguro para todas las mujeres víctimas de violencia sexual en los contextos turísticos.
- Favorecer un transporte público nocturno que garantice cobertura, seguridad y accesibilidad (IREFREA et al., 2009).
Diseñar un mapa de riesgo de violencia contra las mujeres en los contextos turísticos como una herramienta de prevención que identifique lugares y situaciones de riesgo, además ubique los centros de atención. El mapeo como una forma de resistencia y de representación de la realidad que permita visibilizar casos que pretenden ser silenciados y, que, a su vez, contribuya a reivindicar los espacios turísticos como un lugar para todos en la diversidad.
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Los casos de violencia sexual y de género en el ámbito del turismo expresan discriminaciones por razón de sexo, clase, raza, origen, entre otros aspectos, y también las desiguales relaciones de poder y de dominación patriarcal que colocan el cuerpo de las mujeres como un espacio de violencia. Por lo tanto, es necesaria la visibilización de los casos y el establecimiento de respuestas efectivas, oportunas y equitativas, que conduzcan hacia la erradicación de las múltiples violencias sobre los cuerpos de las mujeres. Es necesario reconocer que no se trata de un problema de las mujeres en condición de vulnerabilidad, ni de la ropa que visten, ni del lugar, ni de la hora, sino de los mecanismos que soportan la violencia contra las mujeres.Concientizar y sensibilizar a los actores involucrados en el sector turístico en materia de las desigualdades y opresiones de género, podría ayudar a generar cambios en la cultura hacia la no violencia, la detección temprana de casos, la implementación de mecanismos de acompañamiento oportuno y emitir sanciones ante cualquier acto de violencia contra las mujeres en las diferentes prácticas y espacios del turismo. Desde el turismo se necesita develar las asimetrías de poder para resignificar el derecho a viajar de las mujeres por lugares turísticos libres de violencia que contribuyan hacia la construcción de un turismo verdaderamente inclusivo y humanizado.
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